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—Con su permiso...


La profesora de matemáticas se volvió.


—Chanyeol, ¿Qué haces aquí tan temprano?



El muchacho no respondió. Ni siquiera la miró.


—Oye, que hoy no te toca a ti. Los que se examinan son... —La docente recogió unas hojas de la mesa y empezó a repasarlas—. Bien, aquí están... Alessi, Anselmo, Bernardi, Bonza, Cardile y Zhang. A ti te toca pasado mañana.



—¡Lo sé perfectamente! No he venido por eso, he venido por él —le respondió un poco molesto señalando a un hombre bajo que estaba colocando unas fichas en la mesa, al lado de sucolega.



—¡Chanyeol! Pero, bueno, ¿Qué modales son esos? ¡Un poco de respeto! Venga, sal de aquí y no importunes al director.


—Tranquila, Carlotta, no pasa nada. Oigamos lo que tiene que decir este joven... —terció amablemente el hombre dirigiéndose a su colega. Chanyeol, que se había quedado en lapuerta, entró en el aula.



—Usted es el presidente del jurado, ¿verdad?


El hombre asintió.



—He venido a hablar del último alumno que se examina hoy, Zhang Yixing. Hizo una breve pausa y luego prosiguió:



—Verá, en este momento se encuentra en una situación difícil. Hace poco descubrió que su novio tiene una grave enfermedad en el corazón y está pasando los últimos días que le quedande vida en el hospital. Por eso hoy lo va a pasar muy mal, así que le ruego a usted y a todo el jurado que sean compasivos con él cuando lo examinen. Traten de entenderlo, pronto tendrá que despedirse de su novio, y la sola idea le desgarra el corazón.



El director sonrió ante aquel torpe intento de ayudar a un amigo.


—Tu gesto es muy noble, pero desgraciadamente no podemos tener tratos de favor con nadie. Los exámenes son estatales, por lo que su importancia legal no permite excepciones.



El rostro de Chanyeol se ensombreció.



—Aun así, te prometo que le pediré al resto del jurado que tenga en cuenta su difícil situación y su fragilidad emotiva, y que por tanto haga la vista gorda ante errores debidos al desconsuelo. ¿De acuerdo?


Chanyeol sonrió y le estrechó la mano al director.


—Se lo agradezco muchísimo. Para corresponderle le doy permiso para que se desquite conmigo cuando me toque mi turno.


Esa frase arrancó una sonrisa también a la glacial profesora, que se acercó a Chanyeol y le puso una mano en el hombro. 



—A pesar de todo hay algo bueno en ti, ¿verdad, Chanyeol? Es una pena que lo descubra ahora, aunque mejor tarde que nunca... Y ahora vete, que los chicos no tardarán en llegar y empezaremos con los exámenes. Piensa en estudiar, si me permites un consejo.


Claudio asintió y se volvió para salir de la habitación. En realidad prefería quedarse para ver cómo eran  los exámenes de sus compañeros y hacerse una idea de lo que le esperaba, pero no había motivo para informar a la profesora de su preferencia.


—De todas formas, Lay tiene mucha suerte de tener un amigo como tú. No todo el mundo tiene un gesto así. 



Tras esas palabras, Claudio se detuvo un instante sin volverse.



¿Lay una persona con mucha suerte? Nadie lo hubiera dicho en ese momento. ¡Más que suerte, lo que Lay necesitaba era un milagro! Suspiró, se despidió y salió del aula.



























Lay estaba de pie en el pasillo, con el corazón en un puño. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué le habíahecho caso a Sehun? ¿Por qué estaba en el instituto, y no en el hospital con él?

Dentro del aula los profesores estaban examinando a los primeros alumnos del día. Los oía hablar mientras los otros compañeros, sentados detrás de él, escuchaban y se murmuraban frases al oído.


Otros tenían libros en la mano. Encaramados en la escalera antiincendios, fumaban un cigarrillo y repasaban por enésima vez los temas del examen. El aire era pesado, y el ambiente, irreal; la tensión se palpaba. La única preocupación de los presentes parecía aquel maldito examen.Parecía que no existía nada aparte de eso. Todos los problemas del mundo estaban metidos ahí, en aquella aula.


Él era el único al que le daba igual sentarse en esa silla, la calificación final, la nota de los profesores. Su mente estaba en otro lugar. Recordaba el llanto de Joo Young, y volvía a sentir cómo un escalofrío le recorría la espalda. Miró el reloj. El primer alumno llevaba dentro veinte minutos. A saber cuánto rato más iba a estar allí. Él era el último de todos, lo que significaba queantes de él se examinaban otros cuatro. No iba a darle tiempo de ir con Sehun. Pero, de todas formas, tenía que hacerlo, tenía que ir corriendo con él, porque el corazón le decía que esa iba a ser la última vez. No sabía explicarse el motivo de aquella sensación, pero la tenía, sabía que si no se daba prisa no iba a llegar a tiempo.


¿Por qué Sehun  era tan testarudo? ¿Por qué le había prometido que se iba a presentar al examen? Estaba casi decidido, solo lo retenía una cosa. Si su sensación resultaba falsa, si iba corriendo al hospital por nada, Sehun jamás se lo perdonaría. Y los médicos se lo habían advertido dos veces: cualquier preocupación, hasta un simple enfado por un motivo insignificante, podía ser letal para él. Su corazón no lo soportaría.


Lo que más lamentaba Sehun era no haber podido presentarse a los exámenes finales, así que podía figurarse qué pasaría si él no se presentaba. Seguramente se enfadaría y quizá tendría una crisis. Eso no podía consentirlo. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? En ese preciso instante, mientras estaba sentado solo en las escaleras, con la cabeza entre las manos, sonó su móvil. Lo sacó del bolsillo y vio el número de Sehun . Claro, seguramente había pedido a las enfermeras que la dejaran llamarlo para desearle suerte en los exámenes.


Era siempre tan dulce y atento, su Sehun. Eso al menos quería decir que se encontraba bien, y que sus sensaciones estaban infundadas. Menos mal.


—¿Diga?


Respondió una voz desesperada, rota por los sollozos, incapaz de expresarse correctamente, de recalcar las palabras, la voz de una madre a la que le acaban de decir que su hijo se está muriendo. La voz de una madre que le rogaba que se diese prisa, que corriese, que fuese a darle el último beso a Sehun, antes de que fuese demasiado tarde. Porque sí, la vida lo estaba abandonando, y quería verlo para una última despedida antes de irse para siempre. Y para no volver nunca.

A toda carrera, pálido y desesperado, con el corazón hecho pedazos, con los ojos inundados enlágrimas, que no lo dejaban ver, mientras sus compañeros lo observaban consternados y Chanyeol le suplicaba que se detuviera, que le explicara, Lay rogaba llegar a tiempo, poder decirle adiós, incapaz de creérselo, incapaz de aceptar, incapaz de entender.


Los médicos podían mantenerlo con vida apenas unas horas y él tenía que  apresurarse, tenía que correr más rápido que el viento, tenía que acudir a su lado. Va disparado por el pasillo y luego cruza como una exhalación la puerta, mientras se reprocha haberle hecho caso, haberlo dejado solo, y trata de ignorar esa dolorosa punzada en el pecho y le pide a Dios un últimomilagro.


«¡Déjalo vivir, Dios, déjalo vivir! ¡Mi vida no tiene sentido sin él; te loruego, Dios, no te lo lleves de mi lado, te lo ruego!»


Baja los escalones, sale de la verja.


«¡Te lo ruego, Dios, sálvalo, te lo ruego, sálvalo! No te lo lleves de mi lado, te lo ruego. Ahora no, todavía no. No estoy preparado, no llego a tiempo. Déjame llegar a tiempo, Dios, te lo ruego. Escucha mis ruegos».


Está destrozado por la angustia, el sudor le chorrea de la frente, el corazón late con fuerza, la angustia aumenta. A toda carrera, por la calle, con la mirada nublada por las lágrimas y el corazón estallándole en el pecho, solo con su dolor. Y luego, de repente, una imagen. Un instante, ese instante en el que se dice que toda tu vida te pasa delante de los ojos, como en una película. Volvió a ver a Sehun el primer día que fue a clase, el día que se dieron su primer beso, en su inolvidable noche. Un flash. 


«Gracias, Dios. Lo has comprendido perfectamente».



Y luego, de repente, sin fijarse en nada de lo que lo rodea, sin fijarse en el coche que avanza veloz por la calle hacia él, sin prestar atención a ese rumor sordo de frenos, como de una rama que se parte, indiferente al dolor, a la sangre, a las lágrimas de Chanyeol, a los gritos de sus compañeros. Indiferente a la muerte, pero lamentando solo una cosa: no poder decirle adiós. Indiferente al terrible dolor en el pecho, mientras pronuncia sus últimas palabras con el hilo de voz que le queda:



—¡Mi agenda, Chanyeol, está escrito en mi agenda!
























N/A 


Una disculpa por los errores de redacción 

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