⠀⠀𝟏𝟓. ❝ Cuando esté mirando a esos extraños. ❞
❝ Cuando esté mirando a esos extraños, le pido a Dios no ver tu rostro. ❞
El frío le consumió más fácil de lo que Jennie hubiera deseado. Su bata era muy delgada, estaba empapada con sangre y por ende escalofriantemente húmeda. Las piernas ya no sólo le temblaban por el esfuerzo físico, sino también por lo entumecidas que estaban. Sensación que empeoraba por cada segundo que corría a través de los jardines.
Poco a poco dejaba de sentir sus pies, los dedos violáceos dormidos. Sus rodillas flaqueaban y el aire le faltaba. Su frente dolía por el aire gélido golpeándola constantemente.
Jennie trataba desesperadamente de mantener caliente su vientre, acunándolo con las manos igual de frías que el resto de su cuerpo.
La visión se le hizo borrosa, y entonces se desplomó contra el césped. Un quejido salió de sus labios temblorosos por el golpe en su vientre, y se retorció como pudo entre las plantas musgosas. Pero no le quedaban fuerzas, su corazón estaba siendo vilmente apretujado entre filosas garras ante el recuerdo del rostro de Nayeon despidiéndose silenciosamente.
Jennie sabía que ella moriría. Cualquiera que la ayudara, y que lo haya hecho, sufriría la ira de Lisa.
Ese pensamiento le derribó. Lloró y lloró, congelándose en el piso. Trató de arrastrarse pero sus brazos tampoco le respondían.
Entonces, una silueta apareció a lo lejos. Era fornida y corría hacia ella, pero Jennie no pudo hacer más que balbucear un débil:
―T-TaeHyung...
El Alfa no perdió tiempo en agacharse a su altura y ayudarle a sentarse. Se vio espantado por la sangre pintándole, así que le revisó con toques rápidos, suspirando de alivio puro al no encontrar ninguna herida en su torso.
Pronto, Jennie sintió algo cálido y mullido rodear sus hombros, junto al aroma de TaeHyung envolverle. El Alfa se había quitado el abrigo para ponérselo, y después acunó su rostro con una palma mientras la otra sostenía su pequeño vientre, brindando calor a través de la tela.
—Jennie, por la Luna... —maldijo entre dientes, ingeniándoselas para poner de pie a la omega sin dañarle ni sacudirla demasiado. Estaba tan pálida que parecía de porcelana, y temía romperla—. Debemos seguir. Resiste, ¿sí?
Le sujetó contra su cuerpo y avanzaron pasos torpes, el muro por el que debían escalar estaba a tan solo unos metros.
TaeHyung miró hacia los lados, y su ceño se frunció.
—¿Dónde está Nayeon? Creí que estaban juntas desde la cocina.
Con fuerzas inesperadas, Jennie agarró la camisa del Alfa entre sus manos vuelta puños. Sus rodillas le fallaron así que TaeHyung le agarró por los codos antes de que cayera otra vez al piso, pero su cuerpo se tensó al escuchar el lamentable llanto de la Omega.
—Perdón... Nayeon no.. le dije que n-no lo... perdóname, perdóname, perdóname...
El Alfa se petrificó. Entendió todo demasiado rápido, y sus ojos normalmente serios se llenaron de una profunda tristeza.
Abrazó el cuerpo débil, y siguió avanzando. Tragándose el nudo en su garganta y apretando la mandíbula.
Debían salir de ahí.
—Ella se fue, Tae... m-mi cachorra.. —Jennie sollozó, la voz apenas en un hilo.
El Alfa siseó con suavidad, callándole.
—Jennie. Mírame —una vez llegaron a la pared del muro, TaeHyung sostuvo las mejillas húmedas entre sus dedos enfundados por guantes gruesos de cuero. Jennie le observó, completamente roto—. Vas a salir de aquí, cueste lo que cueste, ¿has entendido?
Entre sollozos, Jennie asintió. El Alfa no esperó más y la elevó por las caderas. Aún temblando por todos lados, Jennie logró sujetarse de sus hombros y alcanzar las gruesas raíces que cubrían el muro, comenzando a subir con sus brazos débiles fallando de vez en cuando. Sin embargo, cuando eso ocurría, TaeHyung le ayudaba desde abajo a no caer.
Hasta que el, ya odiado, ruido característico de la multitud de guardias acercándose alertó a ambos. Jennie se esforzó como nunca antes en usar sus débiles y temblorosos brazos, agarrando aquellas raíces como si estuviera aferrándose a la vida. E irónicamente, así era.
Su terror aumentó al escuchar gruñidos de lobo. Consciente de que significaba que la reina había enviado a sus mejores guardias en sus formas animales para cazarlo, como a un cervatillo.
—¡Sube, jennie! ¡No te rindas! —La voz agitada de TaeHyung le animó, y Jennie gritó de dolor al volver a impulsarse hacia arriba, pataleando torpemente hasta que el Alfa sostuvo su tobillo desnudo entre los dedos y lo posicionó sobre otra raíz—. Eso es, cariño. Sigue subiendo, aquí estoy por si caes, ¡sólo llega a la cima, vamos!
No lo soportó. La presión y el horror era demasiado. Jennie se echó a llorar desgarradoramente, pero aún así jamás se detuvo. Siguió subiendo, y siguió y siguió luchando contra su propio dolor y cansancio.
Fue como una luz divina cuando su cuerpo se sentó en el la cima del muro. Sintió a la Diosa Luna acariciar sus cabellos entre sus dedos celestiales como recompensa, y las lágrimas en sus mejillas dolieron al congelarse por la fría brisa.
Esperó a TaeHyung antes de bajar del muro, viéndole luchar contra los demás guardias que trataban de seguirles el paso. Logró lanzar a tres y al último lo derribó con una piedra que arrancó de la antigua estructura, hasta que finalmente estuvo a su lado, sosteniéndole y mostrándole una sonrisa confiada y esperanzadora.
Sólo debían bajar y estarían, por fin, fuera del palacio.
El Alfa bajó primero, sosteniéndose de otra raíz y tendiéndole la mano. La enorme luna llena estaba justo sobre ellos, iluminando el otro lado del muro.
Jennie estaba por seguir, tomando aire y acariciando su vientre, hasta que un rugido lejano le heló la sangre.
Lo olfateó, las feromonas furiosas y aterradas de Lisa junto al galopeo del caballo de la reina, un precioso sangre pura de pelaje café oscuro y cabello negro como el ébano.
Jennie le observó desde la altura acercarse al nacimiento del muro con desesperación. Traía el cabello revuelto y una expresión de ira que asustaría a cada individuo del reino.
Lisa se detuvo a los pies del muro, alzando la cabeza para penetrarle con sus ojos inyectados en sangre, los colmillos sobresaliendo de sus labios delgados y la sangre corriendo por el costado de su cabeza, bajando por su afilada mandíbula. Agitado y tenso.
—¡Baja de ahí en este maldito instante! —ordenó entre gruñidos roncos y agresivos, usando la voz de mando que si bien no tenía impacto en su Omega, sí provocó que los Alfas alrededor de él bajaran la cabeza y esperaran nuevas órdenes. De alguna manera, todos sabían que la reina escaparía, pero Lisa no podía aceptarlo y no quería—. Jennie, te lo advierto. ¡Vuelve a mí de inmediato! ¡Tú eres mia, joder! ¡Me perteneces, y no irás a ningún lado sin que yo lo consienta! ¡Baja ahora o te aseguro que te arrepentirás, omega de mierda! ¡Tú no eres nada si yo no estoy ahí!
Jennie sintió su corazón latir furioso, golpeando sus entrañas y dándole una valentía que nunca antes tuvo. Su lobo gruñó de igual forma, echando las orejas hacia atrás y engrifando su delgado lomo.
Y entonces, Jennie cortó el lazo. Rechazó aquella unión, y fuera de sentirse deprimido o cercano a la muerte, fue todo el impulso que necesitaba para gritar:
—¡Púdrete en tu propio infierno, Lisa! —Y tomar la mano de TaeHyung para desaparecer del borde del muro, su última imagen siendo la reina cayendo de rodillas al piso y agarrándose el pecho en la zona del corazón, su expresión de dolor y terror puros.
Y con justa razón. El odio de Jennie hacia la Alfa sobrepasaba todo lo natural y primitivo, su lobo estaría bien, lo sabía. Por otro lado, el lobo de Lisa sí sufriría demasiado. Incluso podría morir.
Irónico, ¿verdad?
Lamentablemente eso ya no importaba. No cuando lograron bajar del muro y echarse a correr por el frondoso bosque que separaba los territorios de ambos reinos, Dynes y Évrea.
Sus pies descalzos tocaron la tierra y su mano se unió con firmeza a la de TaeHyung. El Alfa empuñó su espada y ambos se perdieron entre los frondosos árboles, kilómetros y kilómetros de pinos, robles y abetos y hiervas silvestres de frontera antes de pasar el temido "Campo de Lanzas" que rodeaba a Évrea.
Una vez soportaran el asqueroso hedor de los miles de cadáveres en esa zona, serían libres de entrar a Dynes y finalmente abandonar el reino.
—¡TaeHyung! —gritó Jennie, abrumada por el golpe de adrenalina que su cuerpo sufrió tras cortar el lazo de unión. Estaba expectante a algún dolor, mareo infernal o agonizante tristeza; pero no. Nada le dolía más que las heridas sangrantes en sus pies y la de su nariz. De pronto se sintió eufórica y terriblemente contenta, tanto que podría vomitar y seguir riéndose como una lunática mientras respiraba agitada y sentía sus pulmones arder, corriendo sin detenerse ni bajar la velocidad—. ¡Tae, Tae! ¡Corté el lazo! ¡Yo lo dejé! ¡Lo hice!
TaeHyung volteó el rostro sobre su hombro y le dio una sonrisa, sus ojos brillantes en orgullo.
Cuando lograron adentrarse al bosque lo suficiente para no ver más que malezas y árboles alrededor, y que la luz de la Luna fuera cubierta por la copa de los pinos altos, los aterradores y feroces gruñidos junto a gritos y feromonas agrias volvieron a aparecer. Los estaban siguiendo, nuevamente. Y aunque ambos lo esperaran, no hizo que la tensión fuera menor.
Jennie deja de reír y el pánico vuelve a alarmarla, como un golpe crudo en su rostro que lo devuelve al aquí y ahora. Aún así, la inmensa felicidad de estar alejada de Lisa y ya no sentirla arraigada en su pecho era inexplicable. La sonrisa temblaba en sus labios violáceos y lo único que podía razonar era "sigue corriendo, no pares, no tropieces".
TaeHyung le guiaba con dominio y agilidad, sus cuerpos sincronizándose a la perfección y hundiéndose cada vez más en la oscuridad del bosque.
Los gruñidos incrementaron, las feromonas se hicieron más agrias y hombres armados aparecían de todos los extremos. Poco tardarían en rodearlos.
—¡Maldición, son demasiados! —gruñe TaeHyung, y Jennie siente sus ojos picar por el tono de desesperación en su voz.
—¡T-Tae! —grita con duda, desesperándose de igual forma cuando el Alfa los obliga a correr mucho más rápido, al punto en que Jennie siente sus tobillos desgarrarse—. ¡TaeHyung!
—¡Confía en mí! —pide, empujando de un brusco manotazo a la única rama que se interpuso en su camino.
Hasta con los ojos cerrados, y con mi corazón en la mano. Siempre confiaré en ti.
Finalmente, la carrera no era para perderlos, sino para adelantarlos. El rostro lastimado y pálido de la Omega se tuerce en una horrible mueca de terror cuando el Alfa los conduce detrás de un grueso tronco de roble, escondiéndolos.
TaeHyung le observa con ojos enormes y brillantes, la determinación en su ceño fruncido y la mandíbula apretada.
—No —dice Jennie de inmediato, comenzando a dar golpes torpes y débiles al aire para soltarse cuando el Alfa trata de sostener sus muñecas. TaeHyung gimotea en necesidad, algo muy poco visto en un Alfa, y la Omega de Jennie alza las orejas con curiosidad y responde al llamado de inmediato. Finalmente, logra agarrarlo y entrelazar sus manos—. ¡D-Dije que no! ¡Saldremos de la frontera juntos, n-no dejaré que te sacrifiques p-por... !
Sus palabras son interrumpidas por el tacto tibio en sus labios.
TaeHyung le estaba besando. Dulce, lento, delicado. Un cariño que jamás había sentido y que derritió a su corazón junto a un desgarrador sollozo desde lo más profundo de su pecho.
No, por favor. No te despidas también. No quiero esto si no están conmigo, ¡no me digas adiós!
Sus pensamientos son silenciados cuando el Alfa reparte besos cortos y rápidos en su boca una vez le suelta, frotando su nariz por su mejilla y marcándolo con su aroma entre jadeos agitados.
Sus frentes presionándose juntas.
—Mi marca de aroma camuflará tus feromonas... —comienza TaeHyung, pasando saliva y tratando con todas sus fuerzas de regular su respiración—. Tienes que correr, ¿sí? No dejaré que te alcancen, pero me ayudas mucho corriendo con todas sus fuerzas.
Jennie sacude la cabeza violentamente. TaeHyung acuna sus mejillas con cariño y Jennie posa sus palmas ensangrentadas, todavía con la sangre tétrica y carmín de Lisa, sobre las ajenas. Manchando la piel, aunque a ninguno les importa. Ni todos los aromas amenazantes ni ruidos asfixiantes.
—No quiero esto. Ven conmigo, Tae. Por favor.
—Sh, sh, sh... —El Alfa le calla con suavidad, volviendo a juntar sus labios. Jennie jadea, esta vez de gusto puro cuando sus belfos son acariciados por los ajenos—. Recuerda bien esta sensación, guárdala en tu cabeza. Esto es amor, ¿comprendes, Jennie? Calor, cariño, comodidad. Esto es ser amada. No permitas jamás que alguien te haga sentir menos que esto. Es todo lo que deseo dejarte... —comienza a alejarse, soltando su rostro despacio. Jennie gimotea, pero el Alfa aprieta los párpados y saca su espada—. No me recuerdes por mi muerte. Me hiciste feliz y me confiaste tu vida, eso es todo lo que importa.
—¡TaeHyung! —grita, en otro nivel de impotencia y desesperación. No sabía qué hacer. No quería dejar al Alfa, pero si se quedaba ahí más tiempo lo agarrarían y... el destino de ese camino tenía demasiados finales horribles.
—Cuéntale mis historias de batallas al príncipe, ¿sí? —ríe, las lágrimas deslizándose de sus ojos—. O princesa, quién sabe. Es lo único que puedo ofrecer entre tanta sangre derramada...
Jennie abraza su vientre. La sensación en su garganta era indescriptible. Quería gritar y acabar con todo, llorar hasta que no le quedaran lágrimas, correr a los brazos del Alfa, volver a besarle y jamás soltarlo.
Pero las sombras de aquellos que buscaban hacerles daño se proyectaron demasiado cerca, y el Alfa gritó:
—¡Transmuta y sal de aquí!
Voz de mando. La silenciosa disculpa en los ojos del Alfa es lo único que Jennie alcanzó a procesar antes de que su lobo acatara la orden y tomara consciencia total. Hubo un crujido de huesos y la pijama de seda cayó al piso, rota y sucia. De ella brotó un pequeño lobo de pelaje rojizo que reflejó sus destellos castaños en la luz de la Luna sobre su delgado lomo. Las cuatro patas marcaron la tierra y mientras corría lejos de allí escuchó el sonido de las espadas chocando, gritos de dolor y el aroma metálico y desagradable de la sangre.
Los luceros brillaron en un potente ámbar en medio de la oscuridad de la noche. Una noche llena de pérdidas y dolor genuino, que daría inicio a una nueva era.
Luego del destello ámbar, el frío gris se abrió paso en ambas iris. El pelaje rojizo de aquel lobo poco a poco se tornó blanco, hasta reflejar por completo a la esfera nívea sobre su cabeza, entre las nubes densas, que con su luz guió su camino a la libertad, hacia una nueva vida.
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