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—¡Kei!— Buscaba desesperado. ¿Qué más podía hacer? Debía encontrarla. Era la única que de verdad se preocupaba por él, la única que se tomó el trabajo de cuidarlo y criarlo cuando nadie más quiso. —¡Kei!—

Poco le importaba las otras personas, quien lo miraban de mala manera por causar tanto revuelo, no sabían lo que había sucedido y no les importaba tampoco. Claro que les importaría si supieran que aquella niña fue dotada de "La bendición de los Dioses" y que el mismísimo descendiente de la Muerte (aunque uno de muchos) había cruzado en frente de sus narices.

Claro que les hubiera importado. Les hubiera importado más que si fuera una niña común, un esqueleto común, muchos monstruos ya habían fallecido como para que les importara un mísero esqueleto.

Se calló cuando notó que los murmullos iban dirigidos hacia él, saliendo lo más rápido que pudo con sus pequeñas piernas.

Nunca iba a admitirlo, pero tenía miedo. Miedo de ya no verla, miedo de que algo le pasara, miedo de lo que sea que la estuviera teniendo cautiva en un estado de paranoia que había visto unas horas antes de que se fuera. Miedo era algo que no entendía, e irónicamente eso era lo que más le aterraba.

"Una responsabilidad tan grande no puede caer en una niña que no sabe si quiera de lo que está hablando."

—M-Me tomó unos años pero ya llegué, eso es lo que importa, ¿Verdad?— Limpiaba las lágrimas de sus cuencas oscuras. Respiró profundo, inhalando el aire salino que traían las olas hasta la costa. —Estoy aquí, contigo.—

Estrujó levemente la fina tela que caía desde su cadera. Quién...— Frunció el ceño confundido.

—Keira.— Se apresuró a responder. —Keira Cantilever.— No pudo reprimir la enorme sonrisa que traía desde que pudo verlo de pies a cabeza, tan majestuoso como en sus visiones.

Irguió su espalda, ya sabía que hacía allí. —Fuiste designada a mi si no me equivoco, ¿Correcto?— Rudo y tosco, pero sin llegar a ser bruto. Conservaba la gracia que solo un ser divino podía poseer.

Asintió boquiabierta, parpadeando rápidamente para salir de aquel estado mental nulo. —S-Si, a-al menos eso intuyo...— Por más ridículo que sonara, no tenía idea cual era su papel. El único paso que sabía lo había completado: La travesía hasta llegar a él.

—Padres.— No recibió respuesta. Tus padres.— Hizo énfasis en la primera palabra, silencio una vez más. —Huérfana debo asumir.— La vivaz mirada rompió el contacto con la suya, eso afirmaba lo que había deducido.

En una fracción de segundo saltó de la grava. —¡DERICK!— Oh no. —No... Nono, que hice.— Se reprochó cubriendo su boca con sus temblorosas y polvorientas palmas. —N-Ni si quiera se como regresar... D-Debe estar preocupado... Soy una tonta...— Cerró fuertemente sus 'ojos', reprimiendo gotas que amenazaban en correr.

—No vale la pena insultarte por algo que no controlabas.— Atrajo las orbes bicolor. —No estás sola, y eso es algo que debes conservar.— Chasqueó los dedos.

"Tal vez te vea otra vez... Quién sabe. La suerte no es algo con lo que se debería jugar."

Se chocó con alguien, cayendo de espaldas sentado en el camino que, (sorprendentemente) amortiguó su caída. —. . . ¿Kei?— Ya era de noche, no sabía cuanto tiempo se había perdido. La única luz que los iluminaba era la luna, la hermosa luna que le hacía recuerdo a él una vez más.

—Der . . .— Lo abrazó con fuerza, ocultando su opaco rostro en el hombro del menor. —Perdóname... N-No se que pasó, y-y te dejé solo. No tienes idea de cuanto lo lamento.— Quebró en llanto, sintiendo su cuerpo pesado y sin fuerzas.

Consoló sus lamentos. —Ya está... Ya está...— No tenía el valor de decir algo más en esos momentos. —Vamos a la casa, creo que no comiste nada en toda la tarde, escuché que hoy hay papa rellena en el comedor.— Sonrió, obteniendo una indescifrable sonrisa de regreso.

—Suena bien, me muero de hambre.— No se tomó las molestias de borrar los rastros que dejaron las mareas saladas de sus mejillas, no tenía las fuerzas como para hacerlo.

"El peso que le dejas terminará quebrándola."

—¡No puedo creer que no me dijeran nada!— Reclamó frustrado. —¿¡De verdad planeaban ocultarme una Cantilever por siempre?!— Irradiaba ira; incontrolable, indomable, destructiva.

Atreverse a dar un paso cerca suyo era como cargar un kilo extra por cada milímetro que cruzabas. 

—Justamente por esto, Silent.— La voz envenenada de la mujer le daba asco. Si antes la soportaba, ahora se sentía capaz de ahorcarla con sus propias manos. —Eres alguien explosivo, tienes que aprender a- —

—A dejar de sentir.— Completó la frase inexpresivo. —Las nuevas generaciones como nosotros debemos dejar de lado las emociones, perjudican nuestra labor, y lo sabes bien, hermano.— Vestido de blanco, destacando una bufanda rojiza y una orbe inmutable.

Bufó, clavando su furtiva mirada en su "hermano". —No te metas en esto, Goth.— Gruñó frunciendo el ceño. Como si él fuera de hablar, como si él tuviera el derecho de obligarlo a eliminar algo con lo que fue inculcado. —No necesito que me aconsejes, es más, ¿Por qué tu no me dijiste nada de esto? ¿Eh?— Soltó acercándosele.

—Siguió órdenes superiores.— Una voz más gruesa captó su atención. —¿Me perdí de algo? Este alboroto no se forma solo.— Ligera sonrisa ladina, inamovible, imponente. —Yo le pedí personalmente que no lo hiciera, quería ser yo el que te de la noticia, pero veo que mi sorpresa fue anunciada.— Si, un juego de palabras en un momento de tensión, era el único que podía hacer que esas funcionaran como lo hacían.

—Al fin llegas Parca.— No pudo decir nada más.

—Tranquila Juno, que no eres buena para tratar con mis hijos, se te da de muerte.— Carcajeó ante su propia broma. —Goth, Raven y tu vayan al sector 10B, una reunión de organización se está llevando a cabo, perdérsela no será bueno.— Los aludidos simplemente asintieron, esfumándose tal como si fueran ventisca.

Reprimió el querer irse también, desaparecer sin dejar rastro. Todos lo catalogaban como: "El niño malcriado de Death." Y no decía que no tenían pruebas para decirlo. Ya sabía lo que conllevaba ser un sucesor, lo había vivido (literalmente) todos los días de su no-vida; siendo la desgracia de su familia.

"Ser un oráculo es el peor castigo que le podrían haber dado a esa niña."


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