Capítulo 2.
Estaba simplemente de pie, viendole. Tratando de mover mi cuerpo para acercarme y brindarle mi ayuda. Nuestras miradas se encontraron y sentí un escalofrío recorrer mi espalda, cosas muy extrañas me estaban sucediendo en esos momentos.
Solté un suspiro para después sacudir ligeramente mi cabeza para despejarla, comenzando a acercarme, él inmediatamente retrocedió, asustado y sentí como mi pecho se estrujó por ello.
—Tranquilo, no voy a hacerte daño. —le dije sutilmente, acercandome un poco más mientras comenzaba a agacharme para quedar a su altura. Él retrocedio todavía más, pegandose a una esquina, llevando sus brazos y piernas espozadas hacia su torso, queriendo protegerse. Me detuve y no me acerqué más, tenía que pensar en algo para que confiase en mí y no provocarle más miedo del que ya tenía. Regresé mi vista a él y lo examiné de manera más detallada.
Definitivamente era un Jotun, su piel azulada junto con aquellas marcas caracteristicas que sólo esa raza poseé dejaban en claro que era uno, además de esos cuernos... más sin embargo, su tamaño no coincidia en lo absoluto con ellos. Se sabe que la raza Jotun son gigantes, midiendo más de tres metros, pero él... él era demasiado pequeño, a simple vista podía decir que era mucho más bajo que yo.
Las condiciones en las cuales se encontraba eran horribles. Su cuerpo estaba lleno de suciedad, las ropas que llevaba parecían que habían sido desgarradas dejando practicamente su torso descubierto, lo extraño era que llevaba joyas puestas tanto en sus brazos, piernas, cuello y sus cuernos, es posible que fuera para hacerlo lucir más llamativo a donde sea que lo hubiesen llevado durante todo este tiempo. Apreté mis puños, no queriendo pensar en todo lo horrible que ha de haber vivido, más sin embargo me fue inevitable ya que además de todos esos detalles, lo peor solo comenzaba a notarse más conforme más lo analizaba. Su cuerpo estaba lleno con múltiples cortes, heridas, marcas de sangre, y su rostro... éste se notaba que había sido golpeado. Ahora mismo deseaba salir para buscar a todos aquellos que le hicieron eso.
Regresé mi vista a su rostro y de nuevo nuestras miradas hicieron contacto, ahora pude notar mejor que su mirada además de estar llena de miedo, también había mucha tristeza y dolor en ella. Estaba prácticamente apagada, sin ningún tipo de brillo o felicidad. Sentí un nudo en mi garganta. Retiré mi ojos de él, definitivamente tenía que llevarlo conmigo, así que actué de inmediato. Me levanté de mi sitio, tomé la manta y volví a colocarla sobre la jaula. Iba a ser dificíl hacerle salir de ahí mientras nos mantuviesemos en la cueva, quería ganarme un poco su confianza para demostrarle que no iba a lastimarle y lo único que quería era protegerle y cuidarle. Amarré mi Mjölnir a mi pantalón para así tener las manos completamente libres y hacer lo que tenía planeado.
Rodeé la jaula con mis brazos hasta donde pude y la levanté de su sitio lentamente para entonces dirigirme fuera de la cueva, dando pequeños pasos para no tropezar y caer. Cuando finalmente estuve fuera de ella caminé un poco más hasta alejarme completamente de ese sitio. Dejé la jaula con cuidado en el suelo, preguntandome si él se encontraría bien ya que, en ningún momento detecté algún movimiento o alteración en él, la jaula se mantuvo quieta desde que la tomé en la cueva. Necesitaba comprobar su estado, solo esperaba que no se encontrara aún más asustado...
Deslicé la manta y una vez estuvo ésta en el suelo, le observé. Él se encontraba ahora con sus rodillas en su pecho abrazandolas con los ojos cerrados fuertemente, temblando.
No pude evitar sentir como mi pecho se oprimía por ello.
Quería protegerlo.
Me acerqué solo un poco, para que pudiese escuharme mejor.
—Tranquilo, no te voy a hacer ningún daño. Tenía que sacarte de ese sitio y mi intención no era asustarte en ningún momento, lo lamento. —mencioné —Abre tus ojos, ya estás a salvo —traté de que mi voz fuese lo más suave y sutil posible. Él al esucharme, abrió lentamente sus ojos, mirando hacia arriba y después hacia sus lados un tanto desconcertado. —Ahora si me permites, dejame sacarte de esa jaula, no hay razón ni nunca la hubo para que estés en una. —Me miró un tanto con sorpresa y yo le dediqué una media sonrisa. —Bien, espero no me temas más por lo que voy a hacer pero es la única manera de hacerlo ya que, esta jaula es mucho más dura que las demás. Sólo quedate donde estás y no te muevas. —Él simplenmente permaneció en su sitio mirandome y asintió. Tomé mi Mjölnir y me posicioné en la puerta de la jaula para así darle unos fuertes golpes a ésta, destruyendo el gran candado que tenía junto con parte de la puerta. Volví a colocar mi Mjölnir en mi pantalón y a retirar los pedazos de hierro y metal para poder abrir la jaula. —Listo, ahora puedes salir de aquí —le sonreí, tratando de darle la mayor confianza posible. Él simplemente se dedicaba a mirarme, como si no pudiese creer que por fin era libre.
Pasaron algunos segundos que después se conviertieron en minutos... Tal vez en verdad le era dificíl creer que ya no debía estar ahí. Que la libertad la cual le habían arrebatado hace tiempo, al fin le era devuelta. Después de minutos transcurridos, comenzó a levantarse poco a poco con algo de dificultad hasta quedar de pie por completo. Miró a su alrededor y después a mi para entonces caminar hacia la salida. Verlo ahora así, de esa manera me hacia preguntarme de nuevo, qué era él en verdad. Su estatura era demasiado pequeña, más de lo que creí, sin embargo... algo me había quedado perfectamente claro desde el primer segundo en que le vi.
Era hermoso.
Cuando por fin estuvo fuera de la jaula, trató de dar un paso más pero al parecer sus piernas le fallaron, haciendo que fuera directo al suelo sin embargo, rapidamente me acerqué a él, tomandolé del torso para evitar su caída. Al sentir el contacto de su desnuda y fría piel en la mía, de nuevo sentí un remolino de emociones recorrerme. Esto cada vez me hacia preguntarme qué estaba sucediendo conmigo... ¿Tal vez, la batalla me había dejado algún daño? No lo sabía, pero ahora no era el momento de pensar en ello.
Con cuidado le puse de nuevo de pie para después quitarme la capa que traía y ponerla al rededor de sus hombros, él se sorprendió por mi acción y yo le dedique de nuevo una sonrisa.
—Al parecer te encuentras muy debil, es posible que te cueste caminar y llegar a donde debemos, así que, si me disculpas, haré esto para que sea más fácil todo —me miró confundido y en ese instante me posicioné detrás de él tomandolé del torso y piernas, cargandolo al estilo damisela. Él soltó un leve sonido de sorpresa. —A esto me refería, perdoname por ello, pero es mejor apresurarnos y que traten tus heridas, además de retirar esas esposas de tus pies y manos —ahora que lo tenía de esta manera entre mis brazos, una sensación de bienestar me inundó por completo, nuestras miradas se volvieron a cruzar y conectar, ahora me era dificíl quitar la mía de él y esos ojos rojizos que me tenían hipnotizado.
—¡Majestad! —la voz de un soldado se hizo presente, rompiendo así ese momento. Volteé mi rostro en dirección a la voz.
—Perdón la tardanza, terminé encontrando a alguien más. —estaba a punto de voltear también mi cuerpo pero una mano en mi pecho me lo impidió junto con una voz, o mejor dicho un susurro que solamente yo pude escuchar.
—Espera... no quiero que me vean.
Mis oídos se inundaron por la voz más hermosa y dulce que jamás había escuchado, trayendo consigo un golpeteo fuerte en mi corazón.
Bajé mi mirada hacia su rostro y él me miraba casi suplicando por ello, no entendía porqué pero haría lo que me había pedido.
—Puedes retirarte y decirle a los demás que me encuentro bien y en unos momentos los alcanzo, antes tengo que hacer algo.
—Como ordene su majestad —dió media vuelta y se fue de allí.
Solté un leve suspiro.
—Espera un poco entonces —le dije para bajarle y ponerlo de nuevo en el suelo de pie. Caminé un poco para tomar la manta que estaba en el piso junto a la jaula y se la entregué, él me devolvió mi capa y se cubrió con la manta lo mejor que pudo. Volteó hacia mi y asintió, dandome a entender que estaba listo. Me acerqué y volví a cargarlo como momentos antes para comenzar a caminar hacia donde se encontraban los demás soldados y poder ir a Asgard. Él se encongió aún más en mis brazos y minutos después sentí como su respiración estaba complentamente tranquila, percatandome de que se había quedado dormido.
Sonreí por ello.
Era hora de volver a casa.
¡Hola!
Un gusto, espero que esta historia esté siendo de su agrado, me alegraría mucho saber si es así.
Nos leemos en el próximo capítulo.
Me disculpo si encuentran faltas de ortografía o incoherencia en los capítulos.
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