🎄Ɗí́ɑ ³🎄
Las campanas de la iglesia anunciaban que otra hora había pasado. Félix se veía en el espejo y no podía creer lo que este reflejaba. El conjunto que le dio Hyunjin le quedaba un poco grande, pero se veía muy bien en el.
Era tan suave y acogedor, por lo que no tenía ganas de quitárselo, todo el año podía estar así. Nunca antes se había sentido tan cómodo, usualmente su ropa permitía que el frío lo abrumase.
Volteó inmediatamente cuando vio que Hyunjin entraba perfectamente vestido a la habitación. Cuando sus ojos se encontraron se quedaron observándose por unos minutos.
El pelinegro no podía creer que el pequeño castaño se viera tan bonito, sintió una extraña sensación nacer en su interior.
Cuando escuchó que lo llamaban para cenar, a pasos lentos fue en la dirección de Félix, tomó su mano y con una sonrisa salieron de la habitación.
— ¿A dónde vamos? — Preguntó curioso.
— Es hora de comer — Respondió.
Al escuchar esa oración, su interior saltó de alegría, e inconscientemente su estómago rugió, detonando su hambre.
Cuando llegaron al gran comedor los ojos de Félix se abrieron todo lo que podían. No había simplemente una comida, toda la mesa tenía diferentes guarniciones a elegir. Sin poderlo evitar soltó la mano del pelinegro y avanzó hasta llegar al frente de todos los platillos. La señora encargada de cuidar a Hyunjin vio la escena anonadada. No sabía que tenían un invitado, tampoco tenía noción de quien era ese niño.
El pelinegro fue al encuentro de Félix y poniéndole detrás suyo dijo:
— Es... — Pensó un segundo en la palabra adecuada —. Mío.
— ¿A qué te refieres con eso Hyunjin? — Preguntó inquisitiva.
— Decidí que yo lo cuidaré, ahora es mío — Explicó sonriendo para evitar ponerse nervioso.
— ¿Sus padres dónde están?
El pequeño castaño salió de su escondite y parándose firmemente respondió:
— No... Tengo padres, pero Hyunjin me ayudó — Murmuró tímido —. Por favor no lo castigue — Suplicó.
La mujer no pudo decir nada, la pequeña explicación del menor le había enternecido el corazón. Dio la orden de poner un plato más en la mesa e indicó que ambos niños se sentaran.
— ¿Vas... A cuidarme? — Preguntó el pequeño castaño.
— Sí — Respondió efusivamente —. Lo decidí hoy. Ya que no tienes papás yo seré el tuyo.
Una de las mucamas al escuchar lo último, no pudo evitar sonreír. Sirvió a cada uno un vaso de jugo de manzana y dijo:
— Pequeño Hyunjin, tú no puedes ser su padre.
— ¿Por qué no? — Preguntó ladeando la cabeza.
— Eres muy pequeño aún — Sonrió enternecida.
— Pero quiero que se quede conmigo — Bajó la cabeza —. No tiene una casa — Hizo un puchero pronunciado, alertando a la mucama, quien reconoció inmediatamente su intención de hacer una pataleta.
— Hyunjin... — Musitó el más bajo —. Yo estaré bien...
Sin embargo el mencionado no lo creía cierto, sabía que Félix no tenía un hogar y cuando saliera de su residencia, estaría vulnerable ante todos los peligros de afuera. No quería verlo sufrir, ahora era su amigo, su primer amigo.
— Preguntaré a mamá y papá y podrás quedarte — Explicó con una sonrisa.
— ¿Tú...crees que eso suceda? — Preguntó
— ¡Sí! Los convenceré.
Los padres del pelinegro, no llegaban hasta la noche buena. Hyunjin tendría un poco de tiempo para preparar el discurso que les iba a decir. Félix sonrió y ambos comenzaron a comer, tardaron bastante, porque cuando el pequeño castaño terminó, el mayor pidió otro plato, sabía que Félix tenía hambre y se encargaría que su estomaguito se encontrara lleno, antes de dormir.
Hyunjin propuso jugar en su habitación y por esa razón, los dos menores subieron rápidamente. Al volver a inspeccionarla, Félix notó que tenía una televisión. Se sacó su gran chamarra y fue a observarla más de cerca
Vio que también habían unas cajitas organizadas a un lado. "El Cascanueces" Es el primer título que alcanzó a leer, no asistía al colegio, pero una señora que conoció hace mucho le enseñó a hacerlo, lamentablemente esta había muerto hace un mes.
— ¿Quieres ver una película? — Preguntó el pelinegro.
Cuando vio que Félix asintió estando de acuerdo, dejó sus juguetes de lado y fue a prender el aparato. Colocó la película que el más bajo señalaba y se escondió en su armario.
Félix se quedó mirando el gran mueble y no entendió porque el más alto se metió ahí. Dio unos pasos para acercarse y la puerta se abrió. Todas sus dudas se fueron al notar a Hyunjin con lo que parecía ser un pijama.
— Así es mejor — Sonrió —. Elige el que te guste — Señaló —. Yo iré por más comida.
Y sin decir nada más abandonó el cuarto. El pequeño castaño ya comenzaba a conocer más la personalidad del pelinegro, cumpliendo con lo que previamente dijo, se puso a buscar algo para cambiarse.
Cuando Hyunjin volvió traía en sus manos una bandeja que contenía dos tazas de leche y galletas. Las puso sobre la mesita de noche y desatendió su cama para meterse dentro. El contrario lo observaba y palmeando un lugar vacío al lado suyo, indicó que se metiera también.
— Hace frío, entra.
Félix un poco nervioso retiró las mantas y se puso a su lado. Inmediatamente pudo sentir la suavidad del colchón y sonrió cerrando sus ojitos.
— Que bonito sonríes — Alagó el mayor.
Félix lo miró con las mejillas teñidas de un leve color rojizo y el contrario inició el filme.
Ambos niños veían expectantes cada escena, mientras iban terminando el plato de galletas. Y sin saber en que momento sus ojos comenzaron a pesar, indicando que el sueño invadía sus cuerpos.
Inconscientemente se acurrucaron el uno cerca del otro y así cayeron a los brazos de Morfeo.
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