ꕥPoliésterꕥ

Heather-Conan Gray

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Todo empezó en diciembre, el frío y blanco diciembre que acaricia su rostro con impolutos copos de nieve, aquellos que se impregnan en su piel tiernamente. Es casi solitario, su corazón está de aquella forma, y sus ojitos de dulce arcoiris se cristalizan en líquido amargo. No puede llorar (aunque tenga un mar en los ojos) y está bien con eso, está maldito y lo acepta.

Porque su vida aflora como un circo hórrido por sus padres (siempre son sus padres quienes lo lastiman), es mamá pidiendo que finja y papá con el ceño fruncido y la mano en alto, amenazando golpear sus mejillas rosadas de niño, por negarse a escuchar a personas pecaminosas que le ruegan perdón. Luego sigue el trato anormal que tienen por él, porque lo adoran, y su mente se corrompe, y empieza a engañar, a enaltecerse...a pudrirse.

Porque una vez más, es Dōma, el pequeño y roto Dōma, que acepta marchitarse por manos de sus padres, mientras lágrimas se deslizan lentamente, y no quiere ver, se niega a ver los ojos crueles de los seres que le dieron la vida, y que con facilidad, parece que se la arrebatan.

Mas todo culminó ese día, un día blanco y gélido, ya que él niño enaltecido como santo y flor pura ya no quiso sentirse así nunca más. Su padre lo golpea, su madre no lo detiene.

Nadie lo defiende (y Dōma no tiene más fuerza que caer)

Ahora sus mejillas pintadas en carmín intenso por los golpes arden, pero sus ojitos de cristal tornasol parecen superar el dolor, y derrama con facilidad lo que se negaba a dejar. Así que puede llorar (los ángeles rotos pueden hacerlo)

Entonces se topa con alguien, y con rubor ante aquello su carita se sorprende y voltea para disculparse. La chiquilla que tiene frente suyo es pequeñita, frágil y bonita, parece la mariposa teñida en purpurina que lo acompañaba cuando su padre lo encerraba en el sótano sin comer.

-Lo siento mucho- murmura dulce, recogiendo la bolsa de la fémina, quien lo mira con amabilidad y sonríe de la misma forma, arrodillándose en la nieve.

-No te preocupes, también fue mi culpa- pronuncia suavemente, mientras mira el rostro del chico y suspira ante ello -Oye ¿no tienes una prenda más abrigadora? Con este clima te resfriarás- añade ella, la chica de fino cuerpo, haciendo que el excéntrico rubio sonría apenado y acaricie su cuello ante tal dato.

-Yo no pensé salir....

-Tus mejillas están rojas- murmura la contraria, tocando su lastimada piel, y el chico no puede evitar soltar un quejido ante aquello. Entonces los ojitos de linda noche se sumen en la compasión, y a Dōma le sorprende aquel gesto, perfora su pecho y parece querer gritar.

-Está bien- menciona repentinamente la contraria, sin más y con gracia, y la carita del chico parece confundida ante sus palabras. La más pequeña busca en su bolso, y delicadamente saca una prenda, es larga y cálida, de color morado entero, y se lo pone con cuidado al cuerpo helado del rubio.

-Yo sé que es de chica, pero no se nota, además, este color lo he visto usado por muchos chicos, así que no te molestarán- alega dulce, acomodando mejor la prenda en él, quien sonríe ante aquello

(porque hubiese querido tanto que su madre lo protegiera con su calidez, quizás que lo bese y acaricie)

«Pero mamá no es tan bonita como ella» piensa tímido, mientras las manitas de la chica se juntan, y una sonrisa pinta sus labios de dulce cerezo.

-Cuando nos volvamos a encontrar, tendrás que devolverme mi suéter, hasta entonces, adiós- habla con gracia teñida en dulzura, como si fuese algo palpable para aquel que siente la calidez de la prenda.

Dōma sonríe triste, y solo suspira ante la chica -Gracias por ayudarme- libera de su boca gélida, y ve el cuerpo de la niña de frío color andar, no mira atrás, pero el pecho de Dōma no puede dejar de palpitar.

~Ah...y entonces como si realmente vieras mi futuro, nos volvimos a encontrar, tú más linda que la noche y luna, yo un poquito menos marchito...tu mirada sobre la mía, tu diminuta sonrisa, tengo tu suéter, lo recibiste feliz.

Mi pecho palpita, es frenético, es mágico en mi cuerpo. Aleteas como mariposa, te posas en flores y sonríes ante todo. Quizás si te hubiese conocido antes...no te alejarías de mí.

Linda y bella Shinobu, dulce consuelo, efímero sentimiento~

Ahora las hojas cambian de color, son naranjas, algunas amarillas (otras están secas, pero no le importa) son cálidas al fin de cuentas, y recuerda que es lo contrario a ella, a la pequeña Shinobu, pero le encanta el otoño, todo es más bonito, todo muere y florece, así que está bien.

Pero su corazón le duele, quizás porque sigue marchito, o quizás porque el culpable es ese chico. Uno que lleva el mar en los ojos, que parece no sentir nada cuando en realidad lo siente todo. Lleva coleta, es excéntrico ante las féminas, porque es verdad que Tomioka Giyuu es un joven apuesto, con el océano en el pecho y sonrisa suave cual arrollo de río.

Pero es que Dōma no quiere a Tomioka, le odia un poco en realidad, pero es que quien no lo odia, quien parece amarle es Shinobu (su bella y etérea mariposa)

¿Cómo se supone que te besaré mientras piensas en alguien más?

¿Cómo besarás tú los labios de alguien más?

En el campo de verde césped, con rocío decorando sus puntas, la visualiza bella, esperando a alguien que no es él.

Ya no está bien.

-Shinobu-chan- murmura con mello en su corazón y ojitos lastimados, su pecho palpita, no van al mismo compás, quizás hasta...

-Tomioka-san, oye, Tomioka-san ¿me escuchas?- juguetea con gracia ella, tomando su brazo y riendo ante la cara de él.

-Dime, Kochou- responde con dulzura, haciendo que la pequeña ladee su cabeza y la acurruque en el hombro de él.

-Es otoño, y aún así el frío se siente, yo me quedaré un poco tarde y...

-Puedo esperarte si deseas- habla él, haciendo que la niña de blanca piel y sonrisa bonita niegue ante ello.

-No, debes cuidar a los hijos de tu hermana y yo no seré tu distracción- afirma, riendo sutil ante lo olvidadizo que llega a ser aquel chico con quien está abrazada -Estás helado- murmura con el ceño fruncido, y aquello a Dōma lo remonta en el frío diciembre que la conoció -No deberías ser tan descuidado, Tomioka-san, toma- habla dulce, y en sus manos de linda muñeca está aquella prenda, la que le dio a él un tiempo atrás, la que lleva su perfume de gardenias y sentimientos impregnada en ella (sus sentimientos de niño marchito)

-Esto es de mujer- responde Giyuu con gracia al tomar la prenda.

-Sí, pero es mejor que uses esto y no te resfries, puedes enfermar a los niños- alega tierna, viendo como el chico de coleta que la acompaña se la pone.

Dōma frunce el ceño, porque ese suéter es un fragmento de Shinobu y él, de su pasado efímero y bello, donde los copos caen dulcemente y los consumen en frío.

Ese suéter ancho y grande, que le extrañaba que sea de ella por su dimimuto cuerpo pero que es de ella y seguro lo luce linda por las noches.

Ese suéter que lo salvó del dolor y le hizo amarla.

-Entonces me voy, nos vemos mañana- promuncia Giyuu, acariciando su frente y juntando sus labios allí, con calidez y suavidad, mientras las mejillas de Kochou se pintan en carmín dulce y tierno.

Al final, lo que queda es que, Giyuu se va, Shinobu sonríe y Dōma se rompe (invisible)

La niña de las mariposas sale de allí, y cuidadosamente el rubio oculta su cuerpo, porque no quiere que lo odie por escuchar sus conversaciones, incluso si su corazón yace roto.

Shinobu avanza, él va tras de ella, hasta que con gracia la fémina voltea y sonríe amable ante su presencia casi imperceptible.

-Ara...Dōma, no te vi- murmura, y su carita se asombra al verlo acercarse a ella, tomándola delicadamente de sus hombros, mirándola triste y a la vez, forzando la sonrisa que aprendió a dar por ella.

-Aún recuerdo ese diciembre, cuando me salvaste de todas la maneras posibles, aún recuerdo tu sonrisa, tu suéter que emana calidez incluso si no lo llevas puesto.

-Dōma, ¿estás...- sus labios callan, y siente como él acurruca su frente en en el suave espacio de su cuello, mientras la ganas de llorar se reprimen y los ojos ajenos y morados se abren con asombro.

-Le diste tu suéter....y aunque es solo poliester y no signifique mucho para ti, incluso aunque no signifique mucho para él, no sabes lo que significa para mí; y esto que siento en mi pecho, el dolor, juro que nunca lo había visto tan bonito ¿y sabes por qué?- la fémina se queda callada, y sutilmente niega, escuchando la diminuta risa triste del chico que ahora moja sus prendas.

-Porque este dolor me lo ocasionas tú, y todo de ti es completamente bello, así que no me quejo, porque en realidad yo...te amo, Shinobu-chan- susurra dolido, sintiendo como ella se aleja suavemente de él y lo mire con pena, así que no le queda mucho, y toma su rostro con extremo cuidado de no lastimarla.

Sus labios se juntan, no es un beso tosco, mucho menos violento, es suave y son los labios de él los únicos que se mueve dulcemente, hasta que ella no puede más, y un jadeo muy leve sale de su boca bonita, mientras su mirada se enfoca en él y sus ojitos de arcoiris llorando.

-Lo siento, no puedo- es lo único que dice, antes de alejarse rápidamente, abandonándolo con los labios húmedos y con sabor dulce.

-Yo también lo siento, sabes.

༻❀༺

Los días vuelven a morir, deben nacer otros, así que se despide de su otoño roto y saluda al ameno y melancólico invierno, que lo sume en fragancia a gardenias, a ojos de noche linda, a Shinobu y su bella sonrisa.

-Shinobu-chan...debes odiarme por besarte de esa forma- murmura solo, con los ojitos de arcoíris ahora opacos ante el abandono de ella -Si yo hubiese sido menos débil, quizás un poco más lindo que él...quizás me hubieras amado- suspira cansino, acariciando con cariño sus labios, recordando un beso efímero y de otro mundo.

Su puerta suena, y con tan solo abrirla el aire gélido acaricia su cuerpo, no hay nadie, y ríe con gracia ante ello, así que da un paso hacía adelante, pero su pie se topa con algo, es una caja de suave color lavanda.

-Uh...- la toma en sus manos, mira los costados curioso y como no hay nadie, se limita a pasar a su casita cálida.

Ahora observa el objeto que lleva en manos, y lo abre con simpleza y suavidad. Pero es que le duele mucho el corazón con solo mirar.

Sus lágrimas caen con dulzura, es un pequeño río que desborda de sus ojitos tornasol y mojan sus mejillas rosas.

-Shinobu-chan... Tu suéter es solo de poliéster, un material barato y aún así, lo amo tanto, Shinobu-chan.

Se aferra a la prenda de púrpura color que lleva en sus manos, mientras deposita besos en ella y su corazoncito late dolido.

No habrá nada, no lo amará, y está bien con eso, porque en aquel preciso momento, Dōma cree tener un nuevo color favorito, que le da vida y muerte a la vez, con frangancia dulce y trágica (huele amor, eso es)

Ese color de triste poliéster lleva el nombre Shinobu en frente.

La pequeña nota se asoma.

~Lo siento, Dōma~

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¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho! 🌜🌻

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