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¡Oh, ¿viste esa estrella fugaz, Sarada-nee?! - la emotividad era representativa de la menor de los Uzumaki.
- Sí - afirmó su contraria, con la una sonrisa - Pasó muy rápido.
Himawari volvió a sentarse y con pequeños brinquitos se acercó a la Uchiha.
- ¿Cuál fue tu deseo? - preguntó curiosa.
- ¿Deseo?
- Ya sabes, el deseo que se pide cuando ves pasar una de estas estrellas - la mirada de Sarada para la menor era de confusión - Mamá una vez dijo que cuando veas una estrella fugaz debes pedir tu deseo y así la magia de la estrella lo cumplirá.
Sarada sonrió ante la imaginación que solía tener Himawari y observó de nuevo al cielo. Podía decir ahí mismo que todos esos cuentos eran pura palabrería para darle una chispa de imaginación a los pequeños, pero eso haría sentir muy mal a su contraria.
- ¿Y cuál fue tu deseo, Hima-chan? - cambió el tema de la pregunta inicial, no desviándose del tema.
- ¡Amor! - su repentina respuesta la sorprendió - ¡Quiero un hombre que me quiera como papá quiere a mamá! Se que falta tiempo para eso pero no me importa cuanto tenga que esperar, seré paciente y lo recibiré con los brazos abiertos.
— ¿No crees que es muy pronto para que pienses eso?.
– Mujer prevenida vale por dos.
Sarada río a carcajadas, divertida ante la energía abundante de la menor. Le resultaba lindo convivir con alguien que tiene una personalidad contraria a la suya. Considera a Himawari como una hermana menor y bueno, ¿quién no haría lo posible para protegerla?.
– Sabes que Boruto y el Séptimo no lo aceptarán nunca – recordó momentos donde padre e hijo han demostrado ser sobreprotectores con ella.
– Creceré y seguro mamá hará que ellos lo acepten – reprochó.
Los fuegos artificiales del festival de verano en el que se encontraban iluminaron el cielo nocturno.
Enormes explosiones de colores que causaban sonidos ensordecedores y se desvanecía en cuestión de segundos. Un espectáculo hermoso, digno de contemplar.
Nunca lo olvidaría.
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- Y pensar que era solo una niña hace unos meses - Boruto resopló, desilusionado.
- Para con eso, Boruto idiota - lo regañó Sarada - ¡Ya tiene 19 años, ha madurado más que tú!
Frente a ellos, Hanabi y Himawari luchaban para poner a prueba a la menor, con el objetivo de ver si la Uzumaki estaba lista para tomar el puesto como líder del clan Hyūga.
Los amigos cercanos fueron invitados aparte de los viejos, tanto de Konoha como los del clan, por lo que, la mansión se encontraba paulatinamente llena.
En cuestión de segundos, la batalla concluyó teniendo como victoriosa a Himawari, motivo por el cual todos sus cercanos fueron a felicitarla.
Sarada vio a la menor, ¿por qué de pronto había recordado aquel suceso de hace ya mucho tiempo?, eran solo unas niñas pequeñas, ciertamente creía que nada de lo que había dicho la menor era cierto y a ella, no le interesaba en seguirle el juego.
Pero por algún motivo, las palabras seguían rondando por su mente, ni ella misma se comprendía.
La mansión Hyūga hizo un pequeño festejo entre la familia interna y los amigos de los Uzumaki; era de noche y todos seguían aún en el patio de la residencia; varios de ellos, ebrios.
- ¡Oh, vamos, Shikadai! - el habla de Boruto apenas era entendible - ¡S-solo una ronda de... hip... fuerza!
- Que molesto eres - Shikadai estaba tan fresco como una lechuga.
Posteriormente, Boruto cayó dormido sobre la mesa, roncando fuertemente.
- Que fastidio - refutó el Nara.
Himawari, quién platicaba amenamente con Inojin, al ver en dicho estado a su querido hermano, fue enseguida a su apoyo, topandose con Sarada, quien sin ninguna explicacióna su disposición, también iba a socorrerlo.
Ambas lo levantaron ya que en estado de ebriedad, Boruto no estaba consciente de nada y por ende, no ayudaba nada en sostenerse a sí mismo.
Lo llevaban a rastras a una de las habitaciones de la mansión, el plan era solo acostarlo y dejarlo a que descansara, pues ese mismo día había regresado de una misión.
- Sarada - mencionó entre balbuceos - Toma aunque sea... ¡hip!... un trago de... ¡hip!... sake...
- Boruto - la azabache tenía muchas cosas que decir y a la vez nada - Idiota... - se limitó a insultarlo en la forma que sabía.
- Esta es su habitación - anunció la menor.
Entre ambas sentaron al rubio sobre la cama, Himawari comenzó a despojarlo de su chaqueta para que no le molestara y, justo cuando esta se separa y la Uchiha queda en frente para evitar que el rubio cayera, el mismo Uzumaki vomitó. Una asquerosa variedad de desechos yacían sobre Sarada, quien maldecia internamente.
- Aagh - Sarada tuvo que aguantarse las ganas de vomitar ahí mismo, sentía que su orgullo había sido pateado.
Boruto se dirigió a grandes zancadas al baño, en donde volvió a devolver todo lo que había comido ese día en el inodoro, de cuclillas y sin apartar su rostro del lugar.
Himawari de nuevo llegó para socorrerlo, dándole un pequeño sermón por haber bebido sabiendo que no es muy bueno con el alcohol. Cuando se tranquilizó solo un poco, su vista se posó en la Uchiha, quien seguía en su lugar con un eje de asco en el semblante.
- ¿Puedes tomar mi lugar, Sarada-neechan? - Sarada sentía que podía asesinar a alguien en ese mismo instante - Traeré algo para limpiar y conseguiré ropa para que te quites esa sucia.
Sarada canalizó su temperamento y aceptó lo que la menor le había pedido. Sobó la espalda del rubio mientras la peliazul desaparecía de la habitación. Se quedó en silencio, solo se escuchaban las arcadas que su contrario tenía en el proceso de volver a vomitar.
Sarada lo observó, por alguna razón tenía curiosidad, hace tiempo que no lo veía y si no fuera por dicho evento de los Hyūga, talvez no se hubiera aparecido hasta quien sabe cuando.
Sus mechones rubios entraban también en el inodoro, eran largos y lacios, suaves; quería acariciarlos. Negó ante tal pensamiento, no era propio de ella.
- Perdóname, Sarada - el rubio ya algo mejor - No era mi intención vomitar encima tuyo.
Sarada suspiró.
- Ya no hay de otra, ya lo hiciste.
La carcajada de Boruto se hizo sonora. Su risa era linda y varonil, a Sarada siempre le gustó escucharlo reír y, como hace tiempo que no lo hacía de esa forma, era como música para sus oídos.
Se río con él, se volvieron mucho más unidos después de la destrucción de Konoha y se sentía sola cuando Boruto salía de misión, lo extrañaba. Pero su orgullo le impedía admitirlo.
Antes de que pudieran seguir con la conversación, la menor ingresó al lugar.
- Deberías darte una ducha, Boruto - comentó, mientras lo ayudaba a ponerse de pie - Apestas a alcohol.
Antes de que pudiera contestar, Boruto volvió a caer dormido, como si todo el tiempo solo haya sido un sonámbulo.
Sarada se dio una ducha en la misma residencia, el agua la reconfortan, en especial cuando estaba realmente sucia.
No le apetecía quedarse más tiempo en el lugar, por lo que terminando de asearse partió directamente a su casa.
Abrió la puerta con suma delicadeza, le importaba no despertar a su hermano menor, ya que por la mañana tendría que ir a la academia.
Subió a su habitación y se colocó su pijama para enseguida tumbarse en la cama, dispuesta a dormir.
Realmente se sentía conmocionada, con una ráfaga de sentimientos expandiéndose por su cuerpo, temía que eso se tratara sobre el rubio.
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¿Quién osaba despertarla? Revisó su reloj y después el calendario, ¡cierto!, la había prometido a Daisuke llevarlo a su primer día de la academia y se le estaba haciendo tarde.
No tenía misiones, así que normalmente aprovechaba para dormir más tiempo. Hoy no debía hacerlo, le había dado su palabra al menor y no debía romperla.
En todo el camino no soltó su mano, era pequeña y suave, el Uchiha claramente estaba nervioso, pues su mano estaba tensa. Sarada lo reconfortó con solo darle soporte durante el camino.
El pequeño se había despedido enérgicamente en la entrada de la academia, para después desaparecer dentro de dicha instalación.
Su madre se había ido al hospital temprano por lo que se permitía comer fuera, así que quiso comprar algo de pan.
Ya hecho esto, se dispuso a ir a casa, pero sus piernas le habían traicionado, ¿Por qué se dirigía al complejo Hyūga? No lo sabía, o tal vez sí.
Recordó al rubio que terminó ebrio la noche anterior, no había platicado mucho con él y gracias a eso, el equipo siete se desvanecía poco a poco. Quería por lo menos revivir los recuerdos plantándole un buen golpe por ser tan idiota y por haberle vomitado encima.
- ¿Sarada-san? - sabía quien la llamaba, ¿desde cuándo la dejó de llamar por el sufijo oneechan? - ¿Qué haces por acá? Tu casa queda casi al otro lado de la Aldea.
- Quería visitar a Boruto y hablar un rato con él.
La cara de Himawari tomó un auge de confusión.
- ¿Boruto no te lo dijo? - Sarada no sabía a lo que se refería - Boruto se fue de nuevo a una misión tan pronto y se levantó.
La Uchiha se tornó molesta, no dijo nada y se fue a paso furioso de nuevo a su hogar.
— "Es que soy una idiotapor querer ir a visitarle" — reprochó — "Mínimo debería avisar o despedirse, no irse así — en todo caso... — "¡¿Porqué me molesto por esto?!.
Se la pasó todo el camino reprochándose a sí misma hasta llegar a su casa, en donde dejó lo que había comprado antes sobre la mesa y se fue nuevamente a dormir a su habitación.
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Regresaba de haber dejado a su hermano, la academia se encontraba en las orillas de Konoha, donde el bosque se asomaba.
Ahora conducía a la torre Hokage, pues Konohamaru la había mandado llamar, esperaba que fuera una misión repentina, por mucho que estuviera de vacaciones.
Por algún motivo se puso alerta cuando oyó pasos a la lejanía del bosque, se escondió tras las primera pared que podía cubrirla y esperó pacientemente con la mirada fija en los árboles. Momentos después, Sumire salió corriendo, exaltada y parecía que se limpiaba el rostro de vez en cuando. Le extrañó su comportamiento, por lo cual estuvo a punto de ir por ella, hasta que el rubio de su amigo salió instantes después de la de pelo morado, tan sereno y tranquilo, aunque en su rostro había un poco de preocupación.
Apretó su puño, ¿cuándo es qué había regresado?, se sentía excluida el no saber sus paraderos en la aldea. Molesta, dio media vuelta y enfiló nuevamente a la torre, no tenía que enojarse por eso, no lo valía, pero sentía que no era así.
Konohamaru terminó por asignarle solamente la revisión de algunos documentos, se sentía un poco decepcionada pero no reprochaba, pues sabía que si quería ser una buena Hokage, tendría que revisar muchos documentos como esos, por lo que no le importó y los hizo de buena gana.
Aún era temprano cuando salió, caminó sin rumbo fijo, ensimismada en sus pensamientos; en los cuales, rondaba cierto Uzumaki. Cuando menos lo esperó, estaba frente a la puerta del departamento en donde los Uzumaki vivían. Trago en seco, preguntándose el cómo había llegado hasta ese lugar. Llamó a la puerta, no sabía lo que esperaba enseguida, si tal vez esperaba al rubio ó a la de pelo negro-azulado.
Cuando Boruto fue el que abrió, sus ojos azules se posaron en los de ella, eso la hizo sentir incómoda, pero no de una mala forma. Comenzó por reprenderlo por ser tan distante con ella e ingresó sin permiso al lugar, a un espacio en el que nunca había estado.
Había pocos muebles, los estantes apenas tenían accesorios o utilería, en una pequeña mesa apenas y había dos portarretratos. La cocina parecía desolada y en la sala de estar solo había un sofá, una pequeña mesa de centro y la televisión, la habitación estaba rodeada de cajas sin abrir. Aún así, el lugar olía a limpio y no había ninguna pizca de polvo.
Habló con él unos cuantos minutos, no podía evitar recordar a su padre en su forma de actuar.
Dentro de ella se estrujó algo al momento en que le dijo que Sumire se le había confesado, sintió una rabia momentánea, pero trató de canalizarla, por lo que trató de mantenerse neutra ante ello, pero realmente quería salir del lugar maldiciendo.
Comprobó la hora, casi era el momento de salida de los estudiantes en la academia y le había prometido a su hermano estar ahí, así que se despidió con esa excusa.
Todo sucedió tan rápido y cuando se dio cuenta, ambos tenían sus labios unidos. ¿Qué era esa extraña necesidad de abrir un poco los labios? No lo sabía, pero no creía que fuera buena idea.
Salió del lugar en un trance momentáneo, no podía creer que su primer beso hubiera sido con Boruto, nunca imaginó que fuera así. Relamió sus labios, y sacudió su cara con la finalidad de aclarar sus ideas y lamentarse por querer haber seguido.
- ¿Estas enojada, onee-chan? - le preguntó con inocencia el menor, al ver su actuar más serio de lo habitual.
- ¿Qué? No, para nada - respondió con naturalidad.
- ¿Te pasó algo entonces? Pareces más seria de lo normal - volvió a cuestionar.
Sarada silenció un momento, un poco incómoda.
- Tranquilo, no me pasa nada - trató de suavizar su voz - Es solo que no he comido en todo el día - excusó, aunque no era mentira - ¿Quieres que vayamos a comer algo? Mamá no regresará hasta noche del trabajo.
El pequeño azabache asintió gustoso, le encantaba pasar tiempo con su hermana mayor.
Sarada lo sugirió, a ella también le gustaba complacer a su pequeño hermano, pero realmente quería despejar su mente y dejar de pensar en lo que había pasado hace poco, aunque por más que lo quisiera aparentar, el recuerdo no dejaba de pasar por su mente, una y otra vez, como si torturarla fuera su más grande placer.
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¿Qué se hacía un sábado por la mañana sin misiones? Usualmente dormiría pero apenas y salió el sol, el sueño la abandonó.
Solo se recostó, viendo el techo. Realmente no podía dormir, tal vez era por que no dejaba de pensar en lo que ocurrió el día anterior o por que también pensaba en que ese día regresaba Kawaki, tal vez eran ambos motivos.
Hacía frío fuera, por lo que no dudó en ponerse un abrigo acogedor y salir a la calle, quería despejarse un poco de la mente y las calles llenas de adornos eran lo que la tranquilizaba.
En su lejanía pudo ver a Himawari, la notaba nerviosa y más distante de lo habitual, seguía doliendole verla de esa forma, por lo que no dudó en llevársela a un lugar donde pudieran estar cómodas y en donde comieran algo, pues moría de hambre.
- ¿Entonces por qué no has descifrado que Boruto está que se muere por ti? - le preguntó su contraria.
Esas palabras la dejaron desconcertada y de inmediato las evadió. No cabía una posibilidad de que fuera cierto, ¿o si?.
No.
Eran sólo puras especulaciones de la menor, no tenía por qué hacerle caso y no tenía porqué pensar de más en ello.
Ella y Boruto son solamente amigos desde la infancia y que estuvieron en el mismo equipo. Nadamas.
No había nada más entre ellos.
Además, eso no tenía ninguna importancia. Ella estaba totalmente comprometida con su camino ninja de volverse la futura Hokage. Solo faltaban algunos años para que Konohamaru le cediera el puesto, ella ya estaba recomendada de cualquier forma.
Por eso es que debía abandonar cualquier pensamiento sobre romanticismo o relaciones amorosas, no era una persona a la que le agraden del todo ese tipo de cosas, las encontraba muy cursis y cansadas.
Se había despedido de la Uzumaki y había ido a la librería del lugar, recordando que hace tiempo que buscaba un libro y no lo tenían disponible, hasta ese día.
Al adquirirlo, se sentó en uno de los bancos en el parque Senjū, en donde pudo ver de lejos pasar a Kawaki con Himawari, no pudo evitar sonreír, se veían tan tiernos ambos, la postura de Kawaki no podía reflejar otra cosa más que el aprecio hacia la menor. Se sentía feliz por su amiga.
Ya era el ocaso, por lo que caminó al centro de la Aldea para ir a su hogar, entreteniendose en un puesto de dulces, los cuales lucían apetecibles.
Fue ahí cuando Boruto la llamó. Pudo reconocerlo tan solo la voz, era varonil pero a la vez chillona. Quería salir corriendo y perderlo de vista, no sería así, si la buscaba seguramente la seguirá y no podría librarse de él; por lo cual decidió quedarse en su lugar.
Había recordado nuevamente el beso, se sonrojó hasta más no poder. Boruto se disculpó ante eso, aparentemente el chico tampoco había dejado de pensar en ello.
Sarada lo comprendió, disimulando que esas cosas solían pasar y que solo había sido un accidente, se sentía mal decirlo, ¿realmente quería que haya sido un accidente?.
El ambiente cambió cuando Boruto se quejó mucho de dolor y su kāma invadió su cuerpo por propia cuenta, se preocupó, hace tiempo que no pasaba y habían derrotado a los enemigos que podían controlarlos con ellas. El rubio cayó inconsciente y Sarada no supo nada más que hacer que llevarlo cargando hasta su casa —la cual quedaba cerca—. Lo acostó sobre el sofá, el kāma seguía presente y brillaba en su tonalidad azul con intensidad. No sabía que hacer, estaba preocupada y él no respondía a sus llamados o al olor a alcohol que había puesto en sus fosas nasales con algodón.
El kāma no se desactivó hasta después de unos segundos, al parecer dejó de provocarle dolor y Boruto dejó de quejarse y de retorcerse. Lo único que seguía eran las respiraciones rápidas y profundas en señal de cansancio, el sudor de su frente caía en gotas, pero seguía inconsciente.
Siguió dejando el alcohol en su nariz, tal vez ahora despertará más fácil. Pero no era así, Boruto suspiraba el aroma, pero parecía cansado como para poder abrir los ojos. Estaba de cuclillas en el sofá en donde lo tenía recostado y había quitado el alcohol reemplazandolo por una toalla húmeda en su frente, recorriendo esos cabellos rubios, eran tan sedosos como había imaginado. Y esas facciones tan finas y a la vez varoniles, las marcas en sus mejillas que se parecían a las del Séptimo y esa cicatriz que atravesaba su ojo, lo hacían apuesto.
No pudo evitar pensar en eso y morderse el labio inferior, se veía tan indefenso, se preguntaba lo que pasaría si le daba un beso en ese estado...
Comenzaba a acercarse lentamente a su rostro, no sabía lo que iba a hacer ni tampoco estaba totalmente segura de que fuera buena idea, pero estaba por hacerlo...
Pero Boruto abrió los ojos.
Y ella se separó rápidamente, asimilando que nada estaba pasando.
- ¿Dónde estoy? - preguntó un tanto confundido, revisó el lugar y después vio a la azabache, deduciendo todo - ¿Qué pasó? Se supone que controlo el kāma y que... ¡Kawaki!.
Sarada se sorprendió ante el repentino nombramiento del rubio.
- ¿Qué tiene que ver Kawaki con esto?.
- Seguramente él también debió haber sufrido de lo mismo - comentó - Puede que esté en peligro o algo más...
Sarada casi deja caer el vaso de agua que iba a ofrecerle al rubio, recordando que hace un momento vio al rubio azabache con la hermana menor de su amigo.
Boruto no lo sabía, pero se había levantado de inmediato del sofá y se había dirigido a la puerta, Sarada siguiéndolo detrás. Apresurados.
Tan solo abrieron la puerta y se encontraron con Shikadai, respirando con cansancio y demasiado exaltado.
- ¡¿Shikadai, qué...?!.
Pero el azabache los interrumpió.
- Himawari ha sido secuestrada.
★彡Chyio67🌻
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