Capítulo catorce.

—Ya va a venir el señor Rusia, tranquilo.

No reaccionó el joven, simplemente se quedó ahí mirando sus manos que al parecer ya estaban un poco maltratadas de estirar levemente sus dedos o morderlos.
Quería decirle que parara de hacer aquella acción pero fue interrumpido por uno de sus colegas.

—Ya está aquí, señor.

—Deja que pase y venga por el chico.

Tomó las ruidosas y brillantes llaves que colgaban de su abrigo para introducirlas en la cerradura y dejarle ir. Al momento de abrir la celda fue donde Rusia entró al pasillo frío, México sintió la mirada del más alto pero no levantó su rostro para verle.

—Ven aquí, México. Ya he llamado a tu hermano para avisarle que te encuentras aquí.

Como un pollito indefenso fue acercándose al temible país, le daba algo de desconfianza pero no le quedaba de otra más que seguirle y que lo llevara a otro lugar. Lo encaminó hacia la salida del lugar, bajaron las escaleras de la entrada y se dirigieron al auto de este. Rusia abrió la puerta del copiloto para dejar entrar al pequeño, después se dirigió al volante para comenzar a conducir.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Quería ir a casa y me equivoqué de dirección.

—No puedo creer eso.

—Descuida, nadie lo hace.

Lo miró por un segundo, el mexicano miraba con tristeza el vidrio del auto para contar algunos automóviles o ver edificios mientras temblaba un poco, vaya que no había notado que el pobre no llevaba algo de ropa y es probable que muera de frío.

—¿Bolivia estará enojado conmigo?

—No.

—Eres muy frío.

Su ceño se frunció pero no le dijo nada para no asustarlo o algo por el estilo, Bolivia fue claro. Lo que menos quería era hacer que México se sintiese amenazado o triste, quiere dar una buena imagen con él.

—Lo lamento, hoy no fue mi día.

—El mío tampoco, ONU ya ni puede verme en pintura.

—Tsk, es un idiota. Se pierde de alguien interesante.

Sí, otra de las cosas de Rusia es que habla sin pensarlo antes (lo que ha ocasionado peleas).

Escuchó una ligera risa, una tan débil que creyó que era su imaginación, ¿acaso sonrió ese chico? De verdad está lleno de sorpresas.

—Eso dice mi hermano, pero creo que es mentira. ONU necesita países normales.

—Nadie es normal, hijo.

—¿Usted cree eso, señor Rusia?

—Sí, todos tenemos nuestros defectos. Tú estás bien tal cual eres, no necesitas cambiar.

—Gracias.

México tenía una pelea interna consigo mismo en donde una lucha de emociones nuevas se apoderaban de su rostro, jamás se sintió de esa manera (ni con su hermano o padre). Cree que leyó esto en uno de sus libros que su padre le regaló, deben ser esas extrañas nauseas que siente la gente cuando algo "lindo" les pasa.

Miró por un momento a la gran potencia que tenía a su lado, sonriendo como idiota se le quedó mirando.

—Quiero vomitar.

Dijo el tricolor azteca con una sonrisa extraña y a su lado Rusia sin entender nada.

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