𝟎𝟒 | the hand of the dead
chapter four, act one
the hand of the dead
El interior del Impala se encontraba en completo silencio mientras Freya leía uno de los cómics de su hermano y Dean conducía. Sam por su parte parecía perdido en sus propios pensamientos, mirando por la ventana de vez en cuando.
—He estado esperando desde Maple Springs.—Dean es quien rompe el silencio, llamando la atención de ambos. Sus ojos se posan sobre su hermano, quien viajaba en el asiento del copiloto a su lado.—¿Tienes algo que decirme?
Sam frunce el ceño, confundido. Sus ojos conectando con los de su hermano antes de mirar a Freya en busca de respuestas. La chica se encoge de hombros, tan perdida como él.
—No es tu cumpleaños.—Responde Sam, volviendo a mirar a su hermano.
—No.
—¿Feliz Purim?—Inquiere, igual de confuso que antes.—Tío, no lo sé. No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Falta una bala en el Colt.—Freya se tensa ante la respuesta de Dean, moviéndose nerviosamente en su asiento.—¿Quieres decirme cómo ocurrió? Sé que no fui yo. Así que, a menos que estuvieras disparando a unas latas increíblemente malvadas...
—Dean...
—Fuiste a por ella, ¿no? El demonio del cruce. A pesar de que te dije que no lo hicieras.
—No. Yo...—Sam intenta explicarse, pero su hermano continúa interrumpiéndole.
—¡Podrías haber muerto!
—Yo no fui tras ella. No sé de qué me estás hablando.
—Oh, ¿no sabes de qué estoy hablando?.—Dean lo mira con incredulidad.
—No, no lo sé. Yo no usé esa bala.—Asegura Sam. Mirándole a los ojos, Dean supo entonces que su hermano estaba siendo completamente sincero.
—Bueno, alguien lo hizo.—Señala Dean en un suspiro, mientras volvía los ojos a la carretera.
—Quizá las contaste mal.
—No, yo...—Dean frunce el ceño, sus ojos encontrándose con la figura de Freya a través del espejo retrovisor.—Freya, ¿hay algo que quieras compartir con el grupo?
—Claro. Yo disparé a esa zorra.—Freya no estaba de humor para negar lo evidente. Si ninguno de ellos había usado el Colt, estaba claro que la bala que faltaba la había usado ella, así que lo admitió. Sam se giró en su asiento para mirarla sorprendido, mientras Dean apretaba su agarre en el volante.
—¿Por qué hiciste eso?
—Era una bocazas.—Freya se encoge de hombros.
—Te dije que no hicieras algo tan estúpido.
—Ya, y yo no hice caso. ¿Podemos dejar de decir lo obvio? No iba a quedarme sentada sin hacer nada.
Dean suspira, compartiendo una mirada con su hermano.
—Entonces, ¿qué? ¿Eso... eso significa que me he librado del trato?—Cuestiona, devolviéndole la mirada.
—¿No crees que ya habría mencionado ese pequeño hecho, Dean?—Freya eleva sus cejas, cruzándose de brazos.—No. El contrato lo tiene otro.
—¿Quién?—Inquiere Sam.
—No me lo dijo.
—Bueno, pues tenemos que averiguarlo.—Declara Dean.—Podemos preguntarle al demonio del cruce. Oh, un momento...
—No tiene gracia.—Se queja Freya, interrumpiéndole.
—¡No, no la tiene! No debiste hacerlo, te has arriesgado demasiado.
—¿No debí hacerlo?—Freya se inclina hacia delante, mirándole con incredulidad.—¿Y qué se supone que debo hacer, Dean? ¿Quedarme en el asiento trasero del coche en un dulce y tranquilo silencio? ¿Seguirte como un cachorro durante el tiempo que te quede y luego verte morir? Si eso es lo que crees que voy a hacer entonces está claro que no me conoces.—Declara.—Y por si no te has dado cuenta, podría haberte robado el coche y el Colt y largarme, pero no lo hice. Porque me importas. Así que, te aseguro que no voy a disculparme por intentar salvarte la vida.
Después de eso el coche se quedó en silencio de nuevo. Sam luchaba contra el impulso de sonreír, feliz de que Freya hubiera querido ayudar a su hermano. Dean seguía en shock por las palabras de la chica y Freya aún le daba vueltas a su conversación con el demonio del cruce, intentando comprender lo que le había dicho sobre su hermano.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Una nueva ciudad, un nuevo caso. Esta vez en Massachusetts. Donde una mujer se había ahogado en su ducha. Su tía, una elegante mujer de 70 años llamada Gertrude Case, Gert para abreviar, miraba ahora una foto de su sobrina con tristeza en los ojos.
—Pero no lo entiendo.—Comenta después de que ellos se presentaran como inspectores de la policía.—Ya repasé todo esto con los otros inspectores.
—Claro, sí. Pero, verá, nosotros somos del Departamento del Sheriff, no de la policía. Son departamentos diferentes.—Le explica Dean.
Todavía un poco indecisa, la mujer observa atentamente a cada uno de ellos. Al notar sus ojos puestos en ella, Freya le sonrió amablemente, recibiendo una sonrisa igual como respuesta.
—Vera, señora Case...—Comienza a hablar Sam.
—Por favor.—La mujer le interrumpe, mirándole como si solo estuvieran ellos dos en la habitación.—Señorita Case.
—De acuerdo. Um, Señorita Case, usted fue la que encontró a su sobrina, ¿verdad?
—Cuando llegue a casa, ella estaba en la ducha.—Responde acompañada de un asentimiento.
—¿Ahogada?—Cuestiona Freya.
—Eso dice el forense. Pero, dígame, ¿cómo puede alguien ahogarse en la ducha?—Inquiere la mujer con clara curiosidad y confusión. Su mano descansando ahora en el brazo de Sam, haciendo que él se tensara.
Ninguno de ellos sabía cómo responder a eso, así que Sam se adelantó para hacerle otra pregunta.
—¿Cómo describirías el comportamiento de Sheila en los días previos a su muerte? Quiero decir, ¿parecía asustada? ¿Quizás dijo algo fuera de lo normal, o...?
—Espera un momento. Trabajáis con Alex, ¿verdad?—Le interrumpe la mujer mientras le quitaba la mano de encima. Freya y Dean comparten una rápida mirada antes de que éste último se decidiera a contestar.
—Sí.—Asiente, acompañado de una risa nerviosa.—Por supuesto. Así es... Alex y nosotros, somos así.—Cruza dos dedos como representación del vínculo que los tres tenían con ese tal Alex.
—¿Y por qué no lo habéis dicho antes? Alex ha sido un gran consuelo. Pero, perdonad, creí que el caso estaba resuelto.—Comenta, sentándose en una silla.
—Eh... Bueno, no. No, todavía no.—Le responde Sam.
—Ya veo.
—El caso es que hablábamos de su sobrina.—Habla Freya, ganándose su atención y recordándole el tema principal.
—Bueno, sí. Sheila mencionó algo muy extraño antes de morir. Dijo haber visto un barco.
—¿Un barco?
—Sí. En un momento estaba allí y luego desapareció. Desapareció ante sus ojos. ¿Creéis que podría ser un... barco fantasma? Alex cree que podría ser un barco fantasma.—Explica Gert, su mirada fija en Sam mientras hablaba, lo que hizo que Daan y Freya compartieran una mirada divertida.
—Bueno... Podría ser.—Sam traga de forma nerviosa.
—Bueno. Si hay algo más en lo que pueda ayudaros, decídmelo.—Sonríe la mujer mientras traza un dedo lentamente a lo largo de la mano de Sam, quien se incómoda rápidamente ante es gesto. Dean sonríe con diversion mientras Freya intentaba de ocultar una pequeña risa.—Cualquier cosa.
—Gracias. Volveremos si es necesario.—Habla Freya, recomponiéndose rápidamente. Sam le agradeció la interrupción con una mirada silenciosa mientras Dean se decepciono un poco por ello, disfrutando aún del coqueteo no tan sutil de la mujer con su hermano pequeño.
Gert sonríe amablemente, despidiéndose de ellos con la mirada aún fija en Sam.
—Vaya vieja chalada.—Comenta Dean mientras los tres comenzaban su camino por los muelles.
—¿Por qué? ¿Porque cree en fantasmas?
Freya ríe entre dientes ante la respuesta de Sam.
—Mírate.—Sonríe.—Defendiendo a tu novia.
—Que te den.—Sam rueda los ojos con molestia.
—No si te da ella a ti antes.—Responde Dean, disfrutando de la situación tanto como Freya.
—Entonces, ¿quién es ese Alex? ¿Hay otros cazadores en la ciudad?—Cuestiona Freya entonces, notando que Sam empezaba a molestarse por sus bromas.
—Puede que sí, puede que no. No cambia nuestro trabajo.—Declara Sam.
—Un barco fantasma, ¿no?—Señala Dean.
—Sí. No es el primero que se ve por esta zona.
—¿En serio?—Freya frunce el ceño.
—Sí. Cada 37 años, como un reloj, hay informes de un velero de tres mástiles que desaparece en la bahía. Y cada 37 años, hay una serie de extraños ahogamientos en tierra firme.
—Así que, lo que sea que esté pasando, solo acaba de empezar.—Asume ella.
—Sí.
—¿Hay leyendas?—Cuestiona Dean.
—Bueno, hay apariciones de barcos antiguos avistados por todo el mundo. El S.S. Violet, el Griffon, el Holandés Errante... casi todos son presagios de muerte. Tu padre tiene un capítulo sobre este tipo de barcos en uno de sus libros.—Apunta Sam, posando su mirada en la chica.
—Mi padre tiene capítulos para todo.—Asegura ella en un suspiro.
—Entonces, ¿qué pasa?—Pregunta Dean.—¿Ves ese barco y unas horas después te despides de este mundo cruel?
—Más o menos.
—¿Y ahora qué?
—Identificar el barco.
—Eso no debería ser muy difícil. Quiero decir, ¿cuántos navíos de tres mástiles han naufragado en esta costa?
—Lo he mirado. Son más de 150.
—Espera, ¿en serio?—Freya detiene sus pasos, mirando a Sam con incredulidad.
—Sí.—Asiente él.
—Mierda.—Murmura, siguiendo los pasos de ambos hermanos hasta el lugar donde Dean había aparcado el coche. Sin embargo, allí no había ni rastro de Baby.
—Aquí es donde aparcamos el coche, ¿verdad?—Cuestiona Dean con un ligero tono de pánico en la voz.
—Eso creo.—Responde Freya, tan confusa como él.
—Vale, entonces, ¿dónde está mi coche?—Inquiere, observando el vacío lugar de aparcamiento.
—¿Pagaste el parquímetro?—Cuestiona Sam.
—Sí, pague el parquímetro. Sam, ¿dónde está mi coche? ¡Alguien me ha robado el coche!—Exclama Dean con pánico, antes de empezar a respirar agitadamente.
—Eh, tío, relájate. ¿Vale? Cálmate.—Freya intenta consolarle, poniéndole una mano en su hombro mientras le mira con preocupación al ver que Dean comenzaba a hiperventilar.
—¡Estoy calmado! Alguien robó mi co...—Intenta decir mientras se agacha para apoyar sus manos en sus rodillas.
—¿El Impala del 67? ¿Era vuestro?—La voz de una mujer habla a sus espaldas.
Freya es la primera en darse la vuelta, encontrándose con una mujer no mucho mayor que ella, de pelo castaño y, aunque le costara admitirlo, realmente atractiva.
—Bela.—Habla Sam a su lado, sacándola de sus pensamientos.
—Lo siento. Se lo llevó la grúa.—Sonríe con arrogancia.
—¡¿Qué?!—Grita Dean, haciendo que Freya se sobresaltara. Los ojos de Bela se posaron entonces en ella, como si no se hubiera percatado de su presencia hasta ese momento.
—Bueno, estaba en una zona prohibida.
—¡No, no lo estaba!
—Cuando yo acabe con él si.—Responde con una sonrisa divertida, dirigiendo su mirada hacia Freya.—No tengo el placer. Soy Bela.
Fue entonces cuando todo encajó para Freya. No conocía a Bela en persona, pero sí recordaba a su padre quejándose de que una mujer con ese nombre le había robado uno de sus preciados amuletos antiguamente encantados que tenía en exposición en la universidad donde trabajaba.
—Bela Talbot.—Murmura para si misma, pero la mujer consigue oírla.
—Me conoces. Estupendo.—Sonríe.
—Sí. Le debes a mi padre un collar encantado.
—¿Un collar? Ah, sí. Eres la hija de Henry y Laurel Holloway, ¿verdad? He oído hablar mucho de tu familia. Ese collar del que hablas me dio unos cuantos miles de dólares. Dale las gracias a tu padre.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?—Dean interrumpe su pequeña conversación, recuperando la atención de Bela.
—Un poco de navegación en vela—Le responde ella, devolviéndole la mirada.
—Tú eres Alex. Estás trabajando con esa anciana.—Señala Sam, encajando todas las piezas.
—Gert es una vieja y querida amiga.
—Ya, claro. ¿Y tú qué ganas?—Cuestiona Dean.
—No gano nada. Hay un montón de ancianas encantadoras como Gert por toda esta zona de la costa. Les vendo amuletos, hago sesiones de espiritismo para que hablen con sus gatos muertos.
—Y déjame adivinar, todo es una estafa, nada de eso es real.—Dean rueda los ojos
—El consuelo que les proporciono es muy real.—Asegura Bela.
—¿Cómo duermes por las noches?—Freya entorna sus ojos, mirándola con incredulidad.
—Sobre sábanas de seda, revolcándome desnuda en dinero.—Le responde. Fijando los ojos en la expresión de Dean, que claramente se estaba imaginando lo que Bela acababa de describir, Freya no pudo evitar poner los ojos en blanco y cruzarse de brazos.—En serio, Sam. Me esperaría la actitud de él, ¿pero tú?
—¡Me disparaste!—Exclama el aludido.
—Apenas te rocé.
—Yo haría mucho más que apenas rozarte si te disparara ahora mismo.—Asegura Freya, claramente molesta con la mujer de acento británico. Bela sonríe divertida.
—Muy guapa, pero un poco drama queen, ¿no?—Cuestiona, posando su mirada en Dean.
—Tú sabes lo que ocurre aquí. Lo del braco fantasma es real.—Señala él.
—Soy consciente. Gracias por decirle a Gert que el caso no estaba resuelto, por cierto.
—No lo está.
—Ella no lo sabía. Ahora ha dejado de pagarme y exige respuestas serias. Mirad, apartaos de mi camino antes de causar más problemas. Dedicaos a buscar el coche... antes de que encuentren el arsenal del maletero. Ciao.—Bela sonríe, dándose la vuelta y alejándose de ellos.
—¿Puedo dispararle?—Cuestionan Dean y Freya al mismo tiempo.
—En público no.—Suspira Sam.
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La relación entre Dean y Freya se había mantenido tensa desde que ella había admitido lo del demonio del cruce. Sam apenas podía soportar sus miradas a través de la habitación mientras investigaban. La chica incluso había pedido una habitación para ella sola en lugar de compartirla con ellos. Aunque eso no había sido sólo por la presencia de Dean. Freya no quería que ninguno de los dos tuviera que dormir en un incómodo sofá para cederle una de las camas, y ella tampoco quería tener que dormir en él.
Al día siguiente, tras recuperar el coche, los tres se dirigieron a la casa de una nueva víctima, donde su hermano lo había encontrado ahogado en uno de los baños de la casa. Allí se encontraron de nuevo con Bela, quien se estaba haciendo pasar por periodista para hacerle algunas preguntas sobre el incidente.
—Siento mucho su pérdida, señor Warren. Ahora, si pudiera contarme una vez más lo del barco que vio su hermano.
—Señora, creo que este hombre ya ha sufrido bastante. Debería irse.—Dean la interrumpe mientras los tres mostraban sus placas.
—Pero es que tengo más preguntas.—Insiste ella, manteniendo una sonrisa inocente hacia el hermano de la víctima, pero dirigiéndoles una mirada molesta a ellos tres.
—No, no las tienes.—Declara Freya con firmeza.
Con una sonrisa forzada y lanzándoles dagas con la mirada, Bela da un paso atrás.
—Gracias por su tiempo.—Se despide del hermano de la víctima antes de dejarlos a solas con él.
—Siento que hayas tenido que lidiar con eso.—Dean se disculpa con el hombre, antes de alzar la voz, mirando a Bela con molestia.—Son como buitres.
—Oiga, hemos oímos que su hermano vio un barco.—Freya posa su mirada en el señor Warren.
—Sí, así es.—Asiente el hombre, devolviéndole la mirada.
—¿Le dijo qué aspecto tenía?—Cuestiona Dean.
—Era... como un bergantín o algo así. Un bajel antiguo. Velas desplegadas, aparejo viejo. El mascarón de proa era un ángel.
—Son muchos detalles para un barco que vio su hermano.—Señala Sam con confusión.
—Mi hermano y yo estábamos buceando esa noche. Yo también vi el barco.—Aclara, haciendo que los tres compartieran una mirada de preocupación. Pero mientras Freya lo hacía, algo a lo lejos llamó su atención. Bela estaba hablando con dos policías reales, señalando a los tres en el proceso. Preocupada, Freya golpea el brazo de Dean para llamar su atención.
—De acuerdo. Bueno, estaremos en contacto.—Dice Dean entonces, despidiéndose rápidamente del señor Warren.
—Gracias.—Freya le sonríe rápidamente mientras agarra a Sam del brazo, quien siguió sus pasos con confusión, pues aún no había visto a Bela.
Volviendo al coche, Freya, Dean y Sam empezaron a preparar las armas con balas de sal de roca para poder pasaran el día, y el tiempo que fuera necesario, protegiendo al señor Warren ahora que sabían que también había visto el barco fantasma.
—Veo que has recuperado tu coche.—Bela habla a sus espaldas.
—¿De verdad quieres acercarte a mí cuando tengo un arma cargada en las manos?—Dean le devuelve la mirada.
—Venga, hombre. Te subirá la tensión.—Suspira, rodeando los ojos.—¿Qué hacéis aún aquí? Tienes suficiente para identificar el barco.
—Ese tío también vio el barco.—Explica Freya.
—Ya, ¿Y?—Bela frunce el ceño.
—Y va a morir. Tenemos que salvarle.—Responde Sam, dándose la vuelta para mirarla.
—Aw, que tierno.—Sonríe de manera burlona.
—¿Te parece gracioso?—Freya la mira con incredulidad.
—Es carne de cañón. No podréis salvarle y lo sabéis.
—Sí, bueno, verás, tenemos corazón, así que... lo intentaremos.—Declara Dean, cerrando el maletero y dirigiéndose a la puerta del conductor.
—Yo pienso ir a buscar ese barco y a poner fin a esto. Pero vosotros tres divertíos.
Ignorándola y dispuesta a subir al coche, Freya suspira al ver que Sam y Dean detenían sus movimiento.
—Bela, ¿por qué eres así, eh?—Cuestiona Dean, acercándose a ella.—¿Tu padre no te abrazo lo suficiente?
—No sé. ¿Tu padre te abrazaba?—Responde, devolviéndole el golpe, pero estaba claro para Freya que el comentario de Dean la había afectado. De la misma forma que su respuesta le había afectado a él.—No te atreves a mirarme por encima del hombro. No sois mejores que yo.
—Nosotros ayudamos a la gente.
—Vamos.—Bufa con incredulidad.—Vosotros hacéis esto por venganza y obsesión. Estáis a un paso de ser asesinos en serie. Mientras que a mí, en cambio, me pagan por realizar un trabajo y lo hago. Así que, dime tú, ¿qué es más sano?
—Bela, ¿por qué no te vas? Tenemos trabajo que hacer.—Le pide Freya amablemente.
La mujer posa su mirada en ella, agradecida de ver que Freya no parecía juzgarla de la misma manera que los hermanos Winchester. Sin embargo, Bela tenía que mantener su fachada.
—Sí. Vais 2 a 0. Menudo trabajo hacéis.—Responde antes de darse la vuelta y marcharse.
Freya dejó escapar un suspiro mientras subía al coche sin pensar demasiado en las palabras de Bela. Sin embargo, el comentario sobre sus padres le produjo un pequeño nudo en el pecho. Ella no sabía mucho sobre la relación de Dean con John Winchester, y sabía aún menos sobre la de Sam, pero sabía que el hombre no era particularmente cariñoso. Bela era un misterio, y Freya solo acababa de conocerla, pero sabía por la expresión de su cara que su relación con su propio padre tampoco debía de ser muy buena. La chica Holloway no pudo evitar sentirse mal por ello, sobre todo porque ella siempre había tenido una buena relación con el suyo. Y la falta de abrazos por su parte nunca había sido un problema.
Los hermanos Winchester subieron rápidamente al coche, y al caer la noche, Freya empezó a sentirse bastante inútil dentro del vehículo mientras vigilaban la casa del señor Warren.
—¿Algo bueno?—Cuestiona Dean hacia su hermano. Sam se encontraba sentado a su lado, leyendo unos papeles en busca de información.
—No, la verdad es que no. Veréis, ambos hermanos se graduaron en la Universidad de Duke. No tienen antecedentes penales. Bueno, alguna que otra multa por exceso de velocidad. Heredaron la fortuna inmobiliaria de su padre hace seis años.—Responde Sam.
—¿Cuánto?—Inquiere Freya con interés.
—112 millones.
Dean silba asombrado.
—Vaya vida.
—Sí. Eran majos, limpios, con posibles. ¿Por qué vieron el barco? ¿Por qué lo vio Sheila? ¿Qué tienen todos en común?—Sam se da la vuelta para mirarles a los dos con confusión.
—Tal vez nada.—Freya se encoge de hombros.
—No. Siempre hay algo.—Asegura.
Mientras hablaban, ninguno de los ellos notó como el señor Warren los había divisado desde el interior de su casa y ahora caminaba hacia ellos.
—¡Eh, vosotros!—Exclama, llamando su atención.
—Creo que nos han descubierto.—Murmura Dean, saliendo del coche mientras el hombre se acercaba a ellos. Sam y Freya imitaron su acción.
—¡¿Qué estáis haciendo?! ¿Me estáis vigilando?—El señor Warren los mira con confusión
—Señor, cálmese. Por favor.—Le pide Sam.
—¡No sois policías! No vestidos así. No en ese coche de mierda.
—Whoa, hey.—Exclamó Dean, ofendido.—No hay necesidad de ponerse desagradable.
—Somos policías, ¿vale?—Habla Freya, colocándose frente al señor Warren.—Estamos de incógnito. Estamos aquí porque creemos que puede estar en peligro.
—¡¿De qué?!—Cuestiona, devolviéndole la mirada.
—Si se tranquiliza, lo discutiremos.—Habla Sam a su lado.
—¡Escuchad, nos os acerquéis a mi!—Declara el hombre, alejándose antes de que Freya pudiera decir algo para detenerlo. Corrió hacia su propio coche y comenzó a conducirlo hacia la puerta del garaje.
—¡Espere!—Exclama Sam.
—¡Eh, imbécil, estamos intentando ayudarte!—Grita Dean con frustración. Cuando el coche del señor Warren se acercó a la puerta, este paro en seco sin razón aparente.—Eso no puede ser bueno.
—No. Traed las escopetas.—Les ordena Sam a Dean y Freya mientras intentaba abrir la puerta del coche del hombre. Ellos siguieron sus instrucciones con rapidez, corriendo de vuelta al Impala para sacar las armas cargadas con balas de sal de roca.
Mientras se dirigían de nuevo al lado de Sam, Freya vislumbró un espíritu que aparecía en el asiento trasero del señor Warren. Iba vestido con ropas viejas de marinero y un abrigo azul marino. Su largo cabello le caía sobre los ojos, empapado como si acabara de salir del agua.
Freya se apresuró a levantar su arma apuntando directamente al fantasma y gritándole a Sam que se agachara antes de apretar el gatillo. Pero el espíritu desapareció antes de que la bala pudiera darle. Frustrada por su disparo fallido, Freya vio como Sam aprovechaba que la bala hubiera destrozado la ventanilla del coche para abrirlo desde dentro y poder llegar hasta el señor Warren.
Poniéndole dos dedos en el cuello, Sam buscó su pulso, pero era demasiado tarde, el hombre ya estaba muerto.
Después de que Bela hablara con los policías esa misma mañana, señalándolos como falsos policías, Dean, Freya y Sam se vieron obligados a abandonar el motel para no llamar demasiado la atención sobre ellos. Así que ahora se alojaban en una casa abandonada que la chica había encontrado. El viaje en coche era más largo de lo habitual y esa noche parecía serlo aún más después de lo que le había pasado a Peter Warren.
—¿Lo dices tú o lo hago yo?—Dean rompió el silencio, mirando a su hermano.
—¿Qué?—Sam lo mira con confusión mientras Freya se encontraba tumbada en los asientos traseros del coche, tratando de no ser demasiado dura consigo misma por su fallido disparo.
Dean suspira antes de contestar.
—Que no se pueda a todo el mundo, Sam.
—Sí, ya. ¿Ahora te sientes mejor o qué?—Sam lo mira con confusión y frustración.
—No, la verdad es que no.
—Yo tampoco.
—Tienes que entender...—Dean comenzó a decir, pero Freya le cortó.
—¿Podríais callaros?—Se queja, levantándose y apoyándose en el respaldo de sus asientos.
—Hoy estás de muy mal humor. ¿Estás en esos días del mes o algo así?—Dean frunce el ceño, mirándola por el espejo retrovisor.
—Vaya, Dean, es el comentario más gilipollas que has dicho en tu vida.—Asegura ella, mirándole con sorpresa y enfado.
—Sí, me he dado cuanta nada más lo he dicho. Perdón.—Se apresura a contestar.
—Sé que estás enfadado conmigo por lo del demonio, pero no tienes por qué...
—He dicho que lo siento.—Insiste en un bufido.
Freya deja escapar un suspiro, recostándose de nuevo en su asiento.
—No podemos salvar a todo el mundo, es cierto. Pero esta noche ha sido especialmente dura. Al menos para mí.—Admite ella entonces.
—Sí, lo sé.—Asiente Sam, mirando por la ventanilla del coche.—Es que últimamente siento que no puedo salvar a nadie.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
En la casa abandonada donde se alojaban, Freya miraba el collar de su madre sin saber qué hacer con él. Su familia no era especialmente religiosa como para llevar un colgante de un crucifijo alrededor cuello, pero ella sabía que aquella joya en particular era especial para su madre. Había pertenecido a varias generaciones de mujeres de su familia, pero cada vez que lo miraba sólo podía recordar el cadáver de su madre cubierto de sangre.
Sam estaba leyendo un periódico sin prestarle mucha atención, mientras que Dean no podía evitar echarle rápidas miradas. Sin embargo, dos golpes en la puerta le sacaron rápidamente de su ensoñación. Freya guardó rápidamente su colgante y los tres se pusieron alerta, agarrando sus armas.
Dean se acercó sigilosamente a la puerta y miró por la mirilla para ver de quién se trataba. Bela le observa desde el otro lado, esperando a que le abriera. Dejando escapar un suspiro y compartiendo una mirada con Freya y Sam, Dean finalmente abrió la puerta para dejarla pasar.
—Dios... mío.—Murmura la mujer, haciendo que Sam dejara escapar un suspiro.—¿Estáis de ocupas? Encantador.
—No había mucho que pudiéramos hacer después de que nos delataras.—Señala Freya, poniéndose en pie. Bela posa su mirada en ella, dedicándole una sonrisa falsa.
—¿Cómo os fue todo anoche con Peter?—Les pregunta. Los tres se mantienen en silencio sin darle una respuesta, lo que fue suficiente para ella.—Así de bien, ¿eh?
—Si dices 'os lo dije', te juro por Dios que empezaré a pegarte.—Gruñe Dean.
—Chicos, creo que los cuatro deberíamos tener una charla de corazón.
—Suponiendo que tú tengas.—Comenta Freya, devolviéndole la falsa sonrisa.
—Me caes bien.—Sonríe Bela, esta vez con sinceridad.—Siento lo que dije el otro día, ¿vale? Traigo varios regalos.
—¿Qué regalos?—Sam frunce el ceño.
—He identificado el barco.—Anuncia, empezando abriendo la carpeta en su mano.—Es el Espírito Santo. Un barco de vela mercante. Con una curiosa historia. En 1859, un marinero fue acusado de traición. Fue juzgado a bordo por un tribunal y fue ahorcado. Tenía 37 años.
—Lo que explicaría el ciclo de 37 años.—Señala Sam, compartiendo una mirada con su hermano. Bela asiente.
—¡Oye, que espabilado!—Bela le mira divertida.—Tengo una foto suya en alguna parte...—Añade, buscando entre los papeles de la carpeta.—...aquí.
—¿No es éste el tipo que vimos anoche?—Dean toma la foto en sus manos, mostrándosela a Freya y a su hermano.
—¿Le visteis?—Bela los mira con sorpresa.
—Sí, es él, excepto que le faltaba una mano.—Responde Freya.
—¿La mano derecha?
—¿Cómo lo sabes?
—El cuerpo del marinero fue incinerado, pero no antes de que le cortaran la mano para convertirla en una mano de gloria.—Les explica.
—¿Una mano de gloria? Creo que me dieron una de esas al final de mi masaje tailandés la semana pasada.—Comenta Dean con una sonrisa, provocando así que Freya rodara los ojos.
—Dean, la mano derecha de un ahorcado es un objeto de magia negra muy poderoso.—Sam le mira con molestia.
—Eso dicen.—Suspira Bela.
—Y oficialmente cuenta como restos.—Señala Dean.
—Pero aun así, nada de esto explica por qué el fantasma elige a estas víctimas.—Comenta Sam, aún confuso por aquello.
—Yo te diré por qué. ¿A quién le importa?—Responde Bela.—Encontrad la mano, quemadla y pararéis los crímenes.
—No lo entiendo. ¿Por qué nos cuentas todo esto?—Cuestiona Dean.
—Porque yo sé exactamente dónde está la mano.
—¿Dónde?
—En el Museo Sea Pines. Es un macabro recuerdo de historia marítima.—Contesta ella.—Pero necesito ayuda.
Freya frunce el ceño ante su respuesta, mirándola con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Qué clase de ayuda?
Bela le devuelve la mirada, sin darles más respuesta que una sonrisa antes de comenzar a explicarles su plan. Un plan con el que Sam y Freya no estaban especialmente contentos. Al parecer, esa noche se celebraba una pequeña fiesta en el Museo de Sea Pines. Pero sólo podían entrar con invitación. Gert estaba dispuesta a darle a Bela invitaciones para ella y sus amigos, con la condición de que Sam fuera su acompañante y que ella o Freya fueran la acompañante de su sobrino pequeño. Lo que, por supuesto, dejaba a la otra chica como pareja de Dean.
Aunque la familia de Freya no era tan rica como la gente invitada a esa fiesta, ella siempre había querido asistir a una. Vestirse con un traje elegante, peinarse y maquillarse era algo que siempre había disfrutado. De niña nunca le habían gustado las princesas, pero seguía siendo una chica. Lo que más le disgustaba del plan era que Bela se había autoproclamado pareja de Dean. Lo que dejaba a Freya como la pareja del sobrino de Gert.
Aunque su incomodidad cambió rápidamente cuando vio que el chico era apenas dos años mayor que ella, simpático y bastante atractivo. Aunque ningún chico se acercaba al atractivo de Dean. Pero Freya prefirió dejar esos pensamientos a un lado, sabiendo que su relación actual con él no iba a convertirse en lo que una vez había sido, ni nada que se le pareciera. Eran compañeros de caza y amigos, nada más. Aun así, no pudo evitar sentir un nudo de celos en su pecho cuando le vio entrar en la fiesta con Bela sujeta de su brazo.
—¿Todo bien?—Shawn, el sobrino más joven de Gert y hermano de Sheila, sacó a Freya de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad.
—Sí. Sí, todo va bien.—Se apresura a responder, dedicándole una ligera sonrisa.—Um... ¿me disculpas un momento? Quiero saludar a alguien.
—Claro.—Asiente.—Iré a buscar algo de beber.
—Sí, buena idea. Champagne estará bien.
—Buena elección.—Shawn sonríe antes de inclinarse cerca de ella para susurrarle al oído.—El vino no es muy bueno, y mucho menos el ponche.
Freya ríe levemente ante su comentario. Una risa que a pesar de estar lejos de ella y del bullicio de la fiesta, Dean casi es capaz de escuchar.
—¿Exactamente cuánto tiempo esperáis que entretenga a mi pareja?—Cuestiona Sam al acercarse a Dean y Bela.
—El tiempo que haga falta.—Le responde Bela haciendo que Sam suspire con frustración.
—Oye, hay seguridad por todas partes, de acuerdo. Esta es una fiesta inaccesible sin las invitaciones de Gert, así que...—Dean señala, ganándose la atención de su hermano.
—Nosotros nos colamos en cualquier sitio.—Replica Sam.
—Sí, lo sé, pero esto es más fácil y mucho más entretenido.
—Sabes que hay límites que no pasaré, ¿verdad?
—Ah, se hace el difícil, qué mono.—Comenta Dean con diversión.—Vamos. Quiero todos los detalles por la mañana.
Sam sonríe de forma forzada antes de darse la vuelta y alejarse de ellos. Su mirada encontrándose con la de Freya en el camino de regreso para reunirse con su pareja.
—Oh, miren quién a decidido honrarnos con su presencia y atención.—Sonríe Dean cuando Freya llega frente a él y Bela. —Parecía que te lo estabas pasando muy bien con tu cita.
—Los únicos que se lo están pasando bien en esta fiesta sois vosotros dos y la cita de Sam.—Asegura Freya.
—Vamos, cariño, no puede ser tan malo.—Comenta con una pequeña sonrisa, provocando que Freya ruede los ojos.
—Daos prisa, ¿vale?—Les pide.—O me beberé todo el champagne que sea necesario para olvidarme por completo de las manos de Gert sobre Sam y tendréis que sacarme de aquí en brazos.
Dean enarca sus cejas ante su respuesta, echándole una rápida mirada a su hermano y a la mujer mayor que le acompañaba.
—Estáis muy guapos, por cierto.—Comenta Freya, admirando la ropa que él y Bela llevaban. La mujer llevaba un vestido negro que resaltaba sus curvas y un collar muy caro alrededor del cuello. Mientras que Dean estaba especialmente guapo con un esmoquin.
Aunque Freya tampoco iba mal vestida. Llevaba un vestido rojo que se había comprado a toda prisa esa misma tarde y alrededor del cuello tenía el collar con el crucifijo de su madre.
—No te preocupes, Holloway, te lo devolveré de una pieza.—Comenta Bela antes de que Dean pudiera comprender y devolverle el cumplido de su ex novia.—Y sólo por ti no intentaré quitarle la ropa.
Rodando los ojos por su respuesta, Freya le dedica una última y rápida mirada a Dean, disfrutando de lo guapo que estaba con ese esmoquin antes de alejarse de ellos.
—No pruebes los aperitivos.—Comenta Shawn cuando Freya vuelve a su lado.
—Tomo nota.—Ríe levemente al ver la cara de asco en su rostro.—Por cierto, siento lo de tu hermana.
—Gracias. No sé cómo pudo pasarle algo así. Sobrevivió a un accidente de coche, nunca pensé que la perdería, ¿sabes?—Responde, entregándole una copa de champagne.
—Sí, lo entiendo.—Asiente, tomando un rápido sorbo de su copa.
—¿Tienes hermanos?
—Ajá. Dos. Un hermano pequeño y uno mayor.—Freya podría haberle mentido y limitarse a hablar de Peter, pero no merecía la pena.
—¿Es él uno de ellos?—Cuestiona, señalando a Sam.
—Oh, no. Sam... Sam es un amigo.—Responde rápidamente.—Mi hermano pequeño vive con mi padre y el mayor... Es complicado.
—Como todas las familias.
—Supongo.—Se encoge de hombros.
—No quería preguntar, pero... ahora que estamos hablando de la familia. ¿Eres religiosa?—Inquiere, señalando el collar alrededor de su cuello.
—Oh. No particularmente. Era de mi madre.—Le explica.—Aunque ella siempre decía que había ángeles cuidando de mi.
—Eso es bonito.
—Sí, y muy irreal. Pero... ahora creo que ella es el ángel cuidándome.
—Es un bonito pensamiento. Quizá mi hermana sea la mía.
—Sí, seguro que lo es.—Asiente, dedicándole una ligera sonrisa.
—Tengo la sensación de que después de esta noche no nos volveremos a ver, así que te lo digo ahora. Gracias. Has hecho que esta noche sea mucho más agradable de lo que pensaba.—Admite Shawn.
—Pienso lo mismo.
El resto de la noche fue bastante tranquila para Freya. Dean y Bela se encargaron de buscar la mano de gloria, así que ella sólo tenía que pasar desapercibida mientras pasaba tiempo con Shawn. Compartieron un baile, tomaron un par de copas de champagne y cuando Bela y Dean regresaron a la sala de fiestas principal, Shawn se marchó para acompañar a su tía Gert a casa con la ayuda de Bela.
Freya y él compartieron una amistosa despedida antes de que ella se uniera a los hermanos Winchester.
—La tienes, ¿no?—Pregunta Sam al subirse al Impala.—Dime que no me ha metido mano toda la noche para nada.
—La tengo... ¿Qué te ha hecho qué?—Dean frunce el ceño.
—No importa. Déjame verla.
Dejando escapar un suspiro Dean saca algo de su bolsillo y empieza a desenvolverlo. Freya se acomoda en los asientos traseros, inclinándose para colocar la cabeza entre los dos hermanos, expectante por ver la mano del ahorcado.
—¿Qué?—Cuestiona Freya al notar como Dean se tensa. Desenvolviéndola por completo, Dean les muestra una botella con una pequeña maqueta de un braco en su interior.—Voy a matarla.
—Sí. Tú y yo juntos.—Gruñe Dean.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
No tenían ni idea de qué hacer a continuación. Freya, Dean y Sam se habían quedado sin ideas, sobre todo ahora que Bela tenía la mano de gloria y no sabían qué haría con ella. Tampoco tenían forma de contactar con ella y la mujer era muy escurridiza.
De vuelta en la casa abandonada, Freya se alegró de deshacerse de los tacones en sus pies, corriendo escaleras arriba para cambiarse de ropa lo más rápido posible. Le gustaba arreglarse, pero no había nada como su cómoda ropa de diario. Al volver al salón se encontró con que Sam y Dean también se habían cambiado de ropa. El primero estaba repasando toda la información del caso, mientras Dean examinaba el pequeño barco metido en una botella con el ceño fruncido.
—Sabes qué, tienes razón. No voy a matarla. Creo que la tortura lenta es el camino a seguir.—Declara Dean. Freya entrecierra los ojos ante sus palabras, sentándose en el sofá junto a Sam.
—Dean, oye, tienes que tranquilizarte.—Le dice su hermano, aunque él estaba igual de cabreado por la situación.
—¿Tranquilizarme? Oh claro, sí, me tranquilizaré. No puedo creer que nos la haya jugado otra vez.
—A ti.—Corrige Freya, levantando la mirada hacia él.
—¿Qué?—Dean frunce el ceño, devolviéndole la mirada.
—Bueno, que te la ha jugado a ti... no a nosotros.
—Gracias, Freya. Muy útil.—Gruñe, rodando los ojos. Freya deja escapar un suspiro, agachándose para ponerse un par de zapatos cómodos. Pero entonces dos golpes rápidos se escucharon en la puerta.
—Hola. ¿Me podéis abrir?—La voz de Bela se escucha desde el otro lado. Dean abre la puerta.—Dejad que os lo explique.—Les pide Bela al ver las miradas cabreadas de los tres cazadores.
—Oh, no te preocupes, ya lo explico yo por ti.—Habla Freya, poniéndose en pie.—Jugaste con nosotros, agarraste la mano de gloria y se la llevaste al mejor comprador por unos cuantos dólares. No sé ellos dos, pero yo intenté sentir cierta empatía por ti, de verdad. Pensé, debe haber alguna razón por la que es tan fría, tal vez esta vez quiere hacer algo bueno. Pero lo único que te importa es el dinero, ¿no? Mi padre tenía razón sobre ti desde el principio.
A pesar de lo que había admitido, Freya sabía muchas cosas sobre Bela Talbot. Al menos sobre su trabajo. Su padre había intentado seguirle la pista, encontrar aquel collar que le había quitado, pero lo único que pudo descubrir fue a la gente que manipulaba para conseguir más y más objetos que vender.
—Sí, tienes razón. Tu padre tiene razón. Pero esta vez es diferente.—Responde Bela, entrando en la casa cuando Dean se hace a un lado.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso?—Freya se cruza de brazos, alzando las cejas con interés.
—La vendí. Tenía un comprador desde que supe de su existencia.—Admite, ganándose una mirada furiosa por parte de Dean, quien comenzó a caminar a su alrededor y a hacer movimientos de disparos con sus dedos.
—¿Así que la razón de llevarnos al baile era...?
—Necesitaba ayuda. Y estabais ahí.
—Si se la has vendido a un comprador. Vuelve a comprarla.—Sugiere Sam, encogiéndose de hombros.
—Está en mitad del océano. No puedo recuperarla a tiempo.—Suspira Bela.
—¿A tiempo de qué?—Cuestionan Dean y Freya al mismo tiempo, mirándola. Bela guarda silencio, bajando la mirada al suelo.
—¿Qué te pasa, Bela?—Sam la mira con confusión.—Ni que hubieras visto un fantasma.
—He visto el barco.—Les responde entonces, su mirada elevándose hasta encontrar la de Freya. La chica traga con dureza al identificar la mirada asustada en sus ojos. Una mirada que nunca pensó que vería en ella.
—¿Que tú qué? Vaya, sabes, yo... yo sabía que eras una zorra ladrona y estafadora inmoral, pero justo cuando pensaba que mi opinión sobre ti no podía ser peor...
—¿De qué estás hablando?—Bela interrumpe a Dean, volviéndose hacia él.
—Hemos averiguado el motivo del espíritu.—Responde Sam, mostrándole una fotografía.—Este es el capitán del barco. El que colgó a nuestro fantasma.
—¿Y?—Bela los mira con confusión.
—Que eran hermanos. Como Caín y Abel. Así que ahora ese espíritu va a por un tipo de persona muy específico: gente que haya derramado la sangre de su propia familia.—Explica. Bela le mira con desconcierto y sorpresa.
Esta información no sólo era nueva para ella, sino también para Freya, ya que Sam y Dean habían hablado de ello mientras ella se encontraba cambiándose de ropa en el piso superior de la casa. Su corazón dio un vuelco al darse cuenta de que si la noche en que murió su madre hubiera sido diferente, ella también podría haber visto ese barco. Y si su hermano mayor hubiera estado allí, seguramente lo habría visto.
—Sheila mató a su primo en un accidente de coche. Y los hermanos Warren, asesinaron a su padre por la herencia. Y ahora tú.
—Dios mío.—Murmura Bela.
—Entonces, ¿quién fue, Bela? ¿Hmm? ¿A quién mataste? ¿Fue papá? ¿A tu hermanita pequeña, tal vez?—Le pregunta Dean.
—No es asunto tuyo.—Responde con dureza.
—¿No? Claro. Pues que tengas una buena vida... ya sabes, lo que te quede de ella.—Declara Dean, dándole una palmada en la espalda.—Venga, chicos, vámonos.
Sam dudo un momento mientras observaba cómo su hermano agarraba su chaqueta y caminaba hacia la puerta. Pero Freya permaneció estática, con la mirada fija en Bela.
—No podéis dejarme aquí.—Se queja Bela, mirando a Freya con miedo. La chica Holloway suspira, sus ojos desviándose hacia Sam y Dean, quienes se encontraban ya junto a la puerta, listos para salir.
—Claro que si.—Responde Dean, lanzándole una rápida mirada a Freya, animándola a ir con ellos.
Al notar sus ojos verdes sobre ella, Freya niega ligeramente con la cabeza.
—Yo me quedo. La ayudaré.
—No. De ninguna manera. Te vienes con nosotros.—Declara, acercándose a ella para envolver su mano alrededor de su muñeca y guiarla hacia la puerta.—Ella no necesita la ayuda de un par de asesinos en serie, ¿verdad, Bela?
—Vale, fui algo dura, lo admito, pero no merezco una sentencia de muerte.—Responde Bela, devolviéndole la mirada.
—No vas a morir por eso. ¿Qué hiciste, Bela?—Inquiere Sam.
—No lo entenderías. Nadie lo hizo.
—Yo no necesito entenderlo. Hicieras lo que hicieras, robaras lo que robaras, estafaras a quien estafaras, en el fondo no creo que merezcas morir.—Declara Freya, soltándose del agarre de Dean para acercarse de nuevo a ella.
La mujer la mira con desconcierto. Desde que la había conocido unas horas atrás, Bela había notado que la chica Holloway era diferente a los hermanos Winchester, pero no esperaba que después de traicionarlos quisiera ayudarla.
—¿Por qué?—Cuestiona Bela.
—Porque más gente podría ver el barco después de ti. Y porque aunque no quieras contarnos lo que pasó, aún cabe la posibilidad de que fuera un accidente, como el de Sheila, y sería injusto.
Al notar la mirada de Freya sobre él, Dean dejó escapar un suspiro.
—Te das cuenta de que has vendido lo único que podría salvarte la vida, ¿verdad?—Señala Dean, volviendo a mirar a Bela.
—Soy consciente.—Suspira.
—Bueno... tal vez no sea lo único.—Comenta Freya.
Gracias a la obsesión de su padre por estudiar todo lo sobrenatural y a los conocimientos de su madre sobre la caza, Freya sabía algunas cosas poco convencionales. Esta en particular era una de ellas. Se trataba de invocar al fantasma que ahogaba a todos los que veían el barco y a su hermano, el que lo había matado. Para ello debían dirigirse al cementerio, así que, a pesar de las quejas de Dean, eso fue precisamente lo que hicieron.
La luna llena iluminaba el cielo mientras Freya vaciaba una pequeña mochila para agarrar todo lo que necesitaba para preparar el ritual. Dean, Sam y Bela la observaban mientras preparaba un círculo ritual con cinco velas, un pentagrama, un cuenco en el que vertió un frasco de líquido rojo. Y otro frasco en el lado opuesto del círculo, con lo que parecían ser hierbas dentro.
—Esto parece algo sacado de un libro de brujería.—Comenta Dean—¿Espera? No eres una bruja, ¿verdad?
Freya lo mira con exasperación.
—No, Dean, no soy bruja. No que yo sepa.—Suspira.
—¿De verdad creéis que esto va a funcionar?—Bela se acerca a ellos, abrazándose a su chaqueta.
—Casi seguro que no.—Responde Dean, apoyándose en una lápida con una escopeta en su hombro.
—¿Es este el libro?—Sam llega a su lado, tendiéndole un pequeño libro a Freya.
—Sí, ese es. Gracias, Sammy.—Freya le sonríe, tomando el libro en sus manos.—Explicación rápida, esto es algo que mi madre probó una vez. A ella le funcionó, crucemos los dedos para que esto sea como aquella vez.
—Crucemos los dedos. Genial, estoy salvada.—Murmura Bela sarcásticamente haciendo que Dean suelte una pequeña risa.
De repente el viento empezó a arreciar, los truenos estallaron y la lluvia empezó a caer a cántaros.
—Bien, cariño, creo que es hora de que empieces a leer.—Habla Dean, sabiendo que aquello no era una buena señal.
Freya asiente, abriendo el libro en la página correcta.
—Aziel, Castiel, Lamisniel, Rabam. Ehrley, et balam, ego vos conuro, per deum verum, per deum vivum cuivos cuiaves eos supermontes et per eum, qui adam, et avum formovit. Et per eum.
Sam carga su pistola mientras se mantiene a su lado y ella continúa leyendo en latín. Bela y Dean se alejan unos pasos de ellos, con sus ojos buscando al fantasma.
—¡Quédate cerca!—Le grita Dean a Bela.
—¡Detrás de ti!—Exclama ella cuando sus ojos se encuentran con el fantasma. Dean se da la vuelta en un rápido movimiento, levantando su arma hacia él. Pero antes de que pudiera hacer nada el fantasma se acerca y lo lanza por los aires. El fantasma camina entonces hacia Bela y le coloca la mano en la cara, haciéndole toser agua. Sam corre hacia ella. Cayendo de rodillas, Bela le mira a él y a Dean con miedo.
—¡Freya, lee más rápido!—Exclama Dean, mirándola. Empapada, Freya hizo caso a su orden mientras la lluvia comenzaba a amainar. Bela seguía tosiendo, pero el agua en sus pulmones empezaba a disminuir.
Entonces se oyó un crujido. La cabeza del espíritu se giró lentamente hacia la fuente del ruido, encontrando a su propio hermano.
—¡Tú... me ahorcaste!—Exclama el fantasma.
—Lo siento.—Le responde su hermano.
—Tu propio hermano.
—¡Lo siento mucho!—Insiste. El marinero le mira con enfado, lanzándose hacia él. Una vez sus cuerpos se tocaron, ambos se disolvieron en gritos y en una gran salpicadura de agua. Justo entonces Bela dejó de toser agua por completo, mientras Freya tomaba una profunda bocanada de aire. El ritual la había dejado exhausta. Quién sabe, a lo mejor Dean tenía razón y si era brujería.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
A la mañana siguiente, Dean, Sam y Freya se disponían a abandonar la casa donde habían residido los últimos días cuando Bela abrió la puerta y entró.
—Chicos, deberíais aprender a cerrar las puertas con llave. Podría entrar cualquiera.—Comenta, mirándoles.
—Cualquiera acaba de hacerlo.—Responde Freya, cerrando su mochila.—¿Has venido a despedirte o a dar las gracias?
—Ha liquidar una deuda.—Responde Bela.—Darle al espíritu lo que realmente quería, su propio hermano, fue muy inteligente. Así que tomad.—Les lanza a cada uno un paquete lleno de dinero.—Son quince mil. Eso debería cubrirlo.
—¿Por qué nos das esto?—Cuestiona Freya, mirando su paquete de dinero.
—No me gusta estar en deuda con nadie.
—¿Así que pagar quince de los grandes es más fácil para ti que un simple gracias?—Inquiere Dean. Bela sonríe.—Estás enferma.
—Pues mira quien habla.—Responde ella.—Adiós, chicos. Freya.—Sonríe, dándose la vuelta para abandonar el lugar.
—Tiene clase, eso hay que admitirlo.—Comenta Sam, guardando su dinero dentro de su mochila.
—Supongo.—Dean se encoge de hombros.
—Sabes, Dean, no sabemos de dónde ha salido este dinero.
—No, pero yo sé adónde va a ir.—Responde, acompañado de una carcajada, pero Freya dejó de prestar atención a su conversación cuando encontró un pequeño trozo de papel entre todo el dinero de su paquete. Frunciendo el ceño, lo sacó ligeramente, encontrando una dirección escrita en él.
—¿En serio? ¿Atlantic City?
—¡Claro que sí! Jugare a la ruleta. Apostando siempre al negro.
La conversación entre Sam y Dean se desvaneció mientras salían de la casa para meter su equipaje en el coche. Freya permaneció estática en su lugar, confundida por lo que Bela le había dado. Especialmente por el mensaje escrito debajo de la dirección.
"Creo que allí encontrarás algunas respuestas. Tu familia siempre ha sido un misterio, Freya. Un misterio que siempre me ha interesado. Pero mis pistas terminaron allí. Buena suerte." —Bela
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