II
En un 13 de enero de un año corriente, en un hospital corriente, una mujer corriente dio a luz en un parto corriente.
Y como se supone que debería haber sido, ese niño también debió ser corriente.
Pero ese no fue el caso, porque las circunstancias de la mujer, el parto, y del niño no fueron corrientes. Esa, es quizás, la forma más corta de introducir el inicio de la historia, pero si tome la decisión de escribirla, entonces tengo que hacerlo bien.
Cuando recién comenzó aquel 13 de enero, una mujer, o más bien una chica, llegó al hospital. Se pasó toda la noche en vela trayendo al mundo a una pequeña criatura, misma que una hora después que naciera la dejo a su suerte en aquel hospital. Las enfermeras intentaron localizarla, pero nada. No familiares vivos, no hogar, y tampoco escuela.
Así que quedo tan solo un destino para el pequeño niño, un orfanato y la espera de una familia que lo acogiera con amor.
O eso hubiera sido lo mejor. En algún momento del mismo día lograron localizar a mi progenitor, quien de muy mala gana tuvo que ir a recogerme al hospital (o al menos eso creo).
Y así empezó mi vida de desgracias.
No recuerdo mucho sobre mi vida antes de los 5 años. Esos recuerdos solo residen en su mente y yo no tengo las fuerzas ni las ganas de visitarlo y pedirle que me cuente.
Solo recuerdo que yo vivía intentando no estorbar. No reclamaba, no pedía nada, no hablaba, no me movía, no hacia ruido.
El dolor del hambre y los golpes me recordaba que estaba vivo.
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