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Decadencia de un Reino y el Alzamiento de una República.(1952)
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【ⅠⅠ】
El miedo aborda su ser mientras permanece postrado en cama, sus pedidos siempre habían sido rechazados por su superior. Viendo que vivía en los últimos minutos de su vida había suplicado tener la presencia de la judía a su lado, verla nuevamente siquiera o por más drástico que sonase llevarlo hasta ella.
¿Como fue capaz de pedirle eso a aquellos que permanecen resentidos por la derrota?.
En sus manos yace aquel manuscrito que escribió hace un año. La salud suya fue empeorando conforme los días pasaban, de forma lenta sentía que su ser empezaba a tomar una fragmentación más drástica que la inicial. Sentía que de su ser empezaban a salir una especie de vida. Despertó una madrugada por el aroma de una flor sobre sus manos, proviniendo de entre sus vendajes que lo dejo helado. Aquella noche crepuscular empezó a quitarse los vendajes y observo aquello que siempre temió. Florecía como un campo en primavera en las tierras europeas. Las venas suyas brillaban en un alucinante color turquesa, veía como su sangre pasaba por las mismas mientras que la piel suya se convertía en brillo y su carne en flores. Florecía hasta los huesos. Ahora con una mano más cadavérica que humana ocultada por las vendas exige nuevamente que su petición sea concedida.
Miradas que denotan pena acceden a su petición trayendo consigo a quien había insistido desde hace dos años atrás poder verlo. Estaba ahí, hermosa como siempre y con un semblante de preocupación se acerco veloz a su lugar. Postrado estiro una de sus manos sanas hacia el rostro de la judía quién se apoyaba en su tacto. La delicadeza de su piel le hicieron dibujar en su cansado rostro una sonrisa franca, ella cerraba sus ojos mientras algunas lágrimas salían y se deslizaban por sus mejillas acabando en su mano.
—Egipto...—melancólica, soltó un par de lágrimas mientras un nudo se le formaba en la garganta impidiéndole hablar.
Egipto enternecido limpio aquellas lágrimas con su mano libre y vendada, las vendas se empapaban de aquel líquido salino que desprendías aquellos ojos soñadores que le quitaban el sueño. Alucinantes por lo únicos que resultaban entre las naciones se sentía privilegiados de verlos nuevamente.
—Mi hermosa flor...no llores, no me gusta verte triste ni menos ver que por mi culpa lloras...—dijo dulcemente mientras las vendas empezaban a aflojarse mostrando su situación actual.
Israel quedo sorprendida al ver el cambio que sufría, aterrada permaneció estática mientras observaba como aquella mano esquelética y brillante acariciaba su rostro, aun cuando la carne escaseaba, la suavidad de las flores que emanaban de las mismas la hizo sentirse irrelevante.
—Se que te obligue a odiarme...se que te dije que dejaras de amarme pero te necesito...necesito de tu amor...de tus besos...de ti.—manifesto mientras su mirada nostálgica se posaba en la preocupada de su acompañante.
Sus manos, aun débiles sostenían el rostro ajeno con delicadeza, sus dedos temblaban al igual que sus manos por el esfuerzo mientras que ella se dejaba llevar. Él sostenía su rostro como si estuviese sosteniendo la luna misma y de forma casi soñolienta rozo sus labios sobre los ajenos quien correspondía sin oponerse.
Ella después de todo aún lo seguía amando, después de todo lo que le había hecho el sentimiento seguía ahí y se reflejaba en su gesto. Había buscado la manera de verlo nuevamente, de estar cerca suyo como lo había estado anteriormente. El miedo no tenia cabalidad en la situación, al menos no que ahora estaba más tranquila gracias a los medicamentos que se le recetaron.
—Israel...siento que la vida se me va, quiero...quiero que leas esto cuando haya partido, no lo hagas ahora ni después de que regreses a tus tierras...hazlo cuando me haya ido...—pidio mientras entregaba aquel manuscrito a las manos de su amante.
—No digas eso Egipto, te pondrás bien...lo harás, yo te amo, lucha por mi.—suplicó sosteniendo las manos de quien postrado y cansado aun le sonreía como la primera vez que se conocieron.
Fue un amor secreto que poco a poco se fue haciendo mas fuerte y crecía conforme más se acercaban, aun cuando había intentado sobrepasar se con ella, aun cuando le había declarado la guerra lo seguía amando, a pesar de que la había encañonado en aquella mezquita fue capaz de "matar" por ella ganándose el odio de sus aliados.
Un reino denigrado por su gente, rechazado por los mismos y catalogado de incompetente había estado consciente de ello, la realeza permitía aun la ocupación británica y el sentimiento nacionalista renacía del coraje que sus habitantes le tenian al inglés.
—Puedo cerrar mis ojos y aun así verte como aquella tarde en el Palacio Montaza...—acarició con vehemencia las manos delicadas que sostenían las suyas intentando no soltarlo.—Extrañare tu hermosa sonrisa, el brillo de tus ojos...la forma en que me mirabas aquella tarde en que nos conocimos...la suavidad de tu piel...—empezó a toser conforme la seguridad de su voz empezaba a perderse en sus hermosas palabras de despedida.—el..el sabor de tus besos, eres y seras el único amor de mi vida...a pesar del daño que te hice imploro que tu corazón perdone mis...mis errores...
Palabras más ciertas jamás hubiesen salido de sus labios si no estuviera en la cúspide de su vida, decayendo al vacio...sucumbiendo a la oscuridad del miedo y el olvido. Sintiendo como con cada respiración la carne que aun le queda cae en pedazos y de ella se forjan hermosas flores carmín parecidas a los tulipanes y dalias.
—Egipto...—rompió en llanto mientras arrodillada sobre el costado de la cama lamentaba verlo partir.—nunca olvides que te amo...—manifesto con los ojos llorosos dándole un ultimo beso a aquellos labios secos y quebrados.
Que dolorosa resultaba aquella perdida. Resguardada por oficiales y obedeciendo las órdenes del Reino fue sacada del lugar, con su ultimo aliento el egipcio había mandado que la sacaran de su habitación para descansar en paz. No hubiese tolerado verla sufrir mientras empezaba a quedarse dormido, no hubiese soportado oír su llanto cuando empezase a dormitar. La extrañaría, la seguiría amando y le desearía lo mejor del mundo. Estaría a su lado a pesar de haber muerto, la cuidaría tal cual su padre lo hacia desde el cielo. Esperaría por ella el tiempo que fuese necesario...ansiaria con toda su alma volverla a ver y tenerla nuevamente a su lado.
Después de todo ella fue su primer amor, entre muchas féminas fue a la única que no vio como un pasatiempo.
—wadaeaan 'iisrayiyl ...(hasta siempre Israel...).—suspiro antes de caer rendido ante las manos de la muerte que se llevaba su vida.
En aquella cama solo su atuendo quedaba tendido en un pequeño baño de flores rojas y amarillas, todo su ser se evaporaba al igual que lo hacia el agua convirtiéndose en parte de la brisa que pasaba por su ventana, saliendo en una estela brillante de color turquesa partió al más allá. Convirtiéndose en parte del recuerdo de quien fue en vida. Reino de Egipto, un reino bastante enigmático en personalidad y corrupto por la realeza de su dinastía.
Aun con su partida el fin de aquella dinastía estaba muy próximo, el pueblo se levanta con aires de nacionalidad que los quitara del poder de una vez por todas. Comandados por soldados "renegados" llevarían a la cabeza de la nación la representación firme del sentimiento nacionalista revolucionario de los últimos tiempos.
Una República, La República de Egipto.
❝Solo he de lamentar una cosa, no haber hecho mi vida a tu lado cuando aun tenia la oportunidad de hacerlo.❞
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