12
— Ya hemos concluido con el trabajo, Chuuya-san — habló Akutagawa mientras sostenía su teléfono. Escuché la voz del Ejecutivo en la otra línea, probablemente agradeciendo que hallamos terminado rápido con la misión de aquella tarde.
— ¿Dijo algo importante? — pregunté después de haber escuchado que colgaba. Ryunosuke negó con la cabeza mientras guardaba el dispositivo dentro de su gabardina y tomaba un maletín que se encontraba encima del escritorio.
— Nada. Sólo nos dijo que nos retiramos por hoy — indicó mientras comenzaba a caminar hacia la puerta para abandonar aquel lugar. La alfombra de la lujosa oficina donde ambos nos encontrabamos estaba manchada de sangre, a la vez que un cuerpo se encontraba recostado encima de esta.
— La alfombra se ve costosa. Es una lástima que acabe así — susurré, para después salir justo detrás de mi compañero.
Apenas hace unos minutos se había llevado a cabo un asesinato. Se trataba de un influyente político que le debía ciertos favores a la mafia y se había jactado de ir contra esta y desafiarla para ganar poder. Evidentemente nos habían entregado aquel trabajo. Y como ya sabemos, todo acabo resolviendose de la manera "fea".
Aunque estaba segura de que sólo uno de nosotros podía cumplir aquel trabajo con facilidad, nos había terminado enviándonos juntos a Akutagawa y a mi. Cosa que realmente consideraba innecesaria, pero las órdenes se cumplían al pie de la letra y sin protestar.
— (T/n) — Akutagawa me habló mientras tomaba unas llaves y se disponía a abrir la puerta de una cajuela para dejar el maletín lleno de dinero ilícito dentro de la cajuela del auto que nos habían dado. Teníamos que dirigirnos hasta la sede para dejarlo, no podíamos simplemente retirarnos tal y como Chuuya había dicho.
— ¿Ocurre algo? — contesté con la voz un poco baja. Él asintió con la cabeza, para después señalarme la puerta del copiloto, indicandome que entrara.
Algunos segundos después el entró al vehículo y se sentó en el lugar del conductor. Tras haber cerrado la puerta, comenzó a abrochar su cinturón de seguridad sin siquiera haber establecido contacto visual conmigo.
— Ahora que estas aquí ... Dime, ¿Paso algo malo, Ryunosuke?— cuestioné con incertidumbre, sintiendo un pequeño vacío en el pecho. Hasta hace unos minutos yo estaba totalmente tranquila, pero ya conocía a Akutagawa y él tenía la capacidad de producirse cierta angustia sólo con esas palabras.
— ¿Los estuviste viendo últimamente? — Las palabras salieron de su boca de una manera rápida y podría jurar que sentí un poco de veneno en ellas.
— ¿A quienes? — Volví a preguntar, tratando de convencerlo de que no entendia realmente de qué hablaba y aprovechar el tiempo para crear una excusa rápida. Pero sus tranquilos ojos grises cambiaron su expresión a una inquisidora, obligándome a hablar —. Ah, creo que ya entiendo...
— ¿Podrías dejar de fingir amnesia, verdad? — cuestionó él está vez, mientras arrancaba el auto para salir el estacionamiento — sabes perfectamente que estoy hablando de esos niños.
— ¡Ah! Con que te referías a eso — respondí tratando de fingir una sonrisa tonta, cosa que realmente no resultó por culpa de los nervios que me carcomían —. ¿Tiene algo de malo realmente? Pensé que no importaba en realidad. Hay muchos que dicen que la vida personal y el trabajo en la Mafia van por separado.
— Sabes lo que trato de decir con todo esto — Resaltó, mientras me miraba de reojo para después volver a fijar sus orbes en la autopista —. ¡¿No lo entiendes?! Ya hemos tenido está conversación alguna vez. No puedes pretender actuar como él. Ya no deberías hacerlo.
— Pero yo no trato de actuar como Odasaku. Ni siquiera traje a esos niños a vivir conmigo — Aclaré. Mi voz había recobrado su volumen habitual y no pude evitar fruncir el seño. Había tratado de evitar la confrontación haciéndome la tonta, pero ahora me sentía más fastidiada que antes. Traté de mantener la compostura y hablar con tranquilidad —. Los conocí hace más de un año y aún siguen viviendo en el barrio mortero. Si hubiera querido adoptarlos, los hubiera llevado a vivir conmigo hace ya mucho tiempo.
Un breve silencio se formó después de que había dado mi punto. No quería seguir discutiendo de esa manera. Realmente no me gustaban las confrontaciones, pero a veces sentía que mi actitud no me permitía quedarme callada. Aún tenía que aprender a controlarme, sobretodo si mi meta era llevarme bien con alguien como Akutagawa.
— No debería importarme realmente — Aclaró después de un pequeño lapso de tiempo. Mi vista se dirigió hacia la ventana, casi tratando de ignorarlo, sin embargo a él realmente no le importó, aún tenía la voz regular —. Pero quería preguntarte algo más.
— Contestaré, sólo ve sin rodeos esta vez — mi voz se escuchó un poco arisca. Lancé un pequeño suspiro, algo hastiada de la situación y deseando que aquel interrogatorio "de lo más inocente: finalmente termine. Escuché a mi compañero toser un poco repentinamente.
— ¿Los reclutarás para la mafia? — voltee a verlo con sorpresa. Akutagawa lucia tranquilo, por mi parte yo estaba segura de que yo no me veía así de tranquila —. No parece que quieras llevarlos para que se queden contigo. ¿Qué es lo que piensas hacer con ellos? No estarás ahí todo lo que les resta de vida. Es probable que no sobrevivan mucho en el barrio mortero.
— No, no pienso reclutarlos — respondí sin pensarlo mucho—. Si no duran mucho ahí, no lo harán tampoco dentro de la Port-Mafia. Además... quisiera que vivan una vida relativamente normal. Si pudieran ir a un orfanato sería perfecto, pero al parecer no quieren hacerlo y no los obligaré.
— ¿Y que es lo que tienes en mente?
— Quedarme con ellos hasta que mi tiempo en Yokohama llegue a su fin y pueda volver a mi país — mis palabras estaban más apagadas ahora, Sabía que Akutagawa preguntaría algo como eso y de todas maneras yo no daría una respuesta clara. Pero había pasado ya mucho tiempo desde que comenzé a ayudar a esos niños y era posiblemente la primera vez que teníamos una plática así —. Ellos no dependen de mí. Sobrevivieron todo este tiempo siendo sólo unos niños, serán mucho mayores cuando los deje.
— ¿Cuándo te irás de Yokohama? — interrogó. Su voz se escuchaba sería, pero parecía tener un toque de curiosidad en ella.
— ¿Me estas echando de la ciudad? — Cuentioné con una pequeña sonrisa en los labios. Él me miró con desdén —. Realmente no lo sé, quizás sea dentro de unos seis o siete años con suerte. Lo haría ahora mismo si pudiera, pero no puedo volver hasta que mi expediente como usuario desaparezca de la faz de la tierra.
— Te quedarás aquí por un tiempo más. Ya veo.
— Seguramente quieres deshacerte de mi. Que malas noticias ¿Verdad? — bromeé mientras mantenía esa pequeña sonrisa. Ryunosuke estaba totalmente en silencio, quizás no tenía nada más que decir o mis comentarios tontos lo habían dejado lo suficientemente aburrido para no hablar.
Volví a dirigir mi mirada hacia la ventana, derrotada.
La ciudad era muy hermosa y sus calles estaban bastante limpias y cuidadas. Pero realmente ya no quería seguir ahí. Estaba cansada de quedarme en Yokohama y no tener una motivación para seguir aquí; más que sobrevivir.
Quería volver a casa a pesar de que ahí era considerada un desperdicio de la sociedad y ni siquiera podria llegar a estudiar algo que me apasionara o trabajar en algo que me gustara. En Japón podía comenzar una nueva vida y olvidarme de todo lo que pude pasar alguna vez. Pero el mundo me quitó todos los medios que tenía.
Me quitó mi lugar junto a mi familia. Me quitó la dignidad cuando me vendieron como un producto de un matadero infecto. Me privó de la paz conmigo misma y no contenta con eso ... me arrebató a Odasaku, la única persona que, por momentos, creía que me podía sacar de ese infierno.
[ . . . ]
[ . . . ]
— ¡(T/n)-san! — Aki corrió hacia mí con los brazos abiertos y una leve sonrisa de alivio.
— Hola, linda — saludé. Ella me abrazó con fuerza, su cabeza había terminado hundida en la parte baja de mi gabardina. Yo tenía un leve sonrojo en las mejillas, o al menos eso pude sentir, ya que hace tiempo que no recibía algún contacto físico con otra persona y esa acto me había sorprendido mucho.
— ¡(T/n)! — volvió a llamar. Pero esta vez había escuchado angustia en sus palabras.
— ¿Ha pasado algo está semana, Aki? — ella despegó sus ojos de mi ropa y me miró directamente al rostro. Tenía un leve puchero y sus ojos estaban conteniendo las lágrimas.
— K-Kazuo esta enfermo — respondió con una voz gutural —. No se lo que le ocurre, está así hace dos días y se ve bastante débil. No tengo mucho dinero y no puedo conseguir más, así que no hemos comido nada ayer...
— Llevame a ver a tu hermano y les compraré algo de comida — pedí mientras sostenía su cabeza de manera paciente. Ella asintió aún con los ojos cristalizados y me guío dentro de la destartalada choza donde ambos vivían.
Nunca antes había estado dentro del lugar, sólo lo había visto de lejos en varias ocasiones. Pero las condiciones en las que vivían eran simplemente inhumanas.
En un costado se hallaba un viejo colchón con algunas roidas mantas sobre las que descansaba Kazuo. Un metro más allá, había algunas cajas llenas de ropa mezclada con algunas cosas como libros y juguetes viejos. Él lugar no tenía ningún piso, sólo algunas viejas y astilladas tablas de madera cubriendo algunas partes del suelo.
Lo único que no se veia tan mal era un viejo mueble con algunos cajones. Parecía un escritorio, pero habían algunos pastelillos, galletas y frutas junto a una pequeña caja pintada con flores y dibujos raros. Ahí estaba lo que les había dado en este relativamente corto tiempo de conocerlos. En la caja seguramente estaba el dinero y los cajones entreabierta mostraban las prendas de ropa que les había traído.
— Kazuo... Kazuo — moví un poco al pequeño que ahí estaba, buscando sacarlo de su trance. Él me miró con los ojos entreabiertos. Su rostro normalmente serio y desafiante ahora lucia pálido y débil —. Soy (T/n), los llevaré a comer algo.
—...No puedo dejar a Aki sola. La casa estar vacia — susurró. Parecía estar delirando y su frente ardía por la fiebre.
— Aki viene con nosotros. Me encargaré de que nadie pueda entrar a su casa. Sólo quiero que me digas que sí — sonreí tratando de consolarlo un poco —. Los llevaré a comer y más tarde se quedarán a dormir conmigo. Haré que te recuperes rápido ¿Qué dices?
— Yo si quiero — interrumpió Aki, la cual parecía un poco más tranquila que antes y ya no aparentaba querer llorar —. Kazuo también quiere.
— Ya oiste a tu hermana, niño — sonreí con cariño mientras acariciaba sus cabellos rubios —. Nos iremos por hoy y cuando ustedes vuelvan, todo estará mejor.
— Si... — aceptó con dificultad. Me dirigí hacia el escritorio y tras abrir los cajones donde estaba la ropa buena, le pedí a Aki que tomara un par de mudas para ella y su hermano y las guardara en una mochila.
Mientras ella se encargaba de guardar la ropa, yo comenze a inspeccionar la caja. No había mucho dinero ahí, pero de todas maneras le sugerí a la menor que lo guardara para que ninguno tuviera miedo de dejarlo ahí mientras no estabamos.
Cuando ya teníamos el improvisado equipaje, me acerqué a Kazuo para ayudarlo a levantarse y ponerse los zapatos. Unos minutos después salimos de la cabaña y me encargué de cerrar la puerta y verificar que no hubiera ni un alma cerca. Luego de esto, usé mi habilidad para sellar perfectamente la puerta y cualquier abertura que el lugar tuviera.
— ¿Cuándo vamos a volver? — interrogó Aki mientras le entregaba la mochila para ir la cargara. Subí a Kazuo a mi espalda, procurando que se sintiera cómodo a la vez que yo no me cansara muy rápido.
— Cuando tu hermano se sienta mejor. Mientras más rápido se recupere, más rápido regresaremos — respondí con algo de dificultad, tratando de soñar cálida con ella — Así que te pido que me ayudes, Aki. Tu puedes cuidarlo mejor que nadie.
— Si — ella se sujetó de mi gabardina para finalmente emprender la marcha a mi lado.
La decisión había sido precipitada, de eso no había duda. Pero no podía permitir que aquel niño continuase en tan mal estado y durmiendo en un lugar así. Él era un ser humano, una persona que además tenía a otra dependiendo de él. No lo dejaría morir por el frío y la enfermedad como otros tantos niños dentro del barrio mortero.
— Aki, levanta la mano y deten a ese taxi, por favor — indiqué apenas vimos un vehiculo sin pasajeros. Habíamos llegado a la carretera principal y mi pequeño plan aún estaba en ejecución.
El auto se detuvo junto a nosotras. Le pedí que nos llevara al hotel más cercano que hubiera al lugar y tras la aceptación del conductor, subí junto a Kazuo y Aki al asiento trasero. Unos cuantos minutos después llegamos al lugar.
Entre a aquel hotel después de bajar del auto y haber pagado la tarifa correspondiente. El lugar no parecía costoso ni mucho menos lujoso. Sin embargo no se veía como un sitio de mala muerte, cumplía fácilmente con lo necesario.
Le pedí una habitación triple a la recepcionista y pagué por ella. Tras recibir las llaves subí en compañía de los niños y abrí la puerta en el lugar.
— Por fin... — suspiré de alivio tras adentrarme en la cómoda habitación. Pude mover mis entumecidos hombros después de dejar recostado a Kazuo en la cama más cercana. Me sentía más calmada ahora.
— (T/n)-san... — llamó Aki nuevamente. Suspiré otra vez, sin embargo no me quejé del cansancio.
Generalmente diría que detesto a los niños y aún mas a los bebés. Pero ellos eran un caso distinto, al igual que los huérfanos que Oda cuidaba, no eran insoportables e incluso me producían ternura. Además no tenía intenciones de simplemente dejarlos ahí, ellos requerían de ayuda y yo en ese momento era la única que podía darle una mano.
— Kazuo, dime. ¿Qué es lo que más te duele? — pregunté con suavidad mientras me acercaba a él.
— La cabeza y el pecho además de la garganta— susurró con la voz ronca y débil —. Me siento muy cansado y sólo quiero dormir...
— Duerme en ese caso — sugerí mientras acariciaba su cabeza con suavidad —. Me iré junto a Aki un momento. Volveremos muy rapido, así que no te preocupes — tomé una pequeña libreta y un bolígrafo que estaban junto al teléfono de la habitación y anoté mi número —. Llámame si ocurre algo.
Salí de la habitación junto a Aki y la aseguré por si las dudas. Sujeté su mano con amabilidad y comencé a caminar a su lado para llevarla conmigo a comprar algunas cosas.
Me sentía agotada por todo el ajetreo durante el día. Además, a pesar de que ya me había acostumbrado, mi cuerpo se había estado sintiendo débil todo el último año. Necesitaba comenzar a comer un poco más y cuidar mi salud, claramente tenía indicios de anemia los anteriores meses. Pero no podía visitar a un nutricionista con tanta facilidad, aún era una menor de edad y además estaba de manera ilegal en este país.
Tuve demasiada suerte de que hubiera una farmacia y un centro comercial relativamente cerca. Después de comprar algunas medicinas, compré ropa y zapatos para los niños y para mí. Procure que los zapatos para ellos fueran de la mejor calidad posible, esto para que durasen un poco más de tiempo y no se rompieran con facilidad.
No dude mucho en adquirir un par de juguetes y regalos para cada uno. Además, algunos útiles de aseo personal y algo de ropa para dormir (De la cual también carecían).
De camino al hotel y aún con todas esas cosas encima, compré las medicinas necesarias y la comida para la cena. Todas las cosas juntas pesaban demasiado, a pesar de eso estaba segura de que ellos podían vestir y calzar cómodamente al menos por un tiempo más.
Regresamos al hotel sin muchos más problema. La recepcionista se había ofrecido a ayudarme, junto a algunos otros empleados, para cargar las cosas hasta la puerta de la habitación. Cuando llegué, ayudé a Kazuo a tomar un baño y luego le entregué la ropa de dormir, para finalmente hacer que comiera lo necesario. Planeaba después entregarle los medicamentos.
Apenas eran las 6:45 de la noche y ya me hallaba cenando (claramente más temprano de lo que usualmente hacía); cuando repentinamente sentí mi teléfono vibrar dentro de mis bolsillos.
— ¿Quién habla? — pregunté tras sacarlo y contestar la llamada, no me había dado la molestia siquiera de leer el nombre del contacto.
— Soy yo — reconocí esa voz acompañada de una breve toz al otro lado de la línea.
— ¡Ah, Akutagawa! ¿Ha ocurrido algo? — pregunté mientras me ponía de pie y me dirigía al baño, tratando de que los dos niños no puedan oír mi conversación.
— Hablé hoy con Chuuya-san después de entregar el dinero — habló —. Le pregunté de casualidad si existía la posibilidad de reclutar a alguien.
— Akutagawa, ya hemos hablado de esto. Ellos no irán a la mafia — murmuré ya un poco cansada de conversar de aquel asunto.
— Yo no me refería a esos niños — aclaró él. Mi estrés se redujo un poco gracias a la repentina curiosidad y confusión—. Estoy afuera del hotel donde te encuentras justo ahora. Sal un momento.
— Esta bien. Esta bien — repetí después de lanzar un pequeño suspiro y colgué la llamada con resignación. Salí del baño después de guardar mi teléfono y lavarme las manos por tocar aquella sucia perilla — Volveré luego. Terminen de cenar — anuncié mientras me dirigía a la puerta y la abría —. Kazuo, cuando regrese te entregaré las medicinas.
— Sii — repitieron ambos al unísono. Me retiré del lugar y cerré la puerta detrás mío.
Cuando salí del hotel, efectivamente me Di cuenta de que él si estaba ahí, hallamdose de pie y mirándome fijamente.
— Que educado avisar a alguien de manera tan repentina y decirle que sabes donde está, ¿No? — comenté apenas me acerqué a Akutagawa, con una leve sonrisa.
— Sólo pasaba por aquí y quise aprovechar la situación — aclaró —. No quiero perder mi tiempo hablando contigo, así que agradece que al menos lo hago ahora.
— ¿Y ahora que me querías decir, señor acosador?
— Ten esto — dijo pasandome un documento —. Supongo que la ayuda que te doy con japonés sea suficiente como para leer esto y entenderlo.
— No me subestimes — murmuré mientras lo tomaba entre mis manos y lo leía con rapidez — Izumi Kyoka, usuaria de habilidad , paradero desconocido — susurré con la voz un poco baja, para después proseguir a despegar mi vista de aquel informe —. Parece que vas por lo seguro, Ryunosuke, aunque no entiendo el interés de todas maneras.
—Ozaki Kõyo — mencionó. Ese era el nombre de una de las ejecutivas, una mujer de temer como pocas—. Se rumorea que su habilidad es igual de letal que la de esa niña.
— Ya veo, ya veo...
— ¿Ellos están ahí, no es cierto?— indagó, señalando el hotel con uno de sus dedos.
— ¿Porque otra razón me quedaría en un hotel en lugar de regresar a casa? — pregunté con ironía, cruzandome de brazos —. Por cierto... estuviste muy preguntón hoy. ¿Acaso te interesa tanto?
— No es que sea algo de mi interés, no te hagas ideas — interrumpió. Sonreí un poco
— ... Parece que los odiaras. Te la pasas mandandome indirectas para que me deshaga de ellos y parece que te incomoda que traté de ayudarlos — expuse después de sacar un suspiro otra vez. Me encontraba nerviosa —No quiero que te tomes a mal mis palabras... es sólo que realmente me resulta un poco incómodo toda esta situación — aclaré con la voz ciertamente baja —. Ellos están solos e indefensos... y no quiero dejarlos así. Quizás se escuché egoísta e incluso ridículo a oídos tuyos, pero... esto es mi decisión y no quiero discutirla.
— Eres libre de hacer lo que quieras siempre y cuando no afecte directamente a la mafia o a tu desempeño — indicó —. Pero ahora que lo mencionas... admito que me da curiosidad saber porque te empeñas tanto en ayudar a ese par.
— ¿No lo entiendes? — Volví a interrogar, ahora golpenadome la frente con una de mis manos —. Ciertamente yo tampoco estoy segura del todo. Pero... quiero hacer lo que está en mis manos, ¿Sabes? — confesé, aunque un poco avergonzada —. Quizás... no quiero que sufran como muchos otros niños del barrio mortero lo hacen o como... — me privé de terminar de hablar. Estaba nerviosa y quizás el tomaría las cosas a mal.
— Como... — repitió él, indicándole a completar — ¿Terminarás tus oraciones?
—... Como tu — nombré y desvíe la mirada hacia mis zapatos, esperando que la respuesta suya no sea agresiva —. A veces cuando cuentas algunas de tus experiencias en ese lugar... me siento un poco asustada. No me agrada saber que hay personas pasando su vida entre el hambre y la muerte. Si puedo salvar a alguien y hacer la diferencia para esa persona... lo haré — argumemté mientras sostenía uno de mis brazos y arrugaba la tela entre estos, sintiéndome cada vez más vulnerable sólo por compartir esas palabras —.Estoy en deuda aún con Oda. Si él no me hubiera acogido, es seguro que la mafia me hubiera asesinado o incluso vendido. Nunca podré saldar mi deuda con él, pero al menos puedo seguir manteniendo las nobles acciones que realizó y llevarlas siempre conmigo.
— Él significó mucho para tí — afirmó con seguridad — Dependías de él e inevitablemente terminaste tomandolo como una figura a seguir. Un ejemplo de vida.
— Así es. Lo único que puedo hacer por ahora es tomarlo como un ejemplo y nada más — enuncié. Aunque mis palabras parecían más dichas para que yo las escuche a que para que él lo hiciera—. Aunque a veces sueño con ayudar a todos los niños que están ahí, pero se que nunca terminaría con esa tarea ¿Muy loco, no?
— Y aunque así se escuche, quizás si mi hermana y yo hubiéramos encontrado a alguien como tu cuando lo necesitábamos, nuestros compañeros no hubieran muerto — replicó con algo de brusquedad. Me asusté un poco por aquella afirmación, sintiéndome un poco apenada.
— De "hubieras" está hecho el infierno — susurré con algo de duda. —. Además... tu estabas ahí. Estoy segura de que hiciste mucho para protegerlos — solté en un intento por hacerlo sentir mejor. Sabía que aunque él pareciera alguien tan frío e inexpresivo... hablar de esas cosas no era fácil para nadie —. Por cierto, nunca mencionaste que tenías una hermana.
— Gin — respondió sin vacilación alguna —. Ambos nos criamos en el barrio Mortero.
— Ah... — me rasqué la nuca con algo de nervios —. Me encantaría conocerla algún día — reí levemente mientras regresaba a mi posición original —. Por cierto, ahora que me hablaste de todo esto... Creo que si yo hubiera tenido la mitad del coraje que tu tienes... quizás ahora mismo seguiría junto a mi familia.
— Pero soy débil a tus ojos, ¿Verdad? — interrumpió. Salté literalmente de mis puesto. Nunca me había imaginado a alguien como Akutagawa decir algo así, ni siquiera podía procesar lo todo aún.
— No, no lo eres — aseguré mientras ponía una de mis manos sobre sus hombros —A veces... Incluso yo quisera ser tan fuerte como tú.
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"Las personas son marionetas atadas con hilo
Hay una hermosa tristeza que corre a través de ellas"
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