Capitulo 35
Una correspondencia anónima.
"¿Qué desafortunado pudo escribir semejante desvarío? Podría ser...dudo mucho que sea tan idiota como para mandar esta estupidez". Lejos de aquel supersticioso pensamiento sus manos sostienen con notoria fuerza aquel débil papel cuyo destino fue interceptado por él.
Un ser tricolor que ve con desprecio cada párrafo de aquella errada misiva, cada palabra, cada sentimiento impreso alimentaba las llamas de su furia. Parecía no haber sido del todo claro con él, pareciera que su intimidante presencia no tenía aquel efecto en el bicolor, en su cabeza un enorme lío se ha formado lleno de emociones explosivas ha tomado aquel papel y lo ha esdrujado con todas sus fuerzas, lo que alguna vez fue una limpia superficie que relataba los sentimientos impresos de alguien más ahora no eran más que sólo letras apenas legibles en un papel arrugado y con bordes quebrados. Sólo una mueca de disgusto se ha formado en su rostro conforme ejercía fuerza sobre el puño que apretaba la superficie de la hoja.
-Nadie ha de enterarse de semejante bajeza tuya, sobretodo ella pero supongo que insistiras.-hizo un pequeño y espeluznante soliloquio posando su fija mirada en su escritorio y pensando en las palabras que redactaria para su malévolo fin.-ha de encantarle saber que tu sentir es una burda mentira, mentiras ponzoñosas que alimentan algo que sólo ella siente y tu desconoces.-con su diestra tomó el lapicero de tinta azul que había a un costado del escritorio y sobre una superficie blanca empezó a escribir cuán verdades salían de su corazón marchito, tanto desasosiego, tanta frustración e irá se camuflaban perfectamente con las dulces palabras que escribe, en aquellos tiernos párrafos que manifiestan la verdad más cruda sin ser tan desalmado.
Los últimos dos párrafo de aquella misiva son dagas que van directo al corazón de quien la recibirá, son tan crudas e inhumanas por la falta de tacto que se emplean en ellas para tocar un tema tan delicado y a su vez cuestionar su decisión de estar en compañía de quien quizá la utiliza. Es una verdad.
-Veremos si la farsa aún sigue en pie maldita escoria inmoral.-escupió con odio antes de firmar a nombre ajeno dicha misiva. Se sentia tan bien, tan completo, tan feliz.
No midió las consecuencias de sus crudas e indolentes palabras, jamás pasó por su cabeza el peso que las mismas podrían tener sobre la persona que las leyera. Tanto absurdo, tanto odio y desprecio plasmadas en párrafos ponzoñosos con el fin de causar daño... ¿Quién merecía semejante maltrato verbal? ¿Quién sería la víctima de tan "dichosa" misiva?.
Ríe en silencio como un completo maníaco en la soledad absurda de su habitación, dejando ver aquel rostro maligno que sus más cercanos han visto en el peor de los escenarios, una "espantosa" herencia que sólo dos de su amplia familia poseen. Momentos ambiguos cruzan por su mente, en aquel diluvio dentro de su caótica cabeza revive emociones sepultadas, escenarios que quiere olvidar y palabras que no desea escuchar resuenan en su espacio mental perturbandolo.
Al releer sus palabras hay constancias del daño emocional sufrido que se siguen manifestando de manera inconsciente, palabras que simbolizan la muerte de su infancia aún cuando fue el más querido de todos... ¿Qué palabras podrían ser? Aquel sentimiento que aprisiona su pecho desaparece cuando el susto se desvanece de su rostro dando pasó a un gesto soberbio y aterrador. Unos últimos toques, un bonito empaque y esperar al día siguiente, el mañana era de esos pocos momentos que disfrutaba, el alba en las tierras de su amada no tenía comparación alguna, haber visto tantos en distinto momentos de su vida este era el mas atesorado de sus momentos mas comunes, siendo alguien más en lugar de ser "alguien" entre ellos.
Un sonido peculiar llama su atención, en su desesperación comete un estúpido error, sus desesperadas manos dejan caer al suelo la carta, misma que por las leyes físicas termina debajo del escritorio y no así en el pequeño cajón si había abierto hace poco. Apresurado sale de la habitación y se dirige al origen del sonido, sintiéndose decepcionado al ver la presencia de alguien a quien no esperaba.
-¿Sucede algo?.-preguntó el joven muchacho bicolor con un claro gesto de confusión e incomodidad por la mirada ajena.
-En absoluto, haz lo que tengas que hacer, pero cuando decidas marcharte hazlo en silencio por favor.-dijo serio dándole la espalda mientras procedía a regresar a su habitación.
El paceño se encogió de hombros y siguió con su cometido. Por otra parte el ruso pactaba una cita para conversar con alguien en particular, tenía que relajarse de alguna manera y a su vez cumplir con sus deberes pero antes debia hacer una pequeña parada en tierras milenarias para una pequeña conversación y averiguar un poco más acerca de aquel inmundo que osaba declarar sus despreciables sentimientos a su amada. ¿Acaso no cabía en su cabeza que ella ya estaba fuera de su alcance? ¿Acaso Egipto no era suficiente para él?.
Retomando su teléfono redactó un correo solicitando una pequeña entrevista con la egipcia, solicitud que no tardo en ser respondida de la manera en la que el esperaba. Todo estaba pactado y mañana sería el día en el que el Infierno se desataria contra Israel por tales estupideces arrastradas desde su llegada. De momento de darle una importante lección de vida a ese muchacho, una lección que nunca olvidaría porque estaría plasmado sobre su corazón como una triste y cruda experiencia.
Que mas daba su muerte, al estar en constante conflicto fácilmente podía ser sustituido, todos pueden serlo. Su memoria es forjada pero parte de sus experiencias son propias, sólo el 15% de sus vidas les pertenecen...el resto es memoria y experiencia colectiva otorgada como herencia fluctuante.
-Todo volverá al lugar que pertenece, todo volvera a ser como antes...-musito antes de recibir una llamada de alguien especial.-He esperado tanto tu llamada y la dulce melodía de tu voz...-comentó seductoramente dibujando una lasciva sonrisa en su rostro, prosiguiendo con una conversación lujuriosa y profana.
Su descuido resultaría un plan maestro para el fin de algo que nunca debió existir. Nadie ha de saber que es lo que realmente tenía impreso aquella carta tan sólo él es quien lo sabe y jamás lo revelara. ¡Jamás!
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