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Un Día Excepcional y muy Peculiar.
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【Ⅰ】
Noviembre del 2008; Israel, Tel Aviv 15:45 pm.:
Un día peculiar se forja frente a sus ojos ingenuos y despistados, un día que quedaría en sus memorias y/o corazones inmortalizados por el tiempo de sus experiencias.
Había estado pendiente de ella en todo el camino hacia su embajada, se dedico a mirarla por el rabillo del ojo que sus gafas oscuras lograron ocultar de la percepción ajena, había un no se qué que lo dejaba perplejo frente a la belleza de la joven fémina bicolor. Había un brillo en su mirada y su sonrisa al momento de encontrarla nuevamente se hizo única, muy diferente e inusual a la que acostumbrado a crear con sus labios.
¿Que de raro había en eso? Nada, en lo absoluto. Todo era tierno y romántico desde la perspectiva de alguien más. Desde el momento en que la tuvo entre sus brazos algo cambio o simplemente despertó dentro de él. Un simple abrazo que lo llevo al caos de sus emociones conflictuadas entre lo verdadero y una simple creencia. Creer y sentir...pretender creer algo que va más halla de lo que uno puede llegar a sentir.
Un simple abrazo, ordinario como cualquier otro ponía la piedra base para algo más, tal vez fortaleciendo una hermosa amistad comenzada desde el instante en que fue reconocida como estado o tal vez empatia por lo que hubiese vivido ella. Fraternidad o tal vez algo más que todas aquellas emociones...no lo sabia ni sabría decir que es lo que realmente siente dentro de su ser, estaba nervioso y sentía una extraña calidez en sus mejillas que reconocía a perfección.
Le aterraba aquella sensación primigenia similar al de la felicidad pero aun más eufórica y frenética.
—America?.—lo llamo a la realidad mientras movía su mano derecha frente a sus ojos para llamar su atención.
—eh?.—desconcertado respondió una simple monosílaba.
Al bajar de la camioneta diviso que no estaba en la ciudad de Tel Aviv, más al contrario de todo aquello resultaba ser un hermoso lugar, había viñedos por doquier plantados justo a lado de senderos que conducían a una pequeña cabaña. Parecía un pequeño pedazo de la Toscana en tierras hebras y milenarias.
—Donde estamos?.—pregunto curioso mientras procedía a quitarse las gafas oscuras de forma lenta.
—Estamos en las montañas de Judea!.—la emoción era muy notoria en su voz. Extendiendo los brazos de par en par brindaba una imagen alegre a su visitante.— disculpa si no te dije nada antes, solo quería darte una sorpresa...espero no te molestes por mi imprudencia.
Ella bajo su mirada apenada mientras replegaba sus brazos, se disculpaba aun cuando lo que había mencionado había sido de agrado para el americano quien se acercaba a su presencia.
—oh, do not worry! Es una muy grata sorpresa.—amenizo con sus palabras, genero tranquilidad en el corazón ajeno que lo abrazo de forma efusiva.
Tomado por sorpresa decidió corresponder a su cálido afecto. Era tan simpática, sencilla, amigable y muy tímida con algunos pero no con él, amenos no tanto como lo era con los demás. Sentía su cuerpo entre sus brazos al instante en que se sumergía a la necesidad de descansar su cabeza sobre su suave y esponjosa cabellera rizada cubierta por una pañueleta negra.
Solo un instante de aquel modo revivió un recuerdo que creyó perdido, aquella calidez de su abrazo había traído del pasado un hermoso recuerdo de quien aun no tiene conocimiento de quien es. Apenas fue un niño cuando sucedió lo que lo llevo a ser lo que es ahora.
Pero, además de aquel recuerdo que se torna turbio frente a los gritos que se oyen a lo lejos surge otro involucrándola a ella. Fue simple y compasivo, sintió pena por ella cuando la encontró sin saber que prontamente ella seria Israel.
—Ven, te llevare a conocer este lugar!.—separados de aquel abrazo simbólico tomo su mano de forma tierna y nerviosa.
Un simple agarre involucraba mucho en su simpleza, había mas que solo nerviosismo y sorpresa en el contacto de sus manos. Fue tan simple que ninguno se dio cuenta de que entrelazaban sus dedos de forma inconsciente, aferrándose para no soltarse nunca. Sosteniendose para no decaer en el abismo de la crueldad de una tierra bañada en sangre, dolor y lágrimas.
Caminando entre los viñedos no puede evitar la sensación de sentirse nervioso y ponerse algo colorado, el azul de sus ojos negaba a toda costa alejar su atención de aquel agarre que lo deja confundido. Un hermoso azul caótico, tan bello como el plumaje de un gorrión pecho amarillo o como el interior del corazón del mar.
Pero, aquel agarre tenia un significado diferente para quien lo guía entre los viñedos. Aun llora su partida en un silencio que ninguno puede escuchar y que jamas podrán descifrar.
Lo amaba tanto que le costo asimilar su partida, aun cuando hubiese hecho cosas erróneas en vida fue capaz de asimilar la responsabilidad de las mismas frente a sus ojos. Lo recuerda a perfección y su mente juega con ella haciéndole creer por unos instantes que quien sostiene su mano es Reino de Egipto.
Como lo extrañaba, añoraba volver a ver sus ojos, tocar nuevamente su rostro y darle un beso en sus finos labios, uno que no fuese amargo como lo fue despedirse de él. Vivía de un recuerdo que muchos han olvidado y que pocos lo han prevalecido en escritos que escasamente pocos leen.
Fue olvidado por su propia gente, fue asesinado por el idealismo de los mismos conllevando en su puesto a quien le brindo renombre a lo que fue. Negando con la cabeza saca aquellos pensamientos soltando la mano ajena sin dar explicación alguna.
—Alguna vez has cosechado un viñedo?. —pregunto curiosa, había nerviosismo presente en su voz mientras que sus mejillas empezaban a colorarse.
—Por su puesto que sí!. —respondio orgulloso mientras sonreía del mismo modo.
Ella simplemente sonrió de forma divertida mientras le extendía una canasta con una mano y sostenía otra con la que estaba libre.
—Entonces, que esperamos!.—con una sonrisa plasmada en su rostro corrió por el sendero de los viñedos, recolectando los racimos maduros de las uvas.— ¡vamos, no te quedes atrás!.—alentó.
El americano trago en seco. Había mentido en su respuesta, era muy obvio que sus muy bien cuidadas manos nunca habían trabajado de no ser que sea firmar papeles importantes y actas de gobierno. Lamentaba ensuciar su costoso traje de catálogo, lamentaba trabajar sin una sombrilla o sombrero fino que cubriese su cabeza de los rayos del sol.
Era momento de hacer algo por si mismo, después de todo seria una experiencia que jamas olvidaría y tendría presente en su memoria por los días de su existencia.
Un recuerdo que apreciaría teniéndola a ella como una gratificante compañía.
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