𝐍 𝐔 𝐄 𝐕 𝐄


Dieciocho de julio 2019
Lugar desconocido


Le duele la cabeza, parpadea unas cuantas veces antes de abrir los ojos en su totalidad. Sus pestañas están pegadas y no siente los brazos y los pies. Le duele el cuello por la mala postura y cruje los dientes cuando lo intenta poner recto. Está sentado en una silla atado de pies y manos con unos alambres con pinchos que se han clavado en su piel. Le escuece y mucho.

Su cabeza da vueltas en el momento en el que intenta enfocar su visión. Puede ver de forma borrosa cuatro siluetas esparcidas por la habitación en la que se encuentra.

El hedor es espantoso, tanto que le obliga a fruncir la nariz en un gesto de desagrado. Huele a podrido.

— Pensé que te morirías —le dice una voz que ya ha escuchado con anterioridad.

El sujeto que está frente a él se despega de la cómoda en la que estaba apoyado y da unos pasos hacia él. Jeongin está sudando y parte de su cabello está pegado a su frente tapándole parte de la visión, pero no es muy difícil saber qué es el hombre de cabello morado que le golpeó en el bosque.

— Llevas cuatro días durmiendo —continuó—. Sería una pena que murieras sin dejarme probarte, la carne de un muerto no es tan sabrosa —le explicó acariciando su mejilla adolorida con un pulgar, mirándolo desde arriba con soberbia—. Tú ya me entiendes.

Yang se apartó mirando con nerviosismo el resto de la habitación. Las paredes y el suelo eran de madera, a su espalda había un somier con un colchón sucio y viejo, sin sábanas con lo que cubrirlo y un cabecero de forja oxidado. Una cómoda al lado de la puerta y una ventana tapada con madera que todavía dejaba entrar algo de luz del día. El más alto estaba al lado de la puerta frente a él, el que no intervino estaba a su derecha y el que atacó a su amigo a su izquierda.

Su rostro enrojeció al recordar el gran daño que había provocado en Seungmin. Aquello no era normal, cuando quieres hacerle daño a una persona no le arrancas medio cuello como si fueras un animal salvaje. Sin embargo, ahora esos cuatro dementes estaban siendo incluso más cuerdos que Jeongin, a quien se le estaban hinchando las venas del cuello del coraje.

— Tú... —murmuró sin despejar ojo del llamado Changbin, quien se tensó al escucharle y le evitó la mirada.

— ¿Cómo dices? —inquirió el de pelo violeta.

— ¡Tú eres el que mordió a mi amigo! —acusó entre gritos— ¿¡Acaso eres un puto animal!? ¡Eres un demente de mierda! ¡Más te vale que Seungmin esté bien!

Su mejilla derecha fue abofeteada con fuerza y el silencio se hizo en aquella habitación, después lo siguieron los lloriqueos de Jeongin.

— Eres un zorrito rebelde —habló el peli morado, levantando despacio su barbilla haciéndole conectar miradas—. No me gusta tu comportamiento.

— ¿Qué queréis de mí? —bramó acompañado de un sollozo.

— Ellos no quieren nada, bonito. Solo yo, yo soy tu dueño.

— ¿Tú...? ¿Qué mierda dices? —sorbió su nariz parpadeando para sacar las lágrimas de sus ojos.

— Deberías estar agradecido que no te comeré lentamente como a los demás —acarició su mejilla y siguió hasta sus labios.

— No me toques.

— Zorrito, te toco si quiero.

— M-me llamo Jeongin...

— No —se levantó con el rostro serio—. Pero para ti soy Minho.

Jeongin no dejaba de temblar, tenía la boca seca y las mejillas empapadas y adoloridas. No podía reconocer si eran lágrimas o sudor. Minho se marchó de la habitación, diciéndole a los otros tres que lo acomodaran como es debido en lo que iba a revisar algo.

— Es muy bonito... normal que se lo haya quedado.

— ¿Pero qué dices? Tiene una piel perfecta, eso es un buen bocado, Jisung —dijo el de melena larga y negra, cogido en una coleta.

— No creo, es bueno disfrutar de lo bello.

— ¿Quieres algo, zorro? —cuestionó Hyunjin frente a él ladeando la cabeza.

— Agua —susurró lo suficientemente alto como para que lo escucharan.

— Oh, bueno, si eso es lo que quieres... —Jisung se acercó a la cómoda donde había una botella de agua.

Empujó levemente al alto para posarse delante de Jeongin. Bebió de la botella y la acumuló en su propia boca acercándose al menor. Con sus manos apretó las mejillas de este para que las abriera, pero Jeongin se negaba a recibir agua de boca de un degenerado.

— ¡Que no quiero, joder! —gritó resistiéndose.

La mano de Jisung se estampó contra su rostro, justo en la mejilla que antes Minho había golpeado con fuerza. Ahora una fina línea de sangre se escurría en ella. Acto seguido, Jisung escupió el agua sobre el cuerpo de Jeongin.

— ¿Por qué lloras ahora? Te lo has buscado —se burlaba el castaño limpiando la comisura de sus labios.

— Dejadme salir, por favor, soltarme... —suplicó mientras sollozaba.

Aquellos dos rieron y su vista viajó hasta Changbin, quien no había argumentado nada ni se había movido de su lugar. Apartó la mirada adolorida y suplicante del menor hasta que la puerta fue abierta nuevamente.

— ¿Por qué está mojado?

— Quería beber agua —se justificó Jisung con una gran sonrisa orgullosa.

— Salir de la habitación, tengo que hablar seriamente con mi presa.

En cuanto aquellos tres se fueron, se quedó a solas con Minho y no dudó en escupir veneno.

— Yo no soy tu puta presa ni tu mascota, estás enfermo.

El peli morado suspiró, inclinándose para estar a la altura de Yang, sus rostros cercanos y, seguidamente, agarró con fuerza sus mejillas con una sola mano. El menor sería capaz de golpearle con la cabeza y romperle la nariz, pero después de eso sería el que saliera perdiendo, puesto que no podía escapar por los alambres.

— Me da igual quien fueras antes de caer en mis manos, olvídate de todo lo que tenías fuera de esta casa porque ahora eres mío, eres de mi propiedad y hago contigo lo que me da la gana. Y si digo que eres mi presa, lo eres y lo serás hasta que quiera dejarte con vida. De aquí a que mueras, serás mi zorro.

Después, los gritos de Jeongin se hicieron escuchar por toda la casa cuando Minho aprovechó la rotura de su prenda superior para morder la carne de su hombro y arrancar parte del músculo de cuajo.








Weno, a Jeongin le queda un laaaaargo camino

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