Teléfono

Los recuerdos continuaban llegando uno tras otro, no se detenían por más que suplicara, las pastillas ya no le ayudaban. A pasos aletargados, Eren se levanta del sofá, ese donde antes solía pasar tanto tiempo con, el que juraba que era, el amor de su vida. Se dirige por inercia a la mesita donde sabe que dejó su teléfono. Lo toma con manos temblorosas, sintiendo como los ojos se le llenan de lágrimas como tantas veces a lo largo del día, cuando la pantalla del aparato se enciende, solo puede apreciar la última fotografía que le había tomado.

─Levi─ susurra, sin saber a ciencia cierta si se trataba de su voz materializando el nombre de su único anhelo o si las pastillas ya estaban provocando los efectos secundarios que tanto le aterrorizaban.

En un acto de desesperación, con la frustración creciendo en su pecho, marca el número que se conoce de memoria, queriendo apartar todos los malos recuerdos, todos los gritos y el dolor desgarrador que ahora se aferraba a su alrededor.

Conteniendo el aliento se lleva el aparato al oído, escuchando impaciente como los tonos van apareciendo en un ritmo lento, apaciguado, queriendo que la bestia en su interior soltara toda su desesperada presión.

─Hola─ era esa voz que tanto extrañaba escuchar─, no me encuentro con tiempo ¿Quieres dejar tu estúpido mensaje en la contestadora?

Los ojos esmeralda brillaban, el remolino de emociones arremetiendo contra su pecho como si se tratasen de cuchillos.

─Te extraño─ fueron las palabras que creyó decir─. Te extraño demasiado─ la voz se le quebraba mientras intentaba contener los sollozos─. ¿No podías quedarte unos pocos días más? ¿Por qué tenías que irte así?

En ese momento ya no podía mantener la voz lo suficiente como para articular palabras, soltando incoherencias que se entremezclaban con sollozos lastimeros.

─Te amo─ quería repetírselo quedarse sin aliento y desmayarse─... Te amo tanto.

─¿Eren?─ las voces de fondo ya no eran importantes, los rostros que aparecían un segundo para desaparecer al siguiente no tenían nada de su atención, ni siquiera las sacudidas eran importantes, los golpes no lograban sacarlo de ese estado ido.

─¿Por qué me dejas solo, Levi?─ con la voz queda, Eren no dejaba de lamentarse.

Luego de unos minutos más, cayó al suelo, soltando bruscamente el teléfono que guardó su mensaje en el buzón de voz de un celular que se encontraba guardado en alguna de las muchas cajas en su habitación.

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