19

(La primera parte de este capitulo está narrada desde el punto de vista de Akutagawa)

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— deja de irte con rodeos y cambiar de tema.

— Bien — (T/n) sonrie al notar la poca paciencia que me queda. Por lo general, ella guardaba silencio, pero en ocasiones que podría contar con los dedos, ella se empeñaba en llevarme al límite, evadiendo mis preguntas y desviando nuestro tema de conversación. — Si tu fueras un gusanito... ¿De qué color serías?

Me pregunté si eso era enserio. Fue incómodo imaginarme en la piel de un gusano, retorciéndome y siendo manipulado por un pequeño niño. (T/n) ríe al ver mi expresión de incomodidad.

¿Acaso era tan divertido verme tan disgustado?

Sabía que con esa mujer no podía tomarme nada enserio. Sin embargo la cuestión parecía interesante y me puse a analizar a que ejemplar me parecía más. Recordé entonces a unos que una vez logré apreciar en mi infancia, cuando mis compañeros jugaban con escarabajos.

— Una larva de escarabajo. Un gusano blanco con pequeñas patas en tonos dorados — hablé, sabiendo que mi respuesta seria más completa de lo que (T/n) esperaba.

— ... yo creo que serias uno de esos gusanos rojos con varias tonalidades. Los de tierra.

— Y yo creo que tu serias un gusano blanco y baboso. — Contesté, un poco ofendido mientras miraba de reojo a mi acompañante. Estaba esperando una reacción ofendida o que directamente ella guardara silencio. Eso dependía del humor que (T/n) tuviera ese día.

— Parece que alguien no tiene humor — Murmuró con una risa. Sentí una vena pulsar sobre mi cien, irritado. — ¿Estas seguro de que realmente quieres llevarme?

— Tal vez para ti, yo no tenga humor. Pero tengo palabra — Hablé con seriedad. Mis dedos rodearon uno de sus codos, y la arrastré con afán. Tal vez la tela de su Kimono se arrugó entre mis manos.

(T/n) estaba evasiva. Me frustrava haber preparado todo un itinerario para llevarla a aquel festival, y sin embargo, descubrir que no estaba tan emocionada como lo imaginé.

(T/n) no daba brincos de alegría ni se puso a aplaudir como una niña pequeña. De hecho jamás la vi reaccionar de esa manera. Pero, ¿no era acaso remotamente interesante ir a un festival para ella? ¿Por que no se comportaba como aquellas niñas que sonreían y abrazaban sus kimonos?

Ella no tarareó una canción. No sonrió. Tampoco presumió el traje tradicional que la acompañe a rentar. Ni siquiera buscó halagos. Solo agradeció. Y cuando intenté hacerle preguntas, se limitaba a cambiar de temas de forma aleatoria, incluso metiendo gusanos y sus variantes en la conversación.

— (T/n), te dije que el Kimono le sienta bien a tus facciones extranjeras, ¿No es asi? — Hablé, en un intento de finalmente dejar en claro lo que realmente pensaba de su aspecto. Esperaba que mis palabras finalmente hicieran efecto en su conducta evasiva.

(T/n) se ha comportado distante los últimos días. En un inicio, no lo noté. Y si acaso lo noté, tampoco me importó. Pero él ruido ocasional y sus bromas y juegos de palabras habían sido llenadas con el silencio más lúgubre cuando estaba en su compañía.

— ¿Es eso un halago? — Preguntó, sin poder disimular su mirada de incredulidad.

— Lo es.

Ella sonríe un poco, presumo que esta avergonzada. No entiendo porqué, solo ha sido una opinión mía.

Además, ella es una mujer que viene de un país donde la gente es más efusiva. Sin recato, diría yo, así que es seguro que siempre recibió halagos y cumplidos toda la vida. Entendería si una mujer japonesa está avergonzada, pero ella no.

— gracias, Ryunosuke. Tu también te ves muy bien con tu atuendo... —. Ella responde con la voz baja. — ¿Podrías soltarme?

Mi mano relaja el agarre que tengo sobre su codo. Me preocupa haberla lastimado, pero no digo nada al respecto y continuo caminando a su lado.

Algunas personas la miran. Es imprudente asumir que lo hacen solo para admirar la belleza de (t/n), pero prefiero pensar que es por esa razón. Sería una molestia que fuera por racismo puro.

— ¿Te disgusta recibir atención?

— ¿A que clase de psicópata le gusta recibir atención? — Ironiza, riéndose un poco. —. Da igual, nadie me está mirando. — Ella trata de negarlo, tal vez para mantener su propia tranquilidad.

Ambos continuamos caminando en direccion al festival. (T/n) toca el cuello del Kimono negro, preocupada por su aspecto y pulcritud. Seguramente piensa que, si lo luce mal, estará insultando mi cultura. Estoy seguro de que ella no lo haría, o al menos no de manera intencional.

Su verdadero insulto es su impuntualidad. Pero no se lo he mencionado para no agobiarla, aunque se que tarde o temprano lo haré.

Me siento como un mono disfrazado  — (T/n) se veía incómoda retorciéndose en su kimono. Ajustaba las mangas y el obi por enésima vez mientras murmuraba para sí misma en su idioma extranjero. 

Me arrepentí un poco de haberle propuesto traerla al festival bajo esta condición. El kimono la hacía ver bien, supongo, pero podía ver claramente en su postura rígida y en sus movimientos ansiosos lo poco práctico que era el atuendo.  

Finalmente me acerqué y tomé sus manos para detener su agitación.

— "Como una flor brillante y espinosa" —murmuré en tono monótono. Pareció avergonzarla el cumplido, aunque yo sólo quería calmarla.  

— ¿Andas muy graciosito últimamente, no? —. Por un momento pensé que se quitaría uno de los zapatos para arrojarmelo.

Me irritaba verla tan molesta, como un animal atrapado e inquieto. La agitación de los demás siempre me ha incomodado, por su falta de control.  

— La verdadera libertad proviene de aceptar nuestras limitaciones en lugar de luchar contra ellas —. Apreté sus manos con firmeza, esperando transmitir resignación práctica más que consuelo.  

— La verdadera libertad es bañarte de la sangre de tus opresores, Ryunosuke. — La amenaza quedó implícita. Nunca me imagine que genuinamente (T/n) mencionaría el asesinarme. Pero bueno, así funcionaba nuestra relación.

Los únicos momentos de genuina camaradería los he conocido con ella. Desde las bromas y palabras provocadoras, hasta la mano amiga que ella me tendía, a veces tocando la poca vulnerabilidad que me atreví a mostrar.

— Deberíamos comer algo. Te quejarás menos con el estómago lleno —. (T/n) me miró de reojo, claramente notando mi comentario despectivo hacia sus quejas. Pero podía ver que la provocación había alcanzado su objetivo: desviar su atención de su incomodidad actual.   

— Tienes razón. — respondió ella con fingida dulzura. —Llévame a donde quieras. Pero debo advertir, serás tú quien pagará.   

Caminamos hasta un puesto de Dangos. Ordené un plato para los dos, ignorando sus comentarios sobre lo que yo podría o no saber de sus gustos. Cuando el encargado del puesto nos extendio el plato desechable con una sonrisa, se lo extendí a mi compañera. Ella comió el primero calladamente, observándome con ojo crítico pero también con curiosidad, como si intentara descifrar el misterio que yo representaba.  

— Gracias — Murmura con voz baja y algo timida.

— ¿no tienes algo más que decir?

— Bien, bien. El gruñón acertó esta vez — dijo ella con una sonrisa burlona. — Realmente está comida me gusta. Los dangos son mis favoritos.

— Tengo inteligencia — respondí secamente. — A diferencia de alguien disfrazada de mono. Eso, sin contar lo predecible que es tu personalidad, incluidos tus gustos.

(T/n) se rio, claramente divirtiéndose con nuestras pullas habituales. Pude ver que mis palabras puntiagudas, aunque ofensivas, también servían para romper la tensión entre nosotros. Aunque era extraño, nuestro tipo de comunicación surgía de forma natural.       

La observé mientras ella comía, preguntándome qué significaba realmente esta extraña conexión creciente entre nosotros a pesar de nuestras palabras provocadoras.

Mientras tanto, ella parecía saborear cada dulce bola de masa harinosa con detenimiento, perdida en sus propias meditaciones internas. En esos instantes tranquilos, su habitual personalidad ansiosa se apaciguaba, dejando entrever otra faceta más sosegada. Me preguntaba qué vislumbres o recuerdos despertaría cada bocado en su mente. Tal vez esos dangos se parecían a los dulces de su país natal, pero no me atreví a preguntar. No quería ver la expresión de tristeza en su rostro, la cual ella ponía cada vez que hablaba de su lugar de origen.

Al terminar su último dango, (t/n) se volvió hacia mí con una sonrisa.

— Gracias, Ryunosuke. Son los pequeños detalles los que hacen especiales a los festivales, ¿no crees? — ante sus palabras, di un meditabundo murmullo de asentimiento.

— Quizás. Aunque encuentro agotadora la energía de la multitud— . Dirigí la mirada al bullicioso gentío que caminaba por el festival antes de posarla de nuevo en ella. —Tu compañía la hace más...soportable.

Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios ante mi cumplido, como si fuera algo insolito. Pero antes de que pudiera responder, su atención fue capturada por una bailarina sobre el escenario cercano.

—creo que... podríamos ir a verla — sugirió con amabilidad, señalando hacia allá.

Asentí, curioso al observar su sonrisa llena de disimulada emoción. Mientras (t/n) se concentraba en la presentación, yo me concentré en ella: en la sutil danza de emociones sobre su rostro.

Por primera vez, deseé comprender el corazón de otro. Mis ojos se fijaron en la extraña mujer extranjera al lado mío. La mujer que portaba el Kimono y se quedaba quieta, sus ojos abiertos solo para observar el espectáculo.

(T/n) observaba a la bailarina con una mirada sosegada, algo apagada. Me di cuenta de que tal vez había malinterpretado su verdadera naturaleza, tan compleja como un haiku.

Al igual que la bailarina, cuyos movimientos sugerían calma bajo la tormenta de emociones, presiento que tras la aparente desenvoltura e irritante comportamiento de (t/n) se esconden profundas corrientes de pensamiento. Es difícil develar los sentimientos ajenos.

Ella parece flotar a la deriva cual hoja al viento, sin rumbo fijo. Pero al mirarla de reojo, noto una quietud deliberada en su frente, como si en su interior se librara una batalla entre mareas encontradas.

Quizás en ese silencioso escrutinio radica su verdadera fuerza. Me recuerda que pocas cosas son lo que parecen en la superficie. Detrás de las máscaras que cada cual porta, subyacen paisajes desconocidos que sólo se dejan entrever como destellos.

(T/n) sigue siendo un enigma para mí. Pero su mera presencia me enseña que la calma a veces esconde tormentas, y la tristeza puede anidar bajo carcajadas. Quizás ella y yo no somos tan distintos. Quizás nuestro dolor aun podía unirnos como un dúo destinado a la matanza. Dos caras de la misma moneda.

— Es increíble...— susurra (t/n) con una mirada manchada de nostalgia. —. Todo este tiempo, estuve sumida en el dolor y el anhelo de volver a mi país que nunca me permití disfrutar de algo así. Las danzas de aquí, también son... son muy bellas. — Ella habló con suavidad, la mirada empapada de añoranza. Su semblante, habitualmente sereno, ahora dejaba entrever antiguas penas.

— El dolor es un compañero constante — dije con templanza — Impide valorar las pequeñas dichas que nos rodean. Pero la belleza puede hallarse en lugares inesperados, si estamos dispuestos a ver con ojos nuevos.

Su confesión me había permitido atisbar más allá de su fachada apacible. Todos guardamos recónditas regiones de sufrimiento.

Quise decirle que comprendía su anhelo por el hogar lejano, pues también yo añoraba algo perdido. Pero las palabras no son mi fuerte. Sólo pude posar una mano en su hombro con gentil pesar, transmitiendo silencioso consuelo.

Ella suspiró, mas su mirada se serenó. Había aceptado el obsequio de la bellaza en ese instante, dejando atrás la nostalgia. Admiraba su capacidad para ello; no todos podemos hallar la paz así. Aunque yo intente, la calma me resulta esquiva.

Permanecimos en mutua compañía entre las notas del baile, dos almas solitarias unidas en la sombra del dolor pasado.

Continuamos con el recorrido una hora, tal vez más. Los últimos rayos del sol comenzaron a filtrarse entre las hojas de los arboles mientras caminábamos a la sombra de los mismos. El festival había finalizado y la mayoría de la gente se dirigía a sus hogares.

— Fue un día maravilloso. Gracias por acompañarme Ryunosuke —. Su gratitud era sincera a pesar de mi escasa conversación. Asentí levemente.

—Los festivales suelen ser ruidosos. Tu compañía los hace... tolerables—. Era mi forma torpe de decir que disfruté su compañía más de lo que admitiría.

Ella sonrió, comprendiendo el significado detrás de mis palabras. Caminamos un trecho más, observando el cielo teñirse de naranja. De pronto (T/n) se detuvo.

—Mira, los fuegos artificiales van a comenzar —. Señaló hacia el cielo que poco a poco se iba iluminando con explosiones de luz.

Me quedé absorto observando el espectáculo. De reojo, vi el perfil iluminado de mi amiga, sus ojos brillando como los fuegos en el firmamento. En ese momento, sentí una calma que hacía tiempo no experimentaba. Quizás, tener a alguien a tu lado no era tan malo después de todo.

[ . . . ]

[ . . . ]

Habían transcurrido tres días desde aquella salida entre Akutagawa y (T/n). Todo parecía extremadamente tranquilo, a excepción de la extraña tensión que ambos sentían ante la compañía del otro. Como si estuvieran avergonzados de haber mostrado su lado más oscuro y desagradable al otro. Fue curioso y nuevo para ambos, más para Ryunosuke, el cual poco a poco comenzó a descuidar sus pastillas.

Era un adolescente (casi adulto) confundido después de todo. Pero su cuerpo y su enfermedad no entendían eso. Una pequeña recaída por las ventiscas típicas de la época fue el desencadenante de toda esta situación.

Chuuya llegó con una misión nueva. Una misión que involucraba al insufrible Mishima. Ante la angustia de (T/n), Ryunosuke se dispuso a ofrecerse como voluntario para escoltarlo durante la misión. Sin embargo su resfriado signicó un cambio de planes.

Ahora, (T/n) aguardaba sola la llegada de Mishima. Cada encuentro con él le provocaba un malestar creciente en el estómago. Odiaba sentirse tan vulnerable ante sus humillaciones, siendo de un rango más bajo, pues debía respeto. Un respeto ridículamente enfatizado por culpa de la cultura en la que se hallaba.

Cuando el automóvil deportivo se detuvo frente a ella con un rechine de llantas, sujetó discretamente el mango de su revolver, buscando algo a lo que aferrarse. Sabía que nada bueno vendría de este encuentro.

Mishima emergió con languidez de su asiento, estirando el cuello de su camisa de diseñador. Al verla, su boca se torció en un rictus de desdén que causo desagrado en su subordinada. Ella odiaba cuánto poder tenía este hombre solo por un título. Se suponía que su empresa y bienes deberían estar confiscados por el gobierno Nipon. Fue culpa de la Port Mafia que ella tuviera que lidiar con un hombre tan desagradable como este.

— Vaya, la sucia extranjera vino sola — escupió el rubio con sorna—. Veo que ni siquiera tu mascota quiere soportarte. Me pregunto por qué será.

(T/n) agachó la mirada, pero no antes de que él advirtiera el atisbo de asco en sus ojos. Le divirtió ver cómo tragaba su orgullo para no provocarle. Esta mujer era tan fácil de domar... tan fácil de romper en ausencia de su perro...

Mishima se acercó lentamente, aspirando su aroma como un depredador acechando a su presa. La chica contuvo un gruñido, sabiendo que no podía hacer nada para evitar lo que seguía. Era su prisionera y él su verdugo.

—Hueles como la basura que eres —susurró cruel, a escasos centímetros del rostro de la joven —. Es una lastima que aún no haya encontrado la manera de deshacerme de ti.

(T/n) sentía sus mejillas arder de rabia e impotencia, pero se negaba a darle la satisfacción de verla flaquear. Mantuvo la vista clavada en un punto lejano, buscando la fuerza que le faltaba.

— Dime los detalles de la misión — musitó con la poca tranquilidad que le quedaba. Su sumisión apenas disimulaba la tormenta en su interior. Al notarla tensa, el rubio soltó una carcajada burlona que retumbó en sus oídos como un latigazo. Estaba jugando con ella, prolongando su tortura.

—La misión... por qué no mejor hablamos de tu patética excusa de vida — ronroneó venenoso, recorriendo su cuerpo con una mirada lasciva que ella sintió como asquerosa piel sobre piel—. Sabes que podrías subir de rango gracias a mí y a mi benevolencia. ¿No te gustaría expresarme un adelanto de tu gratitud?...

La mujer sintió náuseas. Sabía a qué se refería, y que él estaba esperando verla romperse. Pero no le daría ese placer, por mucho que su piel ardiera en deseos de arrancarle los ojos y dejar su cara irreconocible, tal y como ella hizo en el pasado con su desagradable padre.

(T/n) respiró hondo, mirándolo fijamente con todo el desprecio que pudo reunir. Su respuesta fue clara y firme:

— Explícame la misión. No aceptaré propuestas ni condiciones para subir de rango de formas poco dignas. — Al escuchar a su subordinada, el rostro de Mishima se contrajo en una mueca de odio. Odiaba que esta mujer se atreviera a desafiarlo después de todo lo que ella le había hecho.

— ¡Jodida zorra! — escupió dándole una bofetada que quedo marcada en su mejilla. La joven saboreó el hierro de la sangre en su boca, pero no derramó una lágrima. Su mirada seguía siendo un acero frío que enfureció aún más a Mishima.

— Jamás olvides cuál es tu lugar, escoria. Solo sigues viva porque ese estupido ejecutivo enano lo desea. — Bramó mientras la levantaba del cabello con brusquedad, acercando su rostro al de ella

Al escuchar las palabras que eran (probablemente) referidas a Nakahara Chuuya, (T/n) giró el rostro hacia él con una media sonrisa cargada de desdén.

— Tampoco deberia referirse de esa manera a un superior suyo, Mishima-san... — (T/n) Canturreó con un tono desafiante. El odio ardió en los ojos de Mishima. Estuvo a punto de estrangularla, pero se contuvo. Divertía más hacérselo pagar poco a poco, quebrando su espíritu rebelde hasta dejar solo cenizas. Por lo pronto, solo la soltó con brusquedad.

— Como quieras, mujercita. La misión es un simple traslado. Espero no me decepciones, a menos que quieras terminar como recadera — susurró con sorna antes de darse media vuelta.

(T/n) se quedó allí, aguantando la ira. Odiaba esta vida que la mantenía atada a un hombre como Mishima. Para un ser tan cruento como él, solo la venganza contra ella calmaría su alma.

La mafiosa suspiró con resignación y se tomó unos minutos para regresar a su postura estoica. No permitiría que un imbecil como aquel la quebrara. Con manos temblorosas sacó su teléfono para revisar detalles de la misión. Un pequeño mensaje de Akutagawa fue el único consuelo al que se aferró por el momento.

La femina decidió concentrarse en la tarea por delante. Debían trasladar un cargamento de armas de contrabando. Ella viajaría con Mishima para "supervisar que nada malo le ocurra". Aunque, en el fondo, sabía que en realidad su objetivo era atormentarla durante el trayecto. (T/n) se dedicó a revisar el mapa y trazar rutas alternas. Si podía aminorar el tiempo con Mishima, mejor. También pensó en los posibles riesgos: pandillas rivales, policía... tal vez que el idiota decidiera arrojarla del auto en movimiento. Debía estar preparada para todo.

El sol comenzaba a ocultarse cuando llegó el convoy al que debian escoltar. (T/n) comprobó su arsenal con escrupulosidad, revisando de forma meticulosa cada paquete. Estas armas serían el foco de su misión, si resultaban dañadas... nada valdría la pena.

Al alzar la vista, lo vio acercarse con su andar prepotente. La misión daba inicio, y con ella otra ronda de humillación. Pero estaba lista; había sobrevivido cosas peores. Mishima no la quebraría tan fácilmente. Además, ¿porque debería afectarle? Él solo era un hombre patético e indefenso, no tenía la autoridad suficiente para degradarla.

(T/n) entró al vehículo en silencio y se abrochó el cinturón sin mirar a Mishima. Su ánimo estaba por los suelos después del último encuentro, pero debía procurar ser lo más responsable posible.

— Ruta trazada, partamos — Anunció escuetamente cuando el rubio se acomodó al volante. Él observó su semblante con regocijo. Disfrutaba más que nada sacarla de quicio.

— Vaya, parece que alguien se puso mal humor — se burló, pero su acompañante no mordió el anzuelo. Permaneció callada mirando afuera. — Déjame adivinar... ¿Estas en esa época del mes? Pobre.

Durante el trayecto, la joven se limitó a indicar las maniobras con frases cortantes. Evitaba mirar a Mishima todo lo posible. Por otro lado, él intentó provocarla con sus comentarios hirientes pero apenas obtenia reacciones silenciosas. Ver que ya ni siquiera lograba ofenderla desilusionó a Mishima. Odiaba cuando esa *Gaijin se encerraba en su estupida coraza. Tendría que esforzarse más para quebrarla.

La tensión en el vehículo era casi tangible. (T/n) mantenía la vista fija hacia delante, ignorando por completo al hombre a su lado. Él conducía a exceso de velocidad, cambiando bruscamente de carril solo para verla inquietarse de reojo. Pero ella apenas se inmutaba.

— Vamos, no me digas que aún sigues enojada — ronroneó Mishima con ojos inundados de rabia —. Sabes que disfruto verte mucho tu compañia desde la subasta... — no obtuvo respuesta. La chica se limitó a señalar un desvío próximo con voz monocorde. Su frialdad exasperaba a su "superior".

— ¡Contéstame, maldita sea! — bramó golpeando el volante.

El silencio se extendió, cargado de tensión e incomodidad. Mishima era un nervio a punto de estallar. Sabía que bajo esa piel curtida, la femina hervía en rabia contenida. Pero esa expresión de compasión... como si él fuera un niño haciendo un berrinche, lo exasperaba.

De pronto pisó el freno con fuerza, haciendo que ella casi se golpeara con el tablero. Yukio se volvió hacia (t/n) con sus ojos rojos totalmente desorbitados.

—¡Respóndeme o juro que...! — gruñó agarrando su brazo con saña. La chica lo miró con asco, sus ojos fríos similaban al acero.

—Suelteme y concentrese en la misión, por favor.

Su estoicismo enfureció aún más al rubio. Estaba empezando a perder el control.

— Maldita sea, contéstame de una vez — gruñó, sujetándola con más fuerza. Fue entonces cuando vio en los ojos de la menor un atisbo de emoción que buscaba. Una idea maquiavélica cruzó su mente. — ¿Sabes? tal vez debería castigarte contándole a tu querido Akutagawa lo difícil que estás siendo. ¿Acaso no te enseñó a ser mas docil?— susurró venenoso.

En ese instante, la frialdad de la (t/c/d/c) se resquebrajó. Sus pupilas se dilataron ante la mención de ese nombre. Odiaba que Mishima hubiera deducido su único punto débil. Sin embargo, apretó los dientes, conteniendo la furia a duras penas. No le daría el gusto de verla desmoronarse y menos mostrarle lo mucho que le afectaba la mención de su compañero.

— ¿por que le importaria a él que tan docil soy? — musitó con un hilo de voz. —. Solo somos compañeros. No nos metas en el mismo costal.

Mishima sonrió, saboreando su pequeña victoria. Por fin había quebrado esa coraza y obtenido una respuesta. Ahora solo debía presionar más la herida.

— sé que le importa bastante más de lo que crees, mocosa. Sería una lástima que algo malo le ocurriera, ¿no te parece?

(T/n) sintió que la sangre hervía. Solo deseaba estrangular a Mishima, pero no podía darse el lujo. Contuvo la respiración y miró hacia la carretera, para ocultar las lágrimas de frustración que asomaban. Detestaba ser tan frágil y sensible, su ansiedad dominaba a pesar de lo mucho que deseaba tener más autocontrol.

Akutagawa tenía razón. La mafia no era lugar para débiles, las palabras pensadas para lastimarla no significaban nada. Mishima sería juzgado y expulsado de la organización si se atrevía a atentar contra la vida o la salud de uno de los integrantes de la Mafia, por muy bajo que sea su rango. Sin embargo, el pulso de (t/n) se aceleraba al imaginar que Mishima podría lastimar a Ryunosuke.

Ella inspiró hondo, apartando la mirada de ese rostro triunfante que la atormentaba. Sabia que debía calmarse o cometería un error, y no le concedería la satisfacción de verla derrumbarse.

— lamento haberlo... ofendido. Pero debo insistir en que tenemos un trabajo que hacer. — ella intentó negociar. Mishima soltó una carcajada ante su patético intento de recuperar el control. Se acercó más, invadiendo su espacio personal como una serpiente.

— Te encanta hacerte la fuerte, pero aquí soy yo quien tiene el poder — ronroneó pasando un dedo por la  mandíbula. La voz del hombre bajó, en un murmullo amenazante —. Una palabra mía y Akutagawa sufrirá un "accidente".

La mente de (T/n) estaba en blanco, apenas consciente de contenerse de estrangular al idiota a su lado. Verlo tan cerca le daban ganas de vomitar.

— Concéntrate en el maldito volante — escupió apartándolo bruscamente. Mishima bufó pero soltó una carcajada. El juego se ponía emocionante, pero no contaba con que (t/n) sabía que el talón de Aquiles de Mishima era su orgullo herido. Su familia había caído en desgracia y ahora él buscaba desesperadamente recuperar su posición, viendose obligado a unirse a la mafia junto a todas sus empresas.

Ella llevaba más tiempo en ese mundo y había escalado posiciones gracias a su habilidad y potencial. Por otro lado, Mishima era poco más que un novato arribista. ¿Al menos tenía alguna habilidad? ... para (T/n), él no duraría demasiado.

— Deberías preocuparte más por recuperar el honor de tu familia que por amenazarme — replicó la femina con aparente tranquilidad —. Los medios aún siguen hablando de la afición de tu difunto padre por las... menores.

El rostro de Mishima se descompuso en una mueca de odio. Odiaba cuando ella lo menospreciaba de esa forma, además, era humillante para él ser relacionado con ese cerdo.

— Cuida tu lengua, zorra. Aún puedo destruirte a ti y a tu patetico perro — gruñó acercando su rostro. Pero (T/n) no se amedrentó. Desde su posición de ventaja, sonrió con arrogancia.

— Inténtalo si te atreves. O admite que también eres un niño jugando a ser importante. Debe ser difícil cargar con el peso de tu familia deshecha, ¿me equivoco? — El vehículo derrapó violentamente.

Mishima estaba al borde de perder el control. Pero aunque la furia hervía en el interior de Mishima, debía enfocarse en conducir. Esta mujerzuela había vuelto a levantar sus defensas, ignorándolo olímpicamente.

Ella revisó el mapa e indicó en tono seco que debían tomar un desvío. La cercanía de su objetivo incrementaba la tensión. Yukio conducía de forma errática, expresando su rabia a través del volante, mientras su subordinada calculaba mentalmente posibles contratiempos.

Pronto divisaron el punto de intercambio acordado. Algunos hombres aguardaban junto a un camión. La joven respiró hondo.

— Queda a tu cargo — le dijo al rubio con frialdad antes de bajar. Necesitaba distancia para calmar sus propios demonios.

La transacción transcurrió sin sobresaltos, (T/n) poco a poco estaba ganando reputación gracias a su impecable trabajo y su fama como asesina. Aunque eso no la libró de sentir la mirada envenenada de Mishima sobre ella. Sabía que pagaría caro haberlo enfurecido.

Terminado el trato, se dispusieron a partir. El silencio en el vehículo era mortal. La joven rogaba interiormente llegar pronto para librarse de esa tortura, sin embargo, las palabras burlescas que escucho salir de los labios ensangrentados del rubio, le helaron la sangre.

— Eres consciente de que los mocosos del barrio mortero están quedandose en un albergue financiado por mi familia, ¿Verdad...

Gaijin?...

[ . . . ]


[ . . . ]

"Me dijo que pertenezco a un cementerio...
Me dijo que podía irme, pero no llegaría lejos..."

[ . . . ]




























































Tenemos nueva portada gracias a --Coldhands wiiii♡♡

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Necesito opiniones sobre el capítulo. Sufrí mucho para terminarlo. Sobretodo la narración de Akutagawa. Tengan por seguro que este recurso será un poquito más frecuente a partir de ahora (solo un poquito)

*Siempre sufro cuando se trata de escribir de él. aaaaaaaaaaaaaa).

Mishima es el weon de la multimedia. No se usar Bing, srry.

Anyways, espero que genuinamente estén odiando al personaje. Le daré más profundidad más adelante, pero créanme que lo van a odiar más MUAJAJA.

Por cierto, quería disculparme si llegué a herir o hacer sentir incómodx a algunx de ustedes con los diálogos en este capítulo. Por favor, recuerden que es solo ficción, y no duden en comunicarme o expresar cualquier sentimiento negativo. Mi perfil es un espacio seguro y siempre recibire sus opiniones con gusto, pero este libro tocara temas delicados en un futuro cercano. Estaré en la obligación de poner un TW, pero desde ya debo advertirles sobre esto.

Y gracias por sus comentarios lindos. Siempre los leo, a pesar de que muchas veces olvido contestarlos. Créanme que esas palabras son una motivación muy grande para mi.

Siempre tengo ganas de tirar la toalla, pero saber que alguien espera una actualización me lo impide. De verdad aprecio mucho su presencia en este fic.

Lxs tqm. Baiiii

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