Parte única.
|Y, al final, el amor no es como uno piensa|
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Jamás me hubiera imaginado que terminaría en esta situación, que... me terminarías gustando. Tú, mi mejor amigo de la infancia, aquel niño que siempre me ayudaba, que estaba allí para mí cada vez que lloraba, que me hacía sonreír pese a todo. Siempre te vi como un chico inmaduro y voluble, pero eres tan gentil conmigo cuando lo necesito, siempre lo fuiste y lo sigues siendo, siempre estabas cerca mío, cuidándome.
Incluso estuviste a mi lado pese a mis constantes quejas hacia ti, pese a mis burlas, tú siempre buscabas la manera de hacerme sonreír cuando lloraba y yo solo te insultaba o pasaba de largo de ti. Me consolaste el día en que Koyuki-senpai me rechazó. Al principio yo no entendía del por qué estabas tan molesto, ahora lo entiendo: yo te gustaba, ¿no es así?
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—¿No ibas a darle eso? —Divagó Kotarou viendo hacia otro lado, sin mirarme siquiera de soslayo, pero sabía que se refería a la carta que tenía arrugada entre mis manos.
—No, así está bien —sonreí tristemente y guardé la carta en el bolsillo de mi uniforme mientras seguíamos andando.
—Claro que no, te dedicaste mucho a eso, ¿no? —Habló tranquilamente. Aunque no lo dijera y no me diera cuenta en ese instante, él se estaba portando gentil conmigo y me estaba dando mi espacio. Me alegraba por aquello ya que no quería hablar sobre Koyuki-senpai...
—Aunque se la diera, no cambiaría nada —sentía que iba a volver a llorar, pero ya no quería preocupar más a Kotarou.
—Demonios, qué fastidio —bufó él por lo bajo, con la mandíbula tensa y sus cejas fruncidas, desconcertándome.
—¿Por qué te molestas tú? —Pregunté confundida, mirándolo a pesar de que el castaño no me permitía verlo a los ojos. La que debería estar furiosa sería yo, no Kotarou. Entonces, ¿por qué...?
—Me molesta y ya —escupió cortante—. Con él..., conmigo, por ser tan inútil. De verdad me molesta —murmuró, aunque yo lo alcancé a oír.
Muy en el fondo presentía que a él yo le gustaba, pero, en ese momento, no me di cuenta. No me quería dar cuenta, mejor dicho.
—Qué raro —dije observando el piso, pensativa.
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Entre tú y mi hermano mayor me intentaron sacar de la depresión en la que estaba cayendo después de mi rechazo, cosa que sí lograron, pero no superaba a Koyuki-senpai, mi primer amor. Creí que jamás volvería a amar a alguien con tanta intensidad, o eso pensaba yo.
Curiosamente, después de que el albino egresara, nos volvimos más cercanos aún. Tal y como te dije, asistí a todos tus partidos para darte animo, sin darme cuenta que cada vez que me mirabas se aceleraba mi corazón. O quizás sí me di cuenta, pero no lo quería aceptar. Se trataba de ti después de todo.
El tiempo siguió su curso y tú dejaste de ser tan inmaduro y voluble con antes: te volviste más sincero y ligeramente sonriente; aunque tu mal humor constante ahí seguía. Demasiado sincero para mi gusto, debo decir.
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—¿Te gustaría conmigo andar por el festival? —Preguntó—. Te quedarás sola en el descanso, ¿no?
Todo ese día había estado atento conmigo, incomodándome un poco. ¿Qué diablos le pasaba?
—¡Deja ya de actuar como mi novio...! —Le grité haciendo un puchero y pegándole en el brazo, él me vio entre sorprendido, molesto e indignado. «Aunque no me desagrada...»—. No te quedes allí, vamos juntos, ¿no es verdad? —Le sonreí y me giré hacia la dirección del festival, haciendo como si nada para intentar ahuyentar el pensamiento que acababa de tener.
¿Kotarou me...? ¡No, claro que no! ¡Él era mi amigo de la infancia, nada más! ¿O...? Oí algunas risas y murmuros de nuestros compañeros, burlándose de que los dos parecíamos una pareja de novios. ¡Qué avergonzada estaba! ¿Cómo habían llegado a esa conclusión? Discutíamos mucho y todo eso, ¡pero claro que no éramos enamorados!
Respingué al sentir su cálida mano sosteniendo la mía, sin entrelazarlas, y lo miré: él sonreía con diversión y cierta burla. Me estaba gastando una broma. «¡Idiota!»
Ignorando mi agitado corazón, me limité a tirar de nuestro agarre hasta llegar a la entrada de la escuela, pero no pude evitar mirar hacia las flores que Koyuki-senpai había plantado con tanto cariño. Sentí que mis ojos se cristalizaron de a poco en poco y me detuve. Kotarou lo notó ya que se puso frente a mí y me sostuvo mis hombros, mirándome con seriedad. Eso logró que me sonrojara y tensara al mismo tiempo. ¿Por qué me sentía así...?
—Esas veces que te sientas mal, te prometo que te haré sonreír —susurró, sorprendiéndome. Tuve que abrir mis labios para respirar por la boca, sentía ir mi corazón tan rápido. Él pareció darse cuenta de lo que dijo, por lo que me soltó bruscamente mientras desviaba la mirada con vergüenza—. M-me refiero a que, sin dudar, verte sonreír te queda mejor.
—Eso que me dices ya lo sé —sonreí nerviosa y comencé a apretar mi falda. Había dicho unas palabras muy fuertes para mí. Le quería agradecer realmente, pero...
«Perdón por no ser sincera».
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Kotarou, gracias por hacerme sentir mejor, nunca tuve el valor para decírtelo de frente, pero realmente estoy agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí desde siempre. ¿Sabes? Recuerdo perfectamente el día en que te me confesaste —aunque eso fue hace dos días, curiosamente—. Odio y amo tu gran sinceridad, idiota.
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Ambos estábamos en el salón, platicando a solas ya que Arisa-chan, Ken-san y Kodai-kun se habían ido con una excusa torpe; querían que me quedara con Kotarou a solas, o eso parecía. La pelinegra, cada que podía, me molestaba con que me gustaba mi amigo castaño, logrando que pasara un montón de vergüenzas con Kotarou. ¿Acaso este era un plan de ella o algo así?
—¿Quieres tú...? —Preguntó él y salí de mis divagaciones.
—¿Sí? Dime —le sonreí.
—Hoy salir.
—Está bien —asentí con la cabeza y tomé mi mochila, poniéndome de pie.
Kotarou se quedó viendo al piso, pensativo y sonrojado. ¿En qué pensaría? Tenía la sospecha que yo le gustaba, pero no tenía nada asegurado. Aunque..., ¿él a mí me gustaba? Solo era mi amigo de la infancia, ¿verdad? Solo eso, ¿no?
—Óyeme —para cuando me percaté, él estaba de pie. Sentí que me alzó el mentón para que lo viera, volviendo a sacarme de mi ensoñación.
—¿Qué pasó? —Ladeé la cabeza, mirándolo atentamente con nerviosismo.
—Te quiero...
—¡¿Qué dices?! —Me alteré y me eché hacia atrás, un poco consternada. ¿Se me estaba decla...?
»preguntar si hay alguien quien te gusta —completó. ¿Por qué sentía un nudo en la garganta? ¿Por qué pensé que se me confesaría? ¿Por qué? «¿Alguien me gusta? Es Koyuki-senpai la respuesta, no lo logro olvidar..., ¿pero por qué dudo?»
—Ya hay alguien a quien amo yo, alguien a quien siempre he querido —contesté avergonzada, bajando la mirada al tiempo en que apretaba mis nudillos.
Miré a Kotarou por debajo de mis pestañas: se veía herido, como si le hubiera dado un golpe bajo. «¿Yo... le hago daño?». Estaba casi segura de que le gustaba, de que estaba enamorado de mí. Mas sin embargo, ¿él a mí me gustaba? Kotarou... sí se parecía al dichoso ideal con el que soñaba desde la secundaria, pero Koyuki-senpai me había enseñado —de manera indirecta— que las cosas que hacían que uno se enamorara no era un simple estereotipo, iba más allá de eso. «¿Por qué mi corazón late más rápido al pensar en la sonrisa de Kotarou? ¿Acaso yo...? ¿Él...? ¿Él...? ¿Realmente yo...?»
¿Y si solo me estaba ilusionando? ¿Y si yo no le gustaba? Después de todo, yo solo le daba problemas, ¿por qué habría de gustarle? ¿Qué había de especial en mí? A Koyuki-senpai nunca le gusté por más que me esforcé.
«Koyuki-senpai...». Para cuando me había dado cuenta, ya estaba llorando. Kotarou me vio sorprendido. ¡Ya estaba harta de sufrir por amor!
Me volteé y huí de allí, oyendo la voz él detrás mío, gritando mi nombre. Corrí torpemente hasta llegar a los casilleros, pensando que Kotarou no me encontraría o que tardaría. Me limité a sollozar, escondiendo mi rostro entre mis piernas. Sentí unos pasos por donde estaba y que esa misma persona se sentaba a mi lado, pero no hacía falta verificar para saber quién era.
—Lo que siento nunca cambiará, incluso si a ti te gusta alguien más. Siempre seguiré queriéndote y de aquí en adelante aún más te amaré —susurró contra mi oído, como si me estuviera contando un secreto.
Lo miré de reojo, notando que él me sonreía sinceramente y con cierta vergüenza, logrando que me sonrojara más aún; retrocedí violentamente mientras me tomaba de las mejillas, consternada, evitando verlo a los ojos. «Mi corazón... late muy rápido...»
—No te voy a presionar, Hina, sé que aún no olvidas al Ayase, pero quería que ya estuvieras al tanto de mis sentimientos. Ya estoy harto de esconderlo, y no pienso seguir siendo el que solo observa a distancia —aclaró.
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Y aquí estoy yo, escribiéndote esto ya que no tengo el valor de decírtelo de frente. Me gustaría hablar contigo, ¿podrías venir a mi casa?
Atentamente: Setoguchi Hina.
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—Hina, ¿puedo pasar? —Golpeo la puerta al tiempo que hablo, pidiendo permiso para entrar a su habitación, un poco nervioso.
Sí, solo un poco nervioso, claro.
—¡Ade-adelante, Kotarou!
Abro la puerta y me adentro con confianza, después de todo, conozco esta casa de toda la vida —al igual que a la que le pertenece esta alcoba—. La ojivioleta está sonrojada y ve al piso, sentada en su cama. Se ve tierna, y más aún porque está en pijama y su cabello suelto está despeinado. Me decido a recargarme contra la pared, con las manos en los bolsillos de mi pantalón. Me quedo embobado obsérvandola, ella parece darse cuenta, por lo que se aclara la garganta con timidez.
—Su-supongo que ya la leíste, ¿no? —Empieza a jugar con una almohada, nerviosa.
—Sí. ¿Va en serio, Hina? —Cuestiono, dejando notar mi sorpresa.
Me levanté hace una hora —son las 8 de la mañana— gracias a los gritos de Natsuki diciendo que tenía correo para mí, lo cual sí me extrañó. Ahí fue donde descubrí la carta de Hina. Jamás creí que ella se me fuera a confesar por medio de un escrito, más bien, nunca creí que se me fuera a confesar.
—¡No te habría citado si no fuera cierto, i-idiota! —Grita con el ceño fruncido y un sonrojo, estrujando la almohada molesta.
No puedo evitar sonreír, realmente estoy emocionado. Sinceramente, hace dos días creí que me iba a rechazar o algo así, pero no, solo dijo que lo pensaría. Sabía que tenía una oportunidad.
—La idiota eres tú —digo con simpleza.
—¡¿A quién le dices idiota, idiota?! —Espeta con furia, parándose y señalándome con su dedo.
—¿Acaso ves a otra persona además de ti y de mí? —Sonrío burlón. Me gusta molestarla y ver sus rabietas; se sonroja y le da un aspecto tierno.
—¡Pu-pues tú estás enamorado de tu hermana, pero no lo aceptas!
Y ahí vamos con nuestras típicas peleas...
—¡Y tú de Yuu! —Contraataco. Ella abre sus labios para seguirle, pero un ruido del cuarto siguiente se deja oír.
—¡¿Podrían guardar silencio?! ¡Estoy intentando estudiar! —Nos interrumpe una tercera voz, Yuu, abriendo abruptamente la puerta, molesto.
Él la vuelve a cerrar y se va. Hina y yo nos vemos para después empezar a reírnos, pero su hermano nos manda a callar otra vez. Me acerco más a la ojivioleta y me dejo caer en la cama, a su lado. Noto que ella se tensa y esconde medio rostro en la almohada; sus ojos brillan con intensidad, dándole un toque tierno y medio inocente. Diablos, ¿cómo quiere que uno no se enamore?
—¿Y ahora qué? —Pregunta ella, acostándose a mi lado y mirándome sonrojada. Estamos muy cerca.
—Nada, solo hay que intentarlo, a ver qué tal sale todo —me encojo de hombros y tomo un mechón de su cabello, rozando un poco su mejilla. Hina cierra su ojos y la siento estremecer. ¿Es normal que sienta mi pulso casi estallar?
—Eso significa que sí estamos saliendo, ¿verdad? —Murmura intentado disimular su gran sonrisa resplandeciente.
Lo único que me ha importado desde niño es que sonría de esa forma. Por eso odio que la hagan llorar.
—Si eso es lo que quieres, Hina, entonces sí —intento aguantar las ganas de estrecharla contra mí por la emoción, lo cual logro a duras penas. He estado esperando por este momento desde hace mucho...
—¡Qué genial, Kota-chan! —Se me tira encima, aplástandome. De acuerdo, eso no me lo esperaba.
—¿Kota-chan? Desde que dejamos de ser niños me dejaste de decir así, Hina —aclaro y sonrío internamente mientras la medio abrazo.
Para ser certeros, ella dejó de llamarme así desde que entramos a la secundaria. Fue desde ese entonces que nos empezamos a distanciar, y ese aumentó desde que el Ayase entró a nuestras vidas. Pero eso ya es pasado, enfoquémonos en el ahora.
—Mi héroe... —susurra y alza sus comisuras hacia el cielo, logrando que me sonroje.
Lo único que quiero es que ella siga sonriendo y sea feliz, a mi lado si se puede.
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–¡Hola! Espero y les haya gustado este one-shot KotaHina. No hay muchas historias sobre ellos, así que decidí aportar mi granito de arena.
¡Nos leemos!
-Lindassj1
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