⠀⠀𝟐𝟒. ❝ Lirios y revoluciones. ❞

No estoy desequilibrada o infeliz, sólo soy salvaje. Estoy huyendo contigo, mi dulce amor. No hay nada malo en contemplar a Dios. Bajo los rastros de humo sobre el club campestre, nos reímos de nada mientras el verano se enfría. Es hermoso, escaparé.

El caos de la conquista se desató horas después, una vez el fuego fue apagado por los mismos soldados que lo provocaron, los cadáveres apilados, los escombros barridos y los heridos aislados, los guerreros évreanos seguían el protocolo de separación. Mujeres alfas y machos alfas y beta eran arrastrados en una dirección, mientras que omegas, betas hembras y niños eran guiados hacia otro lado.

Évrea ya había ganado.

Jennie logró rodear a las tropas formadas, pero sería imposible salir de la frontera sin atravesar a la multitud reunida por los guardias. Sólo debía mantener la cabeza baja y pasar desapercibida. Como le había dicho el alfa que le salvó la vida; después de llorar, era momento de ser valiente.

En medio del tumulto, adolorida y quemada, envuelta en su capucha púrpura y desesperada por escapar y no ser vista, con el sudor recorriéndole al igual que los finos hilos escarlata que brotaban de sus heridas, chocó accidentalmente con una joven de tez bronceada y cabello azabache que también buscaba una salida.

El encuentro fue repentino, ambos cuerpos colisionaron en una danza involuntaria de desesperación y temor. Con la mirada cargada de angustia, Jennie se encontró cara a cara con la joven, cuyos ojos reflejaban una mezcla de confusión y determinación. Por un breve instante, el tiempo pareció detenerse para ellos.

El estrépito de la muchedumbre llenaba el aire, pero se veía ensombrecido por el silencio funesto y tétrico de los árboles, ahora convertidos en cenizas, y las plantas circundantes que observaban testigos. Los lamentos de las familias que sufrían pérdidas atroces y los sollozos de aquellos heridos se mezclaban, encerrándolos en una burbuja de nebulosa conexión. Compartiendo la carga de una tragedia que gravaría sus vidas por siempre.

La joven, con vestimenta que denotaba misterio al ser de tela negra como el hollín y cubierta de cuero, parecía tan perdida como ella en medio del tumulto. Sus destinos se cruzaron en un momento en que el mundo a su alrededor se desmoronaba. Las miradas se encontraron, comunicando sin palabras el miedo compartido y la necesidad de encontrar una vía de escape.

Sus ojos. Los hermosos ojos de ella. Un tono ámbar acaramelado, tan agudos como los ojos de un mitológico dragón, con iris alargados de un precioso café roble que entrelazaban delicadas raíces hacia los costados. Lograron capturar a Jennie por un breve pero intenso momento. Era una Alfa, lo supo inmediatamente por el intenso aroma que sus feromonas expresaban. Ella también le observaba, perpleja y congelada, sus respiraciones agitadas entrelazándose con los gritos y estruendos del alrededor.

¿Qué era esto que experimentaba? Como si hubiera descubierto algo anhelado durante incontables eras. En ese fugaz momento, ella se transformó en un viento puro, danzando alrededor de la criatura que emanaba magia y destino, como un encuentro de época que había sido profetizado en las páginas del tiempo. Fue guiada por el color de sus ojos, el hollín de su cabello y la naturaleza de su presencia.

Hasta que los pasos de los guardias se dirigieron hacia ellos.

―Maldición. ―Musitó ella y entonces, Jennie tuvo el privilegio de conocer su voz. La conexión entre ambas fue quebrantada, y de forma sorpresiva, la alfa tomó su mano. El rostro de Jennie enrojeció por razones ajenas al anterior calor del fuego y a su reciente desmayo―. ¡Vamos, levanta esos tobillos, Copos! ―Le apodó, y la omega arrugó las cejas con una mezcla de desconcierto e indignación.

¿Era por el color de su cabello? ¿Como un copo de nieve?

―¡Reacciona, o nos van a agarrar! ―Gritó ella con un singular acento campesino, tirando de ella sin miramientos ni consideraciones. La tropa de soldados, como sombras vengadoras, les pisaba los talones, decidida a capturar a los fugitivos que escapaban entre la penumbra del bosque. Jennie no sabía hacia dónde corrían, pero mientras fuera lejos del desastre cruel y despiadado del campamento, la seguiría a ciegas.

Contempló sus manos entrelazadas. Las de ella eran grandes, largas y con falanges delgados. Presentaban varias manchas y cicatrices, y su piel tenía la tonalidad de la canela tostada. En contraste, la suya se veía pequeña y lastimada, tan blanca como la crema de leche, marcada por callos, cenizas y por las cicatrices de un pasado difícil que mostraban una determinación que contradecía su aparente fragilidad.

De repente, ella viró bruscamente hacia la izquierda, internándose en un sendero estrecho entre los árboles carbonizados. La respiración agitada, Jennie la siguió sin hacer preguntas, deseando fervientemente alejarse más y más. Mientras avanzaban en la penumbra del bosque, el sonido de los soldados persiguiéndolos se desvanecía gradualmente, sumiéndose en el susurro del viento y el crujir de las hojas bajo sus pies.

Pronto, la omega notó que ella dirigía sus pasos hacia un claro iluminado, bien oculto entre arbustos y árboles más saludables. En el centro, un grupo de alfas, igualmente encapuchados y envueltos en el misterio de la noche, las esperaba con miradas serias. Jennie se cohibió, por mero instinto apretando la mano de la alfa entre sus dedos temblorosos.

No sabía la razón peculiar, pero confiaba en ella. Tanto ella como su lobo tenían la certeza que no les haría daño.

―¿Sólo esta lograste salvar? ―Preguntó uno de ellos, su tono grave resonando en la quietud del claro―. ¡Oh, está en cinta!

Ella, dando una rápida mirada a la omega cuando sintió el extraño apretón, seria y curiosa, deshizo el agarre en sus manos al responder con urgencia. Sus ojos, centelleantes bajo la capucha, expresaban un cúmulo de emociones que iban desde la preocupación hasta la determinación. Era como si las palabras no pudieran salir lo suficientemente rápido de sus labios, pero sus gestos hablaban con la elocuencia del peligro inminente.

―Es la que salvó Lirion antes de desaparecer, ¡pero se me ha perdido de vista! Creí que estaría aquí.

Lirion. ¡El chico lirio! Su salvador. Pensó JiMin.

Los demás alfas intercambiaron miradas antes de hablar. ―Los aztyanos que pudimos salvar están seguros en la carreta, pero debemos encontrar a Lirion pronto para poder irnos, las bombas ya casi explotan este lugar. No podemos permitirnos perder más tiempo.

La alfa asintió, firme.

―Separémonos. ―Ordenó ella, y Jennie notó que los demás alfas se enderezaron en posiciones de pelea, firmes y expectantes ante sus demás palabras. Su liderazgo emanaba de cada gesto, un aura de autoridad que influyó en el grupo, guiándolos con determinación. La obediencia y el respeto brillaban en los ojos de los guerreros, demostrando que la reconocían como la líder―. Kaelen, al sur. Seraphina, al oeste, y Aldric, al este. Thorian, ve al sureste para deshacerte de los évreanos que custodian la frontera; así podremos salir por allí con los sobrevivientes y la carreta. Lyra, apoya a Thorian. Yo iré al norte. ¡Rápido, corran!

Sus gestos precisos y su postura segura transmitían confianza, mientras que su mirada ámbar, oculta en la sombra de la capucha, parecía analizar cada detalle del plan antes de dar las órdenes. La forma en que asignaba a cada miembro a su tarea específica mostraba no solo su conocimiento táctico, sino también su habilidad para reconocer y aprovechar las habilidades individuales de cada guerrero.

El fulgor en la mirada de Jennie resplandecía con sensaciones novedosas e inexperimentadas mientras contemplaba la dinámica de aquellos desconocidos. La memoria de su salvador, al parecer llamado Lirion, acentuó el sentido de su instinto, incitándolo a sentirse seguro entre ellos. Aquel alfa pertenecía a ellos, eran un equipo.

Siguiendo el tumultuoso y salvaje compás de la guerra, los alfas se dispersaron con apresurada agilidad entre los árboles circundantes, dejando a Jennie sola con aquella doncella. Un silencio envolvente las rodeó, una vibración extraña y electrizante, reminiscente del encuentro inicial entre ambos. El estruendo de la guerra quedó atrás, pero la tensión persistió en el aire, palpable y densa como una tormenta a punto de desencadenarse.

Jennie la observó moverse inquieta, su respiración errática y los ojos temblorosos denotando nervios auténticos por aquel que, sin duda, era un amigo. Fue entonces cuando recordó la voz cálida que lo confortó en el momento en que creyó haber perdido todo.

Ahora estás bien, ¿mh? Ya todo está bien. Tienes que salir de aquí. Protégelos, ¡sé valiente!

Llevó sus manos a acunar con ternura su apreciado vientre, agradecido más allá de las palabras por el regalo de sentir a sus cachorros crecer dentro de ella. En ese momento sagrado, donde la vida se tejía en lo más profundo de su ser, la gratitud llenó su corazón como un cálido resplandor.

Todo, desde la llama de esperanza que ardió en la oscuridad hasta el palpitar vital de sus pequeños, era un tributo a aquel caballero alfa que, con valentía, la rescató de las garras del destino cruel.

Inevitablemente recordó a Nayeon y a TaeHyung, dos seres de luz que en algún preciado momento intercambiaron sus vidas con tal de resguardar la suya.

¡Cuídate mucho, omega lindo!

Estaba exhausta de cargar con sacrificios sobre sus hombros. Haría algo.

La alfa se mostró lista para partir, asegurando la capucha en su cabeza y dando unos pasos que arrastraron tierra en sus zapatos de cuero sucios por el barro, sangre y cenizas del campamento.

―Quédate aquí, ¿oíste? Volveremos en un momento con los muchachos y te irás con los demás, a salvo, en la carre-..

Jennie le cortó la palabra. Y aquel fue, quizá, el acto decisivo que entrelazó sus destinos.

―Él... él me rescató de las llamas y me llevó a una pequeña colina, lejos d-de aquel desolador lugar ―Relató, forzando a sus recuerdos a detallar todo lo ocurrido con su salvador. Ella, lejos de enfadarse por ser interrumpida, le escuchó con anhelante atención―. La colina.. tenía... tenía un árbol enorme, muy majestuoso. Lirion me brindó agua, luego murmuró el nombre de una dama, 'Hye', y salió corriendo de vuelta a ese lúgubre escenario.

Tras la narración de los sucesos, ella se desplomó. Bajó la mirada, culposa e impotente. Jennie contempló con curiosidad cómo mordía sus labios, claramente evitando las ansias por sollozar.

―Hye... soy yo. Volvió por mí, ese insensato tonto. ―Susurró con pesar, sintiendo el peso de la responsabilidad en cada palabra. Luego resopló, frustrada. Entre sus labios, sus colmillos sobresalieron, denotando lo molesta que estaba―. Carajo. Esto está muy mal.

―Quiero ayudar ―De forma abrupta, la omega quitó la capucha de su cabeza, rebelando su desastrosa trenza peliblanca ligeramente chamuscada, las heridas en su rostro y las iris flamantes en una voluntad inquebrantable―. Hye. Permítame apoyarles en esto. —Rogó con sincero anhelo, frunciendo el ceño y respirando profundo, tratando de demostrar lo comprometido que estaba con la riesgosa situación—. Haré lo que me ordene, ¡su compañero, Lirion, me salvó! Por poco y muero allá de no ser por tan generoso caballero; le debo una.

No obstante, la alfa, Hye, pareció tardar un poco en asimilar sus palabras. Pues su mirada acaramelada se hallaba perdida en algún punto de su rostro al descubierto. Los ojos le danzaban por cada facción, la boca de ella se abría en un débil balbuceo y parecía anonadada.

Diosa Luna, qué omega más bella.

Al comprender lo que aquella peliblanca quiso expresar, de inmediato bajó de sus nubes y sus cejas se fruncieron en clara negativa.

—El humo que has inhalado parece haber afectado tu mente. ¡Observa esa enorme panza de embarazo, Copos! Lirion te salvó porque parece que ni siquiera puedes moverte por tu cuenta. ¡Tuve que tirar de ti hasta aquí! ¿Y ahora quieres volver allá? —Acusó, una diminuta sonrisa de incredulidad y asombro irónico iluminándole el rostro anteriormente preocupado. Entonces, al decir lo siguiente, la sonrisa desapareció para dar paso a un tétrico rostro serio―. No. Ni lo sueñes. Quédate aquí y espérame.

—Sé que puedo ayudar. —Rogó con fervor—. Por favor.

Con la mirada fija en la suplicante omega, Hye notó una determinación en los bonitos y tristes ojos ajenos que la hizo reconsiderar. Era como si aquella omega, con su embarazo evidente, irradiara una valentía que ella no esperaba encontrar.

Frustrada, bufó, pateando una roca cercana a su zapato y rascando su cabeza por arriba de la capucha que la cubría. Lunas, esta omega..

—¿Cómo puedes ser tan testaruda, Copos? —Murmuró ella, su tono suavizándose. La diminuta sonrisa regresó a sus labios, pero esta vez, sin que ella lo supiera, estaba teñida de admiración—. Tal vez haya subestimado tu coraje. Pero aún así, no puedo arriesgarme. No, ni por ti ni por tus cachorros. Mi compañero te salvó por tu panza, chica. ¿No estás siendo un poco irresponsable...?

Inopinadamente, Jennie, sin doblegarse, sostuvo su mirar constante en la alfa. Ojos resplandecientes de determinación y bravura, anhelando la acción, sin lugar para el desdén. Como si jamás hubiera sido otorgada tal oportunidad. Y, desgraciadamente, así era.

En aquel instante, ella nunca podría vislumbrar la magnitud de la importancia que tenía para Jennie respaldarles en aquello.

Sin soportar la presión, Hye se echó a reír, incrédula en extremos increíbles.

—Entonces —cedió mediante un breve suspiro—, demuéstrame que puedo confiar en ti, que no te desmoronarás al primer desafío. —La expresión de Hye se volvió más seria. —No eres la típica omega que corre de estas cosas, ¿verdad?

—No lo soy —Respondió Jennie con calma, dejando que su determinación hablara por sí misma.

Hye, luego de meditar un instante, cedió ante la resolución palpable en Jennie.

—Bien. Pero te advierto, si haces algo que ponga en peligro a los nuestros, no dudaré en arrastrarte lejos de esta locura o simplemente abandonarte aquí. ¿Entendido?

Sin titubear, Jennie asintió. Hye ladeó su sonrisa, decidida a sacarle provecho a la singular criatura.

—¿Has sido la carnada alguna vez?

✦✦✦

De foma maravillosa, Jennie volvió a los horrores del campamento por su cuenta.

Era atemorizante el modo en que tenían a las gentes reunidas, en hileras o sentadas en el suelo, apretujadas unas contra otras. Inscribían sus nombres y rasgos físicos en un pergamino sin fin, y ejecutaban una acción semejante con los cuerpos sin vida. Algunos se encontraban tan desfigurados que solicitaban a las familias que olfatearan la escasez de feromonas que portaban. El llanto y los lamentos resultaron desgarradores para Jennie.

Trató con todas sus energías en no dirigir su mirada hacia los flancos, tan sólo al frente. El firmamento sobre su cabeza se hallaba en tonalidades anaranjadas y grises por obra del humo, y el aire estaba denso, saturado con partículas de hollín.

Hye fue bastante clara en cuál era su tarea. Dejar que la atraparan.

Por cierto, percibía el peligro en ello; no obstante, hasta su lobo respaldaba la idea. Era quizás una insensatez, pero ambos estaban renuentes a permitir que el salvador, el único que le extendió una mano cuando el mundo se le vino encima, sufriera las injusticias de los évreanos tan sólo por tomarse el tiempo de ayudarle, de regalarle una sonrisa y devolverle la esperanza.

No meditó en Lisa ni en nadie más, su mirar concentrada en los guardias que escudriñaban a cuatro omegas gestantes, como ella. Eran órdenes de la corona real de Évrea el apartar a los embarazados y estudiarlos minuciosamente, evidentemente en busca de la pareja del rey. Poseía ventaja en el hecho de que nadie conocía la medida del cambio en sus rasgos faciales, y la carencia de su aroma le confería invisibilidad.

Era capaz de hacerlo. Detener su huida y aplacar la culpa que le carcomía cada noche al intentar cerrar los ojos para descansar, sólo para, luego de muchos intentos, perderse entre las miles de estrellas en el cielo. Estrellas que muchas personas ya no podían contemplar debido a que Lisa las había condenado a muerte. No permanecería de brazos cruzados ante la idea de que Lirion sufriera el mismo destino, mucho menos por su responsabilidad.

Mucho menos cuando tenía la opción de acabar con el sufrimiento de allí. Si cumplía con su parte y los ayudaba, la frontera pasaría a ser sólo un mal recuerdo en lugar de la sentencia para muchas personas.

Envuelta en su fiel capucha violeta, agachándose con sumo cuidado debido a su redonda panza, y resguardándose tras uno de los carruajes de madera que trajo consigo el ejército invasor. Contempló el panorama con detenimiento y decidió que ya era hora.

Cerró los ojos. Confiaba en Hye, confiaba en el destino y en su lobo, más aún en la preciosa diosa.

Simuló tropezar, desplomándose en mitad del sendero y atrayendo la atención de los soldados. Fue identificada de inmediato como omega, categorizado como importante debido a su embarazo. La alzaron del suelo quizás con más brutalidad de la necesaria y a empujones la condujeron a formarse en las filas correspondientes.

Jennie apretó los dientes con nerviosismo cuando, montado en su noble corcel, el militar WonHo se aproximó a su área.

Esforzándose en calmarse, resguardando su vientre con la capucha y el abrigo que lo envolvían, y gruñendo entre dientes hacia cualquier persona que intentara tocarlo. En los árboles carbonizados a lo lejos, distinguió las sombras de Hye y los demás alfas formando parte de aquel peligroso plan. Suspiró, temblorosa, brindando una mirada afilada al alfa albino que se detuvo justo frente a ella.

Recordaba su semblante, su figura y su fragancia, así como el sonido de su voz. Siempre fue leal y cercano a Lisa, lo que le afectaba de manera peculiar.

WonHo desmontó de su corcel con elegancia y determinación, despojándose del casco de hierro brillante y sólido y entregándoselo a uno de sus subordinados que le servían a sus espaldas. Le analizó con una mirada intensa y suspicaz, y con un simple y rápido gesto de sus dedos cubiertos por gruesos guantes de cuero, retiró la capucha de su cabeza, examinando su rostro.

Jennie sostuvo la mirada de WonHo con la esperanza de que su nueva apariencia fuera suficiente para pasar desapercibida. La intensidad majestuosa en los ojos del militar le erizó la piel, una sospecha palpable en el aire.

—¿Cómo te llamas, omega? —Inquirió con un tono autoritario, su mirada penetrante buscando respuestas en los ojos del omega.

—Eun-ji. Kim Eun-ji. —Respondió Jennie con la voz temblorosa, tratando de ocultar cualquier indicio de nerviosismo.

—¿Cuántos ciclos lunares tienes de embarazo?

—No lo sé, señor... mi alfa maneja eso. —Mintió. Bajó la mirada, fingiendo sumisión y preocupación. Sabía que debía actuar con cautela para mantener su secreto a salvo.

WonHo observó a Jennie con escepticismo, sus ojos penetrantes evaluando cada palabra. La tensión en el aire era palpable mientras Jennie intentaba mantener la fachada de una omega indefensa.

De pronto, WonHo la agarró con firmeza del brazo, sus dedos apretando con determinación. La omega sintió la presión en su piel y miró al militar con un gesto de sorpresa y temor.

—Hay algo en tus ojos grises que me inquieta en sobremanera —Murmuró WonHo, su voz grave resonando en el aire tenso—. La reina llegará en unos días para revisar personalmente a los omegas preñados. Si es descubierto que intentas esconderte, las consecuencias serán severas. Más te vale no haber mentido en esas dos preguntas.

Jennie asintió con nerviosismo, tratando de ocultar la ansiedad que le carcomía. Las implicaciones de ser descubierta podían poner en peligro no sólo su propia vida, sino también la de aquellos que lo habían ayudado. Mantente firme con el plan. La presión de WonHo en su brazo era un recordatorio constante de la fragilidad de su situación.

—Entiendo, mi señor —Respondió Jennie con voz comedida, esforzándose por mantener la calma—. No me atrevería a entrelazarme con la corona évreana.

WonHo la soltó finalmente, pero su mirada escrutadora permaneció fija en aquella peculiar omega debido al gusto amargo que tuvieron esas palabras.

El silencio se volvió asfixiante mientras WonHo continuaba examinándola. Las pulsaciones en el pecho de Jennie se intensificaron, y sus ojos se encontraron con los del militar. Una fracción de segundo se convirtió en una eternidad antes de que WonHo asintiera y se apartara, permitiendo que los soldados lo llevaran hacia las filas designadas.

Jennie respiró aliviada, pero su corazón aún latía con fuerza.

Sentía la urgencia de hallar a Lirion y ganarse la confianza de Hye para ser conducido a ese lugar seguro. Con la noticia de que Lisa se aproximaba, confiaba más que nunca en el instinto de su lobo. Cada momento se volvía crucial, y la necesidad de reunirse con sus salvadores se intensificaba con la cercanía de la amenaza real.

Escoltada por dos soldados, quienes le empujaban con las espadas dentro de las fundas simulando palos, Jennie sintió el impacto de los golpes que le apuraban hacia una celda improvisada en medio del campamento. Se tambaleó, sus piernas flaqueando, al percatarse de que lo conducían hacia un lugar donde otros omegas embarazados aguardaban entre llanto y feromonas aterradas.

Sus sentidos captaron a WonHo, todavía de pie en el mismo lugar, observándole la espalda. Y entonces, con voz firme:

—Esperen. Tráiganla. Quiero mirarla bien.

Jennie apretó los párpados, mordiéndose la boca con ansiedad y preguntándose cuánto más tardaría Hye en hacer lo que sea que tenía en mente.

Los soldados la llevaron de vuelta.

WonHo, con una expresión seria y calculadora, acorraló a Jennie contra el cuerpo del corcel, tomándole el rostro con manos firmes y moviéndolo de lado a lado, estudiándolo con intensidad. Era difícil discernir la figura majestuosa de su anterior monarca en aquella omega peliblanca, cubierta de hollín, cenizas, sangre y tierra. Las ropas desgarradas y el semblante cansado y demacrado no mostraban rastro alguno de la realeza que solía adornar a su majestad la reina.

Ordenó a sus soldados que le trajeran una cubeta con agua mientras suspiraba con frustración, murmurando en voz baja, más para sí mismo.

—Es cada vez más difícil ser leal a la reina y conseguir lo que tanto anhela. Con mayor precisión, es deprimente.

La cubeta fue entregada y WonHo hizo el amago de echarle el agua encima con tal de limpiarla un poco.

En ese instante, las sombras de los alfas aliados moviéndose fugazmente por detrás entre los árboles y adentrándose al campamento provocó que Jennie, con el corazón latiéndole a mil, decidió usar sus palabras como último recurso para ganar tiempo. Ser honesta. Susurró al oído de WonHo, con un tono cargado de melancolía y decepción:

—Hubo un tiempo en el que era fiel a mí. —Su voz, delicada como la brisa y al mismo tiempo rugosa como las cenizas que bailan a su alrededor. —Y es... profundamente decepcionante, ver en lo que se ha convertido, querido teniente.

La sorpresa paralizó a WonHo, la vergüenza fugaz en su semblante, quien dejó caer la cubeta, creando un enorme barrial a sus pies, y se echó hacia atrás, reconociendo a Jennie por la majestuosidad valiente en sus ojos y la chispa indiscutible en su voz.

—Alteza... —Murmuró el militar, anonadado e intensamente cautivado por la figura real que se alzaba frente a él. Lucía angustiado, como si hubiera sido descubierto cometiendo el peor de los crímenes. Y así era—. Perdóneme. Se lo ruego, su Alteza real, perdone mis peca-..

Este momento de desconcierto sirvió como distracción suficiente para que no viera venir a la alfa que se abalanzó sobre él con una flecha, apuñalándolo en un acto sorpresivo.

Simultáneamente, en el campamento, resonaron variadas explosiones que hicieron temblar el suelo y la multitud se aterrorizó ante la inesperada conmoción.

Barriles de pólvora y fuegos griegos. Ese era el plan inicial.

Hye estaba sobre WonHo. La alfa se movía con una elegancia mortal, como una sombra danzante entre las llamas, con la única misión de saldar cuentas con el militar que representaba la opresión. Cada movimiento de su cuerpo llevaba consigo la historia de su pueblo, una historia de sufrimiento y resistencia. La flecha en su mano apuñaló incontables veces al militar en el cuello, hasta que el corpulento cuerpo del hombre cayó al piso, muerto.

—Punto para la Sangre Roja, malnacido. —Murmuró ella, jadeante y orgullosa. Con desprecio, dejó caer la flecha quebradiza al barro, y fijó sus ojos acaramelados en la omega.

Jennie se aferraba al lomo del encantador corcel, cuyos músculos se tensaron por los quejidos y alaridos que soltó su jinete hace unos segundos. Con el corazón aún acelerado, la omega rodeaba con sus brazos el cuello del noble animal, buscando consolarlo con caricias en su pelaje suave y en la familiaridad de su presencia. Jennie tenía los ojos cerrados, evitando a toda costa observar la sangrienta y violenta escena.

Hye sorbió la nariz, limpiando la sangre que le salpicó en el rostro y observando el fuego volver a consumir el campamento debido a las explosiones que ella y sus aliados habían provocado.

Jennie aferró con fuerza las crines del corcel mientras Hye lo guiaba hacia el caótico campo de batalla. El humo se elevaba en espirales, y el ruido de las explosiones y los choques de espadas resonaba en el aire. La líder de "Sangre Roja" mostraba una determinación feroz en sus ojos, su mirada reflejaba la venganza que había cobrado contra WonHo y la rabia acumulada por las injusticias sufridas.

A medida que avanzaban entre las ruinas del campamento, Jennie observó a los alfas de Sangre Roja en acción. Thorian desarmaba a un soldado con habilidad, Lyra lanzaba flechas certeras que encontraban sus blancos con precisión, y Seraphina enfrentaba a varios oponentes a la vez con gracia y destreza. Cada uno de ellos, enmascarados y misteriosos, formaba parte de un ballet mortífero que luchaba por la libertad.

—¡Aquí están los sobrevivientes! —Anunció un alfa al acercarse a Hye, señalando a Jennie y a otros que habían logrado escapar.

Hye asintió y se dirigió hacia ellos. Con un gesto firme, ayudó a los heridos y reunió al grupo. Jennie, aún montada en el corcel, observaba el caos a su alrededor, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y horror.

—Hye, ¿y Lirion? —Preguntó Jennie con preocupación, aún sin poder digerir lo que sus exhaustos ojos veían.

—Aún no lo encontramos, pero no te preocupes. Él es fuerte. Aparecerá... tiene qué. —Hye le dedicó una mirada tranquilizadora, aunque no se sintiera como tal por dentro, antes de ordenar que se movieran hacia un lugar más seguro—. ¡Revisen los cuerpos también, y rescaten el pergamino con los registros!

El grupo se dispersó entre los árboles, dejando atrás el campo de batalla en llamas. Mientras avanzaban, Jennie no podía evitar sentirse parte de algo más grande, algo que trascendía las fronteras y las lealtades impuestas por la corona. Escuchó de Sangre Roja por aquella alfa joven en el mercado, y ahora tenía el privilegio de ver sus acciones en carne y hueso. El grupo representaba la resistencia, la lucha contra la opresión, y Jennie se encontraba en medio de esa historia, con su vientre hinchado y el corazón lleno de esperanza.

—Nos dirigiremos al escondite. Ahí estaremos a salvo mientras planificamos nuestro próximo movimiento. —Anunció Hye, liderando a su grupo hacia un refugio oculto en el espeso bosque. —¿Vendrás con nosotros, valiente copo?

Jennie, envuelta en su capa empapada y con la capucha cubriendo parte de su rostro, asintió. Siguió el camino con ellos. Cada paso resonaba con el eco de la libertad que buscaban, y mientras se adentraban en la oscuridad del bosque, el futuro parecía incierto pero lleno de posibilidades.

Junto al próximo amanecer, el mundo gozaría de un poco de justicia.

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