✰°•『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 11 』•°✰
[Narrador/a POV]
El bosque estaba tranquilo, apenas se escuchaban los pasos de Yellow y Red mientras regresaban con las moras en una pequeña canasta. El sol filtraba su luz entre las hojas, dándoles un brillo cálido a los frutos que habían recolectado.
—No estuvo tan mal la recolección, ¿verdad? —comentó Yellow, mirando la canasta.
—Nah, pero pudo ser mejor. —Red sonrió y estiró los brazos. De repente, algo en el suelo llamó su atención.
Se detuvo y se agachó para recoger una flor roja que destacaba entre la hierba. Yellow lo miró con curiosidad.
—¿Y esa flor?
Red no respondió de inmediato. En su mente, se encendió una idea. Un gesto romántico y algo juguetón. Tomó la flor entre los dientes y giró hacia Yellow con una mirada traviesa.
Yellow frunció el ceño, sintiendo que algo se avecinaba.
—¿Qué estás hacien—?
Antes de que pudiera terminar la frase, Red se acercó con pasos lentos y seguros, con la flor en la boca, mirándolo de manera seductora. Yellow dio un paso atrás por instinto, pero su espalda chocó contra un árbol.
—R-Red… —balbuceó, sintiendo su rostro calentarse.
Red apoyó una mano en el tronco, inclinándose peligrosamente cerca.
—Dime, Yellow —susurró, sin quitar la flor de su boca—, ¿me veo bien con esto?
Yellow sintió cómo su cerebro se detenía por completo. No podía ni siquiera procesar lo que estaba pasando.
—¿¡Qué demonios estás haciendo!? —exclamó con nerviosismo, su cara completamente roja.
Red soltó una carcajada y se alejó un poco, sacando la flor de su boca y girándola entre sus dedos.
—Nada, solo probando algo. —Le guiñó un ojo y le extendió la flor—. Es para ti.
Yellow lo miró con una mezcla de vergüenza y confusión, pero terminó tomando la flor con torpeza.
—Eres un idiota… —murmuró, llevándose la mano a la cara.
Red rió, satisfecho con la reacción de su amigo, y volvió a caminar como si nada hubiera pasado.
Yellow suspiró, intentando calmarse, y miró la flor en sus manos.
—…Idiota —susurró de nuevo, antes de apresurarse a alcanzarlo.
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Red todavía se estaba riendo, disfrutando demasiado la reacción de Yellow. Pero lo que no esperaba era que Yellow, en lugar de quedarse avergonzado, decidiera contraatacar.
Yellow tomó la flor que Red le había dado y se la colocó en la boca de la misma manera. Luego, sin decir nada, se acercó a Red con una mirada desafiante, acorralándolo esta vez contra un árbol.
Red parpadeó, sorprendido.
—¿Eh? ¿Qué haces?
Yellow no respondió de inmediato. En cambio, con una lentitud calculada, dejó que su mano se deslizara suavemente por la pierna de Red, trazando un recorrido ligero pero suficiente para hacer que un escalofrío recorriera su cuerpo.
Red se tensó de inmediato.
—¡¿Q-qué carajos estás haciendo?! —exclamó, su rostro enrojeciéndose al instante.
Yellow se inclinó un poco más, susurrando con voz calmada:
—Solo probando algo.
Red tragó saliva y sintió que su corazón latía con fuerza. Se suponía que él era el que jugaba con Yellow, no al revés.
—No es justo… —murmuró, apartando la mirada.
Yellow sonrió con satisfacción, dejando de acariciar su pierna y dando un paso atrás.
—Oh, ¿qué pasó? ¿Acaso Red no aguanta su propio juego?
Red chasqueó la lengua y le lanzó una mirada de advertencia.
—Me las vas a pagar…
Yellow se cruzó de brazos, triunfante.
—Lo estaré esperando.
Con eso, retomó la caminata de vuelta a casa, dejando a Red aún procesando lo que acababa de pasar. Después de un par de segundos, Red sacudió la cabeza y lo siguió, jurándose que la próxima vez, sería él quien tomara la delantera.
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Mientras caminaban de regreso, Red no dejaba de pensar en lo que acababa de pasar. Yellow lo había tomado completamente por sorpresa, y eso no podía quedarse así. No, él tenía que devolverle la jugada.
Un par de ideas cruzaron su mente, pero al final se decidió por una que seguramente haría que Yellow se arrepintiera de haberlo provocado.
Cuando ya estaban cerca de la casa, Red fingió tropezar con una raíz y cayó justo encima de Yellow, sujetándolo por los hombros para que no escapara.
—¡Uy! Lo siento, Yellow… —murmuró con una sonrisa maliciosa, sin moverse de encima de él.
Yellow frunció el ceño, tratando de empujarlo.
—¡Red, quítate!
Pero Red no tenía intención de hacerlo. En cambio, se inclinó peligrosamente cerca de su rostro.
—Mmm… ¿qué decías? No te escucho bien… —susurró, dejando que sus labios rozaran apenas la mejilla de Yellow.
Yellow se puso completamente rígido.
—¡E-estás demasiado cerca!
Red sonrió con satisfacción.
—¿Ah, sí? —Lentamente, bajó su mano y la deslizó por la cintura de Yellow, dándole un leve apretón antes de susurrarle al oído—. ¿No es justo, verdad?
Yellow sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¡Red! ¡Ya, ya, me rindo!
Red se rió, disfrutando su victoria. Se levantó con calma y le tendió una mano para ayudarlo a ponerse de pie.
—Eso te pasa por meterte con el maestro del coqueteo.
Yellow, aún sonrojado, lo fulminó con la mirada y le dio un ligero empujón en el hombro.
—Eres insoportable.
Red sonrió con orgullo.
—Lo sé, por eso me quieres.
Yellow bufó y siguió caminando. Pero, aunque intentara ocultarlo, su corazón aún latía demasiado rápido.
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La competencia había comenzado y Yellow no tenía la intención de dejar que Red saliera tan fácilmente con la victoria. Mientras caminaban de vuelta a la casa, Yellow planeaba su venganza en silencio. Sabía que si quería darle una lección a Red, tendría que ser algo que lo dejara sin palabras, algo que no pudiera esperar en absoluto.
Red, por su parte, caminaba tranquilo, confiado de que había ganado la batalla. Su risa aún resonaba en su mente. Pero no sabía que Yellow estaba tan decidido a devolverle la jugada con una estrategia completamente distinta.
Yellow se acercó a él, con un aire de calma que desarmaría a cualquiera, pero en sus ojos brillaba una chispa traviesa. Lo que Red no esperaba era lo que sucedería a continuación.
De repente, sin previo aviso, Yellow se inclinó hacia él. Con una mano, atrapó a Red por la muñeca, mientras que con la otra lo tomaba por la nuca, acercándolo más y más. Antes de que Red pudiera reaccionar, Yellow lo empujó suavemente contra el tronco de un árbol cercano, lo atrapó entre sus brazos y, con una sonrisa algo pícara, le susurró al oído:
—¿Creías que ibas a ganar tan fácilmente?
Red, que ya estaba acostumbrado a las bromas de Yellow, intentó defenderse, pero no tenía espacio para moverse. Sus labios se entreabrieron ligeramente, desconcertados por la repentina cercanía de Yellow. La tensión en el aire era palpable.
Yellow, con una mano libre, comenzó a deslizar sus dedos por la camiseta de Red, tocando su piel de una forma que lo hizo tensarse. Red trató de controlarse, pero el contacto inesperado lo descolocó.
Sin previo aviso, Yellow presionó su cuerpo contra el de él, sintiendo el calor de su pecho, y luego, de manera sorpresiva, hizo un movimiento rápido, rozando su dedo a lo largo de la columna vertebral de Red. Fue como un toque eléctrico, directo a la piel sensible de Red. La reacción fue inmediata. Red no pudo evitar un suave gemido de sorpresa, uno que escapó de su garganta antes de que pudiera contenerlo. Su cuerpo reaccionó de manera instintiva, e incluso sintió una ligera punzada de incomodidad en su estómago.
Yellow, al escuchar ese sonido, lo miró directamente a los ojos, sus labios curvándose en una sonrisa triunfante. Pero más allá de la victoria, había algo más en el aire. La atmósfera entre ambos se había intensificado. Ya no era una simple broma, ni una pelea de coqueteo. Había algo más, algo que no podían ignorar.
Red, ahora consciente de lo que acababa de suceder, trató de mantenerse firme. Pero no pudo evitar sentirse más vulnerable de lo que esperaba. Sabía que Yellow no se iba a detener hasta que llegara al final, y algo en su mirada le dijo que esto no era solo un juego más.
—Yellow… —dijo Red, su voz un poco más grave de lo usual, como si tratara de recuperar el control de la situación, pero no sabía si podía.
Yellow, sin soltarlo, comenzó a acercarse aún más, respirando suavemente contra su cuello. Era un momento de pura tensión, con ambos en silencio, solo el sonido de sus respiraciones llenando el aire.
—¿Qué, Red? —respondió Yellow con voz suave pero firme. Había algo diferente en su tono, algo más serio. No estaba dispuesto a retroceder, no esta vez.
Red, que estaba completamente desconcertado, sintió que algo dentro de él se removía. La reacción de su cuerpo no solo se debía al gemido accidental, sino a la forma en que Yellow lo miraba, como si estuviera esperando algo más, algo que solo ellos dos sabían.
Sin pensarlo más, Yellow empujó ligeramente su rostro hacia adelante, rozando la parte inferior de su mandíbula con los labios de Red, un gesto tan sutil que apenas se pudo notar, pero que dejó una sensación electrizante en ambos.
—Tienes razón, Red… Esto no termina aquí —dijo Yellow, sus ojos fijos en los de él, su respiración más rápida, como si todo en ese momento dependiera de lo que sucediera a continuación.
La guerra de coqueteo había alcanzado un nuevo nivel, y ya no estaba claro si los dos estaban jugando o si algo mucho más profundo comenzaba a formarse entre ellos. La intensidad de la mirada de Yellow no desaparecía, y Red, ahora un poco fuera de lugar, no sabía si debería responder a ese desafío o dar un paso atrás.
Pero algo en el aire les decía que ninguno de los dos iba a retroceder.
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El aire entre ellos estaba cargado de una energía palpable, algo que ninguno de los dos había anticipado, pero que ahora se sentía inevitable. Yellow, al ver la mirada de Red, sabía que las cosas habían cambiado. No había vuelta atrás. El roce entre sus pieles, el juego, la broma, todo se había transformado en algo más profundo.
Red, al principio había querido continuar con la broma, seguir jugando con Yellow, pero ahora, al sentir la calidez de su cercanía, su toque, todo había tomado otro giro. No podía negar que había algo en esa tensión que lo atraía, algo que lo hacía sentirse vulnerable pero a la vez emocionado, como si todo estuviera a punto de desbordarse.
Yellow, que ya había tomado la delantera, no quería perder la oportunidad de explorar esa nueva sensación. Se acercó más a Red, dejando que sus respiraciones se entrelazaran. El aire que compartían parecía más denso, como si cada segundo que pasaba los acercara más, un paso más cerca de algo nuevo y desconocido. Sin decir una palabra, Yellow lo miró fijamente a los ojos, y de alguna manera, algo en su mirada transmitió que estaba dispuesto a dar el siguiente paso.
Red, aún procesando lo que estaba sucediendo, luchó por mantener la compostura. Pero la cercanía de Yellow lo hacía perder un poco el control. Sabía que no podía seguir evadiéndolo, no podía seguir haciendo como si nada estuviera cambiando entre ellos. Ya no era solo una simple broma, ya no era solo una guerra de coqueteo. Algo más, más profundo, había nacido en ese momento.
En ese instante, como si ambos hubieran llegado a una comprensión silenciosa, Yellow acercó sus labios a los de Red, lentamente, casi como si estuviera esperando que él hiciera algo para detenerlo. Pero Red no hizo nada. Estaba demasiado absorto en ese momento, demasiado cautivado por la cercanía de Yellow, por la intensidad que vibraba entre ellos.
Cuando sus labios finalmente se encontraron, fue suave al principio, casi tímido, pero la electricidad en el aire hizo que fuera más intenso de lo que ambos habían anticipado. Fue un beso breve, pero lleno de un significado que ninguno de los dos podría explicar en palabras.
Cuando se separaron, sus respiraciones eran rápidas, entrecortadas. La realidad de lo que acababa de suceder entre ellos se instaló en el aire. Pero ninguno de los dos quería decir nada, no necesitaban palabras. Lo que acababa de suceder ya había hablado por sí mismo.
Yellow sonrió, esa sonrisa que siempre había tenido, llena de confianza, pero ahora algo más suave, algo que decía que este momento significaba más de lo que parecía.
Red, por su parte, se quedó en silencio, pero una leve sonrisa también apareció en su rostro. Estaba asombrado por lo que acababa de ocurrir, pero no de una manera negativa. Algo había cambiado en él, algo que ya no podía ignorar.
—Vaya, Yellow… —dijo Red con voz baja, casi susurrante, sin poder ocultar el toque de sorpresa en su tono.
Yellow, con una mirada desafiante pero suave, respondió:
—¿Te sorprendió, Red? Yo también pensé que sería más difícil.
Ambos se quedaron mirando el uno al otro, sabiendo que a partir de ese momento, nada volvería a ser lo mismo. La guerra de coqueteo había terminado, pero algo mucho más grande había comenzado entre ellos.
Un nuevo capítulo de su relación acababa de empezar.
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Red y Yellow finalmente entraron a la casa, después de un largo día entre el bosque, buscando moras y disfrutando de una tranquila tarde. Pero al cruzar la puerta, algo no se sentía bien. La cocina estaba vacía, la sala también, y el aire en la casa parecía más denso de lo habitual.
Red frunció el ceño y, por un momento, un nudo se formó en su estómago. Su mente, llena de pensamientos y preocupaciones, comenzó a girar en torno a lo más importante: Algodón. El conejito que había adoptado con tanto cariño, el pequeño que había pasado gran parte del día correteando entre las manos de todos, ahora estaba solo.
—¡Algodón! —exclamó Red, dejando caer las moras que había estado sosteniendo. Su voz sonó como una mezcla de angustia y pánico.
Yellow se detuvo a su lado, preocupado, viendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de Red. Trató de calmarlo, tocándole el hombro con suavidad.
—Red, tranquilo. Vamos a buscarlo. No debe estar lejos.
Pero Red ya no escuchaba, solo podía pensar en su bebé, en lo pequeño e indefenso que era. Sin pensarlo, corrió hacia la habitación de Green, esperando encontrarlo allí, tal vez jugando con Algodón o simplemente dejándolo en su cama. Pero al abrir la puerta con rapidez, lo que vio no le trajo consuelo.
Green, sentado en su cama con su guitarra, estaba perdido en la melodía que estaba tocando, completamente ajeno a la situación. Blue estaba a su lado, escuchando con atención, pero ninguno de los dos parecía notar la preocupación evidente de Red.
—¡¿Dónde está Algodón?! —gritó Red, su voz temblando de ansiedad. Blue y Green lo miraron confundidos, pero en sus ojos solo había sorpresa por la súbita interrupción.
Green levantó la mirada, sin entender completamente la situación.
—Eh… ¿Algodón? —dijo lentamente, como si intentara recordar algo. Fue entonces que Blue, sin decir nada, soltó una risa suave.
—Oh, olvidamos por completo a Algodón. —Blue se encogió de hombros. —Green recibió un mordisco, ¿recuerdas? Y... bueno, lo dejamos solo por un rato mientras descansábamos.
Red no podía creerlo. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía una desesperación creciente.
—¡¿Lo dejaron solo?! —gritó, haciendo que Green y Blue se sintieran un poco culpables. —¿Dónde está ahora?
Yellow, viéndolo completamente fuera de sí, trató de intervenir.
—Red, cálmate. Ya lo encontramos. Todo está bien. Vamos a buscarlo.
Pero Red no podía calmarse, no podía dejar de pensar en Algodón, pequeño y vulnerable, solo por ahí. Corría de un lado a otro en la casa, sin encontrar ninguna respuesta, hasta que Yellow lo tomó de los hombros y lo miró fijamente.
—Red, respira. Vamos a la habitación de Second. Puede que esté allí.
Red asintió con la cabeza, sin muchas ganas de confiar en eso, pero en su corazón sabía que tenía que buscar en todos lados.
Finalmente, llegaron a la habitación de Second, y al abrir la puerta, lo que encontraron los dejó a ambos sorprendidos y aliviados.
Allí, en una canasta al lado de la cama de Second, estaba Algodón, dormido plácidamente, envuelto en una manta suave. Second, en su propio mundo, estaba tumbado junto a la canasta, abrazado a su almohada y dormido como si nada hubiera pasado. Parecía tan tranquilo, tan despreocupado, que Red sintió una mezcla de alivio y frustración.
—¿Por qué no nos lo dijiste? —murmuró Red, acercándose con cautela a Algodón, quien se acurrucaba con las mantas.
Second despertó lentamente al escuchar la voz de Red, pero no mostró ningún signo de sorpresa al verlos allí.
—Oh, ¿ustedes estaban buscando a Algodón? —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, como si fuera lo más natural del mundo. —Se quedó dormido aquí. No estaba haciendo nada malo, así que lo dejé dormir.
Red suspiró aliviado, pero no pudo evitar una sonrisa al ver lo pequeño y pacífico que se veía Algodón en su canasta.
—Gracias, Second. Pero no vuelvas a dejarnos con semejante susto, ¿vale? —dijo, su tono más suave ahora, aunque todavía un poco nervioso.
Second se estiró, bostezando y mirando a Yellow, que se acercaba con una expresión divertida.
—No fue nada. Pero parece que tienen un vínculo bastante fuerte con él, ¿eh? —comentó con una risa. —Bueno, lo importante es que está a salvo.
Red asintió, mirando a Algodón una vez más. A pesar de todo lo que había sucedido, todo lo que había estado temiendo, estaba agradecido de que estuviera bien.
Yellow se acercó, colocando una mano sobre el hombro de Red.
—Está bien. Todo está bien, Red. Y ahora, por fin podemos relajarnos un poco.
Red miró a Yellow con una leve sonrisa.
—Gracias por ayudarme. No sé qué habría hecho sin ti.
Yellow sonrió, aunque su expresión tenía una suave melancolía.
—No tienes que darme las gracias, Red. Sabes que siempre estaré aquí para ti. Y, mientras tengamos a Algodón con nosotros, todo estará bien.
Red asintió, observando a su pequeño conejito. Todo estaba en su lugar, al menos por ahora. Y con la compañía de sus amigos, y la paz que sentía al estar rodeado de personas que se preocupaban por él, Red pudo finalmente respirar tranquilo.
A veces, lo único que uno necesita es saber que no está solo.
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Después de todo lo sucedido, el ambiente en la casa comenzó a calmarse lentamente. Blue, con una sonrisa en el rostro, decidió que era hora de hacer algo para aliviar el ambiente tenso que había surgido con la desaparición de Algodón. Después de todo, el pequeño conejito estaba a salvo, y la casa se sentía más cálida con su presencia.
—Creo que es momento de hacer algo para celebrar que todo salió bien, ¿no? —dijo Blue con una chispa de entusiasmo.
Yellow, que estaba observando cómo Red se relajaba mientras acariciaba a Algodón, asintió.
—Sí, eso suena perfecto. Después de todo, este día ha sido una montaña rusa de emociones.
Blue se dirigió rápidamente a la cocina, donde comenzó a sacar todos los ingredientes para hacer panqueques. Un suave aroma a harina y azúcar comenzó a llenar el aire. Mientras batía la mezcla, Blue le guiñó un ojo a Yellow y Red, que ahora estaban tranquilos y conversando entre ellos en el sofá.
—¡Les prepararé unos panqueques especiales! —dijo Blue mientras se concentraba en la sartén, donde comenzó a vertir la mezcla. —Con un toque de moras frescas, de esas que ustedes mismos recogieron.
Red se levantó, curioso por la comida, y se acercó a la cocina con una sonrisa.
—Eso suena increíble. Nunca me había detenido a pensar en cómo podrían combinarse las moras con los panqueques.
Yellow también se levantó y se acercó, apoyándose en el marco de la puerta mientras observaba cómo Blue cocinaba con destreza.
—Te has vuelto todo un experto, Blue. No sabía que eras tan buen chef.
Blue le sonrió, no sin un toque de orgullo.
—Solo es cuestión de experimentar. Si me lo piden, puedo preparar cualquier cosa.
Con el sonido de la sartén chisporroteando, Blue sirvió los panqueques con un toque especial de moras frescas, que comenzaban a liberarse de su jugo natural. Las moras, tan dulces y jugosas, se mezclaban perfectamente con el calor de los panqueques, creando un contraste delicioso.
Cuando Blue terminó de preparar los panqueques, los sirvió en una gran bandeja y se acercó a la mesa, donde Red y Yellow ya se habían acomodado. Algodón, al ver que la comida estaba lista, se acercó rápidamente, saltando alrededor de las piernas de Red, como si supiera que algo delicioso iba a ocurrir.
—Aquí tienen, chicos —dijo Blue con una sonrisa satisfecha, mientras ponía la bandeja frente a ellos. —Panqueques con moras frescas. El toque perfecto para un día perfecto.
Yellow sonrió ampliamente, tomando un panqueque con cuidado y saboreándolo.
—¡Están deliciosos, Blue! Este fue el toque que necesitábamos. —dijo, mirando a Red.
Red, con los ojos brillando de felicidad, también probó un bocado, disfrutando de la mezcla de los sabores.
—Nunca imaginé que las moras irían tan bien con panqueques. ¡Esto es increíble!
Blue se sentó junto a ellos, feliz de ver que todos estaban disfrutando de la comida.
—Me alegra que les guste. Al menos, después de todo el caos, tenemos algo bueno que compartir.
Mientras se deleitaban con los panqueques, Algodón, quien había sido un espectador silencioso, finalmente dio un saltito hacia la mesa, buscando su parte. Blue, con una sonrisa, le sirvió un pequeño bocado en su plato y lo miró con ternura.
—¿Y tú, pequeño travieso? No te olvides de tu porción.
Algodón, como era de esperarse, no tardó en atacar su comida, mientras todos reían por la forma en que el conejito devoraba los panqueques.
El ambiente se había vuelto cálido y relajado, como si todo el estrés y la preocupación de los últimos momentos se desvanecieran con cada bocado. Y aunque el día había comenzado de una manera algo tensa, la tranquilidad y la felicidad se hacían sentir, no solo por la comida, sino por la compañía y el cariño que se compartía en ese momento.
En ese instante, todos sabían que lo más importante era estar juntos.
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Mientras todos disfrutaban de su desayuno, Green, que había estado observando con interés desde la puerta de la cocina, se acercó lentamente hacia Blue. No pudo evitar notar lo bien que estaban saliendo los panqueques y se sintió un poco curioso.
—Oye, Blue, esos panqueques se ven increíbles —dijo Green con una sonrisa genuina—. ¿Cómo los haces? Nunca se me ocurrió que las moras pudieran combinar tan bien.
Blue levantó la vista y sonrió ampliamente, satisfecho de que Green se interesara. Era raro ver a Green tan curioso en la cocina, ya que usualmente prefería hacer otras cosas. Pero ese día, el aroma de los panqueques y la calidez del ambiente parecían haber despertado algo diferente en él.
—Ah, es bastante sencillo —respondió Blue mientras tomaba otro panqueque para sí mismo. —Solo necesitas harina, un poco de azúcar, leche, huevos y una pizca de levadura en polvo. Mezclas todo hasta que quede bien suave y luego lo cocinas a fuego medio en una sartén engrasada. La parte más importante es no apresurarse, dejar que se cocinen despacio para que queden dorados y esponjosos.
Green escuchaba atentamente, asintiendo con la cabeza mientras intentaba memorizar cada paso.
—Eso suena fácil. Pero... ¿y las moras? No pensé que fueran parte de la receta original.
Blue se encogió de hombros con una sonrisa cómplice.
—Ah, las moras son mi toque personal. A mí me encanta darles un toque de frescura y dulzura extra a los panqueques. Normalmente las añado al final, justo antes de servirlos, para que no pierdan su jugosidad.
Green, ahora con una expresión pensativa, se rió suavemente.
—Parece fácil, pero seguro que lo mío no saldría igual. No soy tan bueno en la cocina como tú. —dijo con una pequeña sonrisa, mientras miraba a los demás disfrutar de su comida.
—Nunca se sabe, tal vez solo necesites un poco de práctica —respondió Blue con tono alentador. —Además, no se necesita ser un experto para disfrutar de la comida. Lo importante es el intento, y claro, el amor con el que se hace.
Green se rió, agradecido por las palabras de Blue, y luego miró hacia el conejito Algodón, que estaba sentado tranquilamente en su pequeño plato, disfrutando de sus propias porciones.
—Bueno, tal vez algún día lo intente. —dijo Green mientras le lanzaba una mirada cómplice a Blue. —Aunque, por ahora, prefiero dejar que tú te encargues de la cocina.
Blue se rió suavemente, asintiendo.
—¡Te entiendo perfectamente! —respondió, mientras servía más panqueques para todos.
Yellow, que había estado escuchando la conversación desde el otro lado de la mesa, levantó la vista y dijo, con tono divertido:
—Creo que Blue acaba de reclutar a Green como su asistente en la cocina.
Green se sonrojó ligeramente, pero sonrió divertido.
—No sé si eso sea una buena idea, Yellow. Pero si algún día me atrevo, seguro que contaré con la ayuda de Blue para que mis panqueques salgan tan bien como estos.
Blue, siempre tan optimista, levantó su taza con una sonrisa cómplice.
—¡Eso es lo que me gusta escuchar! Pero recuerda, siempre se puede contar con una buena receta y con una buena compañía. ¡Lo demás es pan comido!
Y así, entre risas y bromas, continuaron disfrutando del desayuno. Las pequeñas tensiones del día anterior se desvanecieron, y el calor de la casa, junto con el aroma de los panqueques y las moras frescas, se convirtió en el mejor recordatorio de que los momentos compartidos con amigos y seres queridos son los que realmente importan.
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Mientras todos disfrutaban de la calidez de la mañana, Yellow no podía evitar dejar volar su mente hacia lo que había ocurrido el día anterior. Se encontraba sentado junto a la mesa, tomando su panqueque, pero su mente estaba centrada en otra cosa. Recordaba claramente ese beso con Red, el sabor dulce que dejó en sus labios, la suavidad con la que los de Red se habían encontrado con los suyos.
Esos labios... tan jugosos, tan suaves. Yellow cerró los ojos por un momento, imaginándolos de nuevo, cómo el aire parecía quedarse suspendido en el espacio entre ellos justo antes del beso, cómo su cuerpo se había tensado en anticipación, y luego, la cálida sensación cuando Red se acercó y sus bocas se encontraron.
Se recordó a sí mismo cómo se había sentido tan perdido en ese momento, el mundo a su alrededor desvaneciéndose por completo. Había sido un beso tierno, suave, pero con algo de fuego, algo que lo hizo sentir vivo, como si no solo sus labios, sino su corazón entero, hubiera sido tocado por la pasión de ese instante.
"Es extraño", pensó Yellow, "cómo algo tan simple puede cambiar todo, cómo un beso puede marcar el comienzo de algo tan grande, tan importante". Podía sentir una pequeña sonrisa en sus labios mientras se perdía en su propio pensamiento.
Red, que estaba sentado a su lado, notó su expresión y le dio un pequeño codazo, despertándolo de su ensoñación.
—¿En qué piensas, Yellow? —preguntó Red, con una ligera sonrisa traviesa en el rostro.
Yellow se sonrojó un poco, algo avergonzado de haber estado perdido en sus pensamientos. Sin embargo, no pudo evitar responder con una sonrisa tímida.
—Nada, sólo... pensando en cómo todo se ha vuelto tan diferente entre nosotros. —respondió, mirando a Red a los ojos, sin poder evitar un leve rubor en sus mejillas.
Red le devolvió la sonrisa, y por un momento, todo lo demás pareció desvanecerse. Sin decir nada, Red le tomó la mano suavemente, acariciando sus dedos con ternura, como si ambos supieran que había algo más entre ellos, algo que aún no se había dicho en palabras, pero que ya se sentía en el aire, en sus gestos, en sus miradas.
Yellow miró a Red, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. Aquel beso, aunque breve, había dejado una huella profunda en él, y ya no podía imaginarse sin Red a su lado. Se dio cuenta de que no solo era el beso lo que lo había dejado pensando, sino todo lo que significaba: la conexión, la cercanía, el deseo de estar juntos, de explorar todo lo que aún quedaba por descubrir.
Red se acercó un poco más, su rostro más cerca del de Yellow, como si estuviera a punto de robarle otro beso. Yellow lo miró, sintiendo una mezcla de nervios y emoción en su pecho. No podía negar que quería más de eso, más de Red, más de esa sensación cálida y reconfortante.
Pero antes de que algo más pudiera suceder, la risa de Algodón, corriendo y saltando alrededor de la cocina, los interrumpió, devolviéndolos a la realidad. Ambos miraron al pequeño conejito y rieron juntos, el momento de tensión romántica desapareciendo por un segundo.
Yellow se inclinó hacia Red, susurrando:
—La próxima vez, no me dejes escapar tan fácil.
Red sonrió ampliamente, dejando que sus dedos acariciaran suavemente la mano de Yellow.
—No te preocupes. Hay muchas más oportunidades para que eso pase.
Y así, mientras el día continuaba, la promesa de más momentos juntos, más besos y más descubrimientos, flotaba en el aire, como un susurro entre las risas y el suave murmullo de los amigos a su alrededor.
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La tarde llegó lentamente, y la casa estaba llena de una cálida luz anaranjada que se colaba a través de las ventanas, cubriendo todo con una sensación de paz. Second, ahora completamente recuperado, se encontraba en la sala, esperando con ansias la llegada de Purple. Su corazón latía un poco más rápido de lo normal, aunque intentaba no mostrar su impaciencia.
Se acomodó en el sillón, tomando una profunda respiración, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Había hecho su mejor esfuerzo para que todo estuviera perfecto. Quería que Purple se sintiera especial, como siempre lo hacía, pero en ese momento, había algo más en sus ojos: una ligera emoción que no podía disimular. Purple no solo era su amigo; era alguien más, alguien con quien las palabras a veces no eran necesarias.
Purple siempre tenía esa manera de iluminar cualquier lugar al que entraba, y Second sabía que esa tarde no sería diferente. Se recostó ligeramente en el sofá, mirando hacia la puerta, esperando escuchar el sonido familiar de los pasos de Purple acercándose.
Mientras tanto, Purple venía de camino, su mente llena de pensamientos. Siempre había algo en la forma en que Second lo hacía sentir, algo que lo mantenía apegado, algo que lo hacía querer estar cerca de él. A veces se preguntaba si Second se daba cuenta del efecto que tenía sobre él. A pesar de ser alguien tan serio y reservado, Second tenía una forma de hacer que Purple se sintiera cómodo, como si el mundo fuera más ligero cuando estaba a su lado.
Cuando finalmente llegó, Purple tocó la puerta y, como siempre, Second estuvo allí rápidamente para abrirla. La sonrisa que apareció en su rostro al ver a Purple se iluminó más que cualquier otra cosa en ese momento.
—Hola, Uva —dijo Second, su voz suave y tranquila, pero con un brillo en sus ojos que no pasaba desapercibido.
Purple sonrió, sintiendo ese calor familiar en su pecho al ver a Second. Se acercó, dejando que Second lo abrazara, un abrazo largo y reconfortante.
—Hola, mi Sol —respondió Purple, la calidez de la cercanía de Second envolviéndolo.
Ambos se quedaron ahí por un momento, en un silencio cómodo, disfrutando de la compañía del otro. Cuando finalmente se separaron, Purple notó la luz que caía sobre Second, dándole un aire casi celestial.
—¿Todo bien hoy? —preguntó Purple, su tono suave, mientras se acomodaba junto a Second.
Second asintió, sonriendo.
—Sí, todo está perfecto ahora que estás aquí. —Su mirada se suavizó aún más, reflejando el cariño que sentía por Purple.
Purple, al ver la sinceridad en los ojos de Second, no pudo evitar sonrojarse un poco, aunque trató de disimularlo. Era una sensación que siempre le sucedía cuando estaba cerca de él.
—Lo bueno es que ahora podemos relajarnos —respondió Purple, sonriendo mientras se dejaba caer en el sofá al lado de Second.
Ambos se quedaron ahí por un rato, disfrutando de su mutua compañía. Sabían que el tiempo que pasaban juntos no siempre era perfecto, pero para ellos, esos momentos eran los que más importaban. Aunque ninguno de los dos lo dijera abiertamente, ambos sabían que había algo más entre ellos, algo que los unía más allá de la amistad, algo que el tiempo y las palabras aún no podían definir.
Así, la tarde se deslizaba suavemente hacia la noche, mientras los dos compartían risas, charlas y, por supuesto, esos silencios cómodos que solo las personas cercanas pueden compartir.
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En la habitación de Red, el ambiente estaba tranquilo, solo roto por el sonido suave de la respiración de los dos. Ambos estaban sentados en la cama, rodeados por una ligera penumbra que caía por las cortinas, anunciando que la noche había llegado. Yellow, con la mente llena de pensamientos, miraba a Red, pero su corazón parecía querer ir más rápido de lo que quería admitir.
Había algo que necesitaba hablar, algo que había estado rondando en su mente desde el momento en que el beso había ocurrido. Se sentía confundido, inseguro, pero al mismo tiempo, algo dentro de él le decía que debía hacerlo. Miró a Red por un momento, respiró hondo y luego, con voz suave, empezó.
—Oye, Red... —dijo Yellow, mirando al suelo antes de finalmente alzar la vista y encontrarse con los ojos de Red—. Quería hablar sobre lo que pasó antes... el beso.
Red, que había estado recostado hacia atrás, se sentó erguido, prestando atención. Había una pequeña sonrisa en su rostro, pero no estaba seguro de lo que Yellow quería decir.
—¿El beso? —respondió Red, intentando no hacer que la conversación fuera más incómoda de lo que ya era—. ¿Qué pasa con el beso?
Yellow sintió una pequeña presión en el pecho, como si la conversación que estaba por empezar fuera mucho más grande de lo que parecía. Era un tema delicado, pero sabía que tenía que aclararlo.
—Es solo... —dudó por un segundo, y luego continuó—. Yo... no quería que te hicieras ilusiones. Quiero decir, fue solo un beso de amigos, ¿sabes? No significa nada más que eso.
Las palabras salieron rápido, casi como si hubiera tenido miedo de que Red pensara algo diferente. Pero en el momento en que las pronunció, se dio cuenta de que tal vez no era lo que realmente sentía, sino lo que pensaba que debía decir.
Red frunció ligeramente el ceño, confuso por las palabras de Yellow. Se quedó en silencio por unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar. Una sensación extraña se formó en su estómago, algo que no había anticipado.
—¿Un beso de amigos? —repitió Red, su voz suave, pero con una pequeña chispa de tristeza que no pudo ocultar. No quería presionar a Yellow, pero la forma en que lo había dicho no lo hacía sentirse bien. No sabía si Yellow realmente sentía eso o si solo estaba diciéndolo para evitar algo más.
Yellow, al ver la reacción de Red, se sintió incómodo, como si todo lo que había dicho hubiera sido lo incorrecto. Sin embargo, su mente no encontraba las palabras adecuadas para explicar lo que realmente sentía. A veces, las palabras eran traicioneras, y en ese momento, sus propias emociones se entrelazaban en un caos.
—Es solo que... no quiero que te hagas ideas, Red. Tú y yo somos amigos, ¿verdad? —dijo Yellow, tratando de que su tono sonara lo más casual posible, pero el nerviosismo aún estaba presente en su voz. En ese momento, realmente no sabía qué quería.
Red no dijo nada durante un largo rato, su mirada fija en Yellow, como si estuviera evaluando cada palabra. Finalmente, suspiró, moviéndose un poco en la cama para acercarse a él.
—Yo... —Red pausó, como si estuviera sopesando sus propios pensamientos antes de hablar. Al final, lo dijo en voz baja, como si fuera una confesión—. No me haces sentir como un "amigo", Yellow. Nunca lo has hecho.
Yellow lo miró, sus ojos se abrieron un poco, no esperaba esa respuesta. La tensión en el aire creció, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, sin saber qué hacer con esas palabras.
—No me malinterpretes —continuó Red, viendo la confusión en el rostro de Yellow—. Sé que todo esto es raro, y no quiero que pienses que te estoy presionando. Pero después del beso... no pude dejar de pensar que tal vez había algo más entre nosotros.
Yellow sintió un nudo en el estómago, una mezcla de alivio y miedo. Quería hablar, pero las palabras no salían con claridad. No sabía cómo manejar lo que Red había dicho. La verdad era que, en su interior, algo le decía que tal vez había algo más, algo que no había entendido completamente hasta ese momento.
—Red... —dijo finalmente, con la voz suave, sus pensamientos comenzando a aclararse. Quizás no sabía qué exactamente, pero sentía que esta conversación estaba llevándolos a un lugar donde las cosas podían ser diferentes, a algo que no había considerado antes.
Red lo miró fijamente, esperando una respuesta, pero no dijo nada más. Estaba listo para escuchar lo que Yellow tuviera que decir.
El ambiente estaba cargado de esa incertidumbre, pero también de la oportunidad de algo nuevo. Ambos sabían que no todo podía ser resuelto en un solo momento, pero ese pequeño paso ya les estaba mostrando que quizás las cosas podían cambiar entre ellos.
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Red se quedó en silencio, como si las palabras de Yellow hubieran golpeado algo dentro de él. Había algo en sus ojos, una mezcla de tristeza y confusión que le hizo sentir un vacío en el estómago. Yellow no lo vio de inmediato, pero la manera en que se mantenía distante, pensativo, hizo que algo en su pecho se apretara.
Pasaron unos segundos de silencio, con Yellow mirando a Red, sin saber qué hacer. La tensión era palpable. Red, incapaz de seguir soportando esa distancia entre ellos, hizo algo impulsivo, algo que no había planeado, pero que sentía necesario en ese momento. Sin decir una palabra, se acercó a Yellow lentamente, su mano tocando suavemente su rostro.
Antes de que Yellow pudiera reaccionar o decir algo más, Red lo besó. Fue un beso suave, una mezcla de dulzura y tristeza, como si Red estuviera tratando de transmitir algo que no podía decir con palabras. El beso no fue agresivo ni lleno de pasión, pero llevaba consigo todo el peso de los sentimientos que Red había estado guardando.
Yellow, sorprendido por el gesto, sintió el contacto suave de los labios de Red. Su corazón latía más rápido de lo que hubiera esperado, y por un momento, se quedó paralizado, sin saber si debía corresponder o apartarse. El beso fue breve, pero cargado de emoción. Red se apartó lentamente, sin mirarlo directamente, sintiendo que su corazón se había dejado llevar por el impulso de la confusión y la tristeza.
—Lo siento, Yellow... —susurró Red, su voz quebrada, con los ojos bajos. —No sabía cómo explicarlo...
Yellow, aún con el sabor del beso en los labios, estaba en shock. Había muchas emociones conflictivas en su interior, pero la tristeza en los ojos de Red lo golpeó con más fuerza que cualquier otra cosa. Había algo en el gesto, en esa fragilidad, que le hizo sentir una punzada de culpabilidad.
—Red... —comenzó a decir Yellow, pero no sabía qué decir. Las palabras no venían con facilidad. Todo lo que sentía era un torbellino de emociones, y no podía negarlo más. Quizá en el fondo, él también sentía algo más por Red, pero no estaba preparado para enfrentarse a ello.
Red levantó la cabeza, encontrando finalmente la mirada de Yellow, que parecía tan perdido como él. Aunque todo en su ser quería gritar, le pareció que este momento no era el adecuado. Sabía que no podía forzar nada, no podía hacer que Yellow sintiera lo mismo que él, pero al menos necesitaba que supiera que lo sentía.
—No te preocupes, Yellow... No te presionaré —dijo Red con voz baja, pero firme, mientras se apartaba un poco de él.
Yellow se quedó en silencio, mirando a Red. No podía negar que, por dentro, algo en su pecho había cambiado. Podía sentir el peso de las emociones de Red, y eso le hacía cuestionar las suyas propias.
—No sé qué hacer ahora... —admitió Yellow, sin saber cómo manejar el momento. Sabía que todo había cambiado entre ellos, pero no entendía qué significaba.
Red se quedó en silencio, y por un segundo, parecía que todo lo que ambos sentían se había quedado suspendido en el aire. Nadie decía nada más, pero las palabras no eran necesarias. Ambos sabían que este beso había sido el comienzo de algo, aunque no estaban seguros de qué.
Finalmente, Red suspiró, dejando escapar un pequeño y doloroso suspiro.
—Creo que... necesitamos tiempo para entender esto —dijo, con una tristeza que no podía esconder, mientras se levantaba de la cama. Yellow no respondió, pero su mirada seguía fija en él.
El silencio volvió a caer entre ellos, esta vez más pesado. El beso había cambiado todo, pero ahora tenían que descubrir qué significaba para ambos. Sin una palabra más, Red salió de la habitación, dejándole a Yellow el espacio que ambos necesitaban para procesar lo que acababa de pasar.
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[Continuará...♡]
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