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Entre la Oscuridad y la Luz, un haz de esperanza.
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Entre largos pasillos precariamente iluminados se encamina a su encuentro, es el recuerdo que más resalta por ser el ultimo de todos ellos relatando una hórrida escena.

Moviéndose en aquella cama con notoria inquietud vive atrapada aun en su mente, preocupando a su joven hijo que empezaba a cambiarle las vendas que llevaba puestas en el abdomen.

Era como si nunca hubiese salido de aquel lugar, atrapada entre cuatro paredes grises sobre una camilla metálica donde sus muñecas y tobillos son sostenidos por cuerdas intenta escapar, lo observa desde una distancia considerable... Solo su presencia le aterraba, sentirlo y verlo la sumían al pavor de la inquietud. Debía afrontar su miedo...debía hacerlo para dejar aquel incidente atrás, enterrado en el pasado... Vivir su presente y ansiar su futuro.

-Madre!.-grita exaltado Tel Aviv que la vio despertar de forma repentina, como si despertara de una horrible pesadilla.

Estaba aturdida, perdida...confundida. Con un rostro que daba a conocer lo aterrada que se hallaba... marcada... horrorizada.

Su corazón estaba agitado, acelerado como si en un minúsculo instante hubiese dejado de latir y repentinamente volvía a hacerlo. Debía soltar el pasado...debía deshacerse de su miedo y perdonar a aquel que tanto daño le había hecho. Perdonar para así sanar sus heridas.

-Tel Aviv...-Sus manos se paseaban por el rostro de su amado hijo, acariciando con delicadeza los segmentos de la piel jovial de su progenie.

Tel Aviv no se quedo atrás, ver la alegría en el rostro de su madre era algo emocionante después de varios días en las que se había hallado postrada y con dolencias que se reflejaban en las muecas de su rostro cada madrugada, atormentada por su pasado, atrapada por su mayor temor...consumida por el miedo.

En aquella oscuridad en la que se había hallado durante varios días hubo una pequeña luz que le fue enseñando el camino, una diminuta que iluminaba sus pasos guiándola hasta su mayor temor. Tenia que luchar contra aquello que la atormentaba, tenia para así vivir en completa paz consigo misma.

Pero, justo cuando estando en la puerta de aquella habitación gris sintió una fuerza reconfortarla, una sensación extraña la invadía comenzando desde sus manos e internándose en su corazón. Era un fuego azul, no lastimaba y brillaba en la oscuridad dándole la valentía de tocar aquella perilla y ver tras la puerta su mayor temor. Era el fuego de la esperanza, una esperanza brindada por el americano que con anterioridad había sostenido su mano deseando que se recuperara.

-Me alegra verte nuevamente llena de vida madre.-la abrazo repentinamente, la emoción pudo con él para olvidarse que aun ella seguía herida.

Aun pálida y adolorida no rechazo aquel abrazo que le provocaba dolor en el abdomen. Estaba pérdida de lo acontecido en el transcurso del tiempo en que paso dormitando por los analgésicos, pero recordaba a perfección lo último acontecido. Reino de Egipto estaba presente en su mente en cada momento en que decaía en el camino hacia su redención.

-¿Quien te hizo esto madre?. -cuestiono el joven bicolor observando como su madre desviaba su mirada.

Ella, aun atada al sentimiento vago de amor que le tenia al egipcio callaba la verdad tras sus labios, palabras que querían salir a toda costa eran recluidas en la cavidad de su boca siendo estas una declaración de lo sucedido aquel día. Reino de Egipto permanecía en su mente aun cuando la culpable era Siria debía callar... Por extraño que sonase debía hacerlo.

-Todo fue tan fugaz... Tan repentino...-se excusaba, no quería perjudicar a nadie, no cuando ese alguien estaba dispuesta a asesinarla.

-Madre... Me tenias preocupado, incluso Estados Unidos estaba tan preocupado por ti que tomo el primer avión a Israel para ver como estabas.-comento besando las manos de su madre mientras ella permanecía absorta, sorprendida.

Israel no se esperaba aquel comentario, pensó que el americano jamas se preocuparía por ella pero ahí había estado, tal vez a su lado o observándola en silencio desde el marco de la puerta.

-Israel!.-exclamo alegre el estadounidense quien entraba a la habitación con rapidez emocionante.

El americano había estado pendiente de ella que no había podido por alguna extraña razón irse sin verla recuperada, ella era su responsabilidad. Una hermana pequeña a la cual proteger.

Israel sonrió ante su exclamación, una tierna sonrisa se dibujaba en sus pálidos labios secos, aun su piel estaba pálida pero se notaba un ápice de vida en su mirada. Un abrazo delicado se daba entre ellos, ella y el americano, su más grande aliado y amigo con quien había compartido una charla hace un par de años tal vez.

-Que bueno que hayas despertado Israel, me alegra ver tu sonrisa otra vez!.-exclamo con una sonrisa, sus palabras habían puesto algo nerviosa a la judía quien simplemente sonreía nerviosa.

Podrían ser el azul de sus orbes una ventana hacia el basto océano con el que había estado soñando los primeros días de su inconsciencia, aquella mirada penetrante como cautivadora podrían ser reflejos mismos de un alma tan única y especial que ningún mortal haya conocido. Su sonrisa podría ser aquel magnifico arco iris que aparecía después de una tormenta de verano donde el rocío de la tarde baña los rosales de un jardín casi seco. Tal vez su amabilidad iba más ligado al sentimiento de hermandad de la cual había sido privada por Palestina.

Se sentía extraña, como si aquella misma mirada la hubiese visto antes, mucho antes de conocerlo en la asamblea que le dio "vida" y renombre frente a los ojos de todo el mundo. Había algo en sus ojos que le decían aquello, que la sumían a la confusión entre lo que sabe y lo que recuerda, entre los pedazos de un hecho y los enteros de una vida recién hecha.

-'amrika...-murmuro abrazándolo aun más fuerte, no quería alejarse de él... No cuando se sentía segura a su lado.

Descansado sobre su hombro cerro sus ojos, como si con solo hacerlos su alma se deshiciera del peso de su mentira incubriendo a quien no se lo merecía por el amor que le tenia al egipcio. Se aferraba a él, pretendiendo creer que quien la abrazaba era Egipto... Aun lo amaba aunque se aferraba a la idea de no hacerlo.

Pero que pasaba con aquel reino que había huido cobardemente del lugar.

Aterrado por sus propias acciones había enfermado, no saber nada del estado de salud de la persona que más amaba lo había sucumbido a la oscuridad. El miedo confabulado con la tristeza lo habían enfermado. Enfermo por la tristeza y un corazón debilitado por la misma su vida se esfumaba... Debilitado y lleno de tristeza su cuerpo empezaba a perderse entre un mar de desesperanza. Veía los primeros cambios antes de llegar al fin del camino. Una etapa de "florecimiento".

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