LUNA 7
Narrador omnisciente:
La habitación ya estaba en completo silencio tras esa pequeña conversación que habían tenido el Sensei y el alumno.
El mayor, estaba por una parte orgulloso de su mejor alumno, hasta el momento después de años, nadie era tan fuerte como el, tan rápido, tan apto y tan inteligente a la hora de crear una estrategia. Pero por otra parte temía por su ira y rencor, por no darle el título de elegido, Morro ya no reclamaba del tema, pero si podía sentir esa aura del menor, sentía mucho odio, y pese a todo ese temor aún así estaba tranquilo, había una mujer que lograba calmar esos sentimientos, quien solo con su presencia era como una luz para el joven, que ya no era un niño, si no un muchacho de dieciocho años quien hasta hace unos años hacía berrinches por cualquier cosa.
— La misión se cumplió con éxito eso es lo importante. — dijo Morro sentando al frente de Wu, en el Dojo —. ¿Necesita alguna otra cosa?.
— Tan severo como siempre conmigo, ¿verdad?. — El mayor sonrió de lado nervioso y tomo de su taza de té color perla —. Incluso no hubo daños materiales.
— Fue sencillo, nada de que preocuparse, relajese. — con seriedad miro las armas doradas, quienes estaban a nada de que Wu se las llevará para ocultarlas de Garmadon —. ¿Ya pensó a quien darle el mapa de las armas?
— Por supuesto, pero no lo conoces. — sonrió — es un hombre humilde y amable, y confió plenamente en el.
— ¿Y de la tumba de su padre?. — preguntó
— Ni idea.
Y ahí estaba nuevamente el cuestionamiento de la tumba del primer maestro, y Wu no le estaba mintiendo, el realmente jamas supo donde su padre estaba descansando, tampoco conocía la ubicación del cristal, y aunque lo supiera jamás le diría tal cosa para que este se ilusione y haga una tontería.
Morro suspiro con pesadez, estaba mas que harto de preguntar una y otra vez la misma pregunta, por lo que ese mimo día estaba más que dispuesto a rendirse.
Hace unos cinco días Morro fue enviado a una misión de infiltración, donde debía buscar información para un rey que vivía cerca del reino de Shintaro, y es que esas misiones suelen ser muy difíciles y peligrosas, pero nada que el pelinegro no pudiera resolver.
— ¿Dónde esta _________?. — preguntó ahora mirando al mayor —. No la vi cuando llegue.
— No la encontrarás aquí por el momento. — respondió —. Salió hoy muy temprano, no dijo donde iba, pero volverá pronto.
— Siempre le da muchas libertades, aya afuera es peligroso para una mujer, no debe dejarla sola. — dijo un poco molesto levantándose
— Ella es incluso mas grande que yo, no me preocuparía por ella jamas, puede encargarse de lo que esa ella sola.
Morro no dijo mas, chasqueo la lengua y salio del Dojo, se colocó sus botas nuevamente y miro el monasterio en total silencio, ni siquiera los demás alumnos estaban, todo estaba tan tranquilo, camino en dirección a su habitación y dejo todas sus cosas sobre el suelo, rápidamente se ducho y se cambio de ropa, a una mas ligera, consistía de unos pantalones negros y una playera de manga larga color crema.
Y salio para ir a alcanzarla. Habían pasado días sin verla, necesitaba estar con ella, lo mas que pudiera antes de ser enviado a una próxima misión.
No fue necesario bajar por las largas escaleras y tardarse las horas, con un solo brinco y con ayuda de su viento, pudo llegar al suelo en menos de un minuto, miro el cielo parecía que en cualquier momento llovería y debía apurarse entonces.
Tiempo atrás
Las lunas, __________ pertenecía a esa especie, fue creada incluso antes que los Serpentines y estuvieron involucrados en la batalla del sol y la luna, esa donde los Onis y los dragones se enfrenaron, acabando con mas del ochenta por cierto de ambas especies y que casi término con el primer reino. Algo que solo dos personas sabían de la fémina, que eran Jian — su creador — y también lo sabia Wu, era uno los secretos mas grandes de la castaña.
Hace cientos de años en un gran desierto donde el sol y la luna estaban en el mismo cielo gris, un gran eclipse oscureció el campo de batalla de un momento a otro, los dos bandos estaban a punto de enfrentarse, por un pecado habían cometido los dos reyes de sus respectivos reinos, el soberano o el alfa de los Onis, y la primogénita, reina de los míticos dragones habían tenido dos hijos, gemelos, el menor de ellos no estaba para nada decidido ir con su madre o con su padre, un amor no correspondido había tomado el control, Jian el primer maestro del Spinjitzu era ese hijo, un híbrido que había heredado la bondad y la luz de su madre, pero también la fuerza y la oscuridad de su padre, estaba en total desesperación por no saber que hacer. Y el mayor de ellos había heredado la apariencia de su madre, pero toda la fuerza y oscuridad de su padre, fue aquel quien llamaron el gran tirano con el pasar de los años, y que años después estos dos hermanos se enfrentarían por el reino de Ninjago y este último se dividiría en dos.
A la edad de dieciséis años, Jian creo su propia especie, los lunas, quienes le juraron lealtad, gracias al poder de ambos — madre y padre — estos pudieron no envejecer jamas, aunque si podían morir en batalla jamas lo harían por medios naturales, estos apoyarían sin duda la decisión de Jian, sea cual sea, estarían con el hasta el final de su eterna vida.
Jian miraba el panorama desde el bando de su madre, en cualquier momento estallaría la guerra, y tenía bastante miedo de lo que esto ocasionaría, jamas quiso que su madre y padre se enfrentarán, y su hermano había huido hace no mas de seis meses, a el no le importaba ninguno de los dos y por eso lo dejo solo.
En las líneas de defensa de los Onis, por detrás de su líder, se encontraban tres guerreros de elite, eran dos de gran tamaño y entre ellos uno mas pequeño, tanto y casi como un niño de trece años. Los tres llevaban mascaras en sus rostros, cada una de un color en particular, una carmesí, ámbar oscuro y violeta, entre sus manos poseían un báculo color oro y negro, y una piedra color carmesí en la punta en forma de esfera, los demás Onis solo estaban a la espera de la orden para cortar las cabezas de los dragones, eran miles, o quizás mas.
— Estoy dispuesto a pelear hoy, el mayor de mis hijos aunque ya no este, se que tomo mi camino. — dijo el alfa —. ¿Pero que hay de mi otro hijo?.
— Jian no ira contigo, jamas dejaré que siga tus pasos, también es mi hijo, y si debo acabar contigo ... Que así sea. — dijo la primogénita. Esta había llegado en forma humana y no en dragón.
— ¡Jian!. — grito el alfa mirando a su hijo. —. Esta es tu última oportunidad hijo mio, ¿estarás conmigo o morirás hoy?
Jian no dijo nada, pero si salio de entre las filas de su ejército y se coloco lejos entre ambos ejércitos, había comenzado a llover, mirando con tristeza el agua color negra cerro sus ojos, el también huiría de ahí.
— ¡No estoy con ninguno de los dos, los amo tanto que no puedo elegir. — grito antes todos —. Tendrán que perdonar a su hijo, y yo pediré perdón por los dos!.
Después de decir eso, se quedó quieto, y ante el grito de guerra del alfa la batalla había comenzado. Una guerra que duró siete días de intenso combate. Los tres caudillos del rey Oni eran los pilares de su gran poder, dos de ellos si eran Onis que comandaban grades ejércitos, cada uno con su respectivo lugar.
El caudillo del odio era el mayor, el caudillo de la venganza era el del medió y el caudillo del engaño era el único que no era Oni, si no al contrarió, era un Luna que estaba infiltrado entre las tropas para ayudar a su progenitor. Esa era _________, sin embargo cada uno de los tres caudillos tenia su historia y tienen un porque del sobre su mandamiento que les dio el rey.
El odio, era un Oni que se enamoro de una habitante del primer reino, cuando esta murió en un ataque, este casi acabó con la mitad de los de su especie, de no ser porque el rey Oni lo detuvo y lo condenó. La venganza, era un joven Oni que perdió a su hermano menor en las manos de la primogénita y los demás dragones, desde luego nunca pudo con ella y solo se condenó así mismo. Por último era el engaño, detrás de la máscara ámbar en ese sangriento combate estaba la castaña, no lastimaba de gravedad a ningún dragón, pero si le daba el tiempo suficiente para que Jian pudiera escapar del primer reino, después de eso la misma ________ tuvo que ir detrás de el para no morir ahí, en su tierra y unos cuantos mas también fueron tras el.
Ahora después de cientos de años, la castaña había dejado todo eso atrás, incluso su mascara la olvido por completo, ella jamas fue una mentirosa y un engaño, al contrario nada de eso le gustaba, y era casi que su mayor secreto.
La fémina caminaba por entre la gente, llevaba una canasta en su brazo donde llevaba muchas cosas para el monasterio, manzanas y galletas, era lo que mas llevaba.
Se había percató hace un rato que dos tipos la seguían, no podía hacer mucho escándalo ahí, y su poder ya no era mismo, gracias al ambiente de Ninjago tuvo que adaptarse, trato de perderlos pero fue en vano, tenia aunque sea que noquearlos para que la dejaran en paz, pero no podía hacerlo frente a todos ,y por eso camino hasta uno de los callejones que estaban por detrás de la iglesia central.
— Bueno, ya es suficiente. — dijo la castaña dejando la canasta a un lado, tendría problemas por su largo vestido que ahora llevaba —. ¿Necesitan algo?.
— Debiste quedarte entre la gente, tal vez así no hubieras llegado aquí. — dijo uno de ellos. Traía una navaja por debajo de su manga
— Si lo que quieren es dinero puedo dárselo sin ningún problema. — respondió
— No pareces tener mas de dieciocho años, ¿qué hace una niña con dinero?. — preguntó el otro —. Buena oferta pero no queremos dinero, te queremos a ti.
— ¿Y por qué yo?. — cuestiono —. Tomen el dinero y vallanse.
Después de preguntar uno de ellos ya se había abalanzado contra ella, por lo que esquivarlo fue difícil por su ropa, solo lo empujo con su codo, pero se olvido del otro quien corto su mejilla cuando el otro salio de su vista, retrocedió unos pasos, su sangre resbalo por su rostro, cosa que hacia años no veía.
— No es una niña ordinaria, vale mucho. — susurro el hombre — viva nos sirve mas.
En cuento quiso atacarla de nuevo, no pudo ver mas, porque un fuerte golpe había recibido en la cara, noqueándolo y dejándolo fuera de combate, la castaña lo había echo con solo una de sus manos, ahora solo faltaba el otro, el que la había cortado, este era mas rápido, por lo que tuvo problemas al querer atacarlo, al retroceder para acomodarse mejor el vestido se enredó entre sus zapatos y la hizo caer de espaldas contra el frío concreto, le había dolido un poco.
Pero no había pasado nada, cuando se enderezó miro al sujeto flotando en el aire, pero no por si solo, alguien frente a ella lo estaba sosteniendo del cuello con uno solo de sus brazos, era Morro.
— Vengo llegando de una misión muy importante, y vine hasta aquí para verte, pero solo me encuentro con que tu estabas siendo atacada por estos bastardos. — dijo el mayor —. ¿Que vamos a hacer?.
La castaña se levanto, se sacudió el vestido y hablo
— Puedes soltarlo, estoy bien. — dijo ella con una sonrisa — tampoco merece morir.
— Te lastimó, lo vi todo desde el techo. — respondió con seriedad incrementando mas la fuerza en su mano —. Y por eso voy a matarlo.
— Tranquilo, no me paso nada, sueltalo. — tras ver a ________ tranquila y a salvo, se tranquilizo y lo soltó de golpe.
Tomo a ambos en sus hombros y los lanzo fuera del callejón, donde la gente pudiera ver a las dos ratas, la castaña regreso al callejón por su canasta y al volverse el mayor ya estaba nuevamente con ella.
— Debiste quedarte en el monasterio a descansar. — dijo la menor de estatura y Morro tomo la canasta de entre las manos de la fémina — no era necesario esto, pude encargarme yo sola, soy más vieja que Wu.
— Y así lo hice, solo te ayude un momento, el pudo haberte matado. — dijo Morro con una pequeña sonrisa
La miró por un momento, llevo una de sus manos a su rostro, con ayuda de sus dedos se deslizo entre la mejilla de la menor, en la herida que había recibido hace un momento, que atrevido el sujeto al si quiera tocarla, estaba molesto. La castaña estaba feliz, amaba el tacto de Morro, aunque suene raro, era cálido y a la vez gélido, mira que la salvo de ese tipo y le estaba ayudando a pesar de su personalidad.
— Gracias. — sonrió _________
— No hay de que.
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