☆「 Cα℘Ꭵʈʊʆꪮ 18 」♡

[Narrador/a POV]

Second caminaba junto a Reuben, con los hombros ligeramente encorvados y la cabeza baja. El peso de sus pensamientos parecía hundirlo más con cada paso que daba. El aire era pesado, cargado de tensión y curiosidad, mientras sus pies marcaban un ritmo constante en el suelo polvoriento del lugar.

Detrás de ellos, los piglins, los guardianes leales de Reuben, mantenían su posición cercana. Sus hachas de oro reflejaban un brillo imponente, como si el arma misma pudiera advertir a cualquier enemigo potencial que se acercara. Cada uno de sus movimientos era cuidadoso, casi coreografiado, demostrando la disciplina que los caracterizaba.

Reuben, caminando con una postura firme y segura, rompió el silencio que parecía haberse instalado entre ambos. Giró la cabeza ligeramente hacia Second, sin detener su paso, mientras lo observaba con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿De dónde vienes? —preguntó finalmente, su voz grave pero amable, cargada de una autoridad natural que era difícil ignorar.

Second tardó un momento en responder, como si buscara las palabras adecuadas para describir lo que él mismo no terminaba de comprender del todo. Sus ojos, que apenas habían mirado a su interlocutor desde que comenzaron a caminar juntos, se alzaron brevemente hacia Reuben antes de volver al suelo.

—Soy de otra dimensión —respondió al fin, su voz sonaba tranquila, pero había un leve temblor que delataba el peso de la verdad que acababa de compartir.

Reuben frunció el ceño, intrigado.

—¿Otra dimensión? —repitió, deteniéndose por un instante. La sorpresa en su rostro no era evidente, pero su tono dejó entrever que no esperaba esa respuesta.

Second asintió con lentitud, sin añadir más. No estaba seguro de cuánta información debía compartir o si Reuben podía realmente comprender lo que eso significaba.

Los piglins intercambiaron miradas rápidas entre ellos, aunque permanecieron en silencio. El concepto de "otra dimensión" era tan ajeno para ellos como el propio Second. Sin embargo, no cuestionaron a Reuben; su lealtad era absoluta.

Mientras retomaban la marcha, Reuben decidió presionar un poco más.

—Debe ser extraño para ti estar aquí. Este lugar no se parece en nada a lo que conoces, ¿verdad? —su tono no era agresivo, sino más bien una invitación a que Second hablara.

—No, no se parece en nada —respondió Second, con un leve suspiro. Por un momento, permitió que sus pensamientos se alejaran hacia su hogar, un lugar que ahora parecía tan lejano como si perteneciera a otra vida.

Reuben observó su expresión y decidió cambiar de estrategia. Sabía que tendría tiempo para entender más tarde. Por ahora, lo importante era llegar a su destino, pero en el fondo no podía ignorar la sensación de que la presencia de Second traía consigo más preguntas que respuestas.

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Reuben continuó caminando en silencio por unos minutos, llevando a Second a través de senderos estrechos que parecían no llevar a ninguna parte. El paisaje alrededor era desolado; los árboles estaban marchitos, y el cielo, teñido de un extraño tono rojizo, no daba indicios de vida. Los pasos firmes de Reuben resonaban en el ambiente, mientras los piglins seguían de cerca con sus hachas listas, atentos a cualquier posible amenaza.

Second levantó la mirada, observando los alrededores con cautela. Cada paso los llevaba más lejos de lo que él conocía, y el aire parecía más frío, más denso. Algo en el ambiente no se sentía bien, como si el lugar estuviera cargado de secretos oscuros y olvidados. Finalmente, después de un largo silencio, Second no pudo contener su curiosidad.

—¿Adónde vamos? —preguntó, su voz sonó tensa, aunque intentó mantener un tono neutral.

Reuben no respondió de inmediato, limitándose a echarle una breve mirada. Había una seriedad en su expresión que hacía difícil descifrar sus intenciones. Finalmente, señaló con un leve movimiento de cabeza hacia adelante.

—Ya casi llegamos —dijo simplemente.

Second frunció el ceño, pero decidió no insistir. Pronto comenzaron a ver la silueta de una estructura en el horizonte, oscura y erosionada por el paso del tiempo. Al acercarse más, Second pudo distinguir los contornos de un castillo abandonado, rodeado por muros derruidos y cubierto de enredaderas que se aferraban a las paredes como si intentaran ocultarlo de la vista. Las ventanas, rotas y ennegrecidas, parecían ojos vacíos que observaban a cualquiera que se atreviera a acercarse.

Al llegar a la entrada principal, Reuben se detuvo y giró hacia Second. Su mirada era penetrante, como si evaluara al joven antes de continuar.

—Este lugar lleva mucho tiempo vacío —comenzó a explicar Reuben, mientras abría las puertas pesadas con un movimiento firme—. Pero ahora es nuestro refugio. Nadie se atreve a venir aquí... y eso nos da cierta ventaja.

Second lo siguió, mirando con asombro el interior del castillo. Aunque estaba en ruinas, aún había rastros de su antigua grandeza: enormes candelabros colgaban precariamente del techo, y las paredes, aunque cubiertas de musgo, mostraban elaborados grabados que contaban historias de tiempos olvidados. El aire estaba cargado con un olor a humedad y polvo, pero también con algo más, algo que Second no podía identificar.

—¿Dónde estamos? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro mientras sus ojos exploraban el lugar.

Reuben se detuvo en medio del enorme salón principal, girándose hacia Second con una leve sonrisa en los labios. Había algo en su expresión, una mezcla de orgullo y nostalgia que contrastaba con el estado decadente del lugar.

—Bienvenido a mi fortaleza... o lo que queda de ella. Este castillo fue, en algún momento, el corazón de mi imperio —dijo con un tono que no ocultaba del todo una pizca de melancolía—. Ahora es un lugar olvidado por el mundo, pero para nosotros, será el punto de partida.

Second lo observó en silencio, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Había algo en la manera en que Reuben hablaba, una determinación que no podía ignorar. Sin embargo, no podía evitar preguntarse qué significaba realmente "nosotros" y por qué lo habían llevado allí.

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Reuben guio a Second a través del amplio salón principal del castillo, avanzando hacia una gran puerta doble que conducía a lo que parecía ser el corazón del lugar. Con un empujón firme, las puertas se abrieron, revelando una sala majestuosa, aunque deteriorada, donde un enorme trono de piedra negra dominaba el espacio. Había grietas en sus superficies, y en lugar de joyas o decoraciones, el trono parecía emanar una aura pesada y opresiva.

Second apenas tuvo tiempo de procesar la imponente atmósfera antes de que su mirada se detuviera en algo más, algo que lo dejó paralizado. Al fondo de la sala, cerca del trono, había un grupo de personas obedeciendo órdenes de una figura alta y autoritaria. La voz de esta figura resonaba en la sala, clara y firme, mientras indicaba tareas a sus subordinados. Second sintió cómo un escalofrío le recorría el cuerpo, helándole la sangre. No podía ser real.

Entre las sombras y la tenue luz que se filtraba por las ventanas rotas, el rostro de aquella figura se hizo más claro. Era Red.

Second sintió que sus piernas tambaleaban, y su respiración se volvió errática. Red estaba vivo. O al menos eso parecía. Pero no podía ser posible. Él había visto el cadáver de Red, lo había visto con sus propios ojos, sin vida, con sangre seca cubriendo su cuerpo. Y, sin embargo, allí estaba, de pie, como si nada hubiera pasado.

Reuben, aparentemente ajeno al estado de shock de Second, avanzó sin dudar hacia el trono y se detuvo frente al príncipe. Con un gesto de respeto, inclinó ligeramente la cabeza antes de hablar:

—Mi príncipe, permítame presentarle a alguien. Este es Second, un viajero que proviene de una dimensión diferente —anunció con formalidad.

Los ojos de Red, intensos como rubíes, se movieron lentamente hacia Second. Su mirada parecía examinarlo, estudiarlo con cuidado. Aunque sus rasgos permanecían tranquilos, había algo en su expresión que delataba una chispa de reconocimiento. Era como si estuviera tratando de recordar algo, una memoria que no estaba completamente clara, pero que insistía en volver.

Second sintió cómo el aire se volvía más pesado, como si todo el ambiente lo estuviera aplastando. A pesar de los dias que habían pasado desde la muerte de Red, podía reconocerlo al instante. Pero había algo diferente. Sus ojos ya no tenían ese brillo intenso y desquiciado que una vez los caracterizó. Esos ojos rojos como rubíes ahora parecían normales, humanos... incluso calmados.

El silencio entre ambos era abrumador. Second quería hablar, quería gritar, pero las palabras se atoraban en su garganta. ¿Cómo podía estar allí? ¿Era realmente él? ¿O era algún tipo de ilusión cruel?

Finalmente, Red habló, pero sus palabras no eran las que Second esperaba.

—Bienvenido —dijo con una voz profunda, su tono neutral, casi indiferente. Su mirada, sin embargo, seguía fija en Second, como si buscara respuestas en su rostro—. Parece que has tenido un largo viaje.

Second tragó saliva, su mente todavía intentando procesar lo que veía. ¿Por qué Red no lo reconocía? O peor aún, ¿por qué actuaba como si lo conociera, pero no dijera nada?

—Tú... —intentó decir, pero Reuben intervino rápidamente, colocando una mano firme en el hombro de Second.

—El príncipe tiene asuntos que atender —dijo con firmeza, mirándolo de reojo—. Podemos hablar más tarde.

Second asintió lentamente, pero su mirada no se apartó de Red. Había demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas cosas que no cuadraban. Si esto era real, entonces todo lo que creía saber estaba a punto de cambiar drásticamente.

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Cuando Reuben salió del salón del trono, dos figuras emergieron de las sombras, moviéndose con precisión calculada. Uno era alto y delgado, con un porte frío y meticuloso; el otro era más corpulento, con una sonrisa torcida que mostraba cierto sadismo. Freedom y Hangman.

Antes de que Second pudiera reaccionar, ambos lo sujetaron con fuerza. Freedom torció uno de sus brazos hacia atrás, inmovilizándolo, mientras Hangman se colocaba frente a él, bloqueando cualquier intento de escape.

—¿Qué están haciendo? —protestó Second, tratando de liberarse, pero la fuerza combinada de ambos lo superaba. Sentía el agarre de Freedom como un hierro caliente, y la presencia de Hangman era tan opresiva como la atmósfera del castillo.

—Cállate —gruñó Hangman, dándole un leve empujón que hizo que Second tambaleara.

Desde el otro lado de la sala, Red observaba con una expresión indescifrable. Lentamente, se acercó, su capa negra rozando el suelo con un movimiento elegante y ominoso. En su mano derecha sostenía un arma: una espada oscura, con un filo que parecía absorber la poca luz que quedaba en el lugar. Cada paso que daba resonaba en el suelo de piedra, llenando el silencio con un eco intimidante.

Cuando llegó a pocos pasos de Second, Red se detuvo y levantó la espada, apuntándola directamente a su pecho. Su mirada era fría, calculadora, pero detrás de sus ojos parecía haber algo más: rabia contenida, quizá una herida aún abierta.

—Voy a hacer esto simple —dijo Red con una voz firme, casi como un látigo—. ¿Quién eres y qué haces aquí?

Second trató de hablar, pero las palabras no salían. La presión de los guardias, la espada tan cerca, y sobre todo, la mirada de Red lo dejaban paralizado. No podía evitar pensar en todo lo que había pasado, en cómo había estado presente cuando Red cayó.

Red dio un paso más cerca, inclinando ligeramente la cabeza, como si buscara algo en el rostro de Second.

—Te recuerdo —dijo finalmente, sus palabras cargadas de un tono gélido—. Estabas allí. Cuando morí.

Second sintió cómo la respiración se le cortaba. ¿Lo recordaba? ¿Cómo era posible? Pero antes de que pudiera responder, Red continuó, su voz tornándose más dura.

—¿Qué hacías allí, Second? ¿Viniste tras mí? ¿O fue mi rey quien te mandó? ¿Dark Lord? —Las palabras salieron de sus labios como veneno, cargadas de resentimiento.

Second negó con la cabeza rápidamente, su voz finalmente logrando salir entrecortada:

—¡No! Yo... yo no fui tras ti, ni tras tu rey. Yo solo... yo...

Red alzó la espada, deteniéndola justo a un centímetro del cuello de Second. El brillo siniestro del arma era un recordatorio de lo real que era esa amenaza.

—Entonces explícate, y hazlo rápido —ordenó. Su tono no admitía dudas ni excusas—. Porque si no me das una razón para creer en ti, no saldrás de aquí con vida.

Freedom y Hangman permanecían en silencio, pero sus expresiones mostraban disfrute ante la situación. Para ellos, esto era entretenimiento. Para Second, era un abismo creciente.

Second tragó saliva, intentando organizar sus pensamientos. Tenía que explicar su presencia, pero sin mencionar demasiado sobre las razones de su viaje o lo que había sucedido en su dimensión. Sabía que Red no era el mismo que una vez conoció. Ahora era un príncipe rodeado de oscuridad, y cada palabra que dijera debía ser medida con cuidado. Cualquier error podría costarle la vida.

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Mientras Second intentaba organizar sus pensamientos y encontrar la manera de explicar su presencia, el silencio en la sala se rompió por un grito desgarrador.

—¡Al suelo! —La voz era clara, llena de urgencia, y provenía de Yellow.

Antes de que Red pudiera reaccionar, Yellow se lanzó hacia él con una velocidad impresionante, empuñando una espada en su mano. La lucha comenzó de inmediato: las espadas chocaron con fuerza, creando una chispa que iluminó brevemente la oscura sala del trono. Ambos combatientes retrocedieron, buscando espacio y evaluándose mutuamente. Yellow, con la mirada fija y decidida, no parecía dispuesto a mostrar ninguna debilidad, mientras que Red, sorprendido por el ataque, también ajustaba su postura, concentrado en su oponente.

Mientras tanto, Blue, Green y Purple intentaron aprovechar la confusión para atacar. Se movieron con rapidez hacia Red, pero antes de que pudieran dar un paso más, Reuben apareció en la entrada con sus guardias, armados hasta los dientes. En un parpadeo, los amigos de Second fueron detenidos, inmovilizados por la fuerza bruta de los guardias.

Yellow no apartó la vista de Red. Aunque sus ojos reflejaban el dolor de ver a su ex pareja vivo, no permitió que la tristeza se apoderara de él. Su postura era sólida, su espada firmemente sujeta, y su mirada mantenía una intensidad feroz, lista para cualquier movimiento que Red hiciera.

Red, por otro lado, estaba congelado, mirándolo con asombro. Un torbellino de recuerdos lo golpeó con fuerza, y por un momento, su expresión cambió de la fría dureza a una más suave, casi vulnerable. Fue como si una parte de su mente tratara de procesar lo que estaba sucediendo, el asombro de ver a Yellow, quien creía perdido. Sin embargo, no dijo una sola palabra, y su pose de batalla se deshizo. Se quedó quieto, sin hacer movimientos, mientras sus ojos se clavaban en Yellow, recordando los momentos compartidos en el pasado.

Reuben observó la escena desde el costado, sin dejar de mirar a Yellow con una mezcla de desdén y frustración. Sus ojos se dirigieron a Red, y tras un largo momento de tensión, levantó la mano y dio una orden rotunda.

—¡Basta! —Su voz resonó por todo el salón, cortando el aire tenso con la misma autoridad que siempre lo había caracterizado.

Los guardias se movieron rápidamente, interviniendo entre los combatientes. Reuben hizo un gesto con la mano, y de inmediato, las espadas fueron bajadas. La calma momentánea llenó la sala, pero las tensiones seguían en el aire, palpables.

Yellow se mantuvo en su postura de batalla, pero su respiración se había calmado. Red, aún con la mirada fija en él, no podía apartar los ojos de su ex pareja, aunque las palabras se negaban a salir de su boca.

Reuben, viendo que el enfrentamiento se había detenido, se acercó a los dos con una actitud calculadora, como si estuviera considerando cada palabra antes de hablar.

—Esto no es un juego —dijo en voz baja, pero firme. Luego, mirando a los guardias—: Llévenlos a sus celdas. Nadie más moverá un dedo hasta que tengamos respuestas.

Yellow, aunque frustrado, no dijo nada, y sus compañeros fueron rápidamente escoltados fuera del salón. Red, por su parte, permaneció en silencio, como si aún estuviera procesando todo lo que acababa de suceder. Reuben observó a todos con desdén, y luego volvió su atención hacia Second, como si estuviera esperando que finalmente explicara lo que estaba sucediendo.

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Red, en un gesto inesperado, levantó la mano y detuvo a los guardias antes de que pudieran llevarse a los demás. La sala se llenó de un silencio tenso mientras los soldados, sorprendidos por la orden, se quedaron inmóviles. Reuben, aunque visiblemente confundido, no protestó. Observó a Red con una mezcla de desconcierto y respeto, pero no dijo palabra alguna.

Green, el guardia real, dio un paso adelante. Su mirada era calculadora, pero sus acciones eran preocupadas cuando se acercó a Purple. El príncipe del End, aunque algo atónito por la situación, notó la atención de Green y sintió un leve alivio al ver que alguien se preocupaba por él. El silencio reinaba, pero al menos Purple no se sentía completamente solo en ese momento.

Desde la distancia, Blue observaba la escena con una creciente incomodidad. La forma en que Green se acercó a Purple, su preocupación evidente, parecía haber encendido una chispa de celos en su interior. No dijo nada, pero su expresión, aunque neutral, no podía ocultar la pequeña agitación que lo invadía. Sin embargo, se mantuvo en su lugar, callado y contenido, sin hacer movimientos que pudieran poner en evidencia su incomodidad.

Red, mientras tanto, no apartaba la vista de Purple. Aunque no se llevaba bien con él, algo en su interior lo impulsaba a mirar al príncipe del End. Sabía que no estaba en su mejor momento para discutir, y en su lugar, se mantuvo en silencio, procesando la situación con una calma que contrastaba con la tensión del lugar. Se acercó lentamente a Yellow, cuyos ojos no dejaban de seguir sus movimientos.

Yellow, por su parte, mantenía la cabeza fría, como siempre. Su cuerpo estaba tenso, listo para cualquier cosa, pero su rostro no mostraba emoción alguna. Los recuerdos de su relación pasada con Red, los conflictos, las discusiones, la pérdida... todo parecía pesar sobre él, pero no dejaba que esos pensamientos lo desbordaran. Su mirada se mantenía fija, dura, sin ceder ante la confusión o el dolor que podía sentir al ver a Red frente a él.

Red llegó hasta donde estaba Yellow, pero no hizo ningún intento de confrontarlo, a pesar de la turbulencia que sentía por dentro. En lugar de eso, lo observó, como si estuviera esperando algo de él, una reacción, una palabra, pero Yellow no cedió.

El ambiente estaba cargado de emociones no expresadas, pero por ahora, las palabras entre ellos seguían siendo innecesarias. El silencio pesaba más que cualquier diálogo.

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Red, al fin rompiendo el silencio, susurró el nombre de Yellow, como si las palabras le costaran salir, pero al mismo tiempo, como si algo lo impulsara a decirlas.

—Yellow… —su voz tembló un poco al pronunciarlo.

Yellow levantó la mirada, sus ojos fríos, pero por un instante, un destello de algo más apareció en su expresión. Una mezcla de incredulidad y tristeza, como si estuviera luchando por mantener a raya las emociones que comenzaban a aflorar. La tensión en el aire se hizo aún más palpable, como si todo estuviera a punto de estallar.

Red dio un paso hacia él, pero no lo tocó. En su lugar, su mirada se hundió en los ojos de Yellow, buscando respuestas que no sabía si recibiría. Habían pasado tantas cosas, tanto dolor, tanta distancia entre ellos, pero algo en ese momento hizo que Red no pudiera ignorar el peso de su propio arrepentimiento.

—Lo siento… —murmuró, casi en un susurro. —Lo siento por todo lo que pasó. No debí… dejarte ir.

Yellow se quedó en silencio, sus labios apenas moviéndose, pero su mirada se volvió más profunda, más complicada. Su pecho se sentía como si estuviera a punto de explotar de tantas emociones reprimidas. Había tanto que decir, tanto que había quedado en el aire entre ellos. El odio, el amor, la traición, el arrepentimiento… pero las palabras no fluían. ¿Acaso las palabras bastarían para sanar todo lo que se había roto entre ellos?

—Red… —la voz de Yellow salió como un suspiro, bajo y quebrado. No estaba seguro de qué responder, de qué hacer con todo lo que sentía. Habían sido tantas las veces que pensó en este momento, tantas las veces que deseó algo diferente. Pero ahora que Red estaba aquí, frente a él, con ese aire de vulnerabilidad, no sabía si debía ceder o mantenerse firme.

Red, al ver la lucha interna en los ojos de Yellow, sintió que la distancia entre ellos no solo era física, sino emocional. Cada palabra, cada gesto parecía un recordatorio del daño que ambos se habían hecho. Pero aún así, no podía negar que, en su interior, sentía que aún había algo más entre ellos. Algo que no podía desaparecer tan fácilmente.

El príncipe del Nether dio un paso más hacia Yellow, pero esta vez, era diferente. No era una amenaza, no era una orden. Era un acercamiento genuino, un intento de redención.

—Sé que no puedo cambiar el pasado —dijo Red con voz grave—, pero quiero intentar enmendar mis errores. Si me dejas… quiero que volvamos a ser lo que éramos. Aún… a pesar de todo.

El aire estaba cargado de emociones no dichas. La historia entre ellos no había terminado, aunque ambos sabían que el camino hacia la reconciliación sería largo y complicado. Pero, por primera vez en mucho tiempo, ambos sentían que había una posibilidad. Una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.

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Yellow no pudo más. El peso de los años, la distancia, el dolor, todo se desmoronó en ese instante. Sin poder resistirlo, dio un paso hacia Red y lo abrazó con fuerza. El calor de su cuerpo, la familiaridad de su presencia, lo inundaron como una corriente. Habían pasado tantas cosas, y, a pesar de todo, ahí estaban, frente a frente, después de todo lo que había sucedido.

Red, sorprendido por el gesto, dudó por un momento, pero luego, algo dentro de él despertó. Sin pensarlo, lo rodeó con sus brazos, apretando a Yellow contra su pecho, como si temiera que se desvaneciera en cualquier momento. Era un abrazo lleno de sentimientos encontrados, un abrazo que hablaba de años perdidos, de promesas rotas y de un amor que nunca desapareció.

—Te he extrañado tanto… —dijo Yellow, su voz quebrada por la emoción. Las palabras salieron con dificultad, como si finalmente pudiera expresar todo lo que había guardado dentro durante tanto tiempo.

Red lo miró con una intensidad que dejaba claro que sentía lo mismo. La mirada que compartieron fue suficiente para que ambos supieran que, a pesar de los errores, a pesar del tiempo y la distancia, el vínculo que los unía seguía siendo fuerte.

Sin decir nada más, Red inclinó su rostro hacia el de Yellow, sus corazones latiendo al unísono, y los labios de ambos se encontraron en un beso suave, lleno de años de añoranza y arrepentimiento. El mundo a su alrededor se desvaneció, y solo existían ellos dos, en ese momento, buscando redención, buscando un nuevo comienzo.

Los demás, al ver la escena, desvió la mirada respetuosamente. Aunque la tensión seguía en el aire, entendían que no era momento de intervenir. Green y Blue, cada uno con sus propios pensamientos, se quedaron en silencio, mientras Reuben observaba desde una distancia, sin interrumpir lo que parecía ser un momento decisivo en la vida de ambos.

Hangman, Freedom, y los demás guardias se mantenían firmes, pero con una discreción que solo reforzaba el espacio privado que habían creado Yellow y Red. El castillo abandonado, antes lleno de ecos de batallas y tensiones, se convirtió en un refugio para este instante de calma, donde dos almas, rotas por el tiempo y la guerra, comenzaban a sanar.

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Purple, sin querer interrumpir el reencuentro, no pudo evitar hacerlo. Su rostro serio reflejaba la urgencia de la situación, y sus palabras resonaron en el aire con la gravedad de lo que estaba a punto de revelar.

—El reino... está en peligro —dijo Purple, con la voz tensa—. El rey Dark quiere tomar el control de todo, incluso lo único que queda del Nether.

El ambiente se volvió pesado de inmediato. Red, al escuchar esas palabras, frunció el ceño. Sabía que Dark había perdido el control de las cosas, pero no esperaba que la amenaza fuera tan inminente. Su mirada pasó de Purple a Yellow, y en su corazón, el deseo de protegerlos a ambos se hizo más fuerte.

—Lo entiendo —respondió Red, con determinación—. Pero he decidido unirme a ustedes para detener la guerra de una vez por todas.

Una sonrisa tímida apareció en su rostro, y sus ojos se encontraron con los de Yellow, quien, a pesar de todo, no podía evitar sentirse aliviado al ver a Red a su lado de nuevo. La idea de luchar juntos por una causa común era algo que nunca había imaginado, pero ahora parecía ser la única opción.

Blue, que había estado callado hasta ese momento, se adelantó con un gesto de confianza.

—Si conseguimos todos los cristales de Starlight Nexus, podemos derrotarlo —dijo, su tono decidido—. Juntos, podemos ponerle fin a esta guerra.

Second, que había estado escuchando todo en silencio, negó con la cabeza. Su expresión era seria, casi amarga.

—Eso... es imposible —respondió con pesar—. Todos los cristales están perdidos.

El aire se llenó de una tensión palpable, y la esperanza de todos parecía desvanecerse. Pero entonces, Purple, con un movimiento rápido, se acercó a Second, sacando algo de la mochila que este llevaba. Al abrirla, reveló lo que parecía ser una pequeña caja con los cristales.

—No todo está perdido —dijo Purple con una sonrisa cargada de alivio—. En la mochila de Second están los tres cristales que aún tenemos. El amarillo, el rojo, y el azul.

Second permaneció en silencio, la incredulidad reflejada en su rostro. Aunque Purple había mostrado un gesto de esperanza, la traición que había sufrido por parte de él y el King Orange aún lo marcaba. No podía confiar completamente, no aún.

Purple, notando la tensión, se acercó con cautela.

—Lo siento mucho, Second —dijo con sinceridad—. Sé que te he fallado, pero quiero que entiendas que lo que hice fue un error. Estoy aquí para enmendarlo.

Second no dijo nada en respuesta. El nudo en su estómago seguía ahí, como una sombra de desconfianza que no se disipaba fácilmente. Sin embargo, aunque sus pensamientos eran confusos, un atisbo de esperanza se encendió en su interior. Tal vez, solo tal vez, podrían lograr lo que parecía imposible. Pero el tiempo diría si realmente podría confiar en Purple nuevamente.

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En una oscura y fría cámara del castillo, las cadenas resonaban cada vez que Dark Lord intentaba moverse. Su cuerpo estaba encorvado, y su respiración pesada, pero sus ojos, siempre llenos de determinación, no mostraban rendición. A pesar de estar encadenado, su mente no dejaba de analizar la situación. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Quién se atrevía a desafiarlo?

El sonido de pasos resonó en el silencio, cada uno con una calma inquietante. Una figura se adentró en la habitación, su silueta iluminada apenas por las llamas de las antorchas. Cuando Dark alzó la vista, sus ojos se encontraron con una presencia que lo llenó de sorpresa y rabia: Chosen One.

—Tú... —murmuró Dark, apretando los dientes mientras intentaba levantarse contra sus ataduras—. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que éramos aliados.

Chosen no respondió de inmediato. Caminó con calma hasta estar frente a Dark, sus ojos brillando con desafío. En sus manos sostenía la Nether Star, el objeto más poderoso que ambos habían jurado proteger y utilizar para sus propios fines. Pero ahora, Chosen parecía tener otros planes.

—¿Aliados? —repitió Chosen con una risa amarga, cruzándose de brazos—. ¿Eso creíste, Dark? Que trabajábamos juntos, que compartíamos un propósito. Pero ya no necesito tus órdenes ni tus promesas vacías. Todo esto... siempre fue mío.

Dark sintió que la ira crecía dentro de él, pero también una profunda traición. Había confiado en Chosen, le había otorgado poder y libertad, y ahora estaba viendo cómo todo eso se volvía en su contra.

—¿Por qué? —gruñó Dark, su voz resonando en la cámara—. Teníamos un plan. Con la Nether Star, podíamos gobernar y destruir a quienes nos desafiaron. Pero ahora... ¿quieres tomarlo todo para ti? ¿Es eso?

Chosen inclinó la cabeza, como si estuviera considerando las palabras de Dark, pero la sonrisa que apareció en su rostro dejó claro que ya había tomado su decisión.

—Tu tiempo terminó, Dark —dijo, su voz firme y calculada—. Eres poderoso, sí, pero también eres una reliquia. Tus métodos, tus ideas... están desfasadas. Yo, en cambio, veo el verdadero potencial de la Nether Star. Haré lo que tú nunca te atreviste a hacer.

Dark intentó zafarse de las cadenas, su fuerza haciendo que los eslabones tintinearan, pero era inútil. Estaba atrapado, al menos por ahora.

—¡No tienes idea de lo que estás desatando! —rugió Dark, sus ojos llenos de furia—. Esa estrella no se controla tan fácilmente. Si crees que puedes manejar su poder, estás más perdido de lo que pensaba.

Chosen lo miró en silencio por un momento, su expresión endureciéndose.

—No necesito controlarla, Dark. Solo necesito que todos sepan quién tiene el verdadero poder. Y créeme, cuando termine, nadie recordará tu nombre.

Con esas palabras, Chosen giró sobre sus talones, su capa ondeando detrás de él mientras se dirigía hacia la salida. Las antorchas parpadearon con el viento de su paso, dejando a Dark solo en la oscuridad, pero no derrotado. Aunque encadenado, su mente ya trabajaba en cómo salir de esa situación. No permitiría que Chosen tomara el control tan fácilmente. La guerra no había terminado. Solo estaba comenzando.

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El ambiente estaba lleno de emoción y alivio. Purple, con una sonrisa contenida, quitó con cuidado el cristal púrpura de su armadura y lo colocó junto al resto. Green hizo lo mismo, deslizándolo desde la empuñadura de su espada, su expresión mostrando un leve orgullo por el sacrificio hecho. Ahora, frente a ellos, todos los cristales de Starlight Nexus estaban reunidos. Un resplandor brillante surgió del conjunto, llenando la habitación con una cálida luz que parecía envolverlos a todos en esperanza.

Second no pudo evitar sentir cómo su pecho se llenaba de emoción. Era un paso gigantesco hacia su objetivo: regresar a su hogar. Pero sabía que aún no era el momento. Miró a sus amigos, quienes, aunque exhaustos y marcados por las batallas, compartían su determinación. Primero, la guerra debía terminar.

—Lo logramos —dijo Second, su voz temblando por la emoción contenida—. Estamos un paso más cerca de acabar con todo esto.

Mientras todos celebraban, compartiendo sonrisas y palabras de aliento, un sonido de pasos resonó en la distancia. De pronto, la figura de Chosen apareció en la entrada de la sala. Su presencia era solemne, con un aire de misterio que hizo que las conversaciones se detuvieran al instante. Todos lo miraron con recelo, excepto Red, que lo observaba en silencio, como si ya supiera algo que los demás no.

Second dio un paso al frente, rompiendo la tensión. Extendió una mano hacia Chosen, una sonrisa nerviosa pero genuina en su rostro.

—Déjenme presentarles a un viejo amigo mío —dijo Second, dirigiéndose al grupo mientras señalaba a Chosen—. Este es Chosen, alguien en quien confío.

Purple cruzó los brazos, frunciendo el ceño mientras lo observaba con cautela.

—¿Y podemos confiar en él? —preguntó con un tono algo cortante.

—Si Second confía en él, deberíamos hacerlo también —intervino Green, aunque su mirada seguía analizando cada movimiento de Chosen.

Chosen permaneció en silencio, observando a cada uno de ellos con calma, como si estuviera midiendo sus palabras. Su presencia era imponente, y aunque Second intentaba mantener la atmósfera relajada, el aire estaba cargado de desconfianza. Finalmente, fue Red quien rompió el silencio, dando un paso adelante.

—Hace tiempo que no te veía, Chosen —dijo Red, su voz tranquila pero con un matiz de algo más profundo.

Los ojos de Chosen se entrecerraron ligeramente, y por un momento, parecía que algo no dicho pasaba entre ellos. La tensión era palpable.

Second, intentando aliviar la situación, miró a Red y luego a Chosen.

—Ahora que estamos todos aquí, podemos planear nuestro próximo movimiento —dijo, intentando desviar la conversación—. Con los cristales y todos nosotros trabajando juntos, podemos detener esta guerra de una vez por todas.

Chosen inclinó ligeramente la cabeza, pero no dijo nada. Su mirada se desvió hacia los cristales reunidos, su expresión enigmática. Había algo en sus ojos, una chispa de algo que nadie más podía leer, pero que no pasó desapercibido para Red.

—Sí... juntos —murmuró Chosen finalmente, aunque su tono dejó a más de uno preguntándose cuáles eran realmente sus intenciones.

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La habitación volvió a llenarse de murmullos, aunque la tensión permanecía. Chosen se adelantó lentamente hacia los cristales reunidos, su mirada fija en ellos. La luz que emanaban parecía reflejarse en su rostro, pero no mostraba ni asombro ni alegría, solo una calma inquietante.

—Entonces... estos son los cristales que todo el mundo busca desesperadamente —comentó Chosen, rompiendo el silencio con un tono neutral. Sus palabras no estaban cargadas de emoción, pero tampoco carecían de intención.

—No solo el mundo, todos los mundos dependen de ellos —respondió Second con firmeza, interponiéndose entre Chosen y los cristales. Aunque confiaba en él, había algo en su postura que lo mantenía alerta. Second respiró profundamente y agregó—: Es por eso que tenemos que protegerlos a toda costa.

Purple dio un paso adelante, aún receloso.

—¿Y qué nos asegura que este "amigo" tuyo no esté aquí con sus propios intereses? —dijo, mirando a Chosen directamente a los ojos. Su voz era afilada, pero había verdad en sus palabras—. No es como si la confianza estuviera en abundancia últimamente.

Green tocó el hombro de Purple en un intento de calmarlo, pero él se zafó con un movimiento brusco. La mirada de Chosen no se apartó de Purple, un destello de desafío pasando fugazmente por sus ojos.

—Puedo ver que no soy bienvenido aquí —dijo Chosen, alzando las manos ligeramente como en un gesto de rendición—. Pero no vine a robar ni a causar problemas. Vine a ayudar. Si me lo permiten.

Antes de que alguien pudiera responder, Red alzó una mano, silenciando la discusión.

—Basta. No estamos aquí para pelearnos entre nosotros —dijo con autoridad, mirando primero a Purple y luego a Chosen. Sus ojos brillaban con determinación mientras continuaba—. Si Chosen dice que está aquí para ayudar, lo tomaremos en su palabra... por ahora.

Los demás intercambiaron miradas, pero nadie se atrevió a cuestionar la decisión de Red. Aunque aún había dudas, todos sabían que la prioridad era poner fin a la guerra y evitar que Dark Lord se apoderara de todo.

Yellow se acercó a Red, apoyando una mano en su brazo.

—Lo que importa ahora es que estamos juntos y tenemos una oportunidad real de detener esto —dijo, su voz calmada pero llena de convicción—. No desperdiciemos tiempo con disputas internas.

Red asintió, agradecido por el apoyo de Yellow, y volvió su atención al grupo.

—Bien, ¿cuál es el plan? —preguntó, cruzándose de brazos mientras miraba a Second.

Second respiró profundamente, sabiendo que todos estaban poniendo su fe en él. Sus ojos se posaron en los cristales, cuya luz parecía intensificarse como si respondieran a su determinación.

—Primero necesitamos información sobre los movimientos de Dark —dijo, girándose hacia Purple—. Dijiste que el rey Dark está detrás del control del Nether y de los cristales. ¿Sabes algo más? ¿Dónde está ahora?

Purple asintió, aunque su expresión se ensombreció.

—Dark ha consolidado su poder en lo que queda del Nether. Su base está profundamente oculta, protegida por cientos de sus soldados y un arma... algo que nadie ha visto y que ni siquiera los piglins pueden describir con precisión.

La mención de un arma desconocida hizo que el grupo intercambiara miradas preocupadas. Blue, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló.

—Si realmente tiene un arma así, entonces nuestra única oportunidad es reunir a todos los aliados posibles antes de enfrentarlo. No podemos lanzarnos a una batalla sin estar preparados.

Second asintió, sabiendo que Blue tenía razón.

—Entonces necesitamos un mapa del terreno y un plan claro —dijo, mirando a Red—. Tú conoces el Nether mejor que nadie. ¿Puedes guiarnos?

Red sonrió ligeramente, aunque había una sombra de tristeza en sus ojos.

—Por supuesto. Este siempre ha sido mi hogar. Y haré lo que sea necesario para protegerlo... y a ustedes.

Chosen, que había estado observando en silencio, finalmente habló.

—Si vamos a enfrentar a Dark, hay algo que necesitan saber —dijo, su tono sombrío y grave. Todos voltearon hacia él, esperando su siguiente palabra—. Él no está trabajando solo. Hay algo más, algo más grande que él, detrás de todo esto. Una fuerza que aún no comprenden.

El silencio que siguió a sus palabras fue pesado, como si una nube oscura hubiera descendido sobre el grupo. Second apretó los puños, su determinación solo fortaleciéndose ante el nuevo desafío.

—Entonces descubriremos qué es —dijo, con la mirada fija en Chosen—. Pero no importa lo que enfrentemos, lo haremos juntos. Y lo detendremos. Sea lo que sea.

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Mientras todos discutían sobre los próximos pasos, Chosen observó a cada uno con una calma inquietante. Nadie lo notó al principio, pero cuando Second y los demás miraron hacia él, se dieron cuenta de que algo había cambiado.

Con un movimiento rápido, Chosen levantó los cristales, aún reunidos sobre la mesa, y con un gesto sutil, los tocó. Un brillo intenso envolvió su mano, y los cristales comenzaron a fusionarse, transformándose ante los ojos de todos. Antes de que pudieran reaccionar, el resplandor desapareció y lo que quedaba era un solo cristal, resplandeciente, pero ahora encapsulado dentro de una pulsera.

Un silencio tenso se apoderó de la sala. Todos se quedaron congelados, sus ojos fijos en la pulsera que Chosen sostenía con una sonrisa arrogante en el rostro.

—¿Qué... qué has hecho? —exclamó Red, dando un paso hacia él, con la voz cargada de desconfianza.

Yellow se adelantó, su mirada feroz.

—¡Devuélvelo! —dijo con una determinación que no dejó lugar a dudas.

Pero Chosen no mostró ni una pizca de preocupación. Su sonrisa se ensanchó mientras observaba a los demás, disfrutando claramente del caos que había provocado.

—No se preocupen. No he hecho nada que no pudiera hacer yo mismo —dijo, su voz cargada de una calma que solo aumentaba la tensión—. Este cristal es ahora mío.

Second dio un paso hacia él, sus ojos llenos de furia, pero también con una calma fría, como si la situación no fuera nueva para él.

—Elegiste mal, Chosen. Esto no es solo una joya o una simple herramienta. Es la única forma de salvar a todos. —su tono fue grave—. Si no sabes cómo usarlo, lo que has hecho puede ser más peligroso de lo que imaginas.

Green y Blue se posicionaron junto a Second, sus miradas fijas en Chosen.

—No sabemos qué tienes en mente, pero no vamos a dejar que tomes el control de esto —dijo Blue, con voz firme, mientras su mano descansaba sobre la empuñadura de su espada.

Purple, sin embargo, parecía más pensativo que enojado. Sus ojos estaban fijos en la pulsera, observando cómo el cristal parecía emitir un brillo misterioso.

—¿Qué es eso realmente, Chosen? —preguntó, su voz más calmada de lo que la situación indicaba—. ¿Qué planeas hacer con ese poder?

La sonrisa de Chosen nunca desapareció, pero su mirada era más calculadora ahora. Se acercó un paso más a Purple, y su tono se volvió más oscuro.

—Este poder... es la clave para reescribir todo. No se trata solo de los cristales ni de los reinos. Se trata de lo que yo puedo lograr con ello. Si pudiera controlar esto, tendría todo lo que siempre quise.

—¡Lo que siempre quisiste! —repitió Yellow, furioso—. ¿Qué te hace pensar que tu ambición vale más que la vida de los demás? Esto no es un juego para ti, Chosen.

Reuben, que hasta ese momento había permanecido en silencio, observando la situación, finalmente habló con una voz autoritaria.

—Esto no va a terminar bien si no nos detenemos a pensar. Si Chosen tiene ese cristal, entonces debemos actuar rápido. Pero no podemos perder la cabeza ahora.

Second asintió lentamente, sus ojos fijos en la pulsera, ahora tan cerca de Chosen. Sabía que si no detenían a Chosen en ese instante, las consecuencias podrían ser desastrosas.

—Escúchame bien, Chosen —dijo Second con voz baja, pero con una autoridad inquebrantable—. Si de verdad piensas que este cristal te dará lo que buscas, estás equivocado. Nadie puede controlar el poder de los cristales de Starlight Nexus... al menos, no sin pagar un precio muy alto.

Pero Chosen solo se rió, su risa resonando en las paredes del salón.

—El precio que estoy dispuesto a pagar no me preocupa. Es hora de que todos vean cómo realmente se hacen las cosas.

La tensión estaba al límite. El futuro de todos los mundos podría estar en juego, y ahora dependía de que el grupo no cayera en los juegos de Chosen. ¿Serían capaces de detenerlo antes de que sus ambiciones desataran un caos aún mayor?

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La desaparición de Chosen dejó a todos en estado de alerta. El caos en la sala era evidente, con cada uno tratando de encontrar sentido a lo que acababa de suceder. Los cristales, el corazón de todo su esfuerzo, estaban ahora en manos de alguien con intenciones desconocidas.

Red fue el primero en romper el silencio. Su mirada se endureció mientras pensaba en un plan.

—Dark. Él puede saber algo. Si Chosen ha tomado ese poder, entonces tal vez Dark sea la clave para detenerlo. —Se giró hacia Yellow, quien lo observaba con un dejo de preocupación—. ¿Vendrás conmigo?

Yellow lo miró unos segundos antes de asentir con determinación.

—Siempre. Si hay una oportunidad de detener esto, no la dejaré pasar.

Ambos intercambiaron una mirada que decía más de lo que las palabras podían expresar y salieron de la sala sin más explicaciones, dejando a los demás con la tarea de lidiar con lo que venía.

Mientras tanto, en la sala principal, Purple rompió el silencio que había caído como una nube pesada sobre el grupo.

—Second... —comenzó con cautela, mirando fijamente al chico, quien aún parecía procesar lo que había ocurrido—. ¿Quién es Chosen en realidad? ¿Por qué tiene tanto interés en los cristales?

Second suspiró y bajó la mirada, como si no quisiera recordar. Sin embargo, sabía que la verdad debía salir a la luz.

—Chosen... —comenzó con voz tenue, pero firme—. Él fue, originalmente, el destinado a portar los cristales. Cuando estos se forjaron, su conexión con ellos era única. Pero algo cambió cuando yo aparecí. Por razones que aún no entiendo del todo, los cristales eligieron... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— ...a mí. Y eso lo dejó en un estado de resentimiento y rechazo. Desde ese momento, Chosen perdió su propósito, o al menos, eso creyó él. Tal vez esa es la razón por la que ahora actúa así.

Purple escuchaba con atención, asimilando la información mientras los demás intercambiaban miradas de preocupación.

—Entonces... —dijo Purple tras unos segundos—, ¿todo esto es porque los cristales te eligieron a ti en lugar de a él? ¿Por qué harían algo así?

Second se encogió de hombros, su rostro reflejando la culpa que sentía, aunque no fuera su responsabilidad.

—No lo sé. Nunca entendí por qué los cristales tomaron esa decisión, pero parece que Chosen jamás lo aceptó. Quizá él cree que recuperar los cristales significa reclamar lo que alguna vez fue suyo por derecho.

Green frunció el ceño, apoyando su mano en la empuñadura de su espada.

—Si ese es el caso, estamos en un problema aún mayor del que pensábamos. No se trata solo de detenerlo, sino de hacerle entender que no puede controlar ese poder sin consecuencias.

Blue asintió, aunque su expresión mostraba escepticismo.

—¿Y cómo piensas hacer eso? —preguntó, mirando a Second directamente—. Parece que Chosen está más allá de la razón. Si logró fusionar los cristales y usarlos para crear esa pulsera, entonces ya tiene ventaja sobre nosotros.

Purple suspiró y se cruzó de brazos.

—Tal vez, pero no podemos rendirnos. Hay algo más en esto, algo que aún no sabemos. Y creo que tú, Second, eres la clave para descubrirlo.

Second se quedó en silencio, reflexionando. La presión de ser el portador de los cristales siempre había sido un peso sobre sus hombros, pero ahora parecía ser más que eso. No solo debía protegerlos, sino también enfrentar a alguien que alguna vez fue digno de su poder.

Mientras tanto, Green miró a Purple con una mezcla de preocupación y desconfianza.

—Y tú, ¿cómo estás tan seguro de que podemos confiar en lo que dices? —preguntó, con el ceño fruncido—. Después de todo, no tienes el mejor historial cuando se trata de lealtad.

Purple lo miró directamente, sin retroceder.

—Porque sé lo que significa perder algo importante. Sé lo que es cometer errores y tratar de arreglarlos. No voy a fallar esta vez, no con tanto en juego.

Blue, aunque aún un poco callado, parecía reflexionar sobre las palabras de Purple. Finalmente, habló con voz más calmada.

—Lo que sea que hagamos, tenemos que actuar rápido. Chosen tiene los cristales, y si está planeando algo, no tenemos mucho tiempo.

Second asintió, recuperando algo de su determinación.

—Lo sé. Y aunque no tengo todas las respuestas, prometo que encontraremos la forma de detenerlo. No dejaré que este mundo caiga por mi culpa.

La resolución en sus palabras llenó a todos de una nueva determinación. Aunque la situación parecía sombría, sabían que tenían que mantenerse unidos. La guerra aún estaba lejos de terminar, pero la esperanza aún brillaba entre ellos, aunque fuera tenue.

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El eco de sus pasos resonaba por los pasillos del castillo, mientras Red y Yellow avanzaban con calma pero con propósito. Los guardias a su paso no intentaban detenerlos, aunque muchos parecían sorprendidos de ver al príncipe del Nether caminando con firmeza, acompañado de Yellow, cuya presencia imponía respeto. La tensión se sentía en el aire, pero ninguno de los dos flaqueó.

Sin embargo, esa tranquilidad fue interrumpida por la aparición de una figura conocida. Desde un corredor oscuro surgió Killer, el guardia real de Dark, con su distintivo porte imponente. Su rostro, aunque agotado, mostraba un brillo de alivio al encontrarse con Red.

—¡Príncipe Red! —exclamó Killer, acercándose rápidamente a él—. No puedo creer que estés aquí.

Red lo miró con una mezcla de sorpresa y sospecha.

—¿Killer? ¿Qué haces aquí? ¿Y dónde está Dark? —preguntó, manteniendo un tono firme.

Killer bajó un poco la mirada antes de responder.

—Intenté salvar al rey... pero Dark se negó. No pude sacarlo. No quiso venir conmigo, insistió en quedarse donde está.

La mandíbula de Red se tensó ante esas palabras, pero antes de que pudiera responder, Killer continuó.

—Sin embargo, encontré a alguien más. —Killer hizo un gesto hacia el pasillo detrás de ella, y una segunda figura emergió de las sombras.

Era Beast. Aunque su silueta era fuerte y amenazante, estaba visiblemente herido, con vendas improvisadas cubriendo parte de su cuerpo. Sus ojos brillaban con una mezcla de agradecimiento y desconfianza mientras se apoyaba ligeramente en Killer.

—Lo encontré malherido. Lo estoy llevando a un refugio en secreto, lejos de todo esto —explicó Killer.

Yellow, que había permanecido en silencio hasta ese momento, miró a Beast con cautela antes de hablar.

—¿Y qué hace él aquí? ¿Está con nosotros o en contra? —preguntó, su tono serio y directo.

Killer negó con la cabeza.

—No está aquí para pelear. Beast fue traicionado por quienes lo rodeaban, igual que muchos otros. Solo busca sobrevivir, y yo decidí ayudarlo.

Red observó a Beast por unos segundos antes de asentir ligeramente, aunque su mente seguía enfocada en una cosa.

—¿Dónde está Dark exactamente? —preguntó, volviendo su atención a Killer.

Killer suspiró, visiblemente cansada.

—Encadenado, en su antigua sala del trono. Está débil, pero se niega a aceptar ayuda. No confía en nadie. Tal vez... tal vez confíe en ti.

Red apretó los puños, un destello de determinación cruzando por su rostro.

—Si Dark no quiere ser salvado, lo haré de todos modos. No voy a dejarlo atrás. —Se giró hacia Yellow, su mirada seria pero confiada—. ¿Me acompañarás?

Yellow no dudó ni un segundo antes de asentir.

—Sabes que siempre estaré contigo.

Con esa promesa silenciosa entre ellos, Red comenzó a caminar hacia la sala del trono, con Killer y Beast siguiéndolos de cerca. Sabía que lo que estaba por enfrentar no sería fácil, pero también sabía que no podía abandonar a Dark, sin importar lo que él creyera.

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El aire en la sala del trono estaba pesado y denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Las antorchas en las paredes apenas iluminaban la figura encadenada de Dark, quien alzó la mirada al escuchar los pasos que se acercaban. Sus ojos sombríos se abrieron un poco más al reconocer la silueta de Red.

—¿Tú...? —susurró Dark, incrédulo. Una risa áspera salió de su garganta—. ¿Cómo es posible que sigas vivo? Te vi morir.

Red apretó los puños, su voz quebrándose ligeramente mientras daba un paso adelante.

—No importa cómo. Estoy aquí, y he venido a sacarte de este lugar.

Dark dejó escapar una carcajada amarga, su expresión endurecida.

—¿Sacarme? ¿Por qué? Ya no queda nada para mí afuera. Este lugar es mi tumba. Déjame en paz, muchacho.

Red avanzó otro paso, su voz firme.

—No puedo hacer eso. Siempre me importaste, Dark. Fuiste como un padre para mí.

Dark lo miró fijamente, y entonces soltó una risa fría que resonó en toda la sala.

—¿Un padre? Qué irónico que digas eso, Red. Porque nunca supiste quién fue tu verdadero padre.

Red se detuvo en seco, su respiración atrapada en su garganta. Yellow, que estaba a su lado, frunció el ceño y dio un paso más cerca de él, protector.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Red, su voz apenas un susurro.

Dark inclinó la cabeza, sus ojos brillando con una malicia que hizo que el corazón de Red se hundiera.

—Tu verdadero padre, Red... fue Herobrine.

El silencio que siguió fue como un golpe. Las palabras de Dark parecían rebotar en las paredes, una verdad imposible de ignorar. Red retrocedió un paso, sus piernas tambaleándose como si le hubieran quitado el suelo bajo los pies.

—No... No puede ser... —murmuró Red, su voz quebrándose mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Yellow, con los ojos abiertos de par en par, miró a Red y luego a Dark, su rostro lleno de incredulidad. Recordaba claramente las historias, las cicatrices de su vida: Herobrine, el destructor, el monstruo que había acabado con su aldea, con sus vidas. Y ahora, esa figura temida resultaba ser el padre de Red.

—Estás mintiendo —dijo Yellow, pero su voz carecía de fuerza.

Dark sonrió con crueldad.

—¿Mentir? No tengo razones para hacerlo. Todo lo que soy ahora es verdad desnuda. Y tu madre, Red... ¿recuerdas ese nombre? Rosenthal. Fue una guerrera formidable, y tú llevas su nombre como herencia, incluso después de todo este tiempo.

El nombre resonó en la mente de Red como una campana lejana. Sus piernas temblaron, y sus lágrimas comenzaron a caer sin control. El peso de las palabras de Dark lo aplastaba, una revelación tras otra.

—Mi madre... —murmuró Red, con la voz quebrada—. ¿Por qué nunca me lo dijiste antes? ¿Por qué ahora?

Dark simplemente lo miró, sin ofrecer consuelo.

—No estabas listo. Y quizás nunca lo estarás.

Yellow, viendo el dolor en los ojos de Red, se acercó y lo abrazó, sin importar las lágrimas que ahora empapaban su ropa. Red se aferró a él, tratando de encontrar un punto de apoyo en medio de la tormenta que era su mente.

—Estoy aquí contigo, Red. No importa lo que digan, yo estoy contigo —susurró Yellow, acariciándole el cabello mientras Red sollozaba en su pecho.

Dark observó la escena con una mezcla de indiferencia y algo que parecía arrepentimiento. Finalmente, habló una vez más.

—La verdad siempre encuentra la manera de salir, Red. No puedes huir de ella. Herobrine es parte de ti, lo quieras o no. Pero lo que hagas con eso depende únicamente de ti.

Red levantó la cabeza ligeramente, mirando a Dark con ojos enrojecidos pero llenos de determinación.

—No soy como él. Nunca lo seré.

Dark no respondió. Solo cerró los ojos, dejando que el silencio llenara nuevamente la habitación mientras Red intentaba recomponerse, con Yellow aún sosteniéndolo. Pero dentro de Red, algo había cambiado. Una chispa de claridad y una nueva lucha estaban naciendo en su interior.

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Red respiró profundamente, intentando calmar la marea de emociones que había dejado la revelación de Dark. No podía permitirse perder el enfoque, no ahora. Se separó lentamente de Yellow, aunque su mano seguía descansando en el hombro de su pareja, buscando apoyo silencioso.

—Dark, no vine aquí solo por ti —dijo Red, su voz más firme de lo que esperaba—. Necesitamos tu ayuda.

Dark abrió un ojo, su expresión endurecida, pero no dijo nada. Red continuó.

—Chosen está fuera de control. Se ha llevado todos los cristales y ha convertido su poder en algo mucho más grande. Si no hacemos algo, no solo este mundo, sino todas las dimensiones estarán en peligro.

El nombre de "Chosen" pareció encender una chispa en Dark. Sus ojos se abrieron por completo, y su mandíbula se tensó.

—¿Chosen? —dijo, su tono cargado de desdén—. Ese traidor. No quiero tener nada que ver con él. Ni contigo, ni con tus amigos.

Red retrocedió ligeramente, sorprendido por la intensidad en la voz de Dark. Pero en lugar de responder con enojo, dio un paso adelante, su mirada suavizándose.

—Dark, sé que no confías en nosotros, y entiendo por qué. Pero ahora no se trata de confianza, se trata de sobrevivir. Si Chosen logra cumplir lo que sea que está planeando, todos pagaremos el precio, incluidos tú y lo que quede de este reino.

Dark giró la cabeza, como si quisiera ignorarlo, pero Red no se detuvo. Dio un paso más cerca, su voz ganando fuerza.

—Siempre fuiste alguien fuerte, alguien que no se rendía sin importar las circunstancias. ¿Qué pasó con ese Dark? El Dark que me enseñó a luchar, a no darme por vencido, el que decía que proteger el reino era lo más importante.

Dark dejó escapar un gruñido bajo, pero la culpa asomaba en sus ojos.

—Eso fue antes... Antes de que todo se desmoronara.

—Y ahora tienes una oportunidad para arreglarlo, para demostrar que aún eres ese líder. ¡No estás solo, Dark! Estoy aquí, Yellow está aquí, y todos estamos dispuestos a luchar. Pero no podemos hacerlo sin ti.

Yellow intervino, su voz serena pero persuasiva.

—Dark, todos hemos perdido algo. Pero esta es una oportunidad para recuperar al menos una parte de lo que teníamos. Red te admira, y aunque tú no lo creas, aún puedes hacer la diferencia.

Dark los miró a ambos, su semblante endurecido, pero algo en sus palabras parecía estar calando en su interior. Finalmente, dejó escapar un suspiro largo y profundo.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan terco, Red? —gruñó Dark, aunque su tono carecía de la dureza de antes. Sus cadenas tintinearon mientras intentaba moverse—. Está bien. Si esto significa detener a Chosen de una vez por todas, entonces ayudaré. Pero no lo hago por ti, ni por tus amigos. Lo hago porque ese maldito no se saldrá con la suya.

Una sonrisa de alivio cruzó el rostro de Red. Se volvió hacia Yellow, quien asintió en señal de victoria.

—Gracias, Dark. No te arrepentirás de esto —dijo Red, acercándose para desatar las cadenas. Dark lo observó en silencio, y aunque su rostro seguía siendo serio, había una chispa de respeto en sus ojos.

Cuando finalmente quedó libre, Dark se puso de pie, su figura aún imponente. Miró a Red y luego a Yellow, dejando escapar un suspiro.

—Espero que tengan un buen plan, porque esto no será fácil. Y si fallamos, más vale que se preparen para enfrentar las consecuencias.

Red asintió con firmeza.

—Lo lograremos. Juntos.

---

Mientras tanto, el resto del grupo se encontraba en una de las grandes salas del castillo, debatiendo posibles estrategias para enfrentarse a Chosen y detener el caos que estaba desatando. Purple, de pie junto a una ventana con vistas al paisaje desolado del Nether, parecía sumido en sus pensamientos.

—Creo que deberíamos intentar formar una alianza con el reino del Nether —dijo de repente, rompiendo el silencio. Su voz era firme, aunque en su mirada había una mezcla de determinación y duda.

Blue, sentado cerca de una mesa, soltó un bufido.

—¿Una alianza? Eso es imposible, Purple. King Orange nunca lo permitiría. Él odia al Nether con cada fibra de su ser. Si fuera por él, lo arrasaría hasta que no quedara ni una brasa.

Purple se volvió hacia él, su rostro sereno pero resuelto.

—La guerra terminó hace tiempo, Blue. No podemos seguir aferrándonos al pasado. Además, algo mucho más grande está en juego. Si no unimos fuerzas, ni el Nether ni el End tendrán futuro.

Blue se cruzó de brazos, escéptico.

—¿Y qué te hace pensar que el rey Orange cambiará de opinión? No es exactamente conocido por su compasión.

Antes de que Purple pudiera responder, Green intervino desde el fondo de la sala.

—Deberíamos escuchar a Purple. Tiene razón. Tal vez ya sea hora de dejar atrás el rencor. Además, con un líder como él, el End podría ser un ejemplo de cambio. —Miró a Purple con una leve sonrisa—. No lo digo a la ligera, pero creo que serías un buen rey algún día, Purple.

Purple parpadeó, sorprendido por el comentario, pero luego una sonrisa tímida asomó en sus labios.

—Gracias, Green. Pero no es momento de pensar en el futuro, al menos no el mío. Tenemos una crisis que resolver primero.

Mientras la conversación continuaba, Second, quien había permanecido en silencio, sintió un nudo en el estómago. La mención del cristal robado hizo que la culpa pesara sobre él como una piedra. Sabía exactamente lo que había sucedido. Fue Abyss, su propia oscuridad interior, quien había tomado el control y cometido aquel acto. Pero decirlo en voz alta significaría confesar algo que aún no estaba listo para enfrentar.

—¿Qué pasa, Second? —preguntó Purple, notando su expresión tensa.

Second forzó una sonrisa.

—Nada. Solo... estoy pensando en cómo podremos convencer a ambos reinos de trabajar juntos. —Cambiando el tema, agregó—: Si alguien puede lograrlo, eres tú, Purple. Pero debemos actuar rápido. Chosen tiene ventaja, y cada momento que perdemos, él se hace más fuerte.

Purple asintió, aparentemente aceptando la respuesta, aunque su mirada indicaba que no estaba del todo convencido. Mientras tanto, Green observaba a Second de reojo, captando algo en su actitud que no encajaba del todo.

Sin embargo, en ese momento decidieron dejar de lado las sospechas. Todos sabían que necesitaban un plan concreto, y Purple, con su determinación de formar una alianza, parecía ser la pieza clave para empezar.

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Cuando Red finalmente llegó con los demás, el ambiente en la sala cambió por completo. Second, que estaba al lado de Purple y los demás, se quedó completamente inmóvil al ver a Dark entrar tras Red. La figura imponente del rey del Nether llenó el espacio con su aura fría y autoritaria. Second sintió un escalofrío recorrerle la espalda; aquel ser era mucho más intimidante en persona de lo que había imaginado.

Dark apenas reparó en Second, pero la breve mirada que le dedicó fue suficiente para hacerle sentir un peso insoportable. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad gélida, como si pudiera ver directamente a través de él.

Todos los presentes, incluyendo a los guardias del castillo, cayeron de rodillas en señal de respeto ante Dark. Incluso los guerreros más duros no se atrevían a desafiar la autoridad del rey del Nether. Sin embargo, Reuben, siendo el rey de los piglins, no se arrodilló. En su lugar, inclinó levemente la cabeza en un gesto que mostraba respeto, pero también igualdad.

—Rey Dark —dijo Reuben con un tono neutro, rompiendo el silencio—. Es un honor tenerlo aquí. Aunque me pregunto cuál será su siguiente movimiento.

Dark no respondió de inmediato. Su mirada se movió lentamente por la sala, evaluando a cada uno de los presentes. Cuando sus ojos se posaron en Purple, hubo un destello de curiosidad en ellos, pero no dijo nada.

Fue entonces cuando Purple, aparentemente sin miedo, se acercó a Red. A pesar de que sus reinos habían estado en conflicto durante generaciones, Purple parecía decidido a aprovechar la oportunidad.

—Red, tenemos que hablar —dijo Purple con firmeza, ignorando la tensión palpable en el aire.

Red lo miró con sorpresa, pero asintió, permitiendo que Purple se acercara aún más.

—He estado pensando —continuó Purple, su voz clara pero cargada de intención—. Sé que hemos sido enemigos durante mucho tiempo, pero creo que esta guerra ha dejado claro que no podemos continuar así. Quiero proponer una alianza entre nuestros reinos.

Las palabras de Purple hicieron que todos en la sala contuvieran el aliento. Ver a dos príncipes que históricamente habían sido enemigos incluso considerando una alianza era algo inaudito. Second, Blue y Green intercambiaron miradas de asombro, mientras que Reuben levantó una ceja, claramente interesado.

Dark, por su parte, permaneció inmóvil, observando con aparente desinterés, aunque el ligero fruncir de sus labios mostraba que estaba escuchando con atención.

—¿Una alianza? —preguntó Red, cruzándose de brazos mientras lo miraba con cierta cautela—. ¿Por qué ahora?

—Porque el mundo entero está al borde del abismo —respondió Purple con sinceridad—. Chosen está desatando el caos y no podemos detenerlo solos. Si seguimos luchando entre nosotros, solo le facilitaremos las cosas. Pero si trabajamos juntos, si unimos nuestras fuerzas, aún hay esperanza.

Red lo miró fijamente durante unos largos segundos. Para todos los presentes, este momento era casi surrealista. Ver a Purple, el príncipe del End, y a Red, el príncipe del Nether, interactuar con tanta calma y respeto era algo que nunca hubieran imaginado. Especialmente Second, quien sabía lo mucho que ambos habían sufrido por las guerras entre sus reinos.

Finalmente, Red rompió el silencio.

—Tienes razón —dijo con un suspiro, mirando a Purple con una leve sonrisa—. Tal vez sea hora de cambiar las cosas. Estoy dispuesto a intentarlo, pero necesitarás más que palabras para convencer a mi gente.

Purple asintió, sabiendo que esto era solo el comienzo de un largo camino. Para todos los presentes, aquel momento fue un símbolo de esperanza. Ver a dos antiguos enemigos hablando de paz y colaboración era algo extraordinario. Incluso Blue y Green, quienes a menudo desconfiaban de Purple, no pudieron evitar sentirse inspirados por su valentía.

Second, sin embargo, no podía apartar la mirada de Dark. Había algo en la presencia del rey que lo hacía sentir pequeño, casi insignificante. Aunque intentaba concentrarse en el discurso de Purple y Red, no podía evitar preguntarse si Dark sabía más de lo que aparentaba.

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Mientras los príncipes y reyes comenzaban a trazar los planes para enfrentar la amenaza de Chosen, Second y Yellow se apartaron un poco del grupo para hablar en privado. Se sentaron cerca de una de las ventanas del castillo, desde donde se podía ver el cielo teñido de un extraño tono púrpura, un reflejo de la inestabilidad que había traído la fusión de los cristales.

Second miraba a su amigo con una leve sonrisa, aunque sus ojos delataban un cansancio acumulado por todo lo que habían vivido. Yellow, por su parte, mantenía una expresión serena, pero había un brillo especial en su mirada, como si algo en él hubiera vuelto a encenderse después de mucho tiempo.

—Me alegra verte así, Yellow —dijo Second, rompiendo el silencio—. Verlos a ti y a Red juntos de nuevo... después de tantos años. Creo que todos necesitábamos un poco de luz en medio de esta oscuridad.

Yellow desvió la mirada hacia el grupo donde estaba Red, quien en ese momento discutía estrategias con Purple y Reuben. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, pero esta vez no era una sonrisa de nostalgia, sino de genuina felicidad.

—Yo también lo necesitaba —respondió Yellow con voz suave—. No sabes cuánto. Durante todo este tiempo pensé que nunca volvería a verlo, que jamás tendría la oportunidad de decirle lo que sentía. Pero ahora que está aquí... siento que, por fin, tengo una razón para seguir adelante.

Second asintió, comprensivo. Sabía lo mucho que Yellow había sufrido tras la pérdida de Red. Había visto cómo ese dolor lo había cambiado, cómo lo había vuelto más serio, más reservado. Pero ahora, había algo diferente en él, una calidez que hacía mucho tiempo no veía.

—Es extraño, ¿no? —dijo Second, apoyando los brazos en el alféizar de la ventana—. Pensar que, incluso después de todo lo que hemos perdido, todavía hay cosas que podemos recuperar. Tal vez... no todo esté perdido después de todo.

Yellow lo miró, dándose cuenta de que esas palabras no solo iban dirigidas a él, sino también a Second mismo. Después de todo, Second había cargado con un peso enorme desde que se convirtió en el portador de los cristales. Había perdido tanto, tal vez más que cualquiera de ellos, y aun así seguía adelante, buscando esperanza en los momentos más oscuros.

—Second —dijo Yellow, inclinándose un poco hacia él—. Tú también mereces recuperar algo. No solo estás aquí para salvarnos a todos; tú también tienes derecho a encontrar tu propia paz, tu propia felicidad.

Second dejó escapar una risa corta, pero sincera.

—Tal vez. Pero por ahora, mi felicidad está en verlos a ustedes bien. Especialmente a ti, Yellow. Ver cómo has vuelto a conectar con Red me da esperanza. Y no voy a mentir... me enorgullece ver cómo has crecido.

Yellow lo miró con gratitud. Second siempre había sido como un pilar para todos ellos, alguien en quien podían apoyarse sin importar lo difícil que fuera la situación. Y ahora, aunque no lo dijera en voz alta, Yellow sabía que Second estaba luchando por encontrar su propio camino en medio del caos.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, observando cómo los demás discutían los planes. Había mucho por hacer, muchas batallas por librar. Pero, en ese breve instante, encontraron consuelo en la compañía del otro, en la certeza de que, a pesar de todo, todavía tenían una familia en la que podían confiar.

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Mientras el bullicio de los planes llenaba la sala principal, Blue y Green se apartaron ligeramente del grupo para preparar sus armas. Había un aire de concentración entre ellos, pero también una ligera tensión, como si ambos supieran que algo más se escondía bajo la superficie de sus interacciones.

Green, mientras ajustaba la empuñadura de su espada y revisaba su filo, rompió el silencio con una voz que intentaba sonar casual, pero que llevaba un toque de nerviosismo.

—Sabes, Blue... he estado pensando. —Hizo una pausa, como si dudara si continuar—. Cuando todo esto termine... cuando hayamos enfrentado a Chosen y restaurado el equilibrio... tal vez podríamos... no sé, conocernos mejor.

Blue, que estaba revisando su arco, levantó la mirada sorprendido. Sus ojos se encontraron con los de Green, quien rápidamente volvió a centrar su atención en su espada, como si temiera la respuesta.

—¿Conocernos mejor? —repitió Blue, arqueando una ceja con una mezcla de curiosidad y una sonrisa apenas visible—. No suena como una mala idea, la verdad.

Green dejó escapar una pequeña risa nerviosa, aliviado de que Blue no lo hubiera rechazado de inmediato. Aún con la vista fija en su espada, continuó hablando, esta vez con más seguridad.

—Es que... nunca he sentido algo parecido por nadie. Siempre estuve enfocado en mis deberes, en proteger mi reino, en seguir adelante. Pero ahora... contigo... siento que todo podría ser diferente.

Blue dejó su arco a un lado y se acercó un poco más a Green, inclinándose ligeramente para llamar su atención.

—¿Sabes? —dijo con un tono más suave, casi burlón—. No eres tan sutil como crees, Green. Pero eso no es algo malo.

Green levantó la mirada, esta vez sin evitar el contacto visual. Había un leve rubor en sus mejillas, pero también una determinación en su expresión.

—¿Eso significa que tengo una oportunidad? —preguntó, entre serio y juguetón.

Blue sonrió, pero no respondió de inmediato. En cambio, extendió una mano hacia Green, como si estuviera haciendo un pacto silencioso.

—Significa que, si salimos de esta con vida, definitivamente deberíamos intentarlo.

Green tomó la mano de Blue con firmeza, sintiendo cómo su corazón latía más rápido de lo habitual. Por primera vez en mucho tiempo, una chispa de esperanza y algo más profundo comenzó a crecer dentro de él. Y mientras ambos volvían a centrarse en preparar sus armas, una cosa era clara: había algo entre ellos que merecía la pena explorar, incluso en medio del caos.

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Mientras los príncipes y reyes se reunían en el salón principal para afinar los detalles del plan, Dark tomó la iniciativa de dirigir la conversación hacia Second. La mirada fría y calculadora del rey del Nether se posó en él, causando que todos los presentes volvieran su atención al portador de los cristales.

—Second —dijo Dark con voz firme, mientras se cruzaba de brazos—. He observado tus movimientos desde que llegaste. Tienes algo especial, algo que ni siquiera tú comprendes todavía. Hay un poder oculto dentro de ti que podría ser la clave para derrotar a Chosen.

Second frunció el ceño, sintiendo un peso inmenso caer sobre sus hombros. Antes de que pudiera responder, el ambiente cambió. Una energía oscura y familiar comenzó a manifestarse en su interior. Abyss, el espíritu sombrío que habitaba en él, despertó.

Second cerró los ojos por un momento, luchando internamente para mantener el control. Su cuerpo se tensó y su rostro mostró una seriedad que rara vez demostraba.

—No, Abyss. No esta vez —murmuró con voz firme, apenas audible para los que estaban cerca.

El espíritu se resistió por unos instantes, pero finalmente se calmó, dejando a Second al mando. Cuando abrió los ojos de nuevo, estaban llenos de determinación. Dark asintió, satisfecho con lo que acababa de presenciar.

—Eso es exactamente lo que necesitamos —continuó Dark, su tono más decidido—. Esa fuerza, esa voluntad de luchar contra lo que te atormenta. Pero no estarás solo en esto.

Dark dio un paso al frente y extendió una mano hacia los demás.

—Tengo a mis guerreros listos para la batalla. Killer, Beast, Hangman y Freedom están preparados para enfrentarse a Chosen y a cualquiera que se interponga en nuestro camino. Lucharán a nuestro lado, junto con todos ustedes.

Reuben asintió, apoyando la decisión de Dark, mientras Purple y Red intercambiaban una mirada de acuerdo. Yellow, con los brazos cruzados, observaba a Second con una mezcla de orgullo y preocupación.

—Si todos unimos nuestras fuerzas, podemos detener esta guerra y recuperar lo que nos pertenece —dijo Purple, dando un paso al frente.

Green, siempre atento, miró a Second y luego a los demás.

—Pero necesitamos un líder. Alguien que pueda unirnos y guiar este grupo hacia la victoria.

Los ojos de todos volvieron a Second, quien sintió el peso de sus miradas. Inspiró profundamente antes de hablar.

—No sé si soy el líder que necesitan —dijo con sinceridad—. Pero haré todo lo que esté en mi poder para protegerlos a todos. Esta guerra no solo es por el Nether o el End, sino por todos los reinos. Y no dejaré que Chosen destruya lo que queda.

Dark esbozó una ligera sonrisa, una mezcla de aprobación y expectativa.

—Entonces prepárate, Second. Porque la batalla que se avecina no será fácil. Pero con tu potencial y nuestras fuerzas combinadas, no tengo duda de que venceremos.

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Con el sol comenzando a ponerse, bañando todo con una luz roja y ominosa, los príncipes, reyes y guerreros se subieron a los caballos de esqueletos del Nether, cuyas calaveras resplandecían con una luz fantasmal. Los caballos, con sus huesos envueltos en fuego negro, emitían un sonido grave y resonante al trotar, como si la tierra misma temiera su paso.

Second, montado en uno de los caballos, observó a sus compañeros. Red y Yellow iban juntos, compartiendo una mirada de complicidad que hacía que el ambiente, aunque cargado de tensión, se sintiera algo más cálido. Purple y Green cabalgaban más atrás, cada uno con su mente centrada en lo que se avecinaba. Blue estaba en su propio caballo, mirando al horizonte con una expresión seria, mientras que Reuben y sus guardias mantenían una formación sólida al frente.

El camino hacia el Ender Kingdom no sería fácil, atravesando territorios dominados por las fuerzas de Chosen, pero todos sabían que no tenían otra opción. La guerra ya estaba sobre ellos y cada minuto que pasaban retrasados podría ser fatal.

—Estamos cerca —dijo Dark, su voz grave y segura—. El Ender Kingdom está más allá de estas montañas, en lo profundo del territorio que Chosen ha tomado como suyo. Pero debemos llegar rápido, antes de que más de sus seguidores se reúnan.

Second asintió, su mente centrada en la misión. Cada paso que daban parecía acercarlos más a su destino, pero al mismo tiempo, el peso de lo que estaba por suceder comenzaba a presionar su pecho. La batalla final, la confrontación con Chosen, estaba al alcance. Y sabía que, para salvar a los reinos, tendría que enfrentarse no solo a Chosen, sino también a las sombras que aún acechaban dentro de él.

A medida que el grupo avanzaba, el terreno comenzaba a cambiar. El aire se volvía más denso, cargado de una energía ominosa que les era familiar. Las montañas volcánicas del Nether comenzaron a quedar atrás, dando paso a una oscuridad casi palpable, señal de que el Ender Kingdom estaba cerca.

—Prepárense —advirtió Reuben, su tono de voz bajo y decidido—. Chosen no se quedará quieto. No le gusta ser desafiado.

Un susurro recorrió el aire, y todos supieron que lo que les esperaba allí, en el Ender Kingdom, sería la batalla más difícil de sus vidas. Pero no había vuelta atrás. Esta guerra no solo definiría el destino de sus reinos, sino el de todos los que aún quedaban en pie.

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Purple, con una calma tensa, dio una orden y las enormes puertas del castillo resonaron mientras se abrían, revelando el imponente interior. La atmósfera era sombría, y el eco de los pasos de los caballos retumbaba en las paredes de piedra. Cuando todos entraron, se encontraron con King Orange, quien estaba visiblemente preocupado, pero al ver a los guerreros del Nether, especialmente a Dark, sus ojos se llenaron de desconfianza y su postura se tornó defensiva.

—¡¿Qué es esto?! —exclamó King Orange, levantando su espada con firmeza mientras sus guardias se ponían en formación, listos para defender a su rey—. ¡Este es un reino de paz! ¡No toleraré la presencia de criaturas del Nether en mis tierras!

Pero Dark, sin inmutarse, mantuvo una postura erguida. Su mirada fija en King Orange no mostraba miedo, solo una serenidad implacable.

—No estamos aquí para pelear —respondió Dark con voz grave y calmada, sin moverse de su lugar. Su presencia era imponente, y sus palabras parecían reverberar en las paredes—. No hay tiempo para batallas inútiles. El enemigo es Chosen, no nosotros.

Purple se adelantó, su mirada fija en King Orange. Sabía que el rey era orgulloso y difícil de convencer, pero también entendía la gravedad de la situación. Con una voz firme pero respetuosa, le explicó:

—King Orange, la guerra con el Nether no es el objetivo ahora. Chosen ha tomado el control de parte del End, y si no actuamos rápido, será el fin de todos los reinos. La amenaza no es solo del Nether, sino de alguien mucho más peligroso. Debemos unir fuerzas si queremos detenerlo.

King Orange, aunque visiblemente desconfiado, observó el rostro serio de Purple y los demás. El peso de las palabras resonó en su mente, aunque no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente.

—¿Qué sabes tú de Chosen? —preguntó, aún sosteniendo su espada, aunque su tono de voz se volvió menos agresivo—. ¿Por qué debería confiar en alguien del Nether?

Purple respiró hondo, comprendiendo la desconfianza del rey. A medida que hablaba, sus palabras se volvieron más urgentes.

—Chosen no es solo un enemigo del Nether o del End. Él busca destruirlo todo, y ha reunido un poder que ni siquiera tú, ni Dark, ni nadie en este reino puede detener sin una alianza. Te pido que dejes de lado el rencor y que luchemos juntos. Esta es nuestra única oportunidad para sobrevivir.

La tensión en el aire era palpable mientras King Orange contemplaba las palabras de Purple. Durante unos segundos, todo quedó en silencio. Finalmente, Orange bajó su espada lentamente, pero su mirada seguía siendo cautelosa.

—Si me estás pidiendo una alianza... —dijo, su voz un poco más suave—, entonces demuestra que podemos confiar en ti.

Fue un comienzo. Aunque la desconfianza aún flotaba entre ellos, la decisión estaba tomada. Con una mirada que compartió con Dark, Purple sabía que, aunque la situación no era fácil, esta era la única manera de salvar sus reinos.

—Lo haremos —respondió Purple con determinación—. Juntos, o nada.

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Purple, con una mirada seria y decidida, se dirigió a su gente. Sabía que la situación era crítica y que su pueblo necesitaba entender la magnitud del peligro que se avecinaba. Con la presencia de King Orange y el apoyo de los reyes del Nether, había logrado ganarse algo de confianza, pero la verdadera lucha sería ganarse la confianza de su propio reino.

Se paró frente a sus guardias y habitantes, el peso de su linaje y la responsabilidad de proteger a su gente reflejados en sus ojos.

—Escuchadme todos —comenzó con voz firme, pero llena de convicción—. Este reino, el Ender Kingdom, está en peligro. Chosen ha hecho su jugada, y su poder es mayor de lo que cualquier de nosotros podría imaginar. No es solo una amenaza para nuestro reino, sino para todos los demás. El Nether, el End, y el propio mundo de la superficie están en juego.

Las palabras de Purple hicieron que los murmullos cesaran y todos lo miraran con atención. Sabían que él no tomaba la amenaza a la ligera. Después de todo, Purple no solo era el príncipe, sino también el hijo de la reina querida y difunta, Orchid Rose, una figura respetada y amada por todos.

—Soy consciente de que no todos confían en los del Nether, pero hoy, debemos unirnos para enfrentar una amenaza común. Esta es nuestra única oportunidad de salvar lo que hemos construido. Si no actuamos, todo caerá.

Mientras hablaba, Purple podía sentir el peso de su madre en cada palabra, su legado como líder del Ender Kingdom resonando en su corazón. La reina Orchid Rose había sido una mujer fuerte y sabia, y Purple sabía que su deber era continuar su lucha por la protección de su pueblo.

Con una determinación renovada, Purple miró a su alrededor, asegurándose de que todos comprendieran la gravedad de la situación.

—Defenderemos nuestro hogar, no solo por nosotros, sino por el futuro de todos los reinos. Y para ello, necesitamos que todos aquí estén dispuestos a pelear juntos. El futuro de nuestros pueblos depende de nuestra unidad.

La tensión en el aire comenzó a disiparse, y un murmullo de acuerdo empezó a levantarse entre las filas de guardias y ciudadanos. Orange, viendo el valor de las palabras de Purple, se acercó, su rostro algo más relajado pero aún firme.

—Haced caso a las órdenes de Purple —declaró King Orange, su tono de voz claro y autoritario—. He escuchado sus palabras y confío en que sabe lo que está haciendo. Todos debemos unirnos por el bien de nuestros reinos.

El silencio se instaló momentáneamente, seguido de un asentimiento general entre los presentes. Los guardias de Orange comenzaron a marchar en formación, y los ciudadanos comenzaron a prepararse para lo que estaba por venir. Purple había logrado convencer no solo a su propio pueblo, sino también a los otros reinos, de que la única manera de ganar esta guerra era con unidad.

Purple, al ver cómo todos comenzaban a actuar, sintió un peso menos sobre sus hombros. Sabía que el camino hacia la victoria no sería fácil, pero al menos, todos estaban listos para luchar juntos. Y eso era lo único que importaba.

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Purple miró a Second, quien lo había apoyado con su aplauso, y sonrió, sintiendo el calor de la aceptación. El aplauso se extendió rápidamente entre todos los presentes, desde los guardias hasta los ciudadanos. La energía en el aire cambiaba, de tensión a esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, Purple sentía que su pueblo confiaba en él, que el legado de su madre, Orchid Rose, no se había perdido.

King Orange, con una expresión de orgullo en su rostro, miró a Purple. Aunque las diferencias entre los reinos del End y el Nether seguían presentes, en ese momento Orange veía algo más en Purple: no solo a su príncipe, sino a un líder que sabía cómo enfrentar la adversidad.

—Has hecho bien, Purple —dijo Orange, su voz grave y llena de reconocimiento—. Te has ganado el respeto de tu gente hoy. La reina Orchid Rose estaría orgullosa.

Purple no pudo evitar sentirse conmovido por las palabras de su rey. Aunque la carga de ser hijo de la reina era algo pesado, en ese momento se dio cuenta de que no estaba solo en su camino. Los que lo rodeaban, aquellos con los que había compartido batallas y momentos difíciles, estaban listos para apoyarlo.

—Gracias, Orange. No lo haría sin todos ustedes —respondió Purple, sintiendo cómo su corazón se llenaba de gratitud.

La unión de los reinos parecía más posible que nunca. La batalla estaba lejos de terminar, pero la sensación de unidad y determinación que se había formado en ese momento sería su mayor fuerza.

Purple se giró hacia Second, su mirada agradecida. Aunque había pasado por muchos desafíos y momentos difíciles, sabía que tenía a personas como Second y sus amigos a su lado. Juntos, lucharían para proteger todo lo que habían construido, por su gente, por su reino, y por su futuro.

Con la fuerza de su gente a sus espaldas, Purple sintió que podía enfrentar cualquier cosa que se viniera. Y lo más importante, estaba listo para ser el líder que su reino necesitaba.

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[Continuará...♡]

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