━━━Extra VI

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴜɴ ᴘᴀᴅʀᴇ ᴍᴜʏ ᴄᴜɪᴅᴀ

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━━━LA NOCHE PREVIA DE LA MISIÓN AL OESTE━━━

APOLO

LAS COSAS EN EL OLIMPO habían estado un poco tensas los últimos meses desde que Afrodita nos había soltado la explicación de mi profecía.

Por suerte, solo sus secuaces lo sabían y no todos los dioses. Ya era bastante humillante que ellos lo supieran. Todos eran igual de cabrones, dignos hijos de Ares y Afrodita.

Se la pasaban cuchicheando y soltando risitas burlonas a mi paso, compartiendo entre ellos el secreto, pero dejando en evidencia al Olimpo que había algo que me involucraba aunque aún nadie lo supiera por completo.

Solté un suspiro cansado mientras me aparecía en el Olimpo después de visitar el Campamento.

Mi querida hermana Artemisa había desaparecido, apenas habían pasado menos de cuarenta y ocho horas desde la última vez que la ví y ya no podía sentir su esencia. Algo la mantenía escondida de mí y eso me ponía furioso.

Aún más al comprender que ahora la profecía, tal como había dicho Afrodita, comenzaba a tener sentido.

"Una vieja deuda será saldada".

"El corazón flechado la afrenta al gemelo enmendará"

Mi oráculo tenía algo con querer dejar en claro que esa mocosa era mi amor destinado.

Caminé por las callejuelas hasta mi Templo, tenía tantas cosas en la cabeza. Me preocupaba Artemisa, y también, aunque odiara reconocerlo, me preocupaba esa niña.

Habíamos hecho un trato, intenté darle los mayores incentivos para que busque el éxito de la misión, pero no sabía qué tan dispuesta estaría a llegar para hacerlo y eso me inquietaba.

No sabía nada de ella.

En cuanto atravesé las puertas de mi Templo, sentí su presencia, pero no me dio el tiempo suficiente para poder reaccionar.

Primero fue un golpe en mi rostro que me dejó perplejo, tan fuerte que me hizo retroceder un paso, e inmediatamente me arrojó contra la pared, apretando con fuerza mi cuello, la ira que desprendía era una esencia asesina que me casi me hizo reír de satisfacción.

Ojalá fuera en otras circunstancias para poder disfrutarlo mejor, porque tal como estaban las cosas, no era lo ideal.

—Quítame las manos de encima, hijo de puta —murmuré entre dientes tomando su brazo con fuerza y dejando que mis poderes le quemaran la piel, pero él solo apretó con más fuerza, resistiendo el dolor como si ni siquiera lo sintiera.

—Has rebasado los límites, Apolo —dijo el dios enojado—. ¿Qué tan pequeño es tu cerebro para no entender qué te mantengas lejos de mi hija?

—No es que tenga muchas opciones, las moiras...

—¡Me importa una mierda lo que digan las moiras! —gritó enfurecido, el templo tembló ligeramente. Nunca es bueno para nadie cuando dos dioses se enfrentan—. ¡No te vuelvas a acercar a ella!

Tomé su brazo y lo aparté lejos de mí.

—A mí no me gusta más que a tí esta situación —espeté sacudiendome la túnica. Que horror que este tipo me hubiera tocado—. Tu mestiza sería la última criatura a quién podría querer convertir en mi reina; pero es difícil eludir al destino. Por más que lo odie, las profecías siempre encuentran la manera de cumplirse.

—Las moiras pueden decir lo que quieran, Apolo —dijo entre dientes—, pero en temas de amor, soy yo quién tiene la última palabra. Dos flechas y todo termina.

Lo miré entrecerrando los ojos.

—¿Le harías eso a tu propia hija?

La mirada del dios se volvió vacilante. Él dudaba, ella siempre sería su debilidad.

—Tú envías a tu amor destinado a una misión suicida, haciéndole prometer algo que pone su vida en riesgo —espetó—, ¿Y soy yo el que le haría algo cruel por impedirle estar contigo?

Solté una risa irónica.

—Ese es su papel en la profecía, yo no las decreto, solo las veo y anuncio —dije apartándolo de mi camino—. ¿Acaso crees que es de mi agrado saber que es tu hija precisamente a quien tendré que soportar a mi lado por toda la eternidad? Si pudiera cambiarlas, lo habría hecho hace milenios y ni siquiera hubiera tenido que esperar tanto tiempo.

»Deberías agradecer que es un dios a quién tú mocosa está destinada. ¿La vida eterna no era lo que querías para ella, para no tener que despedirte cuando Thanatos la visite?

—Eres tan arrogante al pensar que ella te elegirá pese a todo lo que has hecho. Darlene tiene un alma gemela, Apolo —dijo con tono seco—. Ella aun tiene la opción de no elegirte, tiene muchas opciones antes de elegirte a tí.

Me detuve. Sabía que lo que decía era cierto.

Quién sea que sea su alma gemela, sigue siendo un obstáculo. Eso siempre lo supe desde el momento en que conocí la profecía que nos une, pero también ahora sabía que ese no era el principal obstáculo.

El primero era que ambos lo aceptáramos. Porque sabía que cuando ella lo sepa no lo aceptaría, ni yo aún lo aceptaba del todo.

Pero eso no era algo que Eros necesitaba saber.

—Sabes que hay formas de romper el lazo de almas gemelas —murmuré—. Tú mejor que nadie lo sabe, hiciste eso para quedarte con tu esposa.

Él sonrió como si tuviera un secreto.

—Sí, pero ella debe consentir romper el lazo, y siempre es más fácil cuando ni siquiera lo ha conocido todavía —dijo con una sonrisa que solo había visto en su padre, Ares—. Que pena para ti que su alma gemela ya sea parte de su vida.

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