Capítulo 5

Jugadora número 002, pasa.

Llena de rabia y descontrol, agarré una piedra que había en el suelo y la lancé, soltando a la vez un grito de rabia e impotencia.

Los hombres de rojo se acercaron a mí y me agarraron de los brazos para levantarme. Cuando pasé al lado del cuerpo de Jade luché por liberarme para poder ver por última vez al que había sido mi amigo.

—Soltadla, que vea a su amigo. Luego la llevaremos a la habitación. —El hombre de rojo con un cuadrado dio la orden y los demás me soltaron. En segundos, ya estaba al lado del cadáver de Jade, tapándome la boca.

—Perdóname —sollocé—. Perdóname, por favor —lo último salió como un susurro, sintiendo como me fallaba la respiración—. Tú no debías morir, Jade...

Agarré una de sus manos, ahora fría, y una lágrima se resbaló por mi mejilla.

—Te lo prometo, haré que estés orgulloso. —Me incliné y deposité un beso en su frente mientras cerraba sus ojos, ahora sin vida—. Yu gonplei ste odon.

En las bandas, en las mafias, a pesar de ser lo que eran, eran como familias. Durante lo que estuve allí me enseñaron a ser uno de ellos, y por ello un ritual para cuando uno de los nuestros moría; unas palabras que nadie entendía, pero que para nosotros eran significativas. "Yu gonplei ste odon", "tu lucha ha terminado"; éramos considerados unos luchadores, por ello esa frase la pronunciábamos tras la muerte de uno de los nuestros. Jade había sido un luchador,  y fue parte de mi familia, por ello, pronuncié esa frase.

Deteniéndome en su otra mano, vi que tenía algo en ella. Me acerqué y cogí lo que había en su mano, descubriendo un papel junto con el collar que tenía un colmillo que siempre llevaba puesto desde que lo había conocido. Abrí el papel y las ganas de gritar volvieron a mí cuando descubrí que era para mí.

Querida Chicago, no sé que pasará en el próximo juego, es por ello, que por si acaso, si algo me pasara, me gustaría que te quedaras con mi collar del colmillo, tiene un significado importante para mí y, en mi familia, es una tradición dÁrselo a una persona especial. Para mÍ, esa eres tÚ. Póntelo y cuando ganes los juegos, porque sé que lo harás, acércate al mercado y busca una calle más oculta y oscura; si vas con ese collar, hay unas personas que te ayudaran y te darán esa libertad que buscas. Suerte amiga, sé que harás lo correcto.

Atte. Jade.

Arrugué el papel, guardándolo, y me puse el collar en el cuello. Decaída, me levanté y me hice una coleta alta para poder mostrar mejor el collar.

Cuando llegué a la sala donde dormíamos todos se quedaron sorprendidos al verme, pues ya se había visto que no avancé prácticamente nada con el paraguas. Sangwoo fue el primero en reaccionar, se levantó rápido y se acercó. Estaba inseguro, pues no sabía si le dejaría acercarse.

—¿Qué... qué ha pasado? Creí que te habrían matado, yo... —Hizo una pausa levantándome delicadamente el mentón para mirarme—. ¿Estas llorando? ¿Qué ha pasado? ¿Te han hecho algo?

Me agarró la cara con sus manos y me limpio las lagrimas con el dedo pulgar. Le miré y vi que inspeccionaba mi rostro buscando cualquier herida que le dijera que me habían hecho daño. Conmovida, y demasiado triste y harta, me acerqué y rodeé su cuello con mis brazos, abrazándole. Tardó en reaccionar, sorprendido, pero luego me correspondió, pegando nuestros cuerpos en un cálido abrazo. Más lagrimas se resbalaron de mis ojos, pero sentí que la presión en mi pecho disminuía con la cercanía de Sangwoo; me sentía más protegida que nunca entre sus brazos.

—No sé qué ha pasado, y puede que no sea el momento pero... lo siento, de verdad que lo siento —se disculpó y sonreí para después estrechar más el abrazo.

—No importa —dije, prácticamente inaudible.

—Sí, importa-

—Se ha sacrificado... —Le interrumpí y me separé un poco para que viera el tormento en mis ojos—. Jade... Se ha sacrificado para que yo pudiera vivir —susurré.

Sangwoo volvió a abrazarme y le oí suspirar. —Ha sido algo muy valiente por su parte, seguro que ahora al menos estará en un lugar mejor.

Después de esa escena, Sangwoo se quedó todo el rato conmigo, tratando de hacerme reír o de animarme. Yo escuchaba todo lo que me contaba, interesada, pero sin perder mi tristeza. Fue una tarde entretenida gracias a el coreano, hasta la comida.

—Iré a por la comida de ambos, ¿vale? — Asentí y le sonreí levemente. Llevaba desde que habíamos vuelto del juego pendiente de cualquier cosa que necesitara—. Vuelvo enseguida —Sangwoo apretó mi mano y se levantó para irse.

Agaché la cabeza y unos instantes después de que Sangwoo se fuera una sombra apareció sobre mí. Miré hacia arriba, confundida, creyendo que era Sangwoo pero mi expresión cambio drásticamente al ver al hombre con el número 101.

—Vaya, vaya, Chicago, ¿verdad? —No respondí, y mi mirada se endureció ante su presencia—. Yo soy... —Le interrumpí.

—Sé quien eres —solté cortante.

Mis palabras provocaron una sonrisa de satisfacción en su rostro que me hizo fruncir el ceño con desagrado.

—Vaya, ¿te he llamado la atención? —Pasó la lengua por sus labios, mirándome descaradamente. Sentía que podría vomitar en cualquier momento ante la desagradable escena.

—No en el sentido que tú piensas —lo miré neutra.

—He venido a hacerte una propuesta. —Puse otra mueca—. Perdonaré tu pequeño descuido de meterte en la pelea del primer día si te... diviertes conmigo un rato. ¿Qué te parece? Es una generosa oferta.

Oculté una mueca de asco al ver que había cambiado la última frase. Solo pensarlo me producía arcadas, si ese imbécil realmente se creía que me acostaría con él estaba muy equivocado.

—Es muy generoso por tu parte. —Él sonrió satisfecho—. Pero creo que voy a pasar, lo siento. Es solo que a mí los imbéciles no me van, y creo tú eres la mismísima descripción de uno.

Le aguanté la mirada sin un ápice de miedo y él me miró furioso. —Si no lo haces, te arrepentirás —dijo entre dientes.

Entrecerré los ojos levantándome de mi cama para fulminarlo con la mirada, sin creerme que realmente me estuviera amenazando. Me acerqué más a él, hasta estar a poco centímetros. —Tendré que arriesgarme —susurré, desafiándolo, y me separé. Lo último que quería era su cercanía.

Cabreado, se levantó y se fue, no sin antes amenazarme con que me haría pagar por eso. Por el rabillo del ojo, vi a Sangwoo acercarse con la comida y una mueca de confusión.

—¿Qué quería? ¿Te ha hecho daño? —Me miró y luego miró serio al 101 mientras se sentaba.

—No me ha hecho nada. —Sangwoo devolvió su atención a mí, dedicándome toda su atención—. Solo le he dicho que me van más los inteligentes. —Me miró sorprendido y, divertida, le guiñe un ojo.

—¿Se te ha insinuado? —Preguntó, y me pareció realmente tierna su forma de preocuparse por mí y protegerme. Nunca nadie me había mirado como si el resto del mundo no importase, como si fuera digna de recibir toda su atención al completo.

—Más o menos. 

—¿Más o menos? —Sus ojos se abrieron un poco, mostrándose muy atento a mis palabras.

Me reí divertida y decidí tratar de picarle un poco. —¿Te preocupa que le haya dicho que sí? —Le molesté.

Él agachó la cabeza y empezó a comer, sin darme una respuesta. Sonreí con dulzura ante su reacción.

—Claro que le he dicho que no. — Me acerqué y le abracé de forma divertida, logrando que al final riera, más tranquilo. Iba a decir algo cuando un gritó cortó el aire.

—¿Por qué no hay comida para nosotros? —Preguntó un hombre que se había quedado sin comida.

Una chica acusó al grupo del 101 y apreté la mandíbula ante las risas y burlas del grupo de abusones.

—Tiene que ser una broma —murmuró Sangwoo. 

Me levanté corriendo cuando vi al señor acercarse amenazante al 101 y antes de que le dijera algo le paré, agarrándolo. —No merece la pena, podemos daros comida entre todos... — El señor me interrumpió.

—¡Cállate! Ni siquiera sé porque estas aquí. —Le miré sin entender. Todos habían puesto atención a lo que estaba pasando y no pude evitar tragar incómoda; no me gustaba llamar la atención—. Para ti es muy fácil, ya tienes la vida resuelta.

—¿Qué... —Traté de preguntar, pero volvió a interrumpirme.

—Sé quien eres —dijo con desprecio. Por un momento el mundo se paró; no podía ser verdad. Él no podía saberlo—. ¡Ella es igual que él! —Señaló al 101—. ¡Es la chica más famosa entre las bandas y las mafias! ¡Es una prostituta! —Todos se callaron, en shock, y retrocedí un paso abrumada—. ¿Nadie ha oído nunca hablar de la princesa de la mafia? Pues la tenéis ante vosotros.

Agaché la cabeza. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho y podía sentir todas las miradas puestas en mí.

—Y tú, dame mi comida —continuó, y corrió a por la comida del 101.

Deje de oír lo que ocurría en la sala, mis oídos se habían taponado. Sentía que mi mundo se había derrumbado en unos días. Alguien agarró mi mano y tiró de mi hacía atrás. Reaccioné y vi al chico que me había delatado en el suelo... muerto. Mi respiración se cortó ante el repentino cadáver y me giré con violencia para ver quién me agarraba.

—¿Sae-byeok? —Mi sorpesa fue evidente al verla, y me relajé.

—Vamos. —Tiró de mí.

Llegamos al fondo de las literas y allí estaba sentada Ji-yeong.

—Menos mal que estás bien. —Se acercó a mí para abrazarme y se lo devolví con fuerza.

—Espera, ¿vosotras... —Empecé.

—Lo sabíamos, sí —dijo Sae-byeok.

—Te dije que estaba muy familiarizada con las calles, claro que supe quién eras en cuanto te vi —Ji-yeong me miró con una sonrisa y parpadeé confundida.

—Entonces, ¿por qué... Por qué me ayudaste? 

—¿Es que lo que hacías cambia algo? Todos tenemos una oscura historia detrás, yo maté a mi padre y aún así no saliste corriendo, ¿y sabes porque?, porque aunque sean situaciones distintas sigue siendo lo mismo, somos iguales, tenemos que entendernos no darnos asco. Si Jade estuviera aquí te habría dicho lo mismo. —Las palabras de Ji-yeong se clavaron con fuerza en mi pecho ante la mención de Jade.

Aún así la miré sorprendida, y ella pareció leer la pregunta en mis ojos antes de que la formulara. —Sí, Jade también lo sabía, y se ha sacrificado para que tú vivas. Eso no define lo que eres. —Esa vez Sae-byeok fue quien habló, tratando de darme una sonrisa que me tranquilizara.

Asentí más tranquila y me limpié los ojos.

—Gracias —las miré.

—No se dan. —Por primera vez Sae-byeok sonrió ampliamente, casi divertida.

Ambas se acercaron para abrazarme hasta que un carraspeo rompió el momento. Levanté la mirada y mi corazón se aceleró.

 —¿Interrumpo?

—Sangwoo —dije sonriendo, aún con lagrimas en los ojos. Ambas chicas se separaron para dejar que el mencionado pudiera acercarse a mí.

—Hey, ¿cómo estas? —Me abrazo dulcemente y sonreí ante la sensación de calidez que me recorrió.

—Mejor ahora —susurré.

—Supongo que no hace falta que te diga que lo que he oído no me importa —murmuró.

Le di un beso en la mejilla y le abracé más fuerte. —Gracias... — susurré, realmente agradecida.

—Siento interrumpir el momento pero, Sangwoo, ¿qué ha pasado al final? —Nos separamos para mirar a Ji-yeong y luego posé mi mirada en el mencionado, también con curiosidad por su respuesta.

—Esta noche debemos estar juntos y alerta. El grupo del 101 va a atacar, no hay ninguna regla que prohíba el matarnos los unos a los otros. —Las palabras de Sangwoo hicieron que a todas nos recorriera un escalofrío. Después de haber rechazado a ese imbécil estaba segura de que sería de las primeras en su lista esa noche.

—Joder —suspiré.

Jugadores, las luces se apagarán en cinco minutos.

La mujer de los altavoces dio el anuncio y casi sentí que daba un respingo en mi sitio. Dudaba que alguno estuviera preparado para lo que se nos venía encima.

—Vale, ya lo hemos hablado los chicos, en cuanto veáis algo raro correr al punto de encuentro. —Señaló un punto de la habitación—. Si vamos en grupo será más difícil que vayan a por nosotros, estaremos más seguros.

—De acuerdo. Deberíamos ir yendo, vamos. —Sae-byeok empezó a avanzar.

Di un paso para seguirlas, pero alguien me agarró del brazo; sabía quién era.

—Cualquier cosa que pase, lo que sea, o si no puedes llegar al punto de encuentro, búscame. —Le miré—. Igualmente da por hecho que si no llegas te buscaré.

Me giré y le sonreí con dulzura por su preocupación. —Lo sé, no te preocupes, Sangwoo. Estaremos bien —le tranquilicé.

Él me miró dudoso, y yo me acerqué para dejar un beso en su mejilla y después darle una sonrisa tranquilizadora. —Buenas noches, gafitas. —Le guiñé un ojo mientras él reía y me alejé para seguir a las demás.

—A ver chicas, antes de ir al punto de encuentro nos buscamos entre nosotras, así estaremos más seguras —dijo Ji-yeong.

—Vale —Sae-byeok y yo estuvimos de acuerdo, pero sentí como la chica a mi lado estaba ligeramente tensa. Ninguna lo admitiría, pero el miedo era evidente en el aire a medida que los últimos minutos de paz se acababan.

—De acuerdo, ¿en qué cama dormimos cada una? —Ji-yeong nos miró a ambas, esperando una respuesta, y las más alta de nosotras se giró en mi dirección.

—Que escoja la pequeña. —Sae-byeok me miró, con una casi imperceptible sonrisa, y esperó mi decisión.

Había tres opciones.

1)Dormir al al lado de una de ellas.

2)dormir más cerca del punto de encuentro y, por lo tanto, de los chicos.

3)Dormir más alejada de ambos pero con una mejor vía de escape al estar abajo

¿Qué debería hacer?

 En este capítulo vuestra decisión será más importante. Cambiará mucho el capítulo siguiente dependiendo de lo que escojáis. 

¡Espero que os guste!


-Venus



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