006.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴜɴᴛᴇʀꜱ ᴄᴏʟʟᴇᴄᴛɪɴɢ ᴘᴏɪɴᴛꜱ ꜰᴏʀ ᴀ ʙᴇᴀᴛɪɴɢ

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀꜱ Qᴜᴇ ᴀᴄᴜᴍᴜʟᴀɴ ᴘᴜɴᴛᴏꜱ ᴘᴀʀᴀ ᴜɴᴀ ᴘᴀʟɪᴢᴀ 

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

A LA MAÑANA SIGUIENTE, después de desayunar, Percy nos contó su conversación con Tyson.

Estábamos sentados con Grover en un prado nevado y mirábamos cómo los sátiros perseguían a las ninfas. Ellas habían prometido besarlos si las atrapaban, cosa que difícilmente ocurría, porque las ninfas dejaban que los sátiros se pusieran a cien y, en el último momento, se convertían en árboles cubiertos de nieve. Y ellos, claro, se iban de cabeza contra los troncos y se ganaban, además, el montón de nieve que se les venía encima con la sacudida.

—¿El Princesa Andrómeda?

—Sí. Al parecer tienen espíritus que le protegen de las tormentas de mi padre, de no ser por eso ya lo habrían aplastado.

—Deben haber reforzado la seguridad después de que Apolo me sacara —murmuré en voz baja.

—¿Qué te sacara quién?

—¡Ares! —exclamé, Percy me dio una clara mirada.

"Sé que estás mintiendo, me lo terminaras diciendo en algún momento"

Y yo solo me encogí de hombros, odiaba mentirle; pero no tenía ganas de hablar del "señor soy el centro del universo, admiren mi perfección, simples mortales".

—Entonces, ¿el canal de Panamá? —preguntó Grover—. Eso está muy lejos.

Arrugué el entrecejo. ¿Por qué habría llevado Luke su crucero infestado de demonios hasta allá abajo? La última vez que lo vimos iba bordeando la costa Este mientras reclutaba mestizos y entrenaba a su monstruoso ejército.

Luego Percy nos contó su sueño. Cuando acabó, Grover empezó a retorcerse con los dedos el pelaje de la pierna.

—¿El techo de la cueva se desmoronó sobre ella?

—Exacto. ¿Qué crees que significa?

—No lo sé. —Dijo negando con la cabeza—. Pero después de lo que Zoë ha soñado...

—¿Cómo? ¿Zoë ha tenido un sueño parecido?

—No... no lo sé con exactitud. Hacia las tres de la mañana se presentó en la Casa Grande diciendo que quería hablar con Quirón. Parecía muerta de pánico.

—Un momento... ¿Y tú cómo lo sabes? —cuestioné comiendo una manzana

Grover se sonrojó.

—Yo había, esto... acampado cerca de la cabaña de Artemisa.

—¿Para qué?

—Pues... para estar cerca de ellas.

—Eres un vulgar acosador con pezuñas —espeté frustrada, a mi lado, Percy soltó una carcajada.

—¡No es cierto! Bueno, el caso es que la seguí hasta la Casa Grande, me escondí tras un matorral y desde allí lo vi todo. Ella se enfadó muchísimo cuando Argos no la dejó pasar. Fue bastante violento.

Intenté imaginarme la escena. Argos era el jefe de seguridad del campamento: un tipo grandote y rubio, con ojos diseminados por todo el cuerpo. Raramente se dejaba ver, a menos que sucediera algo muy grave. No me habría atrevido a apostar en una pelea entre Argos y Zoë.

—¿Qué dijo ella? —preguntó mi amigo.

Grover hizo una mueca.

—Bueno, cuando se enfada se pone a hablar de esa manera anticuada y no resulta fácil entenderla. Pero era algo así como que Artemisa estaba en un aprieto y que necesitaba a las cazadoras. Luego le espetó a Argos que era un patán sin seso... Creo que es un insulto. Y él llamó...

—¡Uf!, espera. ¿Cómo va a estar Artemisa en un aprieto?

—Eh... Bueno, finalmente apareció Quirón en pijama y con la cola llena de rulos...

—¿Se pone rulos en la cola? —Grover se tapó la boca.

—¿Y qué si lo hace? —cuestioné rodando los ojos—. Hay que mantener semejante apariencia.

—Perdón. Continúa —dijo Percy.

—Bueno, Zoë le dijo que necesitaba su permiso para salir del campamento de inmediato. Pero Quirón se negó. Le recordó a Zoë que las cazadoras debían quedarse hasta recibir órdenes de Artemisa. Y ella respondió... —Grover tragó saliva—. Dijo: «¿Cómo vamos a recibir órdenes de Artemisa si se ha perdido?»

—¿Qué significa eso de «perdido»? ¿Que no encuentra el camino?

—No. Supongo que se refería a que ha desaparecido. Que se la han llevado. Que la han raptado.

—¿Raptado? ¿Cómo van a raptar a una diosa inmortal? ¿Es eso posible?

—Por supuesto que sí, Percy. A Persefone le pasó —dije encogiéndome de hombros.

—Ya, pero ella era algo así como la diosa de las flores...

Grover lo miró ofendido.

—De la primavera.

—Bien, como quieras, pero Artemisa es muchísimo más poderosa. ¿Quién sería capaz de raptarla? ¿Y por qué?

Grover meneó la cabeza con pesadumbre.

—No lo sé. ¿Cronos?

—No puede ser tan poderoso aún. ¿O sí?

La última vez que supimos de Cronos, era un montón de partes descuartizadas.

Miles de años atrás, después de la guerra entre dioses y titanes, los dioses lo cortaron en pedacitos con su propia guadaña y diseminaron los restos por el Tártaro, que viene a ser un cubo de reciclaje sin fondo que tienen los dioses para sus enemigos.

El verano pasado, vimos en el crucero infernal de Luke un gran ataúd dorado. En su interior, según nos dijo, estaban rescatando poco a poco del abismo al señor de los Titanes: cada vez que alguien se unía a su causa, se añadía un pedacito más a su cuerpo. Cronos ya podía influir y engañar a la gente a través de los sueños, pero no lograba imaginar cómo iba a secuestrar a Artemisa si todavía era un montón maligno de restos.

—No lo sé —dijo Grover—. Creo que se sabría si Cronos estuviera recuperado por completo. Los dioses estarían mucho más nerviosos. Pero, aun así, es raro que tú hayas tenido una pesadilla la misma noche que Zoë. Es casi como si...

—Estuvieran relacionadas —dijimos Percy y yo al mismo tiempo.

En medio del prado helado, un sátiro empezó a derrapar sobre sus pezuñas detrás de una ninfa pelirroja. Ella soltó una risita, abrió los brazos y ¡plop!, se convirtió en un pino cuyo duro tronco fue a besar el sátiro a toda velocidad.

—¡Ah, el amor! —gimió Grover con expresión soñadora.

Yo rodeé los ojos, Grover ya me había estado preguntando sobre el amor desde hace algunas semanas. Quería saber si tendría alguna novia pronto.

Parecía pensar que era una especie de adivina de feria con una bola de cristal para predecir las parejas.

—Tengo que hablar con ella —dijo Percy—. Tengo que hablar con Zoë.

—Antes de que lo hagas... —Grover sacó algo del bolsillo de su abrigo. Era un tríptico, como un folleto de viajes—. ¿Recuerdas lo que dijiste, que era raro que las cazadoras se hubieran presentado sin más en Westover Hall? Creo que tal vez estaban siguiéndonos.

—¿Siguiéndonos? ¿Qué quieres decir?

Nos dio el folleto. Era sobre las cazadoras de Artemisa.

—¡Se parece al que me dieron cuando nos ofrecieron a Bianca y a mi a unirnos a la cacería!

—Lo encontré en la mochila de Annabeth —aclaró Grover.

—No te entiendo —dijo Percy confundido.

—Bueno, a mí me parece que... quizá Annabeth estaba pensando en unirse a ellas.

Me gustaría decir que me tomé bien aquella noticia.

No me parecía un mal destino, y si era lo que Annabeth quería, la apoyaría completamente.

Lo que me molestaba, era la cara de Percy.

Parecía que alguien hubiera pateado a un cachorro frente a él. Estaba destrozado aunque no quisiera mostrarlo, y eso, me destrozaba a mí.

Intenté mantenerlo ocupado el resto del día, aunque no sirvió de mucho porque estaba muy angustiado por Annabeth. Sus emociones negativas comenzaban a deprimirme.

Asistimos a una clase de lanzamiento de jabalina, pero el campista de Ares que se encargaba de darla nos echó enfurecido cuando Percy se distrajo y lanzó la jabalina antes de que él pudiese apartarse. Así que lo llevé a los establos de pegasos, pero Silena estaba discutiendo con una de las cazadoras y decidimos que era mejor no meternos.

Luego nos sentamos en la tribuna de la pista de carreras de carros y nos quedamos allí, en un silencio incómodo. Cuando Percy estaba así de enfurruñado, era difícil de tratar de ayudar porque se negaba a hablar conmigo.

En los campos de tiro al arco, Quirón estaba dirigiendo las prácticas de puntería.

—Deberías ir —dijo finalmente.

—¿Qué?

—Sé lo mucho que te diviertes en esas clases, y yo no soy la mejor compañía ahora mismo.

«Dicho de otro modo, quieres que te deje solo y no te animas a echarme» pensé amargamente.

—Claro —murmuré en voz baja.

Me marché sintiendo como mi corazón se quedaba con él. Odiaba dejarlo solo cuando estaba así, pero como siempre, me apartaba cuando sentía que todo a su alrededor se caía a pedazos.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Después de la clase de Quirón intenté hablar con Bianca.

Desde que habíamos llegado al campamento no le había dirigido la palabra a Nico y él cada vez parecía más molesto con ella.

Entendía que ahora que era una cazadora quisiera pasar tiempo con ellas y hacer amigas, pero Nico nunca dejaría de ser su hermano y en unos días cuando se fueran, iban a separarse por quién sabe cuánto tiempo.

Nico seguiría siendo mortal, envejecería y ella se lo perdería. Un día podría venir al campamento y encontrarse a aquel niño pequeño convertido en todo un adulto, debería intentar al menos disfrutar su tiempo en el campamento con él lo más que pudiera.

Ya después tendría tiempo con sus nuevas amiguitas.

Me paré delante de la puerta de la cabaña de Artemisa, sabiendo que al parecer para estas chicas, yo era un ser tonto, ingenuo y que no merecía ni una pizca de su respeto.

Silena me había dicho que la cabaña de Afrodita era vista por ellas del mismo modo, así que ya me hacía a la idea de que no sería bien recibida.

Lastima que a mi me importaba un carajo.

Vine por Bianca y si a ellas les molestaba bien podían irse al Inframundo que yo misma les daría un pase directo.

Podía sentir los cuchicheos y las risas del otro lado, y cuando golpeé, se detuvieron al punto de sentirse como si la cabaña estuviera vacía.

Zoë fue quien abrió.

—¿Qué?

—Necesito hablar con Bianca.

Detrás de ella, estaban casi todas las cazadoras apretujadas para poder verme. No alcazaba a ver a Bianca, pero ella era bajita así que probablemente no se veía entre tantas chicas.

—No quiere —espetó con veneno—. Largo de aquí

«Ok, si vas a actuar así, yo también sé jugar este juego, cariño».

Enarqué una ceja y la miré como si fuera un insecto.

—¿Acaso te lo he preguntado? Dije que vine a hablar con Bianca no contigo, así que a menos que me lo diga ella misma, no me voy.

Entonces noté a Bianca abriéndose paso entre las demás con algo de timidez. Desde que se convirtió la noté más segura, pero supongo que ser el centro de un conflicto entre su nueva líder a la que quiere agradar mucho y alguien a quien ama, debe ser muy incómodo.

«Lo siento mucho, Bi; pero estas pesadas no me dejan opción» pensé sintiéndome mal por ella.

—No es lícito que hable con las de vuestra clase.

—Vaya, no sabía que ser una cazadora era igual que unirse a una secta —Algunas de las chicas detrás suyo se pusieron rojas de enojo y otras murmuraron cosas bastante desagradables que no me importaban—. La señora Artemisa te dijo que actuaras como ella, no que te creyeras la gran cosa. ¿O tengo que recordarte que ella me consideró digna de su protección? Ahora, deja de ser una mierda mimada con aires de superioridad y hazte a un lado.

—Te crees....

—Bianca, será mejor que salgas porque si me haces seguir hablando con esta, es muy probable que limpie el suelo de tu cabaña con su cabello —espeté entre dientes.

Zoë dio dos pasos hacia mí, mirándome fijamente y con tanto asco hasta que un poco más y podía sentir su aliento en mi rostro.

—He de reconocer que no sois como las hijas de Afrodita —murmuró—, se nota que tienes muy presente la sangre de Ares en tí, pero no dejas de ser una de sus descendientes.

»No me sorprendió que rechazaras la oferta de la señora Artemisa, las chicas como vos no tienen ni idea del mundo real, viven en una burbuja rosa de castillos de princesas y principes gallardos que las salvaran con un beso. Viven creyendo que el amor es todo en la vida y tarde caen en la realidad, cuando ya no pueden ingresar a la cacería y solo les queda resignarse. Son tan tontas.

—¿A ver si entendí? —cuestioné con tono burlón—. Para tí solo hay dos tipos de chicas: las tontas que rechazan la cacería y las súper inteligentes que la aceptan. ¿Y me quieres hacer creer que no son una secta? Decirle a la gente que si no se unen a ti es porque son tontas, no es una buena estrategia de marketing.

Zoé frunció los labios con ira.

—Tarde o temprano vais a acabar dándome la razón, vas a arrepentirte de no haber aceptado.

—Si acabo arrepintiéndome será mi problema —respondí—. Ahora quítate del medio, vine a hablar con Bianca, no contigo.

—Y Zoë te ha dicho que no —refutó otra chica. Pronto todas estaban soltando improperios contra mí, mientras yo solo miraba fijamente a Zoë haciéndole saber que no me iría sin importar qué.

Estaba comenzando a ponerme de bastante malhumor. Tomé la coleta que suelo llevar en la muñeca y me até el cabello.

—Miren, claramente tienen un serio problema conmigo que realmente no me interesa...

—Por supuesto que tenemos un problema contigo, eres la bastarda del hijo de puta que se divirtió haciendo que nos rompieran el corazón a todas—espetó una pelirroja.

¿Adivinen quién va a necesitar que le acomoden los huesos de la nariz?

La chica se cayó de espaldas luego del puñetazo que le dí, rodeada por los jadeos sorprendidos de todas las cazadoras.

—¿Saben? Para tener más años que las pirámides, parece que la vejez no les enseñó modales, incluso en Bambi lo dicen "si no tienes nada bonito que decir, mejor quédate callado" —dije mirando a la chica en el suelo—. Así que viendo que no lo entendieron, aquí va mi consejo.

»Yo que tú, no insultaría a un padre delante de su hija muy amada —murmuré abriendo y cerrando los dedos de mi puño ensangrentado—, nunca termina bien para el que lo hace.

—¡¿Pero quién crees...?!

—Esta es mi realidad, Zoë —la corté con un tono seco—. Eros ha sido un excelente padre conmigo, así que espero entiendas que no puedo permitir que alguien lo insulte frente a mí sin haber nada. ¿Al menos comprendes mi sentido de lealtad hacia él, no?

»Dime, ¿no reaccionarías igual si alguien insulta a la señora Artemisa?

Las cazadoras no respondieron, todas me miraron con odio pero ninguna se atrevió a replicar. Sabían que yo tenía razón y que la pelirroja a quien golpeé había cruzado un límite sin saber qué consecuencias podría haber.

Supongo que ninguna de ellas esperaba que reaccionara así. Las chicas de Afrodita no tienen la necesidad de mancharse las manos cuando saben destrozar a alguien con las palabras.

Lamentablemente para las cazadoras, yo no era hija de Afrodita.

Mi padre era considerado a veces como el ejecutor de la diosa. Así que soy más de palabras y puños.

—Bianca —volví a llamar.

Ella asintió mirando con cuidado a las cazadoras que parecían haberse chupado un limón. Pasó con cuidado por entre ellas y me siguió fuera de la cabaña.

—Ah —dije dándoles una última mirada antes de bajar el porche—. Y yo que tú no andaría llamando bastardo a la gente, sobre todo en un campamento donde al menos el 90% son hijos ilegítimos, y aún menos considerando que la misma Artemisa nació de una infidelidad.

Darlene enfrentando a las cazadoras:

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top