✰°•『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 12 』•°✰

[Narrador/a POV]

Los días pasaban como hojas arrastradas por el viento, cada uno más silencioso que el anterior. Red y Yellow apenas cruzaban palabras, sus encuentros eran breves y vacíos, como si algo invisible pero pesado se interpusiera entre ellos. Lo único que quedaba era la distancia, esa que ninguno de los dos sabía cómo cerrar.

Blue, viendo a Yellow más serio y distraído de lo normal, decidió tomar cartas en el asunto.

—A ver, señor “es solo un beso de amigos”, ¿me vas a decir qué rayos está pasando? —dijo Blue, arrastrando a Yellow hasta la cocina, donde las moras que habían recogido días atrás seguían en un frasco, olvidadas.

Yellow suspiró y se dejó caer en una silla.

—No sé, Blue… —murmuró, con la mirada clavada en la mesa—. Fue solo un beso… ¿cierto?

Blue entrecerró los ojos, apoyando las manos en la mesa, inclinándose hacia él.

—¿Solo un beso? ¿Y por eso ahora actúas como si Red fuera un fantasma? —bufó—. Mira, Yellow, las cosas se ven bastante claras desde fuera. Red está dolido. Y tú… bueno, tú no paras de pensar en ese beso. ¿No te has dado cuenta de que llevas días sin concentrarte en nada?

Yellow apretó los labios, sintiendo el nudo en su pecho crecer. Sabía que Blue tenía razón, pero admitirlo era otro tema.

—Es que… si admito que fue más que un beso… —su voz se quebró apenas—, entonces tengo que enfrentar lo que siento. Y no sé si estoy listo para eso.

Blue se suavizó un poco, suspirando y dándole una palmadita en el hombro.

—Nadie está listo, Yellow. Los sentimientos son un desastre. Pero ignorarlo solo hará que Red sufra más… y que tú también te lastimes.

Yellow bajó la mirada. Tenía razón. Siempre la tenía.

Mientras tanto, del otro lado de la casa, Purple estaba haciendo algo parecido con Red.

—¿Y cómo te sientes ahora, exactamente? —preguntó Purple, sentado junto a Red en la cama de este, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados sobre las rodillas.

Red se encogió de hombros, mirando fijamente las sábanas arrugadas.

—Roto. —Fue lo único que dijo.

Purple suspiró, apoyando la cabeza en una mano.

—Red… no puedes esperar que Yellow entienda todo de golpe. Parece un desastre emocional, igual que tú —dijo, con esa sinceridad que lo caracterizaba—. Pero eso no significa que no le importes.

Red cerró los ojos un momento, tratando de mantener el control.

—¿Y si no siente lo mismo? —susurró—. ¿Y si de verdad solo fue un beso de amigos para él?

Purple lo miró con un toque de ternura, pero también con firmeza.

—¿Y si sí siente algo más? —replicó—. No vas a saberlo si lo sigues evitando.

Red tragó saliva. No quería admitirlo, pero sabía que Purple tenía razón. Cada vez que veía a Yellow, su pecho se apretaba más, porque cada palabra no dicha y cada mirada esquiva solo agrandaban el abismo entre ellos.

—Tienen que hablar, Red —insistió Purple—. Y tú… tienes que estar listo para lo que Yellow tenga que decir, aunque duela.

Red cerró los ojos de nuevo, dejando escapar un suspiro largo.

—Lo sé —susurró—. Pero, Purple… ¿y si lo pierdo?

Purple le puso una mano en el hombro, firme.

—A veces, para no perder a alguien… primero tienes que arriesgarte a ser honesto.

El silencio se instaló entre ellos, pero esta vez, fue menos pesado. Quizá, solo quizá, las palabras que tanto miedo les daban estaban un poco más cerca de ser dichas.

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El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte cuando Blue, con una sonrisa astuta, sacó una libreta y la abrió de golpe sobre la mesa de la cocina. Yellow, sentado frente a él, lo miró con confusión.

—¿En serio una libreta, Blue? —preguntó Yellow, cruzándose de brazos.

—¿Acaso crees que las reconciliaciones románticas suceden solas? —replicó Blue, dando golpecitos con el lápiz en la hoja—. Esto es estrategia, Yellow. Estrategia.

Yellow suspiró, dejando caer la cabeza sobre la mesa.

—Ni siquiera sé si Red quiere verme ahora. Apenas cruzamos palabras y cada vez que intento hablarle, siento que... —se detuvo, mordiéndose el labio— siento que lo estoy alejando más.

Blue giró el lápiz entre los dedos, pensativo.

—Por eso necesitas algo especial. Algo que le demuestre que te importa, que estás haciendo un esfuerzo por entender lo que siente.

Yellow levantó la cabeza lentamente.

—¿Como qué?

Blue sonrió, como si ya lo hubiera planeado todo.

—El amanecer. —Dijo, como si fuera obvio—. Es el lugar favorito de Red. Siempre habla de lo bonito que es ver el cielo pintarse de colores. Llévalo allí.

Yellow parpadeó, sorprendido. Recordó las veces que había visto a Red admirar el cielo matutino, los ojos llenos de esa chispa especial que lo hacía ver más radiante de lo normal.

—¿Y si no quiere ir? —preguntó en voz baja.

Blue alzó una ceja.

—Entonces no te rindas. Red está dolido, sí, pero eso no significa que haya dejado de quererte. Solo tienes que mostrarle que estás dispuesto a luchar por lo que tienen… incluso si ahora están un poco rotos.

Yellow apretó los labios. Las palabras de Blue resonaron en él más de lo que esperaba.

—Primero hablaré con él —murmuró—. No quiero que piense que esto es solo para arreglar las cosas rápido. Quiero que sepa que me importa… mucho.

Blue asintió, complacido.

—Esa es la actitud, Yellow. Pero si ves que la charla se pone tensa, recuerda lo del amanecer. Funciona como un buen plan de respaldo.

Yellow sonrió apenas, un atisbo de esperanza encendiéndose en su pecho. Por primera vez en días, sintió que estaba haciendo algo más que evitar a Red.

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Esa noche, Yellow se armó de valor. Encontró a Red en su habitación, sentado en el borde de la cama, jugando distraídamente con un hilo suelto de su camiseta.

Yellow se apoyó en el marco de la puerta, su corazón latiendo rápido.

—Red… ¿podemos hablar?

Red levantó la mirada, sus ojos reflejando cansancio y algo más profundo: decepción.

—¿Sobre qué? —preguntó, la voz apagada.

Yellow entró, cerrando suavemente la puerta detrás de él.

—Sobre nosotros. —Las palabras salieron más sinceras de lo que esperaba—. Sobre lo que pasó… y lo que estamos haciendo ahora.

Red bajó la mirada de nuevo, sus dedos aún jugando con el hilo de su camiseta.

—¿Y qué estamos haciendo, Yellow? Porque parece que lo único que hacemos es evitarnos.

Yellow sintió el golpe directo en el pecho. Sabía que lo merecía.

—Por eso quiero hablar. No quiero que sigamos así.

El silencio entre ellos se alargó, pesado como una piedra.

Finalmente, Red asintió levemente.

—Está bien… hablemos.

Yellow tragó saliva, preparándose. No sería fácil. Pero estaba listo para intentarlo.

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Yellow dio un paso más hacia Red, con las manos ligeramente temblorosas. No sabía por dónde empezar, pero el silencio entre ellos era como una pared que cada día se hacía más gruesa. Tenía que romperla.

—Sé que lo arruiné… —admitió, la voz apenas un susurro—. Lo que dije sobre el beso… no fue justo para ti.

Red soltó una risa amarga, sin levantar la vista.

—¿"Solo un beso de amigos"? —repitió, su voz teñida de dolor—. Claro, porque todos los amigos se besan como… como lo hicimos nosotros.

Yellow sintió el ardor en el pecho. Odiaba cómo sonaba eso en boca de Red. Como si todo lo que compartían no fuera más que un juego tonto para él.

—No fue solo un beso de amigos. —Yellow dio otro paso, hasta quedar a medio metro de Red—. Lo dije porque estaba asustado… porque sé que ese beso significó más. Para los dos.

Red finalmente levantó la mirada, sus ojos brillando con emociones revueltas.

—¿Entonces por qué lo dijiste? ¿Por qué… por qué tuviste que hacer que pareciera algo sin importancia?

Yellow apretó los labios. Sabía que no tenía una respuesta que arreglara todo, pero al menos podía ser honesto.

—Porque no sé cómo manejar esto —admitió—. Porque eres mi amigo… y me importas más de lo que debería. Y ese beso… me hizo darme cuenta de muchas cosas que no estaba listo para aceptar.

Red tragó saliva, sus ojos buscando respuestas en el rostro de Yellow.

—¿Como qué?

Yellow sintió que su corazón latía tan fuerte que Red podía oírlo. Se arrodilló un poco, quedando a su altura, y respiró hondo.

—Como que… cuando te vi con esa flor en la boca, apoyado contra ese árbol, solo podía pensar en lo mucho que quería besarte otra vez —confesó, la voz temblando—. Que cada vez que me evitas, siento que el suelo se desmorona bajo mis pies. Que me importas más de lo que jamás imaginé, y eso… eso me aterra, Red.

Los ojos de Red se abrieron un poco, sorprendido por la intensidad de las palabras.

El silencio volvió, pero esta vez no era pesado. Era frágil, como un hilo a punto de romperse.

Red respiró hondo, su voz mucho más suave ahora.

—Yellow… ¿realmente sientes eso?

Yellow asintió despacio.

—Sí. Y lamento haberte lastimado. No quiero seguir así… quiero arreglar esto, si tú también quieres.

Red dejó caer las manos sobre sus rodillas, sus dedos aún jugando con el hilo de su camiseta, pero su mirada estaba fija en Yellow.

—Quiero arreglarlo —susurró, apenas audible—. Pero no sé cómo.

Yellow le dedicó una pequeña sonrisa.

—Podemos empezar por hablar… y si alguna vez no sabemos qué decir, siempre puedo llevarte a ver el amanecer.

Red parpadeó, sorprendido.

—¿El amanecer?

Yellow se encogió de hombros, con una leve sonrisa.

—Blue dice que es tu lugar favorito… pensé que podríamos ir juntos, si quieres.

Por primera vez en días, los labios de Red se curvaron en una débil sonrisa.

—Blue y sus ideas locas… —murmuró, sacudiendo la cabeza, pero sus ojos brillaban con un toque de esperanza—. Pero… me gustaría.

Yellow sintió que un peso enorme se levantaba de su pecho. No estaba arreglado del todo, pero al menos ahora, estaban juntos en ello.

—Entonces, iremos. —Yellow le ofreció una pequeña sonrisa—. Los dos… a nuestro propio ritmo.

Red asintió despacio, y por primera vez en días, el aire entre ellos no se sintió tan frío.

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El sol aún no había salido cuando Yellow abrió los ojos. La habitación estaba envuelta en penumbra, con el suave ritmo de la respiración de Red llenando el silencio. Se habían quedado dormidos uno al lado del otro, después de esa conversación… después de abrir al fin esa puerta que ambos temían cruzar.

Yellow se frotó los ojos, intentando despejarse. Tenían un amanecer que ver.

Con cuidado, se inclinó sobre Red, observando cómo su cabello rojo se desparramaba sobre la almohada, los labios ligeramente entreabiertos mientras dormía profundamente. Por un momento, la idea de despertarlo le pareció cruel; se veía tan tranquilo, como si el peso de los días pasados se hubiera disipado por unas horas.

Pero tenía que hacerlo.

—Red… —susurró, empujando suavemente su hombro—. Despierta.

Red soltó un quejido bajo, removiéndose un poco.

—Cinco minutos más… —murmuró, cubriéndose el rostro con la manta.

Yellow no pudo evitar soltar una risa suave.

—Si esperamos cinco minutos más, nos perderemos el amanecer —susurró de nuevo, ahora acariciando levemente el brazo de Red—. ¿No querías ir?

El nombre "amanecer" pareció hacer eco en la mente adormilada de Red, porque gruñó, pero finalmente destapó su cara. Sus ojos somnolientos se abrieron poco a poco, enfocándose en Yellow.

—¿Qué hora es…? —balbuceó, la voz rasposa por el sueño.

—Hora de que te levantes —respondió Yellow con una media sonrisa—. Vamos, Red… lo prometí.

Red parpadeó varias veces antes de sentarse lentamente en la cama, con el cabello desordenado y las mejillas levemente sonrojadas por el frío de la mañana. Yellow apartó la mirada rápidamente, sintiendo cómo su corazón le daba un pequeño salto. ¿Cómo podía verse tan… adorable incluso recién despierto?

Después de ponerse sus chaquetas —y asegurarse de que Algodón seguía profundamente dormido en su nido de mantas—, ambos salieron de la casa en silencio, cuidando no despertar a Blue, Green o Second.

El aire matutino era frío, y sus alientos se convertían en pequeñas nubes blancas con cada respiración. Caminaban lado a lado, las manos rozándose por accidente en más de una ocasión, aunque ninguno decía nada. La tensión entre ellos ya no era tan pesada, pero aún estaba allí, suave, como si ambos temieran dar un paso en falso.

Después de un rato, llegaron a la colina. El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y rosados, las estrellas desvaneciéndose lentamente mientras el sol preparaba su entrada triunfal.

Red cerró los ojos por un momento, inhalando profundamente.

—Este lugar… —susurró—. Siempre vengo aquí cuando necesito pensar.

Yellow lo miró de reojo.

—¿Y en qué piensas ahora? —preguntó suavemente.

Red abrió los ojos, pero en vez de mirar el amanecer, miró a Yellow.

—En ti.

Yellow sintió que su corazón dio un vuelco.

—Red…

—Estoy siendo honesto —lo interrumpió Red, con una sonrisa suave—. Todo este tiempo… incluso cuando no hablábamos… solo pensaba en ti. En lo que dijiste… y en lo que sentiste.

Yellow tragó saliva, el amanecer reflejándose en sus ojos dorados.

—Yo también… pensé mucho en ti. En cómo te hice sentir… y en lo que realmente quiero.

Red entrecerró los ojos con curiosidad.

—¿Y qué es lo que quieres, Yellow?

El silencio fue intenso por un segundo. Yellow dio un paso más cerca, la brisa revolviendo sus cabellos. Finalmente, con una voz suave, respondió:

—Quiero… seguir viniendo contigo a este lugar. Quiero hablar de lo que sentimos… y si tú quieres… quiero volver a besarte. No como amigos esta vez.

Red se quedó en silencio por un momento, procesando cada palabra. Y luego, con una sonrisa traviesa, pero con las mejillas levemente sonrojadas, se inclinó un poco más hacia Yellow.

—Pues… ¿a qué estás esperando? —susurró.

El sol finalmente asomó por el horizonte, bañándolos en luz dorada, justo cuando Yellow, con el corazón latiendo desbocado, cerró la distancia entre ellos y lo besó. Esta vez, sin miedos… sin excusas. Solo ellos.

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El beso fue lento, delicado… como si el tiempo se hubiese detenido solo para ellos. La brisa fría de la mañana contrastaba con el calor que subía a sus rostros, y la luz dorada del amanecer los envolvía, como si el sol mismo estuviera celebrando aquel momento.

Red fue el primero en romper el beso, aunque apenas se separaron unos centímetros. Sus frentes quedaron pegadas, las respiraciones entrecortadas.

—¿Sabes…? —susurró Red, con una sonrisa pícara y las mejillas aún ardiendo—. Por un momento pensé que nunca ibas a decirlo…

Yellow soltó una risa nerviosa, su corazón latiendo tan rápido que parecía que iba a salirse de su pecho.

—Yo también… —admitió en voz baja, sus ojos clavados en los labios de Red—. Pero no podía seguir mintiéndome.

Red levantó una mano, acariciando suavemente la mejilla de Yellow con el pulgar.

—Entonces… ¿esto significa que…? —Red no terminó la frase, sus palabras colgaban en el aire, como si tuviera miedo de romper la magia del momento.

Yellow asintió despacio.

—Significa que quiero estar contigo, Red. Como algo más que amigos.

Red dejó escapar una risa suave, sus ojos brillando como nunca antes.

—Me encanta cómo suena eso…

Por un momento, ambos se quedaron allí, mirando el sol elevarse poco a poco, sus manos finalmente entrelazadas, como si no quisieran soltarse jamás.

Pero la tranquilidad duró poco.

—¡JA! ¡LO SABÍA! —una voz familiar rompió el silencio, haciendo que los dos se separaran de golpe, las caras rojas como tomates.

Al girarse, vieron a Blue, de pie detrás de un arbusto, con una enorme sonrisa triunfante y las manos en las caderas. A su lado estaba Green, con los brazos cruzados y una ceja levantada.

—¡Sabía que algo así pasaría! —siguió Blue, casi saltando de la emoción—. ¡Por eso te dije que lo trajeras aquí, Yellow!

—¿Nos estaban espiando? —preguntó Red, su voz un poco más aguda de lo normal.

Green se encogió de hombros.

—No es nuestra culpa si ustedes dos tardaron siglos en arreglar las cosas… —dijo con un tono seco, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios—. Además, Blue insistió.

Yellow escondió el rostro entre sus manos, claramente avergonzado.

—Dios… ¿por qué ustedes…?

Red, en cambio, aunque rojo como su nombre, no pudo evitar reírse.

—Bueno… supongo que ya no hay secretos.

Blue se acercó, dándoles un par de palmadas a cada uno en la espalda.

—¡Exacto! Ahora solo queda celebrarlo… ¡con más panqueques!

Green puso los ojos en blanco, aunque no pudo contener una leve risa.

—¿Otra vez con los panqueques, Blue?

—¡Claro! ¡Es un desayuno especial para una ocasión especial!

Red y Yellow se miraron, todavía avergonzados, pero… al final, las sonrisas volvieron a sus rostros.

—Supongo que podríamos desayunar todos juntos… —dijo Yellow en voz baja.

—Sí —asintió Red, entrelazando sus dedos con los de Yellow una vez más—. Me gusta esa idea.

Y con el sol brillando sobre ellos y las risas de sus amigos de fondo, volvieron juntos a casa, cada paso un recordatorio de que, después de todo, ese amanecer había sido el comienzo de algo mucho más grande.

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El regreso a casa estuvo lleno de pequeñas risas y comentarios juguetones, sobre todo por parte de Blue, quien no dejaba de bromear sobre cómo "el sol había traído algo más que luz esa mañana". Green, aunque más callado, no podía evitar soltar alguna que otra sonrisa ante las reacciones nerviosas de Red y Yellow.

Cuando entraron a la cocina, Blue fue directo a buscar los ingredientes para los panqueques, mientras Green se apoyaba contra la mesa, observando todo con calma.

—Bien, tortolitos —dijo Blue con una gran sonrisa—, ¡manos a la obra!

—¿Manos a la obra? —preguntó Red, confundido—. ¿No se supone que tú cocinas?

Blue le guiñó un ojo.

—Hoy es un desayuno colaborativo. ¡El amor se cocina mejor entre todos!

Yellow soltó un suspiro, pero no pudo evitar sonreír levemente.

—Estás insoportable hoy…

—¡Porque estoy feliz! —respondió Blue mientras sacaba un cuenco grande y la harina—. ¿O no debería estarlo? ¡Mi querido Yellow por fin ha dado un paso importante!

Red miró a Yellow con una pequeña sonrisa torcida.

—¿Tu “querido” Yellow? —bromeó Red, con un falso tono celoso.

Yellow le dio un suave codazo.

—No empieces…

Mientras mezclaban los ingredientes, la cocina se llenó de una energía cálida y cómoda. Blue supervisaba todo, mientras Red revolvía la mezcla, aunque claramente más concentrado en robarle miradas a Yellow que en no dejar grumos. Green, por su parte, se encargaba de las moras, lavándolas bajo el grifo y dejándolas escurrir, aunque no pudo evitar soltar:

—Si siguen viéndose así, los panqueques van a saber a pura cursilería…

—¿Y si te vas tú a practicar la guitarra? —le replicó Red, sacándole la lengua.

Blue soltó una carcajada.

—¡Toque de queda para los comentarios sarcásticos!

Finalmente, la mezcla estaba lista y la sartén caliente. Blue se encargó de verter la masa, dejando que cada panqueque quedara dorado y perfecto.

—Van a quedar tan suaves como los labios de Yellow… —susurró Red a su lado.

Yellow le dio una patada leve en la espinilla, rojo como un tomate.

—¡Red!

—¿Qué? —rió Red—. Solo estoy siendo honesto.

Green negó con la cabeza.

—Van a ser insoportables…

En medio del jaleo, un pequeño sonido se escuchó desde el pasillo: el tamborileo de patitas ligeras.

—¿Algodón? —preguntó Red, girándose hacia la puerta.

Y allí estaba, el pequeño conejo, asomando la cabeza y observándolos con su típica expresión juzgadora.

—¡Algodón! —exclamó Blue, dejando una torre de panqueques en la mesa—. ¿Te escapaste del cuarto de Second?

Red se apresuró a recogerlo, acariciando sus orejas con cariño.

—Ya estaba preocupado… —susurró, apretándolo suavemente contra su pecho.

Yellow lo miró con una pequeña sonrisa. Ver a Red tan protector y dulce con Algodón le hizo sentir algo cálido en el pecho.

—Creo que tiene hambre también —comentó Green, viendo cómo Algodón olfateaba el aire, atraído por el olor de los panqueques.

Blue ya estaba sirviendo los platos.

—¡Entonces a desayunar todos!

Se sentaron alrededor de la mesa, Algodón con su propio pequeño plato de moras a un lado. A pesar de las bromas, de las risas y las miradas cómplices entre Red y Yellow, había algo claro: esa mañana no solo marcaba el inicio de un nuevo capítulo entre ellos, sino también un recordatorio de que, sin importar lo que pasara, siempre estarían rodeados de amigos… y de un conejito gruñón pero adorable.

Y mientras compartían panqueques y sonrisas, la casa se llenó de algo más que el aroma dulce del desayuno: se llenó de cariño, complicidad… y una pizca de amor.

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Red estaba mirando a Yellow con una expresión que reflejaba una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que este momento era importante, no solo porque Yellow y él finalmente estaban juntos, sino porque el siguiente paso era mostrarle su mundo, un mundo que, aunque a veces parecía normal, en realidad estaba lleno de sombras y secretos. Y uno de esos secretos era su papá adoptivo, Herobrine.

—Yellow… —comenzó Red, sus palabras llenas de ansiedad controlada—. Tengo que presentarte a alguien muy importante para mí.

Yellow levantó la vista, notando la seriedad en los ojos de Red. Algo en su tono lo hizo sentirse inquieto.

—¿A quién? —preguntó Yellow, tratando de disimular el nudo en su estómago.

Red se acarició la nuca, un gesto nervioso que solo Yellow conocía bien.

—A mi papá. —Red soltó un suspiro—. Es… Herobrine.

Las palabras quedaron flotando en el aire, como una bomba que nadie había querido detonar. Yellow se quedó en silencio por un momento, sus pensamientos se aceleraron y una corriente de preocupación lo recorrió. No era el tipo de persona que se asustara fácilmente, pero Herobrine era otro nivel. La figura legendaria en el mundo de Red era temida por su crueldad y su distanciamiento emocional. La relación de Red con su padre siempre había sido tensa, marcada por la autoridad fría y las expectativas inalcanzables.

Yellow tragó saliva y miró a Red con una mezcla de dudas y temor.

—Herobrine… —murmuró, como si fuera un nombre que nunca quisiera pronunciar.

Red percibió la incertidumbre en su voz y trató de sonreír, aunque su sonrisa era tensa.

—Sé que suena aterrador… pero es solo mi papá, Yellow. Solo tienes que conocerlo. Prometo que no es tan malo como dicen. Solo… —Red suspiró de nuevo—. Es solo complicado.

Yellow no pudo evitar mirar hacia abajo, jugando nerviosamente con sus manos. No le gustaba cómo sonaba todo esto. De alguna manera, sentía que esta no era una conversación sencilla, que algo de lo que estaba a punto de hacer lo llevaría a un lugar del que no estaba seguro de poder regresar.

—Red, ¿estás seguro de que quieres hacer esto ahora? —preguntó Yellow, su tono temblando ligeramente, no de miedo, sino de ansiedad. Sabía que esta era una etapa importante para Red, pero la figura de Herobrine le causaba una inquietud casi palpable.

Red se acercó a Yellow, poniendo una mano en su hombro, buscando tranquilizarlo.

—Lo sé. Pero ya hemos dado muchos pasos juntos, ¿no? Este es solo el siguiente paso. Y… —Red dudó un momento, como si pesara sus palabras—. Quiero que conozcas mi vida, Yellow. Todo de mí, incluso lo que más temo.

Yellow suspiró, mirándolo fijamente a los ojos. Veía la determinación de Red, esa fuerza que siempre lo había caracterizado, y al mismo tiempo, la vulnerabilidad que mantenía oculta bajo su fachada de chico seguro.

—Yo… —Yellow comenzó, pero se detuvo, sintiendo que el peso de la situación lo aplastaba un poco—. No sé si estoy listo para conocer a alguien como él, Red. He oído cosas sobre Herobrine, y no todas son buenas.

Red le sonrió suavemente, apretando su hombro con cariño.

—Lo entiendo. Pero te prometo, todo saldrá bien. No tienes que preocuparte por nada. Yo estaré contigo. Siempre.

Yellow no pudo evitar sonrojarse ante esas palabras, pero la preocupación seguía ahí, inmutable. Herobrine representaba algo que no podía entender por completo. ¿Cómo podía alguien tan temido, tan distante, ser padre de alguien tan cálido y lleno de vida como Red? Era una contradicción, un enigma que lo inquietaba más de lo que quería admitir.

Finalmente, Yellow asintió lentamente, aunque no sin reservas.

—De acuerdo… —dijo, su voz apenas un susurro—. Lo haré. Pero… prometes que no me dejarás solo con él, ¿verdad?

Red lo miró con firmeza, apretando su mano en la de Yellow.

—Nunca. No tienes nada que temer. Vamos a hacerlo juntos.

Yellow tragó saliva y, aunque la ansiedad no desapareció, sintió una pequeña chispa de esperanza al ver la determinación de Red. Sabía que, pase lo que pase, no estaba solo en esto.

Así que juntos, tomados de la mano, dieron el primer paso hacia lo que sería una de las pruebas más difíciles de su relación. No sabían qué les depararía la reunión con Herobrine, pero algo era seguro: lo enfrentarían juntos, como lo habían hecho con todo lo demás.

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[Continuará...♡]

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