011.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɪ ɢᴇᴛ ᴀ ʟɪᴛᴛʟᴇ ʀᴇᴠᴇɴɢᴇ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴏʙᴛᴇɴɢᴏ ᴜɴᴀ ᴘᴇQᴜᴇÑᴀ ᴠᴇɴɢᴀɴᴢᴀ
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PERCY
HABÍAMOS LOGRADO ESCAPAR, pero eso no quitaba la sensación de pérdida.
Darlene se había sacrificado por nosotros.
El viento parecía reírse mientras salía del termo, como si se alegrara de liberarse por fin. Al impactar con la superficie del agua, rebotamos una, dos veces, como una piedra lanzada al ras, y de repente salimos zumbando como en una lancha motora, con el agua golpeándonos la cara y sin otra cosa en el horizonte que el mar abierto.
El Princesa Andrómeda se convirtió enseguida en un barquito de juguete y desapareció.
—No puedo creer que lo haya hecho —murmuró Annabeth mirando el barco con angustia.
—Fue muy valiente —sollozó Tyson.
Y yo solo sentía una gran ira bajo la piel. Luke iba a pagar por todo.
—Hagamos que valga la pena, consigamos el Vellocino para no darle a Luke la satisfacción de ganar —dije conteniendo las ganas de volver.
Annabeth asintió, clavó sus ojos en el abrigo de Dari, lo había arrojado al bote antes de dejarnos caer. Se lo colocó, y se abrazó así misma como si intentara abrazar a nuestra amiga ausente.
Mientras nos desplazábamos a toda velocidad por el agua, intentamos enviar un mensaje Iris a Quirón. Pensábamos que era importante explicarle a alguien lo que se proponía Luke, y no sabíamos en quién más confiar.
Annabeth arrojó un dracma de oro a la cortina de agua y yo recé para que la diosa del arco iris nos mostrara a Quirón.
Se lo contamos todo: nuestra salida furtiva del campamento, Luke y el Princesa Andrómeda, el ataúd de oro con los restos de Cronos...
Quirón escuchó, con algo de dificultad por el sonido de la música donde estaba, y una mueca de pesar cruzó su rostro cuando le dijimos del sacrificio de Darlene.
—Percy, tienes que tener cuidado con...
Su voz quedó ahogada por un gran griterío alzado a su espalda un montón de voces gritando.
—¿Qué? —grité.
—¡Annabeth, no deberías haber permitido que Percy saliera del campamento! Pero si conseguís el vellocino...
—¡Sí, pequeña! —chillaba alguien que tenía detrás—. ¡Uau, Uau!
Alguien subió la música y puso los bajos tan fuerte que hasta nuestro bote vibraba.
—Miami —gritó Quirón—. Trataré de vigilar.
Nuestra nebulosa pantalla se desintegró como si alguien del otro lado le hubiese arrojado una botella, y Quirón se evaporó.
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DARLENE
Dejé que mi arco se convirtiera de nuevo en el brazalete y dejé caer el bolso con flechas. Levanté los brazos en señal de rendición.
Me apuntaron con sus armas y me arrastraron de nuevo hacia el camarote de Luke. Alessandra no estaba por ningún lado, pero él estaba de pie frente al enorme escritorio y me dio una mirada mortal en cuanto me vio entrar.
—Sacrificarte por tus compañeros, digno de un héroe de verdad —dijo con fingida admiración, acercándose a mí. Se apoyó contra el escritorio, y los monstruos me arrojaron al suelo, arrodillada mientras seguían apuntándome—. Lamentablemente, es un sacrificio en vano, solo retrasaste su muerte un par de horas, días como mucho.
—Y supongo que la mía está programada para hoy mismo.
—No voy a matarte por ahora —dijo con desdén—. Tómalo como una muestra de mi bondad.
—Claro, la misma que tuviste la última vez que nos vimos.
Luke soltó un suspiro.
—Te lo dije, no quería derramar sangre inocente, pero tampoco me importa sacrificar a cuántos haga falta para ganar esta guerra —respondió—. Ahora llévensela.
Los dos guardias me sujetaron con fuerza de los brazos y me pusieron de pie.
—Luke. —Él me miró, estaba demasiado cerca de mí. Me subestimaba—. Aunque trataste de matarme, la venganza no es una práctica que mi madre me haya inculcado.
Luke abrió la boca, atónito, como si no pudiera creer mis palabras.
—¿Estás...citando Toy Story?
—¡Pero mi papá sí! —grité y le dí una patada en las bolas.
Se dobló, cayendo de rodillas mientras aullaba de dolor.
—¡Eso es por intentar matarme, hijo de puta!
—¡Sáquenla de aquí! —gruñó furioso.
Los guardias me sacaron a rastras, siendo seguidos por los dos osos. Quizá fue una tontería infantil, pero al menos tuve la satisfacción de una pequeña venganza.
Me llevaron a un camarote de tercera clase, y me esposaron a un radiador.
Tenía la vista del océano por la escotilla, pero era todo lo que podía ver. Agua y más agua.
No sabía que pasaría ahora conmigo, solo rezaba a los dioses porque los chicos pudieran llegar a Grover y al Vellocino.
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La verdad es que Luke, como el jodido hijo de puta que es, tiene un concepto retorcido de "no te mataré todavía para que veas que no soy tan malo".
Pasé un día entero en completa soledad, esposada y aburrida.
El problema es que mis músculos comenzaron a doler, sentía las piernas entumecidas, los hombros dolían de estar tirados hacia arriba, las muñecas se sentían como fuego ardiente de estar esposadas. Tenía hambre, no había comido nada desde que salimos del campamento y comenzaba a sentirme mareada.
En algún punto, me quedé dormida.
Sabía que era un sueño, estaba en un bosque y eso me dio mala sensación. La última vez que soñé estar en un bosque, un dios se me apareció y me amenazó de muerte.
Esta vez, era de día y lo primero que vi fue a una chica de cabello marrón tan largo y ondulado que caía como una cascada de agua, entrelazado con diminutas flores blancas. Estaba sentada cerca de un río mientras tomaba flores silvestres para armar una especie de corona muy bonita.
Tarareaba y parecía perdida en su trabajo.
Era preciosa, una náyade sin duda.
Ella levantó los ojos hacía mí, eran verdes como manzanas, iguales a los míos.
—Hola —murmuré acercándome a ella. Pero no me devolvió el gesto.
En realidad, parecía como si estuviera viendo a través de mí. Miré por encima de mi hombro para ver qué era lo que ella veía.
Era otra náyade, que se acercaba sonriente. Yo conocía esa sonrisa, era la sonrisa de tener un jugoso chisme para contar.
—Adivina qué —tarareó la segunda náyade sentándose a su lado.
—Habla de una vez, Cirene —dijo la primera—, sabes que no tengo paciencia para las adivinanzas.
La tal Cirene rodó los ojos—. Eres demasiado aburrida a veces, Dafne.
¿Qué si me quedé de piedra, con la boca abierta cual sapo? Sí, eso es obvio.
Ella era Dafne, la náyade a la que mi padre hechizó para que odiara a Apolo y que luego acabó convertida en laurel.
—La cosa es así, resulta que acabo de ver a una de nuestras hermanas coquetear con un dios y...
—Esa no es ninguna novedad —espetó Dafne—, y me llamás aburrida a mí. ¿Cuándo no has visto a un dios coquetear con una ninfa?
—Bueno...
—Cirene, si vas a contarme chismes, asegurate que sea algo de verdad interesante.
Cirene soltó un suspiro resignada.
—A tí nada te parece interesante.
Dafne se encogió de hombros.
—Los dioses correteando detrás de ninfas, ese es cuento de todos los días —dijo—, y ni siquiera lo entiendo.
Cirene se acostó en el césped, mirando al cielo y disfrutando de la brisa.
—¿El qué?
—Los amantes de los dioses siempre tienen finales tristes, y los pocos que han conseguido un final feliz casándose con ellos tiene que soportar a sus nuevos amantes —respondió bajando la corona, sus ojos mostraban que estaba decepcionada y frustrada—. ¿Por qué alguien querría vivir así? A mí no me gustaría nada tener que compartir a mi esposo con alguna ninfa salida de quién sabe dónde o con alguna mortal.
«Bueno...tiene razón» pensé.
—Si piensas así no vas a conseguir novio nunca, Dafne.
—¿Y quién te ha dicho a ti que yo quiero un novio? No, ni hablar, mucho menos un esposo —dijo negando con la cabeza—. Estoy perfecta y feliz estando sola.
Cirene no comentó nada más. Se mantuvieron calladas un rato, mientras Dafne retomaba su tejido floral.
Pero supongo que al final, Cirene no pudo contenerse de contarle otro chisme.
—Entonces tengo algo que sí es interesante —dijo sentándose de golpe.
—¿Qué cosa?
—Escuché por ahí, que Apolo se burló de Eros.
Solté un jadeo, sintiendo como si un nudo se me formara en el estómago.
«Oh no» pensé mirando a todos lados preocupada.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó asombrada.
—No tengo idea, algo sobre sus capacidades para la arquería; pero la cosa es que Eros ha jurado que se las va a pagar.
Dafne hizo una mueca con los labios.
—Eso no va a terminar bien —dijo—. Eros puede ser un dios bastante despiadado cuando se lo propone, y Apolo también es muy rencoroso.
—Exactamente, quién sabe cuando esos dos logren quedar satisfechos —comentó Cirene—, siento pena por la pobre alma que quede atravesada en el fuego cruzado.
Me sentí pésimo, porque Apolo había tenido razón aquella vez, en mi otro sueño.
Dafne era inocente al igual que yo, y ambas habíamos quedado en medio y pagado las consecuencias de la arrogancia de dos dioses.
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Me desperté cuando sentí ruidos de la puerta abriéndose. Estaba agotada y me dolía todo el cuerpo, ya ni sabía cuánto tiempo llevaba ahí, solo que era de día porque el sol entraba por la ventana.
La puerta se abrió, y quién entró fue Chris Rodriguez.
Entró cargando una bandeja con comida. Al verme, hizo una mueca y se acercó rápidamente.
—Hey, hola —murmuró dejando la bandeja en el piso—. ¿Cómo te sientes?
En el momento en que se acercó, le di una patada en la cara.
—¡Eso...es por traidor! —le dije. Tenía la voz ronca, y aquel movimiento me había tomado un gran esfuerzo.
Chris se frotó el rostro, tenía sangre en el labio donde lo había golpeado.
—Sí...debí suponer que podías reaccionar así.
—Erre es korakas! —espeté con dificultad.
Chris me miró con culpa, podía sentirla ardiendo bajo su piel con tal intensidad que llegaba a ser un poco asfixiante.
—Sé que estás enojada por todo, lo entiendo —dijo acercando la bandeja hacia mí. Tenía un plato de sopa, pan y agua—. Me agradas, Darlene; no eres una mala chica y siempre fuiste amable con todos en el campamento, pero a veces es necesario...
—No me vengas con ese discurso ridículo de Luke. —Solté tratando de acomodarme mejor—. Ustedes están locos, traer a Cronos de nuevo a la vida va destruir el mundo, ¿y todo para qué? ¿Por qué quieren hacer pagar a sus padres?
Chris respiró profundo, mirándome como si hablar conmigo fuera tratar de explicarle algo complejo a un niño pequeño.
—Los olímpicos destronaron a sus padres —respondió—, es nuestro turno.
—¡¿Y qué hay de los mortales?! Ellos también se verán afectados.
—No tiene que ser así, Dari —dijo cortando trozos del pan—, sé que te debe preocupar tu familia humana, si te unieras a Luke, ellos podrían ser protegidos y...
—Entonces se resume a eso ¿no? ¿Elegir entre mi familia humana y mi padre?
Chris frunció el ceño—. Ese es tu problema, que tu padre te haya prestado atención no significa que el resto haya pasado por eso. ¡Yo ni siquiera sé quién es el mío!
Baje la vista, apenada porque Chris sí tenía razón en eso. Él aún no había sido reconocido, su padre ni siquiera se había manifestado y era lógico que estuviera resentido, pero yo tampoco tenía la culpa de que el mío sí lo hubiera hecho.
Chris tomó una cuchara e intentó alimentarme.
—¿No sería más fácil que me soltaras?
Él se rió.
—Sí, no lo creo. Entre la patada que le diste a Luke y la que me acabas de dar a mí no tienes posibilidades de que te suelten de ninguna manera. —Dijo burlón—. Tienes suerte de que te esté alimentado, Luke está furioso contigo.
Me alimentó rápido, y sin decir nada más. Fue una comida pobre para lo que normalmente suelo comer, pero mi estómago estaba agradecido y me sentí un poco mejor cuando terminé.
Chris colocó todo en la bandeja de nuevo y se puso de pie.
—El señor Cronos resucitará, Darlene. —Dijo deteniéndose en la puerta antes de salir—. El Olimpo que nos rechazó será destruido, es mejor que lo aceptes antes de que sea demasiado tarde para salvarte.
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