Capítulo 2: Un bebé llega a casa

Durante las dos siguientes semanas Suho visitó el centro en numerosas ocasiones sin importarle si llegaba algo más tarde a casa. Simplemente quería comprobar que todo iba bien y, en cierto modo, también quería ver cómo Jongdae estaba tomando toda aquella nueva experiencia.

Para alegría suya, bastante bien.

Era un día de primavera, tibio y brumoso. Suho había esperado mucho —si es que se le añadían los meses anteriores a esas dos semanas— para aquel momento y, no iba a negarlo, los nervios consumían cada centímetro de su cuerpo y le agitaban el estómago.

Ese día, por fin, iba a poder llevarse a Jongdae a casa.

Cruzó el semáforo que lo dejaba delante del llamativo y verde jardín que daba la bienvenida a la clínica, esta vez con un agradable aroma a humedad y flores, puesto que había estado lloviendo durante la noche. Nada más entrar por las amplias puertas del edificio, lo primero que vio fue a un feliz Jongdae sentado junto a un pequeño cactus en la mesa de la recepcionista. El chibi era exactamente del mismo tamaño que el cactus, lo que lo hacía ver mucho más pequeño e indefenso a primera vista, sin embargo su emoción y energía demostraban lo contrario. En cuanto le vio entrar este empezó a correr por la mesa intentando llamar su atención aunque realmente no era necesario, Suho sólo tenía ojos para él.

—¡Suho! —chilló con todas sus fuerzas mientras abría sus brazos, esperando que el rubio le cogiese. Aquel gesto hizo reír a la recepcionista, quién le acarició por la espalda y luego me dio un pequeño empujoncito para que se acercase más a su futuro dueño.

El nombrado esbozó una sonrisa al ver la alegría del niño cuando esté notó su presencia. Nunca pensó que causaría algo así en una de esas pequeñitas criaturas.

Sólo habían pasado dos semanas, pero Jongdae trataba a Suho como si fuera la persona más perfecta del mundo, su salvador y héroe. Aquello podía ser gracioso desde su punto de vista, puesto que cuando se conocieron las palabras que salieron de la boca del chibi no fueron las más agradables. Sin embargo, todo había cambiado, y en cada visita que hacía en la que pasaba tiempo con su chibi, comprendió que el pequeño lo único que quería era alguien que le quisiese.

Y no era que en el centro no recibiese cariño y atención, pero no era la clase de amor íntimo que cualquier chibi debía tener con su dueño.

Seokhyun avisaba a Suho de todos los seguimientos y demás datos que podían serle útiles. Aunque había alguna anécdota que no importaba demasiado en el seguimiento, pero al doctor le hizo gracia que Jongdae preguntase siempre antes de irse a dormir si al día siguiente Suho iba a visitarle.

El rubio dejó apoyada en una silla verde su maletín y se acercó de forma tranquila al chibi, quien los esperaba impaciente.

—¿Qué tal has estado? —preguntó mientras recogía al pequeño con sus manos con cuidado, como siempre hacía. Acarició con su pulgar la mejilla de este, ocasionando que el niño cerrase los ojos y se agarrase a su dedo como si fuera un peluche.

Si había una cosa que Suho en esos momentos agradecía, era que Jongdae supiese hablar. Los chibis no sabían hablar: había que enseñarles. Entre todos los montones de reportajes y cortos documentales que había visto, había aprendido que enseñarles a hablar era un proceso arduo en el que la paciencia era una cualidad imprescindible, y él en esos momentos no tenía ni paciencia ni tiempo, así que fue lo mejor, además, era un «padre primerizo», igual a los siguientes chibis si que les enseñaría a hablar desde cero.

Si es que iba a haber algún segundo.

—¡Hoy me voy contigo! ¿¡Verdad!? —preguntó entusiasmado Jongdae, ignorando complemente la pregunta de Suho. Este último iba a decir algo, pero la pequeña boca parecía ser una bomba de preguntas—: ¡Se lo he oído a Seokhyun! ¿Tú casa es grande? ¿Tienes mascota?

«¡Quizá hubiera sido mejor que no supiera hablar...!», pensó, aunque no pudo evitar sonreír al ver el entusiasmo del chico.

~❀~

—¿Estás bien ahí? ¿No tienes frío? —preguntó con cierto tono de preocupación en sus palabras.

Jongdae sacó la cabecita del bolsillo del abrigo de su dueño y miró la escena alrededor suyo. Seokhyun, varias enfermeras y enfermeros, algunos voluntarios que había visto más de una vez y numerosos chibis que podía llamar "amigos" y de los que se iba a despedir fijaban su mirada en él. Sin elevar la mirada —aun algo emocionado por la escena-—asintió y dijo un leve «sí» que por suerte Suho pudo escuchar.

—Pórtate bien Jongdae, ¿vale? Y acuerdate de vez en cuando de nosotros —dijo Seokhyun, y Jongdae volvió a asentir por segunda vez.

Minutos más tarde, el chibi miraba admirado las flores del jardín delantero. Él había salido en alguna ocasión fuera del centro, pero había sido en una caja y casi no había visto nada. Suho de dio cuenta de que Jongdae parecía querer ver todo el jardín en unos pocos segundos, sonriente, se animó a hablar:

—Las flores son bonitas, ¿verdad?

El niño asintió maravillado por la cantidad de flores de colores distintos que había. Y es que en verdad sería extraño encontrar a alguien que negase que las palabras de Suho eran ciertas: recién llegada la primavera, las flores más madrugadoras empezaban a colorear el jardín con las diferentes tonalidades y texturas. Al fondo, un robusto cerezo presumía de sus delicadas y rosas flores, llamando por completo la atención de Jongdae, quien no tardó más de dos segundos en levantar el brazo y señalar el árbol.

—¡Mira! —dijo con alegría, como si acabara de descubrir una nueva especie. Suho, al oír aquello, se paró y buscó con la mirada el punto al que se refería Jongdae—. ¡Qué bonito! ¡Mira, mira! ¡Es como el dibujo que había en la habitación!

—¡Tienes razón! Solo que este es de verdad —apoyó su opinión.

—¿Me lo puedo llevar a casa? —preguntó inocentemente el niño, haciendo reír de forma escandalosa a Suho.

Jongdae no entendía que era aquello tan gracioso que había dicho, pero por supuesto Suho se encargó de explicárselo con calma:

—Dae, el árbol no puede moverse de ahí, si te lo llevas las flores se pondrán feas y el árbol malito —le explicó de la forma más sencilla que pudo. Jongdae abrió la boca sorprendido, aunque segundos después su cara formó una mueca de tristeza—. Y no queremos eso, ¿no?

«¡Claro que no! Yo quiero que el árbol esté siempre bonito... »pensó Jongdae, sus pensamientos puros eran dignos de escuchar.

Ojalá todo el mundo pensase como lo hacía aquella pequeña criatura, entonces el mundo sería un lugar mucho mejor y más agradable para vivir.

Cuando llegaron a casa, lo primero que hizo el rubio fue dejar la caja con los objetos personales de Jongdae, algún peluche, biberón, su mantita... Seokhyun había querido que se los llevase, pero aún así debía de comprar otras cosas esenciales para su pequeño, una cama, comida... Aunque bueno, Jongdae estaría bien una noche sin todo eso, ya iría al día siguiente a comprar lo necesario.

Lo siguiente fue sacar a Dae de su bolsillo y dejarlo encima del sofá gris con cuidado mientras él se deshacía de su abrigo y dejaba su maletín en la mesa.

Mientras Suho hacía todo aquello, el niño se dedicó a examinar cada detalle de su nuevo hogar con la mirada. La habitación en la que se encontraba no era excesivamente grande —más grande que la habitación en la que llevaba durmiendo en la clínica desde siempre no era— pero si lo suficientemente amplio para que varias personas estuvieran allí sin agobiarse. Aparte, las paredes eran blancas y las ventanas grandes, por lo que mucha luz entraba y gracias a los pálidos colores de la mayoría de los muebles quedaba reflejada dando más luminosidad. También puedo ver que había también plantas, (como las del jardín que había visto), una televisión, cuadros y muchas fotos de gente desconocida. Aunque la que más le llamó fue una en la que parecía un chico de pelo moreno y mandíbula afilada besando en la mejilla a Suho, ¿sería aquel chico ese tal Kris del que su dueño le había hablando alguna vez? En la foto los dos parecían muy felices, y no le extrañaba para nada, él también se ponía muy feliz cuando alguien le daba un beso en la mejilla.

—¡Kris! ¡Kris! —dijo sonriente empezando a saltar en el sofá, llamando la atención de su dueño—. ¿Es tu hermano? ¡Pero no os parecéis nada!

El rubio tragó saliva nervioso y, pensando cómo debía explicarle al pequeño su relación con Kris, se sentó en el sofá tomando a Jongdae entre sus manos.

—Dae, Kris y yo no somos hermanos —le corrigió con aparente tranquilidad, aunque por dentro quería esconderse debajo de la cama y quedarse allí siempre.

—Ah, ¿no?

Suho negó con la cabeza.

—Kris es mi novio —aclaró sin rodeos. Pensó que lo mejor sería saltárselo, sabiendo que si se lo explica de otra forma iba a acabar liándolo. Dejaría que Jongdae le preguntase todo lo que quisiera y él, con gusto, respondería todo.

—¿Novio? —preguntó en un susurro Jongdae, luego este bajo la cabeza, pensando en la situación e intentando ponerle pies y cabeza—. Pero los dos sois chicos...

Al rubio no se le escapó una sonrisa al ver como Jongdae intentaba comprender el solito la situación, sin embargo, estaba dispuesto a ayudarle.

—Pero los chicos también pueden tener novios, Kris me abraza, me besa y me da amor, como hacía Seokhyun contigo.

—Entonces... ¿Seokhyun es mi novio?

—¿Qué? ¡No, no! —negó Suho.

«Para qué elijo el camino fácil, si igual acaba inventándose cosas él solito», se lamentó Suho, no pudiendo evitar sonreír ante la loca idea de que Seokhyun y Jongdae estuvieran en una relación.

¿Es que acaso eso estaba permitido?

—Es diferente, por ejemplo, un novio te besa en la boca —dijo mientras llevaba su dedo índice a sus labios—. ¡Pero sólo puede hacerlo tu novio! Si no, no es tu novio, es tu amigo.

—Qué mierdas le estás metiendo en la cabeza al niño... —murmuró una voz distante.

Suho elevó la cabeza y se encontró con la mirada divertida de su novio. Kris llevaba su traje negro y todavía no había dejado el maletín de su trabajo, así que acababa de llevar, ¿cómo podía no haberlo oído?

—Ah... Esto...

—¡Yo quiero que Kris sea mi novio! —chilló Jongdae.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Ese imbécil de ahí es mío! ¡Solo mío!

Y ahí estaba el maduro y serio de Suho, peleando con un bebé —que ni siquiera sabía que era estar enamorado— por su propiedad.

—¡Kris es mío! —gritó el chibi, empeñado en que el chico era su "novio".

—¿Te doy un hogar y tú me lo pagas quitándome el novio pequeña rata?

Una sonora carcajada se hizo camino entre medio de la discusión, Suho volvió a mirar a su pareja, a quien parecía hacerle mucha gracia la situación.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó haciéndose el molesto.

—Estás discutiendo con un bebé que seguramente ni sepa contar hasta 50 —respondió aflojándose la corbata y quitándose la chaqueta. Después con cuidado le arrebató a Suho el chibi y él se sentó al lado suyo con el pequeño en sus manos, quien estaba más que feliz de que su "novio" lo hubiera recogido. Luego el mayor siguió hablando—: Y tú pequeño, ¿eres...?

—¡Jongdae! —respondió con alegría el pequeño, mostrando su bonita sonrisa que podría enamorar a cualquiera. Y hablando de "enamorarse", al ver de cerca el rostro de Kris pudo ver con detenimiento todas sus facciones, parecían estar hechas a mano. Jongdae se preguntaba cómo era que Suho se había llevado a casa a aquel atractivo chico, ¡Kris era mucho más alto y fuerte que Suho! Quizá por eso defendía tanto que fuera suyo...

—Bueno, Jongdae, Suho, hay suficiente Kris para todos, así que relax —dijo echándose para atrás y pasando un brazo alrededor de su pareja.

—¡Deja de decir tonterías! —replicó enfadado el menor, arrebatándole al pequeño. Al instante empezó a jugar con sus mofletes y a darle mimitos—. Dae, Kris es mi novio, y solo se puede tener un novio. Y a partir de ahora somos tus papás.

—Sí, a mí me llamarás papá y a Suho ahjumma.

—¿¡A quién te crees que estás llamando ahjumma!?

—¡Si con ese color de pelo pareces una señora mayor!

—¡Wu Yi Fan! ¡Un comentario más y hoy duermes en el sofá!

Jongdae sonrió, no sabía exactamente lo que significaba ahjumma pero de algo estaba seguro, se lo iba a pasar muy bien con aquella familia.

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