Capítulo 12
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En esta historia se hacen algunas referencias la ||Guía Omegaverse|| de *Letras del fanworld* y la ||Guía de Comportamiento|| de Mimmulus. Para mayor información pasar a leerlas. La imagen utilizada en la nueva portada pertenece totalmente a Miyukiko, pueden seguir su cuenta de DevianArt en el enlace: https://miyukiko.deviantart.com/, sus dibujos son preciosos.
Aclaraciones
Las palabras resaltadas son la voz de mando.
Las palabras resaltadas en cursiva son la voz de omega.
Las palabras en "cursiva con comillas" son pensamientos.
Editado por maaeaca
Cuarto Arco: Resarcimiento.
-El lado opuesto de Allen.
Anteriormente...
Salió agitando una mano hacia el menor, que correspondió hasta que la alta y esbelta figura desapareció de su vista por completo. Soltó el aire que venía aguantando desde hacía algunos minutos, agradeciendo internamente que Tyki no pudiera leerlo como creía que podía, se sentía incómodo desde hacía rato, pero lo disimuló lo mejor que pudo por consideración al alfa, para no herirlo, ni a su orgullo de alfa.
Y porque estaba confundido aún, muy confundido.
Lenalee se sentó frente a él con el semblante desfigurado, lo que llamó su atención.
― ¿Lenalee? ¿Estás bien?
―Allen, ¿cómo te trata ese hombre?
― ¿Tyki? Es muy bueno conmigo, cuando éramos pequeños crecimos juntos, pero cuando yo era muy chico él y su familia se fueron lejos, y solo lo veía ocasionalmente hasta que vino, después del accidente. Fue mi pilar y creo que aún lo sigue siendo.
―Ya veo... ―temió, necesitaba decirle la verdad, ya no temía lo que pudiera hacer o decir el alfa, temía por su amigo. Pero tampoco quería derrumbar ese pilar si era lo único que sostenía a Allen, necesitaba crearle otro soporte, encontrar a alguien que pueda ser más importante que él en su vida. Una idea vino a su mente.
Pero tendría que derribarlo, para ayudarlo a levantarse, era lo mejor, no quería verlo sufrir lo que ella pasó, ni revivir algo de lo que sufrió en el pasado.
―Allen, debo decirte algo...
Lenalee suspiró cansina, sopesándose la idea, estando a punto de soltar las palabras que venían atoradas en su garganta desde hacía varios minutos, pero cuando fijó su vista nuevamente en las amatistas contrarias, llenas de brillo y un deje de confusión, se arrepintió prontamente, ¿Tendría ella las agallas de ver esos ojos volver a derramar lágrimas amargas como en el pasado? No, definitivamente no las tenía. Sería difícil, pero tendría que callar un poco más de tiempo para no lastimar a su amigo con aquello.
―Este... ¿Lenalee? ¿no ibas a decirme algo? ―preguntó incómodo por el silencio que se formaba entre ambos, sintiéndose acorralado por la mirada de la chica.
―Solo... cuídate ¿sí? Es un presentimiento nada más, pero no confió en tu primo, parece alguien que oculta cosas. No me malinterpretes, solo, hazlo ¿sí? ―suplicó con un nudo en su garganta, esperando estar tomando la decisión correcta, y que por ello el albino no saliera más herido que en el pasado, o como lo había estado ella después de su primer encuentro con Tyki.
―B-bueno, lo haré ―respondió dudoso, sin entender a ciencia cierta que le pasaba a su amiga con su primo, sabía que el chico era excéntrico, pero no creyó que causara mala impresión en la china. Prefirió cambiar el tema, todo sonaba muy extraño―. Por cierto, ¿qué es eso de ir de compras por un regalo? ¿era cierto o solo buscabas tenerme para ti sola?
La pregunta, siendo una mera broma, logró acalorar las mejillas de la china ―A-Allen... ¡No digas cosas así! Suena mal, pero sí es cierto lo del regalo, es para mi hermano menor, Yu.
El nombre resonó en sus tímpanos ¿Dónde lo había escuchado antes? No recordaba, a decir verdad, pero sabía que no era la primera vez que lo oía. Decidió no darle importancia, solo esperó a que Lenalee terminara su turno y la acompañó por el dichoso regalo.
¿En qué embrollo se había metido? Fue la pregunta que se hizo al percatarse de que la china no tenía idea de que regalarle a su hermano.
― ¿Hay algo que le guste en especial? ¿algún pastel tal vez?
― ¿Pastel? ¿Yu comiendo pastel? No, eso es mala idea, a Yu no le gustan las cosas dulces. ―rió. Allen la miró como si tuviera dos cabezas, imaginando que clase de extraterrestre tenía por hermano, ¿a quién no le gustaban las cosas dulces? Él bien podría preparar un pastel para callarle la boca―. No me mires así, él es raro, justo como tú, pero al revés...
―Voy a pasar por alto que me llamaste raro. ¿Por qué no le preguntaste que quería de regalo y ya?
―Lo hice, dijo que no quería nada. Pero, él me preocupa mucho, no convive con muchas personas, es severo consigo mismo y me gustaría que hiciera nuevos amigos y saliera más... No sé si lo recuerdes, pero... él y Lavi fueron amigos. Disculpa que mencione el tema, es que él no ha sido el mismo desde que Lavi se fue, y en eso se parecen más ustedes dos, solo que él no lo ha superado como tú.
―Entiendo... ojalá pudiera hacer algo más... ―en ese momento, una brillante idea se cruzó por la mente de la chica, y no pudo evitar que su emoción saliera a flote, con una disimulada risa traviesa.
―Tal vez si hay algo, ¿te gustaría ir a la fiesta sorpresa que le haremos esta noche? ―Allen abrió sus ojos en sorpresa, pensándoselo, al fin y al cabo, aún no ha visto a sus padres, pero no es como si no lo fueran a ver más ¿cierto?
―Bueno, no lo sé, ¿es hoy precisamente?
―Sí, hoy es su cumpleaños y no sabe que planeamos hacerle algo entre familia, pero no te preocupes, no sobras ni nada por el estilo, serías el invitado de honor. Puedo hablar con tus padres, incluso acompañarte a casa por tus cosas, podrías dormir en mi casa, hay espacio suficiente, Komui ya no vive con nosotros.
―Suena bien, hagámoslo.
Caminaron a prisa haciendo bromas livianas y gozando el ambiente apacible que había siempre entre ambos, y continuó así hasta llegar al hogar Walker.
Un mundo de recuerdos le chocó de pronto contra la realidad, ¿hace cuánto que no ve a sus padres? Entró casi al trote con una sonrisa de oreja a oreja, liberando una cantidad considerable de feromonas, llamando la atención del par de mayores dentro de la casona, Nea abrió la puerta a tiempo para recibir entre sus brazos el casi menudo cuerpo del joven omega, sollozando como cuando era un cachorro y se raspaba las rodillas por correr detrás de Lavi de aquí para allá. Mana los alcanzó abandonando el caldo sobre la estufa a gas, ya lo limpiaría luego si se desbordaba del recipiente aquel líquido caliente que daba un olor exquisito a la estancia.
Se envolvieron los tres un abrazo, desbordado en sentimientos encontrados, el alfa se regodeó por sentir al que fue su cachorro entre sus brazos y que, aunque ahora sea un omega adulto, le sigue queriendo como al cachorro travieso que solía esconder sus pantuflas cuando pequeño y vomitarle el hombro al sacarle los gases cuando era bebé. Mana comenzó a deshacerse en lágrimas, su pequeño había crecido tanto en dos años, acarició su cabello largo por la falta de un buen corte, alejándose de a poco para apreciar mejor a su hijo, notó como este ya no tenía esa mirada sumida en la tristeza como la última vez que le vio en persona antes de marcharse, aunque había un ápice de temor en aquellas amatistas, un temor entendible.
Perder a alguien amado es duro. Perder dos es trágico.
Allen, estando en medio de ambos, siente como una pequeña parte del hueco que hay en su corazón se llena tiernamente con el calor y el amor que sus progenitores le transmiten, percibe el aroma de ambos arremolinándose a su alrededor y eso le calma el llanto. Se siente como volver a ser un niño inocente, sin problemas que lo acechan, sin preocupaciones, sin más dolor que el que produce pincharse el dedo con la espina de una rosa en el jardín del patio trasero.
Sin perder a nadie.
Ofrecieron a Lenalee pasar a la comodidad de la sala cuando recordaron su presencia allí después de secar el tumulto de lágrimas en las pestañas de todos, y la beta, con temor de encontrarse al portugués, aceptó dudosa y por educación. Suspiró en alivio cuando el albino preguntó por el paradero de sus primos y Nea le avisó que ya habían partido al hotel hacía una hora. Luego, con pena ajena y después de varios suspiros silenciosos, la china se atrevió a solicitarles permiso a ambos padres para robarse a su hijo por una noche; una fiesta y una pijamada se hacían tentadoras para el par de amigos que hacía años no compartían tanto tiempo juntos.
Mana se marchó tranquilo de regreso a la cocina para terminar la cena, y Nea miró a su hijo aguantando una carcajada antes de explicar a la beta el motivo de su risa.
― ¿Eso es un sí, señor Nea? ―consultó temerosa, sin saber si el terreno que pisa es firme o turbio, ante tan emotivo reencuentro, tal vez deseen tener a su hijo solo para ellos por esta noche.
―Claro, Allen es un adulto hace mucho, además él ya ni nos pide permiso para hacer sus cosas, mi bebé creció tanto~ ―bromeó, avergonzando al albino que parecía jitomate, mientras hacía las muecas más hilarantes y chistosas para entretener a la visita.
― ¡Yo siempre pido permiso! Bueno, pedía... ―susurró quedito, antes de entrar a la cocina por un poco de agua, a la vez recordando con nostalgia cada centímetro del hogar que lo vio crecer.
―Gracias, en ese caso, creo que mejor nos vamos antes de que se haga tarde.
―Tienes razón jovencita, puede ser peligroso para ustedes dos andar por ahí a estas horas, los acompaño a tomar un taxi, yo pago ―declaró firme, para no dejar cabo a discusión, siendo seguido varios minutos después por ambos jóvenes cuando hubieron reunido todas las cosas que necesitaría Allen hasta subir al vehículo para volver al hogar de la china―. Tengan cuidado, si pasa algo no duden en llamar, iré de inmediato por mi bebé~
― ¡Papá, no soy un bebé!
Se encontraba bastante cansado, eran cerca de las nueve de la noche y hace apenas una hora había cerrado la veterinaria, había estado doblando turnos para cubrir a Miranda, la pobre había pescado un resfriado por el cambio de estaciones y como a él solo le hacía falta un mes para graduarse al fin, dejaría de trabajar medio tiempo para hacerlo por tiempo completo, ya la omega castaña se lo había ofrecido desde hacía tiempo. El plan era que tuviera un trabajo ni bien obtuviera el diplomado, porque aprecia al chico estoico y reservado que se desvive en todo lo que hace, tratando a cada criatura del centro como si fuera suya, con paciencia y cariño; sí, cariño, ella ya había presenciado ese lado del nipón, ese que se entregaba a su labor y cuando nadie lo veía le sonreía a la fauna que estaba bajo su tutela. Así era él con los animales, y esperaba que alimentando su don natural le ayudara a cambiar con las personas también.
Dobló la esquina que le faltaba para divisar su "hogar", suspiró por enésima vez en lo que lleva del día, esperaba, rogándole a todos los dioses y santos que existan, que a nadie se le ocurriera recordar que día era hoy, que lo dejaran llegar a descansar en paz; dormir hasta el día siguiente sonaba muy tentador.
Entró y halló la casa en penumbras y muy silenciosa ― "nada bueno" ―, pensó. Siguió su camino con rumbo a su habitación, pero el aroma dulce que provenía de la parte de atrás llamó su atención, era afrutado, y le llamaba de forma inexplicable, bien podría ser que estaban horneando en la pastelería, pero a esas horas solo podía significar una cosa... Y él de masoquista, va a investigar...
― ¡Sorpresa! ―los gritos lo asaltaron, poniéndolo a la defensiva por el susto que jamás admitiría que sintió. Su orgullo estaría en juego con aquello, aunque nadie lo sospechaba, ya que ni siquiera se inmutó más allá de abrir sus ojos sorprendido.
Era la primera vez que lo espantaban así con sus ocurrencias. Lenalee arrojó serpentina por encima de él acompañada de Komui, así mismo, Tiedoll corrió a sus brazos para darle un abrazo de cumpleaños como hacía cada año, y fallando por igual que en los años anteriores cuando Yu lo esquivaba, provocando que el beta se estampe contra la pared de lleno y termine lloriqueando abrazado a los pies de Anita. Su madre recién se había levantado de una mesa cercana donde antes se hallaba compartiendo unas copas con Mahoja, su socia del bar, la cual estaba de paso solo para felicitar al hijo de la omega antes de marcharse a atender el negocio ―así Anita podía pasar más tiempo con su familia y administrar todo desde casa―, la corpulenta alfa de cabeza rapada palmeó el hombro del nipón de forma amistosa.
―Feliz cumpleaños, Kanda-kun, me gustaría quedarme, pero no puedo desatender el negocio de tu madre, espero entiendas.
―Tsk, como sea.
―Gracias por la invitación, que pasen buenas noches. ―la alfa con aroma a bosque primaveral se marchó, pasando por alto la actitud del alfa menor, acostumbrada al carácter difícil del joven. Mientras, Yu miraba con reproche a todos los presentes.
―Saben que odio estas cursilerías... yo me largo a dormir. ―se dio la vuelta dispuesto a marcharse cuando su hermana lo sostuvo del brazo, reteniéndolo.
―No seas así, cielos, al menos recibe tu regalo. ―Yu le miró fijo unos segundos, mientras de la puerta de la cocina salía Jerry sonriente con deseos de irse sobre el alfa.
Jerry era por mucho el beta más extraño que había conocido hasta la fecha, el moreno era alto y fornido como un alfa, pero era afeminado y emocional como un omega, se comportaba como uno, y solo le llaman la atención los varones sin importar la clase a la que perteneciesen. El hombre de cabellos rosa se detuvo abrupto por la mirada seria y afilada del alfa que parecía que rugiría amenazante en cualquier momento.
Puso más atención en la misma puerta por la que había salido el raro beta cuando el aroma dulce de antes se volvió a sentir, con un peculiar sentimiento de duda y temor en el aire, Jerry se volvió a la misma puerta, ayudando a salir a alguien más; alguien a quien no había visto antes escoltaba un pastel a todas luces de chocolate con una vela sobre este.
Era un chico un poco más bajo que él con enormes ojos violetas, incluso más hermosos que los de su hermana, su cabello era de un blanco tan puro que no pudo evitar compararlo con un ángel, y su piel nívea lucía tan delicada y apetecible que sus mejillas ardieron levemente.
El chico debía ser sin duda un omega, por el embriagante aroma dulzón que portaba, afrutado con tonos florales, como los albaricoques en estación y el jazmín cuando florece. Algo dentro de su pecho se estremeció, tal vez era su corazón, había dado un brinco que no pudo describir. A la vez que detallaba sus facciones, no pudo evitar compararlo con el joven de sus sueños nocturnos, y deseo poder escuchar su voz y compararla con la de sus sueños.
― ¿Quién es el moyashi? [brote de habas] ―soltó sin más, comparando los blancos cabellos del albino con los brotes de las habas y sin pensar que podía ofender a la bella criatura que le tenía hipnotizado.
―Eh... Feliz cumpleaños... ―Allen conectó la mirada con la de Yu, y podría jurar que eran de un azul tan fuerte y puro que le daría envidia al mismo mar, las facciones del joven al que ahora miraba eran asiáticas, y pudo notar por el idioma utilizado que era japonés lo cual llamó su atención, sabiendo que su amiga es china. Dejó el pastel sobre la mesa más cercana para presentarse correctamente, aunque con los nervios a tope―. Me llamo Allen Walker, no brote de habas, y sí, habló japonés así que te agradecería no llamarme tan despectivamente. Asumo que tú eres...
―Yu Kanda ―completó de inmediato como si le hubieran dado una orden, con la mente en blanco, la voz de Allen le resultaba melodiosa a un punto casi insoportable para su cordura; estaba seguro de que era la misma voz.
―Espero que podamos ser amigos, Kanda-kun. Cuida bien de mi ―dijo haciendo una reverencia tradicional de las que había aprendido en Japón, sorprendiendo a Yu y luego levantándose a estirar su mano para estrecharla con él, con un sentimiento indescriptible en su pecho, uno que lo orillaba a buscar el más mínimo contacto del alfa.
Extrañamente, Yu se acercó a corresponder el gesto, algo que nunca haría pero que muy dentro de él sentía que tenía que hacer, como si su vida dependiera de ello. El roce de sus manos se sintió casi mágico, tibio y único, una corriente de emociones les embargó a ambos, quedándose con las manos entrelazadas en un saludo por varios minutos, como si no quisieran soltarse, como si fueran los únicos en ese lugar.
Pero no lo eran, Lenalee, al igual que los demás, los miraba atenta y en silencio con una media sonrisa en los labios rosados, percibía que no debía interferir.
Allen pronto pudo percibir las feromonas de Yu, la menta recién cortada y el cacao puro hacían estragos con su omega interno, y comenzó a sentirse preso de ese olor, acalorado, deseoso. Con las mejillas arreboladas y un calor nostálgico en su bajo vientre su mente parecía estar en las nubes, el agarre de la mano contraria se intensificó, logrando que regresara sus pies a la tierra, y pronto pudo entender que le pasaba a su cuerpo...
No. No podía tener tan mala suerte ¿o sí?
¿Estaba entrando en celo por aquel alfa?
Yu también se había desconectado de la realidad en algún momento, comenzó a apretar con más fuerza la delicada mano del albino, queriendo acercarse, pero su poca cordura lo mantenía como anclado al suelo para que no hiciera alguna locura. Ojalá hubiera podido conservarla más tiempo.
Un gemido débil desbordó los suaves labios rosas de Allen, sin quererlo, estaba llamando al alfa, tenía miedo, miedo a lo que estaba sintiendo y a no poder evitarlo. Antes de darse cuenta, Yu lo envolvió entre sus brazos, atónito, sintiendo un irrefrenable deseo de proteger al omega de aquello que le provoca pavor, sin imaginar que es su mera presencia la que lo afecta, sintiendo como el cuerpo entre sus brazos tiembla y como parecía que el tiempo se había detenido al conectar sus miradas nuevamente ante la cercanía de sus rostros, aquellas gemas ahora acuosas que le miraban con un deseo que creyó jamás volver a leer en una mirada.
― ¡Sepárenlos! ¡sepárenlos ahora! ―la voz de Anita se oyó estruendosa, pero sus palabras no llegaron a los oídos del nipón, ni a los del albino entre sus brazos.
En un acto desesperado, Lenalee rompió la burbuja que se estaba formando entre ambos para separarlos por el extraño comportamiento de ambos y porque su madre se lo había pedido casi con desespero. Tiedoll y Jerry tuvieron que sostener de ambos brazos al azabache para que Lenalee se llevara al albino a rastras hasta encerrarse ambos en el baño de la pastelería. Mientras afuera, Yu gruñe fuera de sí, sin entender que acababa de pasar y comenzando a desesperarse por no tener cerca al omega, un sonido de golpe secó resuena en sus tímpanos acompañado del escozor en su mejilla, donde su madre acaba de asestar un golpe que lo devuelve a la realidad. Por petición de la azabache mayor, se retiró del local para ir a su habitación a tomar un baño y cambiarse, se sentía acalorado y de mal humor.
Se dijo a sí mismo que no volvería a bajar.
Allen lavó su cara por tercera vez intentando controlarse a sí mismo, pero sus mejillas aún estaban coloradas por la sensación de hacía unos minutos. Y de la misma forma en la cual llegó, todo cesó, ya no podía percibir cercanas las melodías silenciosas de la menta y el cacao llamándole de alguna forma indescriptible. El calor que antes le agolpaba se desvaneció lentamente poco después de entrar al baño con su amiga, y por algún motivo que no podía explicarse a sí mismo, se sintió triste de que se detuviera, volvió a sentirse vacío y solo, como si algo le faltara inmensamente.
― ¿Qué fue lo que pasó hace un rato Allen? ―indagó la china que, por lo que su madre le había comentado cuando por fin sacaron a Yu del lugar, eran testigos de algo que parecía en verdad extraordinario, pero que preferían no declarar. Aún.
―N-no lo sé, se sintió... raro, como sí algo me llamara a gritos cuando se acercó tu hermano. Fue como si... como si fuera a entrar en celo, pero eso no es posible, mi celo ya pasó y aún falta más de un mes para el siguiente. ―Allen despistado como siempre no imaginó siquiera lo que en verdad había ocurrido, pero para Lenalee, eso no podía ser algo normal, e intuyó que debía interferir, indecisa si era lo correcto, por el pasado trágico que han tenido esos dos, pero no perdía nada con probar.
―Ya veo. Oye Allen, antes mencionaste que comenzarías a buscar un trabajo en alguna cocina ¿cierto? ―mientras ambos salían del baño y tomaban asiento en la mesa más cercana, Jerry ya rebanaba el pastel para servirles a todos y olvidar el inconveniente anterior.
―Así es, quiero poner en práctica lo que he aprendido.
― ¿Qué tal si trabajas para mí, hijo? ―interrumpió la voz conocida del beta de cabellos revueltos y anteojos, sonriendo nervioso en su dirección desde otra de las mesas. Ya había probado el pastel que el mismo albino había preparado en su autoproclamado reto de que el hermano de la china lo probara, estaba delicioso, no era dulce como normalmente lo sería algo que contiene chocolate, pero era igual de apetecible para cualquiera y eso captó su atención.
―T-Tiedoll-san ―pronunció dudoso Allen, utilizando el honorífico con el que estaba acostumbrado a llamar a las personas por respeto, aún apenado por la extraña escena que había montado junto al nipón.
― ¡Vaya! ¿Ahora tengo dos niños japoneses en casa? ―rio por la broma, tornándose algo serio para continuar, aun con una tenue sonrisa en sus labios―. Aún no respondes a mi pregunta Allen. Yo necesito un ayudante de tiempo completo para asistir a Jerry y tú un trabajo. Si aceptas, el puesto es tuyo.
― ¿De verdad? C-claro, ¡Gracias Tiedoll-san!
―Oh y Allen, omite el "san".
El albino asintió algo avergonzado, y tan pronto como Tiedoll salió de su campo de visión buscando algo de ponche para su garganta seca, él y Lenalee celebraron dando brincos ya que eso significaba que pasarían más tiempo juntos.
Mientras tanto, arriba, Yu se hallaba dentro de la ducha tomando un baño de agua fría, desconcertado y pensativo, estaba seguro que ese chico había reaccionado a él de una forma extraña y única, y que él también lo había hecho; solo cuando iba de camino a su habitación es que notó lo salidos que estaban sus colmillos, deseosos de enterrarse en la piel nívea del cuello de ese omega, sus músculos estaban tensos aún por desear protegerlo con todas sus fuerzas, aquellas feromonas que lo llamaban, atrayéndolo, esas mejillas arreboladas y como sus miradas se conectaron, todo, parecía salido de uno de esos cuentos que su madre solía contarle de cachorro, esos mitos de amor y parejas destinadas...
"―Todos tenemos una pareja destinada Yu, aunque solo algunos tienen el privilegio de encontrarla.
― ¿Y cómo sabes cuando la encuentras oka-san? [madre]
―Es difícil de explicar, tu cuerpo te lo dice, por lo general es el omega el que reacciona primero al alfa... Dicen que, si nadie les interrumpe, su celo llega justo en ese momento sin importar que el omega haya sido marcado o no por otro alfa. Pero si el momento alguna vez llega, tu instinto lo sabrá..."
Tal vez el ya no era un cachorro iluso como en aquel entonces, pero, ¿y sí era verdad todo eso de las parejas destinadas? ¿Qué tal si el moyashi era su pareja destinada? Estaba especulando, cierto, pero era posible.
Y él lo iba a averiguar.
No. Lo tenía que averiguar a como dé lugar.
Se había calzado un pantalón largo y holgado de dormir y se había metido a la cama, intentando dormirse sin éxito, unos golpecitos suaves pero firmes en su puerta lo alertaron de la presencia de alguien a quien podía oler desde su posición entre las sábanas. Con voz ronca, dio permiso para que pasara Komui, este traía consigo un plato con la porción de pastel que le correspondía, lentamente cerró la puerta tras de sí y se acercó sigiloso hasta quedar al borde de la cama, donde el azabache acostado le daba la espalda.
― ¿Podemos hablar un minuto? ―consultó con voz calma, poniendo el plato sobre la mesa de noche y tomando asiento a su lado, al borde de la espaciosa cama.
―Tsk. ―chasqueó la lengua incómodo, sabía que sin importar que dijera que no, el omega igual se quedaría a darle un sermón por su comportamiento; siempre fue así, no era su madre sino Komui quien le regañaba por sus acciones.
―Tomaré eso como un sí. Sabes, alguna vez mamá me dijo una historia sobre los corazones heridos...
"Había una vez una chica aventurera que se marchó de su hogar en el campo a temprana edad para buscar el amor de su vida; lo encontró y pronto formó una familia con un apuesto alfa de ciudad. Quedó en cinta prontamente, pero la desgracia se fijó en ella y la vida le arrebató a su esposo y a su pequeño recién nacido...
Muy lejos de allí, un muchacho tranquilo hacía su vida junto a su novio de la infancia, pero un día descubrió que el omega en el que confiaba lo engañaba y su mundo se derrumbó. Cierto día, un barco llegó cargado de pasajeros desde una ciudad distante, él buscaba ganarse el pan cargando los equipajes de quien quisiera pagarle con algunas monedas, y entonces la vio, la tierna omega que descendía de aquel barco cautivó su corazón; se acercó presuroso y cuando la tuvo de frente se sintió enloquecer, ella también reaccionó y supo entonces, sin necesidad de palabras y solo a través del instinto, que él era su pareja destinada, aquella que estuvo buscando desde un principio.
Y entonces juntos sanaron las heridas del otro, porque ellos eran un solo corazón..."
―No quiero oír esas idioteces que le dicen a los cachorros para que puedan dormir. ―interrumpió y se tapó con las sábanas molesto, se sentía incómodo porque aquello desviaba su atención al recuerdo de los níveos cabellos y piel pálida del omega de aroma afrutado y floral.
―Escucha Yu, fuera de que trabaje en emergencias, mi especialidad siempre ha sido el estudio del efecto de las feromonas y hormonas en el cuerpo de alfas y omegas, es un beneficio que me ayuda a completar con eficacia mi atención en el área de quemados y trauma.
―Ve al grano, tengo sueño. ―mintió, el sueño estaba lejos de visitarlo esa noche, pero el calor de sus mejillas por la traición de sus pensamientos era algo que no dejaría que nadie viera.
―Eso que pasó allá abajo antes, no es común, no digo que sea malo, pero ¿Al menos si entiendes lo que les pasó a ti y a Walker? ―el silencio que recibió en respuesta le daba seguridad de que tenía toda la atención del contrario y que además estaba ansioso por saber que tenía que decir, lo podía oler en sus feromonas―. No quiero sacar conclusiones apresuradas, pero estoy seguro de que él reaccionó a ti, y tú también lo hiciste, sus instintos se llaman entre sí, se atraen, y no lo pueden evitar...
―Cállate, eso es absurdo. Ya lárgate y déjame dormir de una vez.
―Bien, no insistiré, pero ya te advertí ―asintió al tiempo que se levantaba de la cama―. Por cierto, te traje pastel.
―No quiero. ―respondió tosco, rogando al cielo que Komui se fuera pronto.
―Bueno, es una lástima que ese chico tan lindo se tomara la molestia de hornearte ese pastel con tan poca azúcar como regalo de cumpleaños si tú ni siquiera lo piensas probar... Pues bien, me lo comeré yo.
―Déjalo, no dije que pudieras comértelo... s-se lo daré a los pájaros en la clínica mañana. ―pronunció bajo, casi en un susurro.
¿Había titubeado en serio? ¿Yu Kanda acaba de tartamudear?
Komui salió con una media sonrisa y un buen presentimiento, listo para volver a su apartamento, y tan pronto la puerta tras de sí se cerró pudo oír perfectamente como Yu le echaba llave al picaporte. El nipón sentía ansias, ¿Un pastel hecho especialmente para él por un omega tan lindo?
Se golpeó mentalmente, ¿desde cuándo las palabras pastel y lindo estaban en su vocabulario? Si algo le había afectado el encuentro con Allen de seguro eran sus neuronas que no estaban funcionando a cabalidad. Miró el trozo de masa y chocolate con una mueca torcida, luego recordó las joyas amatistas en el precioso omega cuando lo traía en brazos desde la cocina con una sonrisa tímida, estaba seguro de que era el mismo de sus sueños, ese que lo llamaba pidiendo que lo encuentre. Tomó el tenedor y separó un pequeño trozo para llevárselo a la boca, dudó un poco antes de introducirlo, pero al final lo hizo. El torbellino de sabor en su paladar lo capturó, el chocolate hacía lo suyo con él, pero no estaba tan dulce como creyó, y algo lo dictaba a seguir probando. No pegó ojo en toda la maldita noche, el trozo de pastel no solo era bajo en azúcar, también tenía café, y eso, además de no poder sacar de sus pensamientos al albino, contrastaron con el impulso de su alfa interno por mantenerlo alborotado y con los músculos tensos. Sus colmillos no dejaron de molestar hasta que salió el sol y el chico inglés se marchó.
¿Qué mierda le pasaba?
Pasaron dos días más luego del incidente en el cumpleaños del nipón, venía de regreso de la universidad y caminó derechito a su casa, Miranda ya se había recuperado y le brindó por el esfuerzo extra una semana de descanso paga, sin duda era el tipo de jefa que todo mundo desea, más sin embargo eso no era algo que le entusiasmara, solo significaba tener que ayudar en la pastelería si quería comer el delicioso plato de soba que Jerry prepara para él como agradecimiento por el apoyo adicional.
Entró a su casa para dejar los libros en su habitación, se cambió y acto seguido bajó para encontrarse con el bullicio común por las vacaciones de verano, con colegiales repartidos en varias mesas hablando excesivamente alto para su gusto. Se fue de largo a la cocina y un olor en particular acarició sus fosas nasales suavemente.
Era Allen, el lindo omega albino, con delantal y lleno de harina de pies a cabeza. ― "Todo un desastre" ―río burlón en sus pensamientos.
―Pareces muñeco de nieve, moyashi. ―bufó con tono de burla para ocultar la sorpresa y la emoción detrás de sus palabras, fue cuando notó el cambio de ambiente y en sus propias acciones, estaba tanteando terreno con el chiquillo, aunque no sabía por qué lo hacía.
― ¡Que es Allen, Bakanda! ―exclamó con las manos harinosas hechas puño, intentando ignorar los nervios y la vergüenza que le carcomía, pero se quedó tieso de improvisto, recordando las reacciones comunes de los alfas agresivos ―que para él, eso era Yu Kanda―, temiendo que su arrebato provocara un altercado entre ambos. Ya era suficiente el extraño abrazo del otro día y como su corazón latía desbocado cuando aquello pasó. Igual que ahora.
― ¿Cómo me llamaste enano?
Oh no, eso sí que no, con su tamaño nadie se mete.
― ¿Ahora eres sordo? ¿O la inteligencia se te quedó en el casillero de la universidad?
Iba a arder Troya, o la cocina más bien.
Yu miró con ojos coléricos al omega que hacía un mohín en respuesta mientras se cruzaba de brazos, sus miradas chocaban como si echaran chispas, y quien los viera seguro les echaría agua, porque en realidad las cosas se estaban calentando... en el mal sentido.
Allen tenía mucho que hacer para lidiar con el alfa a su parecer bipolar, antes lo había encontrado atractivo y hasta amable, pero eso era historia de otro libro ahora, el chico antipático frente a él debía ser la verdadera cara de la moneda, y rechistando molesto por tener que quedarse ahí por fuerza ya que estaba trabajando, se dio media vuelta para darle la espalda y sacar unas magdalenas del horno, ignorando el enojo del alfa que se podía respirar en el aire y controlando lo mejor posible sus impulsos de omega que le dictaban temer al alfa y disculparse.
Yu hizo igual, se acercó al extremo contrario pasando de Jerry ―que no había querido opinar por temor a las acciones de Yu―, donde estaban los lavabos para empezar a bajar la torre de utensilios ya usados, deseando partirle la cara al omega y aguantándose por una razón que el mismo ignoraba, pero que no lo dejaba proceder a la violencia para con el albino. ― "¿Pareja destinada? ¡y una mierda!" ―pensó.
Ese enano revoltoso no podía ser su pareja destinada ¡No lo aceptaba! ¡Primero se volvería amable antes de caer en las redes de una relación con ese brote de habas, cabello de anciano!
Ninguno de los dos se volvió a dirigir la palabra después de eso, y con el trabajo aceptado por Allen, eso ocurriría cada día de sus vidas...
Sería una larga, larga semana libre.
Holis holis queridísimos lectores ¡volví de entre los muertos! pero traje capítulo nuevo, nueva firma digital, un precioso booktrailer para ustedes, espero todo les haya gustado...
Al fin... huele a Yullen. Pero vamos con calmita, no puedo juntarlos y ya... bueno si puedo pero así no funciona la vida real... ejem, bien, de ahora en más veremos más de este par, se vienen los conflictos, ¿olvidaron a Tyki? No lo pierdan de vista.
No diré mucho más, espero puedan ajustarse al nuevo horario, nos vemos en aproximadamente quince días. ¡Los quiero de gratis!
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