¿Capítulo Único?✨


No, no y no.

Los tres hijos de Jeon se negaban rotundamente a aceptar al nuevo novio de su padre.

Ellos solo querían la atención de su padre para ellos solos; no estaban dispuestos a compartirlo con nadie más. No después de todo el tiempo que había sido solo suyo. No después de haber aprendido a vivir sin nadie más en su familia.

—Cariño, te presento a Taeyang, Min Seok y Mi Suk —dijo Jeon con una sonrisa cálida, presentando a cada uno de sus pequeños con orgullo.

Los niños se quedaron en completo silencio. Ninguno de los tres pasó por alto la palabra cariño dirigida a aquel desconocido. Sus miradas se endurecieron al instante.

El aludido, un hombre de cabellera rubia y rostro afable, no pareció intimidarse. Con tranquilidad, se agachó un poco para estar a su altura y extendió la mano.

—Hola, corazones —saludó con amabilidad.

Pero su intento de acercamiento fue en vano. Los tres pequeños cruzaron los brazos y desviaron la mirada, ignorándolo deliberadamente.

Jimin suspiró por lo bajo. Sabía que algo así ocurriría, así que no insistió.

—Niños, no sean irrespetuosos. No los eduqué de esa manera —reprendió Jungkook, frunciendo el ceño.

—No los regañes, amor, es normal. Es nuestra primera vez conociéndonos y deben sentirse un poco incómodos —intervino Park, colocando una mano sobre el brazo de Jungkook en un intento de calmarlo—. Espero que podamos llevarnos bien —añadió con una sonrisa conciliadora.

La cena que Jeon había organizado transcurrió con aparente normalidad. Jungkook y Jimin intercambiaban conversaciones con tranquilidad, pero los pequeños apenas participaban, más concentrados en sus propios pensamientos que en la comida.

Desde la perspectiva de los adultos, todo parecía ir bien. Lo que no sabían era que, bajo la mesa, los tres niños se comunicaban con pequeñas miradas y discretos codazos.

Porque en sus pequeñas mentes ya se estaba formando un plan.

No permitirían que ese hombre les arrebatara a su padre.

No dejarían que se quedara.

***


—¿Están listos? —susurró Mi Suk con una sonrisa traviesa.

Sus dos hermanos asintieron de inmediato.

Era el segundo día en que Jimin visitaría la casa de Jungkook, y los tres pequeños ya habían ideado un plan perfecto para arruinar la cita de su padre. No iban a permitir que ese hombre siguiera robándole su atención.

Desde la ventana de la sala, observaron a Jimin bajarse de su auto y caminar hacia la puerta con su elegante conjunto blanco. Llevaba una impecable camisa de seda, pantalones bien ajustados y unas zapatillas del mismo tono.

Qué lástima... qué desgracia que toda esa pulcritud estuviera a punto de desaparecer.

Cada uno de los pequeños sujetó con firmeza un globo cargado con pintura: rojo para Min Seok, negro para Mi Suk y verde para Taeyang.

Solo faltaba un paso más.

Cuando el timbre sonó, los trillizos se colocaron en posición. En cuanto Jimin estuvo lo suficientemente cerca... ¡boom!

Tres globos estallaron contra su cuerpo, esparciendo la pintura por toda su ropa con un ruido húmedo y pegajoso.

—¡Justo en el blanco! —dijeron al unísono los pequeños, chocando sus palmas con orgullo.

Pero su alegría duró poco.

Justo en ese instante, la puerta se abrió, revelando a un sorprendido y claramente molesto Jungkook. Sus ojos se ensancharon al ver a Jimin completamente manchado.

Si los trillizos querían seguir con vida, más les valía agradecer que Park tenía una paciencia infinita.

—Creo que no les caigo bien —bromeó Jimin, soltando una pequeña risa mientras se limpiaba con la muñeca la pintura de los ojos.

Jungkook no encontraba ni una pizca de gracia en la situación.

—Esos niños me van a escuchar —refunfuñó, frunciendo el ceño. Sin pensarlo dos veces, dio un paso decidido hacia la casa, con la clara intención de traer a sus hijos de un jalón de orejas y obligarlos a disculparse.

Pero antes de que pudiera moverse más, sintió la suave mano de Jimin sujetando su muñeca.

—No los regañes, solo fue una broma —dijo con voz calmada.

Jungkook lo miró con incredulidad.

—¿Broma? Te arruinaron la ropa, Jimin.

—Puedo comprarme otra —dijo restándole importancia—. Lo único que me importa es... —lo miró con un pequeño puchero— ¿Todavía te gusto así?

Jungkook soltó un suspiro, su mirada recorriendo de pies a cabeza a Jimin. Sus mejillas estaban manchadas de rojo, su camisa ahora tenía manchas verdes y negras, y su cabello rubio tenía pequeñas gotas de pintura... pero para Jungkook, él seguía siendo perfecto.

—Me encantas siempre —susurró.

—Entonces dame un besito —pidió Jimin con una sonrisa coqueta.

Jungkook no necesitó que se lo repitiera dos veces.

—Te daré lo que me pidas, mi amor.

Y sin dudarlo más, se inclinó hacia él, atrapando sus labios en un beso suave y delicado. Jimin le parecía como una porcelana, algo hermoso y frágil que debía ser tratado con el mayor de los cuidados.

Desde la ventana, los pequeños Jeon observaban con los puños apretados. Sus caras reflejaban puro enojo y frustración.

—¡Misión pinturita fracasó! —susurró Taeyang con rabia.

Min Seok golpeó el alféizar de la ventana con el ceño fruncido.

Mi Suk apretó los dientes, ya pensando en su siguiente estrategia.

Esto no iba a quedar así.

Jimin no ganaría tan fácil.

***

—¿Right now? —preguntó Mi Suk, la líder de los mellizos.

Sus hermanos asintieron con determinación.

—Esta vez no fallará —susurró con confianza.

Habían hecho nueve bromas a Park durante todo un mes, pero ninguna había dado resultado. Jimin siempre terminaba riéndose a carcajadas junto a Jeon, como si nada pudiera afectarlo.

Pero hoy sería diferente.

El plan estaba listo.

Ese día, Jeon y sus hijos recogerían a Jimin para ir de compras.

—Papá, estoy aburrido —se quejó Min Seok, tironeando la manga de su padre—. Se está demorando muuuucho.

—Ten paciencia —Jeon revisó su reloj—, recién pasaron cinco minutos.

Min Seok bufó, pero antes de que pudiera decir algo más, la puerta de la casa de Jimin se abrió.

Park salió con su radiante sonrisa, luciendo despreocupado y encantador como siempre. Se subió en el asiento del copiloto, y Jeon no perdió oportunidad de darle un beso en la mejilla, haciendo que los mofletes de Jimin se tiñeran de rojo.

Los pequeños hicieron sonidos de asco desde el asiento trasero.

La pareja solo se rió. Era tan normal en ellos que ya hasta lo esperaban.

Una vez en el centro comercial, los niños Jeon aprovecharon una oportunidad de oro.

Jimin se alejó por unos minutos para atender una llamada, y justo en ese instante, su padre quedó a cargo de su bolso.

—Papá, nosotros lo llevamos —dijo Mi Suk con una sonrisa angelical.

Jeon entrecerró los ojos. Algo no le cuadraba, pero al final accedió.

Cuando Jimin volvió, sus ojos estaban ligeramente enrojecidos.

—¿Estás bien, amor? —preguntó Jeon, preocupado.

—No es nada, me entró polvo en el ojo —dijo Jimin con una sonrisa tranquila—. ¿Me pasan mi bolso, por favor?

Mi Suk se lo entregó con total amabilidad. Todo parecía normal.

Pero al salir de la tienda, sonaron las alarmas de seguridad.

Los pequeños Jeon intentaron disimular su emoción mientras un guardia se acercaba.

—Joven, necesito revisar su bolso.

Jimin asintió, sin preocupación alguna. Estaba seguro de que todo lo que había comprado tenía su recibo. Pero cuando abrieron el bolso...

Collares y anillos caían al suelo, todos en sus empaques originales.

El rubio se quedó congelado.

Lentamente, levantó la vista hacia los tres niños.

Ahí estaban ellos, sonriendo victoriosos.

Jimin sintió su pecho apretarse.

—Joven, debe pagar estos artículos antes de retirarse —dijo el guardia con tono severo.

—Lo siento... —susurró Jimin, avergonzado.

Las miradas de las personas lo atravesaban como cuchillos. Susurros de "ratero" flotaban en el aire. Aunque Jeon intentó intervenir, Jimin no tuvo más opción que pagar lo que nunca tomó y disculparse con la administración de la tienda.

Esa vez, la "broma" no había sido graciosa.

Esa misma noche, frente a la casa de Park, Jungkook intentó disculparse.

—Jimin, de verdad lo siento... No pensé que llegarían a tal extremo.

Jimin bajó la mirada.

—Yo también lo siento... —susurró con tristeza—. Amor, te amo, pero creo que esto no podrá funcionar.

Jungkook sintió que su corazón se detenía.

—¿Qué...?

—Yo en serio quiero mucho a tus hijos, pero ellos no sienten lo mismo por mí. No quiero ser la razón por la que terminen odiándote —le explicó Jimin con voz quebrada.

—Ellos sí te quieren, solo son... algo traviesos —intentó defenderlos Jeon.

Jimin soltó una risa amarga.

—He soportado un mes entero de bromas... Sé que al principio fue gracioso, pero esto no lo hacen por diversión. Lo hacen para que terminemos. —Tomó aire—. Y lo lograron.

Jeon negó con la cabeza, acercándose.

—Amor, dime que no hablas en serio.

Intentó abrazarlo, pero Jimin retrocedió.

—No, Jeon. —Levantó la vista con dolor—. Además... apuesto a que ahora mismo nos están mirando.

Jeon giró la cabeza y, efectivamente, en la ventana estaban los tres niños, observando con satisfacción.

Jimin suspiró.

—Lo mejor será no volver a vernos... Adiós, Jungkook.

Y sin darle oportunidad de responder, entró rápidamente a su casa.

Jeon se quedó de pie frente a la puerta cerrada, sintiendo el peso del vacío en su pecho.

El regreso a casa fue silencioso.

Apenas cruzaron la puerta, los pequeños comenzaron a hacer preguntas.

—¿Jimin vendrá a jugar?

—¿Seguiremos saliendo los cinco juntos?

—¿Se separaron?

Pero su padre no dijo ni una sola palabra.

Simplemente caminó hasta su habitación y se encerró.

Los niños sonrieron, convencidos de que habían ganado.

Pero... algo en ellos no se sentía bien.

***

Era sábado por la noche y su padre llegó tarde. Últimamente, eso se había vuelto habitual.

—Papá, buenas noches —dijeron al unísono los trillizos, sorprendiendo a Jeon.

—Deberían estar durmiendo —regañó, frunciendo el ceño—. No es hora para que sigan despiertos, mañana tienen colegio.

—Papá... ¿aún amas a Jimin? —preguntó Mi Suk, su voz sonaba más seria de lo habitual.

Jeon parpadeó, sorprendido. Aquella era la pregunta más absurda que podían hacerle. Claro que lo amaba. Estaba enamorado perdidamente de Jimin.

—Sí, lo amo —respondió sin dudar—. Pero, ¿a qué viene esa pregunta?

—¿Aún amas a papi? —preguntó ahora Min Seok, refiriéndose a su otro padre, el difunto novio de Jeon.

Jeon sintió su corazón encogerse. Sabía que sus hijos solo conocían a su "papi" a través de fotos y algunas historias que él les contaba, pero jamás imaginó que le harían una pregunta así.

Amó a su difunto novio, sí. Todo había sucedido tan rápido: eran apenas unos jóvenes de 18 años cuando estuvieron juntos. Su amor no duró lo suficiente, pues tuvieron que separarse antes de que Jeon siquiera supiera que esperaban hijos. Solo después, cuando ya era demasiado tarde, se enteró de que su exnovio había dado a luz a trillizos, pero había muerto en el parto.

Desde entonces, Jeon había tenido que salir adelante solo. Crió a sus hijos sin ayuda de nadie, completó su carrera pese a todas las dificultades y trabajó duro para darles la mejor vida posible.

Por supuesto que amaba a su difunto novio, porque gracias a él tenía a los tres pequeños frente a él. Admiraba su valentía por haber traído a los niños al mundo, incluso sabiendo el riesgo que eso implicaba.

Pero no lo amaba de la misma forma en que amaba a Jimin.

Jimin había llegado a su vida como un rayo de esperanza, como la posibilidad de un nuevo comienzo. No había planeado enamorarse así, tan profundamente, pero ahora que lo había perdido, se daba cuenta de cuánto lo necesitaba.

Jeon suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Lo amé —confesó, con sinceridad—. Pero Jimin... él es diferente. Lo amo de una forma que no puedo explicar.

Los trillizos se miraron entre sí, y por primera vez, la culpa se reflejó en sus pequeños rostros.

***

Toc, toc, toc.

Los insistentes golpes en la puerta resonaban en toda la casa de Jimin.

—¿Quién es? —preguntó Park, frunciendo el ceño mientras revisaba el sistema de cámaras. Para su sorpresa, en la imagen de la cámara que enfocaba la entrada no se veía a nadie.

Aun así, decidió abrir la puerta, sintiendo una ligera inquietud. Apenas cruzó el umbral, tres pequeños cuerpos se abalanzaron sobre él, abrazándolo con fuerza.

—¡Te extrañamos, Jimin! —exclamaron los trillizos al unísono, con sus voces temblorosas.

Jimin quedó en shock por un segundo, pero al notar las lágrimas rodando por las mejillas de los pequeños, sintió su corazón encogerse.

—¿Cómo llegaron aquí? ¿Su padre está con ustedes? —preguntó preocupado, pero su voz se suavizó al ver sus ojitos cristalinos—. No lloren, corazones...

—Lo sentimos, Jimin —dijeron los tres a la vez—. Lamentamos todo lo que te hicimos. Esperamos que puedas perdonarnos.

Park sintió un nudo en la garganta.

—Claro que los perdono. Aún son niños, y como todos, cometen errores. Lo importante es aprender de ellos. Pero ya dejen de llorar, que me van a hacer llorar a mí también —dijo con una pequeña sonrisa, aunque unas lágrimas rebeldes escaparon de sus ojos—. También los extrañé mucho.

Mi Suk, con un tono más serio del habitual, lo miró fijamente.

—Entonces... ¿puedes volver con papá?

Jimin se quedó sin palabras.

—Pequeños... No sé si pueda. Su padre tal vez ya no quiera nada conmigo... Quizás ya ni me ame... —susurró, con la voz entrecortada.

—Yo aún te sigo amando, y nunca dejaré de amarte, terroncito —dijo de pronto una voz firme detrás de él.

Jimin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al reconocer al dueño de esas palabras. Lentamente, giró y se encontró con Jungkook, el hombre al que aún consideraba el amor de su vida.

El de cabellera negra no perdió tiempo y, con un movimiento decidido, tomó a Jimin por la cintura y lo atrajo hacia él. Sus labios se encontraron en un beso cargado de emociones reprimidas, anhelo y amor.

—Yo también te amo, Jungkookie~ —susurró Park entre besos, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

Mientras tanto, los trillizos observaban la escena con expresiones de asombro.

—Tendremos que acostumbrarnos... —murmuró Min Seok, tapándose los ojos con las manos.

—Papá, vamos al carro —dijo Taeyang, pero al no recibir respuesta, se encogió de hombros—. Mejor déjenlo hacer sus cositas —susurró a sus hermanos, quienes asintieron y se alejaron en dirección al auto, estacionado más atrás.

Dentro del vehículo, los trillizos iniciaron una pequeña conversación.

—Quiero una hermanita —declaró Mi Suk, cruzándose de brazos.

—Yo quiero un hermanito —añadió Min Seok.

—¡No más niños, por favor! —protestó Taeyang con horror—. Suficiente con soportarlos a ustedes. No puedo más...

—¿Se imaginan a Jimin llevando a nuestra hermanita en su vientre? —suspiró Mi Suk con ilusión.

—¿Y qué te hace pensar que será niña? —replicó Min Seok.

—¿Y a ustedes dos qué les hace pensar que ellos siquiera quieran tener otro hijo? —intervino Taeyang con escepticismo.

—Jimin se vería muy tierno embarazado —comentó Min Seok, ignorando olímpicamente a su hermano.

—Claro, ignórenme... Luego no me vengan con "Mi tiría, pisimi li tiria" —refunfuñó Taeyang, imitando con burla el tono infantil de Mi Suk.

Antes de que pudieran seguir discutiendo, la puerta del auto se abrió, revelando a Jimin y Jungkook. Sus labios estaban enrojecidos, pero los de Park resaltaban aún más.

El trayecto de regreso fue corto, pues la casa de Jeon estaba cerca.

Jimin acompañó a los pequeños a su habitación. Ya era tarde, y su instinto lo llevó a asegurarse de que estuvieran bien arropados.

—Jimin, ¿ahora tenemos que decirte "papi"? —preguntó Mi Suk mientras el rubio le hacía una trenza.

Jimin sonrió.

—Suena bonito, pero si no les gusta llamarme así, pueden decirme solo... —

—¡Papi Jimin suena bien! —interrumpió Min Seok con una gran sonrisa.

Jimin sintió un calor reconfortante en su pecho. Por primera vez, se sintió parte de la familia. Finalmente, había sido aceptado.

—¿Nos puedes contar la historia de cómo conociste a papá? —preguntó Taeyang, ya acostado en su cama.

—Sí, ¡cuéntanos! —insistieron los tres con emoción.

Jimin rió suavemente.

—Bueno... Yo conocí a su padre...

—¡Alto! —interrumpió Mi Suk—. Comienza como en los cuentos.

Jimin captó la intención de la pequeña y sonrió antes de retomar.

—Érase una vez...

Y así, comenzó a relatar la historia de amor entre Jungkook y él, sumergiendo a los trillizos en cada recuerdo.

En algún momento, Jeon entró a la habitación y, sin decir palabra, dejó un beso en la mejilla de Jimin y luego en la frente de cada uno de sus hijos.

—Siéntate aquí, para que estés más cómodo —susurró Jeon, guiñándole un ojo.

Jimin asintió y, con naturalidad, se acomodó en el regazo de Jungkook, quien envolvió sus brazos a su alrededor.

Risas y voces alegres llenaron la habitación mientras Jimin narraba.

Era una noche hermosa, cálida, de esas que parecían prometer un nuevo comienzo.

Y este... solo era el inicio.

¿Fin?

Este era un one shot pero me gustó demasiado la temática de esta historia que habrá unos cuantos capitulitos más , los amoooo <3

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