iv. club of the eminences
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CAPÍTULO CUATRO
CLUB DE LAS EMINENCIAS
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HARRY POTTER no estaba seguro de que pensar cuando el profesor Dumbledore y el aparecieron a las afuera de la mansión Rosier. Conocía que Evan Rosier había sido un Mortifago.
Pero también era muy conocido que Leonardo no lo era, que incluso era una buena persona. Había conocido anteriormente a Horace Slughorn quien les había dado un recuerdo importante según Dumbledore.
Ahora tenían que convencer a Leonardo de que se uniera como profesor en Hogwarts. Si Dumbledore confiaba en el, Harry también lo hacía. Esperaron en la sala a que llegara el hombre. El lugar era grande y elegante. Su casa gritaba poder por todos lados.
Escucharon unos pasos detrás de ellos y giraron para encontrarse a Leonardo Rosier en todo su esplendor. Vestía su caracterizado traje, y su máscara de sangre pura estaba por su rostro.
—Dumbledore—saludo, le dio una mirada rápida a Harry quien no sabía que hacer o decir.
—Ah Leonardo—sonrió feliz de verlo.—Creo que aún no coneces a Harry—señaló al muchacho junto a él.
—Leonardo Rosier, Sr Potter—estaba claro que el tenía mucha educación.
—Harry Potter—se sintió como un idiota al hablar..
—Ahora no es que no me gusten las visitas.—las odiaba. —¿Pero que te traé por aquí?—miró al hombre mayor.
—Verás, hay una bacante en Hogwarts de profesor. Tus siempre fuiste muy bueno en tus clases.—dio a entender lo que venía a buscar.
—¿Y quieres que le enseñe a un montón de mocosos, hormonales?—levantó una ceja, Harry sin evitarlo soltó una risa que disfrazó con una tos falsa.
—No es la mejor idea—Dumbledore dijo sonriendo.
—No—negó el.
Una vez más Harry se rio, el hombre que tenía enfrente era justo lo que esperaba y a la vez no.
—Lo tomaré como un si—el hombre le hizo una seña a Harry quien lo siguió. No sin antes despedirse de forma rápida de Leonardo. —Nos veremos el primero de septiembre. —con eso último desapareció con Harry.
—Maldito viejo chiflado—murmuró Leonardo.
[...]
—Traigo esto para Neville Longbottom y Harry Po… Potter —dijo una niña de tercer grado entrecortadamente al ver a Harry se ruborizó.
Llevaba dos rollos de pergamino atados con una cinta violeta.
Perplejos, Harry y Neville cogieron cada uno su pergamino y la niña se marchó dando traspiés.
—¿Qué es? —preguntó Ron mientras Harry desenrollaba el mensaje.
—Una invitación.
Sr. Potter:
Me complacería mucho que vinieras al compartimiento C, a comer algo conmigo.
Atentamente,
Prof. L.E. ROSIER
—¿Quién es el profesor Rosier? —preguntó Neville releyendo una y otra vez su invitación, atónito.
—El nuevo profesor. Bueno, supongo que tendremos que ir, ¿no?
—Pero ¿qué querrá de mí? —inquirió Neville, nervioso, como si temiera un castigo.
—Ni idea —contestó Harry; eso no era del todo cierto—. Pero es un hombre divertido.—explico recordando los comentarios graciosos que ha Iá escuchado del hombre tiempo atrás.
Tanto Harry como Neville salieron en busca del compartimiento, al llegar se encontraron con algunos estudiantes. Entre ellos Blaise Zabini quién platicaba con el profesor.
—Sr. Potter y Longbottom.—los saludo al darse cuenta de su presencia.
—Profesor Rosier—Harry se animo con el hombre, había algo en el que le generaba confianza.
—P-profesor.. Neville murmuró con timidez.
Leonardo había recibido una carta de Horace unos días antes, sobre cómo debería el seguir con su legado del club de las eminencias, el cual su hermano mayor fue parte de él. El Rosier no le pareció mala idea y siguió con la lista de invitados que el hombre le dijo.
Lo único que sí llamó su atención fue el que Draco no estuviera en la lista, no le sorprendía. Pensó un momento en invitarlo pero negó para sí mismo. Debería de enfocarse en sólo su misión y no mezclar las relaciónes.
—Supongo que ya se conocen—dijo cuando todos se sentaron alrededor de la mesa—Blaise Zabini va en su curso...
Ginny Weasleye sonreía de manera encantadora a su profesor, Harry también lo hacía. Blaise no se quedaba atrás.
Una charla pareció encantar a los presentes, estaba claro quien era su nuevo profesor en Hogwarts y ni siquiera se había esforzado en ello.
[...]
LOS PASILLOS se habían quedado casi vacíos porque la mayoría de los alumnos habían regresado a sus
compartimientos para ponerse la túnica del colegio y recoger sus cosas.
Aunque Harry iba casi pegado a
la espalda de Zabini, no fue lo bastante ágil para meterse en el compartimiento en cuanto el chico abrió la puerta corredera, pero cuando iba a cerrarla logró encajar un pie para impedirlo.
—¿Qué le pasa a esta puerta? —se extrañó Zabini, y tiró de ella haciéndola chocar contra el pie de
Harry.
Éste la agarró con ambas manos y la abrió de un tirón. Zabini, que todavía aferraba el tirador, trastabilló de lado y fue a parar al regazo de Gregory Goyle.
Aprovechando el momento de confusión, Harry se coló dentro, subió de un salto al asiento de Blaise, que éste todavía no había ocupado, y trepó a la rejilla portaequipajes.
Goyle cerró la puerta de golpe y apartó a Zabini de un empujón, que se desplomó en su asiento con gesto malhumorado.
Harry se acurrucó al máximo bajo la capa para asegurarse de que no asomaba ni un centímetro de su cuerpo. Luego miró cómo Pansy acariciaba el lacio y rubio cabello de Malfoy.
—Cuéntame, Zabini —pidió Malfoy—¿Qué quería Rosier?—estaba molesto por no haber tenido una invitación.
—Sólo trataba de ganarse a algunas personas—contestó Zabini, que seguía mirando con rabia a Goyle—. Déjame decirte que lo ha logrado.
Eso no pareció agradar a Malfoy.
—¿A quién más invitó? —inquirió.
—A McLaggen, de Gryffindor…
—Ya. Su tío es un pez gordo del ministerio.
—… a un tal Belby, de Ravenclaw…
—¿A ése? ¡Pero si es un mocoso! —intervino Pansy.
—… y a Longbottom, Potter y esa Weasley —terminó Zabini.
Malfoy se incorporó de golpe y apartó la mano de Pansy.
—¿Invitó a Longbottom?—qué tenía el inútil ese que el no «pensó Draco».
—Supongo, porque Longbottom estaba allí —respondió Blaise con una mueca.
—¿Por qué iba a interesarle Longbottom? —preguntó Malfoy. Zabini se encogió de hombros—. A Potter, al maldito Potter, vale; es lógico que quisiera conocer al «Elegido» —se burló—, Pero por que ellos y no yo—mostró sus celos al borde. Tanto Blaise como Pansy se dieron una mirada.
—Muchas personas están encantadas de conocer a Potter—terció Pansy, observándolo de reojo para ver su reacción.
—¿Y yo por que no fui invitado?—se quejó Theo.
—El pareciera que no se interesa en Mortifagos—respondió Blaise.
–Irónico.—resoplo Draco.
Malfoy volvió a apoyarse en el regazo de la chica y dejó que siguiera acariciándole el cabello.
—Por lo visto, Rosier tiene muy mal gusto.—resoplo. —¿Y a mí qué me importa lo que le interesa? Al fin y al cabo, ¿quién es? Tan sólo un estúpido profesor. —Y dio un bostezo de hipopótamo—. Además, ni siquiera sé si el año que viene iré a Hogwarts
—añadió—. ¿A mí qué más me da si le caigo bien o mal?
Sus amigos vieron como Draco se quejaba por todo el camino que quedaba a Hogwarts, incluso Harry se dio cuenta de lo celoso que se encontraba.
Cuando por fin llegaron a Hogwarts los tres Slytherin dieron un suspiro de alivió.
—Y saben que es lo que más me...
—Te esperamos abajo Draco—Pansy lo corto con dolor de cabeza saliendo del compartimiento con rapidez. El chico ni siquiera se dio cuenta y los vio salir mientras parpadeaba.
Harry observaba desde el borde de la rejilla con cansancio. El chico no había dejado de quejarse sobre cómo Leonardo no lo había invitado y Harry sólo quería bajar del lugar rápido.
—¡Petrificus totalus!
Sin previo aviso, Malfoy apuntó con su varita a Harry, que al instante quedó paralizado, perdió el equilibrio y, con un doloroso golpe que hizo temblar el suelo, cayó casi a cámara lenta a los pies de
Malfoy.
Quedó encima de la capa invisible, con todo el cuerpo expuesto y las piernas encogidas.Aturdido y paralizado, a duras penas logró mirar a Malfoy, que sonreía de oreja a oreja.
—Ya me lo imaginaba —se jactó éste—. He oído el golpe que Goyle te dio con el baúl. Y cuando Zabini regresó me pareció ver un destello blanco…
Sus ojos se detuvieron un instante en las zapatillas de Harry.
—Supongo que fuiste tú quien atascaba la puerta cuando entró Zabini. —Se quedó mirándolo—. No
has oído nada que me importe, Potter. Pero ya que te tengo aquí… —Y le propinó una fuerte patada en la
cara.
Harry notó cómo se le rompía la nariz, salpicando sangre por todos lados.
—Esto de parte de mi padre. Y ahora vamos a ver… —Sacó la capa de debajo del indefenso cuerpo y se ocupó de cubrirlo bien—. Listo. No creo que te encuentren hasta que el tren haya regresado a Londres —comentó con tranquilidad—. Ya nos veremos, Potter… o quizá no.
Y dicho eso, salió del compartimiento, no sin antes pisarle una mano. Seguía molesto y descargó su enojo en la primera persona que encontró.
Lástima que esa fuera Harry, quien buscaba información sobre el y terminó escuchando un chisme de una pareja de enamorados.
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