"ᴅɪᴀ 5: ɴᴀʀᴀɴᴊᴀ"


En uno de mis primeros días de instituto, concretamente en clase de castellano, se nos había enviado un ejercicio que consistía en cambiar el género de las palabras, si es que se podía.

Por ejemplo, a la palabra "amigo" podrías cambiarle el género y decir "amiga", pero a la palabra "mesa" no, pues obviamente  un mueble no tiene versión masculina.

Tras terminar el ejercicio, debíamos ir a la mesa de la profesora para que ella lo corrigiera y nos dijese si lo habíamos hecho bien.

Como de costumbre, fui la primera a llegar allí, ya que el ejercicio era simple y pude terminarlo rápidamente. Vi a la maestra poner un tic verde al lado de cada pareja de palabras correcta.

Hermana —> hermano

Listo —> lista

Botella —> no puede cambiarse de género

Abuelo —> abuela

Hasta llegar a una de las últimas, la cual fue señalada por la profesora.

Naranja —> no puede cambiarse de género

—Pero la palabra 'naranjo' existe— dijo la mujer, sin poner el tic al lado de la palabra, como si fuera incorrecto

—Si— respondí, lo que ella decía era cierto. 

La palabra existía, pero yo no la había escrito porque no era el masculino de naranja, y era eso lo que el ejercicio pedía.

 —Entonces deberías haber escrito eso, ¿no?— preguntó ella.

—¿Por qué?— le pregunté, confusa.

—¡Porque naranjo es el árbol!— me respondió, en un tono que no logré identificar qué significaba.

—...¿que? 

Ella se golpeó burlonamente la cabeza con el boli.

Me agobié inmediatamente por la idea de haber hecho algo mal, y más todavía si en mi cabeza era correcto, y se veía tan fácil. 

Como siempre, la necesidad de justificarme entró en mi mente arrolladoramente.

—Ya sé que esa palabra existe, pero no es el masculino de naranja, y eso es lo que pide el ejercicio. Es un árbol, no el masculino de una fruta —comencé a decirle a la profesora, hablando muy rápido,  subiendo cada vez mi tono de voz por el estrés— ¡Son dos cosas diferentes! ¡UNA FRUTA NO SE PUEDE CAMBIAR DE GÉNERO, TAMPOCO AL COLOR LLAMADO ASÍ! ¡¡NO TIENE SENTIDO!!

Casi sin darme cuenta comencé a gritarle a la profesora, agobiada, hasta que la persona que esperaba detrás de mí me agarró del brazo.

—Moni —me dijo. No la vi, pero reconocí la voz, era un amigo— Está bien, Moni. La profesora lo decía de broma

Me giré para mirarlo un momento, confusa y estresada, y después volví a mirar a la profesora, que me entregaba la libreta, y ya había corregido el ejercicio. 

Todo estaba marcado como bien hecho.

—Qué en serio te tomas todo...— dijo la mujer por lo bajo, mirándome con otra expresión que no supe identificar, como si esa no fuera la reacción que esperaba de mí.

Y así fue.

Identificar las bromas nunca ha sido mi fuerte, me gusta poner este ejemplo. 

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