Pov. De Narradora.

Giyu estaba tranquilo y soltando pequeños ronroneos al ser alimentado tan delicadamente por su pequeño y lindo omega. Enserio amaba a Tanjiro.

Cada cucharada que llegaba a su boca le causaba emoción y felicidad. Obviamente el azabache no era tan expresivo, sólo tenía una boba sonrisa que demostraba que estaba contento junto a esos pequeños ronroneos.

Tanjiro estaba tan a gusto viendo a su alfa tan relajado después de 14 horas de trabajo, aunque a la vez quería abalanzarse a su alfa  y acorralarlo en esa silla del comedor en el que estaba sentado su alfa para poder tener sexo como tanto quería, como quien dice, violento contra el asiento.

-Amor, ¿mañana tambien tienes trabajo que hacer hasta tarde?-

-Sí- respondió Giyu.

Al alfa le dolía con toda su alma y sentía desde su lazo la tristeza que emanaba su lindo omega.

Por ello siempre que Giyu tenía que trabajar mandaba a uno de sus empleados a comprar pequeños detalles para su conejito. Ya sea entre postres, ropa, flores, accesorios, hasta joyas que se veían costosas, para compensar la falta de su presencia.

Pero la verdad es que a Tanjiro le valía un pepino los regalos, quería tanto atención romántica como sexual.

Tanjiro siempre le toma fotos a su alfa mientras duerme, todos los días cambia su fondo de pantalla, y también le da masajes para deje de estar tenso y amanecer como nuevo. Eso le ayudaba mucho al oji-azul.

Ahora mismo los dos se encuentran abrazados el uno al otro, mientras que el pelirrojo frota su rostro en el pecho del alfa, pues le encanta su aroma a miel y moras.

Giyu por otro lado acaricia con gentileza sus cabellos y besa la coronilla de su amado omega. El alfa en serio estaba obsesionado con su conejito, ¿quién no amaría a ese pequeño omega tan adorable?. Tanjiro es perfecto.

Ambos comenzaron a quedarse dormidos entre esas pequeñas caricias y mimos.
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