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- No es un chico malo, sólo quiere ser él mismo.
ㅤㅤLo justificó en su mente, tratando de convencerse de tal idea que fuera cierta. Lavaba los yunomis, mientras esperaba que el té dejará de hervir, todo ya listo en el chabudai para cenar, aunque sería sólo él, ya que Sanemi apenas se lanzó al futón se quedó dormido.
Esperaba no estar paranoico, pensar con la razón y no con el corazón.
Pero... siempre existe un pero; Ese olor a mujer, barata por cierto.
No era la primera vez que ocurría, lo había notado hace bastante tiempo. Había encontrado unas cartas debajo del futón de Sanemi, esto le extrañó bastante, sin embargo, el rompecabezas se armó al ver la escritura.
El sonido del té listo lo sacó de sus espinas, así que agarró la tetera y sirvió a los yunomis. Dejó el hervidor en el centro del chabudai y se sentó sin más en el zabuton.
Comía en silencio, con ese silencio de lástima, lástima así mismo, en creer en un hombre infiel y aún así tener poca valentía para soltarlo.
Tan ensimismado en su estado, que fue sacado por Sanemi apareciendo por atrás para abrazarlo y depositar besos en su cuello. - Uhm, Giyuu ¿Hace cuánto que no lo hacemos? - Insinuó agarrando a Giyuu del mentón, forzandolo a tragar la porción que estaba comiendo.
- Desde que tienes una amante, Shinazugawa. - Forzó cierta distancia, sintió los incómodos besos que Sanemi a la fuerza le depositaba en su cuello.
- ¿Qué? - Dejó de abrazarlo, se alejó de él para recomponer su postura. - ¿Qué mierda, Giyuu? ¿Cómo se te ocurre hacerme una acusación de ese grado? - Explicaba a la defensiva en los momentos que él azabache iba a agregar algo más.
Tomioka repitió la misma acción de recomponer su postura, levantándose del cojín para quedar frente a frente con su novio. - ¿O acaso el orgulloso Sanemi Shinazugawa, ahora gusta del perfume barato de mujerzuela y cartas de mujeres? - Lo encaró molesto, con un toque de decepción que iba para ambas partes; para él mismo y al contrario.
El peliblanco al no saber cómo defenderse, solo ignoró a Giyuu, sin antes empujarlo nuevamente. Se alejó de él para sentarse en el zabuton y empezar a comer la ración de comida.
El azabache lo miraba incrédulo, le gritó su nombre unas cinco veces más insistiendo una respuesta o que intente negar la infidelidad hasta tal grado que él quedará como ridículo al deducir esas cosas. Pero solo logró que Sanemi se levantará tirándole el plato y marchándose del lugar.
Una hora.
Dos horas.
Tres horas.
Cuatro horas.
Cinco horas.
Seis horas.
ㅤㅤSe sentó nuevamente en el engawa, esta vez admirando la bella luna. Ya eran altas horas de las noches y Shinazugawa no aparecía, ya le era costumbre.
Si bien, no había viento como otros días, sentía que le cortaban la cara ante el clima helado, aún así, se mantuvo ahí como si se tratase de un castigo.
Iba a caer dormido, si no fuera que el peliblanco llegó de la forma más ruidosa posible. Giyuu se recompuso rápidamente y se dirigió a donde se encontraba el contrario. - Sanemi, tenemos que hablar.
- Sanemi, no te puedes hacer el idiota.
- ¿Es en serio? ¿Te harás el sordo?
- Creeme, el tema ni para mí es agradable.
- Sanemi, tenemos que hablar - Volvió a mencionar, agarró el brazo de esté, pero solo se soltó de manera violenta y aún sin responder.
- Respondeme, carajo.
- Shinazugawa. - Repitió el nombre unas 6 veces más mientras lo seguía hasta la habitación, dondé Sanemi le cerró en la cara el shoji.
- ¡¿Es en serio?! ¡Sanemi Shinazugawa, por último una respuesta imbécil! ¡Por favor! - Aquello último sonó tan desesperante, suplicando en una mentira para creer a ojos cerrados.
«La razón y el corazón jamás van a ser algo compatibles» Pensó Giyuu mientras se hundía en las espinas crecientes de su relación.
Una rosa necesita más cuidados en invierno, no siempre hay que fiarse de su estado de hibernación donde detienen su crecimiento para soportar los altibajos de temperatura.
ESTE FUE EL CAPÍTULO QUE MÁS ME COSTÓ, Y ESTÁ DE LA MIERDAAA-
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