003.ᴀʙᴏᴜᴛ ʙʟᴏᴡɪɴɢ ᴜᴘ ᴀ ᴄʀᴜɪꜱᴇ ꜱʜɪᴘ

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ꜱᴏʙʀᴇ ᴠᴏʟᴀʀ ᴜɴ ᴄʀᴜᴄᴇʀᴏ ᴘᴏʀ ʟᴏꜱ ᴀɪʀᴇꜱ

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

PERCY

ALESSANDRA ME ESCOLTÓ POR LA CUBIERTA HASTA LA PRIMERA TERRAZA.

La hija de Nike era bastante fuerte, y una excelente actriz, no dudaba que sería capaz de apuñalarme cientos de veces antes de que lograra sacar a Contracorriente si era necesario.

—Llegas tarde, Percy. —Luke estaba allí, con una sonrisa en su rostro cruzado por una gran cicatriz Iba con tejanos, camiseta blanca y chancletas, como un estudiante cualquiera. Pero sus ojos decían la verdad. Eran de oro macizo—. Hace días que te esperamos.

Al principio sonaba normal, como Luke, pero después su cara se contrajo y todo él se estremeció de pies a cabeza como si acabara de tragarse un brebaje asqueroso. Su voz se hizo más grave, más antigua y poderosa: la voz del titán, del señor Cronos.

Sus palabras, afiladas como una hoja de acero, me provocaron escalofríos.

—Vamos, inclínate ante mí.

—Sí, ya, lo tienes claro.

—Ha dicho que te inclines —murmuró Alessandra con voz fría.

Me dio una patada en la parte posterior de las rodillas y me forzó a arrodillarme ante Luke.

Miré con furia a mi alrededor. Un regimiento de gigantes lestrigones se apostó a ambos lados de la piscina: cada uno de dos metros y medio de estatura, con brazos tatuados, armadura de cuero y porras erizadas de pinchos. Por encima de Luke, el techo se llenó de semidioses arqueros. Dos perros del infierno saltaron de la terraza de enfrente y se acercaron gruñendo.

No sabía si la conciencia de Luke continuaba viva en el interior de aquel cuerpo. Quizá sí, por aquella forma de cambiar de voz... O quizá sólo era Cronos, que estaba adaptándose a su nueva forma. Me dije que no importaba.

Luke había sido un tipo retorcido y maligno mucho antes de que Cronos se apoderarse de él.

Una voz susurró en mi interior: «Tendré que luchar con él tarde o temprano. ¿Por qué no ahora?».

—Ven aquí —dijo Luke sonriendo como si hubiera adivinado mis pensamientos—. Si te atreves.

—Mi señor...

—Basta, Lessa —gruñó Luke—. Sé lo que hago.

Ella me soltó bruscamente, se marchó lejos de la terraza.

La horda de monstruos se abrió en dos. Ascendí por la escalera con el corazón desbocado. Estaba casi seguro de que alguno me apuñalaría por la espalda, pero me dejaron pasar.

Me palpé el bolsillo y descubrí que el bolígrafo ya estaba allí. Lo destapé y Contracorriente creció hasta adoptar su apariencia de espada.

El arma de Cronos surgió sin más en sus manos: una guadaña de dos metros, la mitad de bronce celestial y la otra mitad de acero mortífero.

El tiempo se ralentizó. Quiero decir: literalmente. Cronos tenía ese poder. Traté de combatir su magia. Me concentré en el mar que me rodeaba: la fuente de mi poder. Había aprendido a canalizarlo a lo largo de los años, pero ahora no sucedía nada.

«Eh, océano —supliqué para mis adentros—. Si puede ser hoy, mejor que mañana».

Súbitamente, el barco dio un bandazo, derribando a los monstruos. Quince mil litros de agua salada se alzaron de golpe de la piscina, empapando a todos los que estábamos en cubierta. El remojón me revitalizó y rompió el hechizo temporal, cosa que aproveché para lanzarme a la carga.

Ataqué a Cronos con la espada en ristre, pero seguía siendo demasiado lento para él. Además, cometí el error de mirarlo a la cara: la cara de Luke, un tipo que había sido amigo mío en otra época. Por mucho que lo odiara, me resultaba difícil matarlo.

Cronos no tenía dudas y me lanzó un golpe de guadaña. Retrocedí de un salto. La maligna cuchilla no me tocó por los pelos, pero rajó la cubierta justo entre mis pies.

Asesté a Cronos una patada en el pecho y retrocedió tambaleante. Pero era mucho más pesado de lo que habría sido Luke y fue casi como darle una patada a un frigorífico.

Cronos me lanzó otro viaje con su guadaña. Lo intercepté con Contracorriente, pero el golpe era tan poderoso que sólo lo desvié. El filo me desgarró la manga y me arañó la piel. No era un corte serio en apariencia, pero sentí un estallido de dolor en esa zona del cuerpo.

Recordé lo que había dicho un demonio marino sobre la guadaña:

Cuidado, idiota. Al menor contacto, esa hoja te arrancará el alma.

Ahora comprendía lo que quería decir. No sólo perdía sangre; noté que se me iban la fuerza y la voluntad, incluso mi identidad.

Cronos soltó una risotada.

—Una pobre actuación, Percy Jackson. Según me dice Luke, nunca has sido rival para él con la espada.

Empezaba a ver borroso. No me quedaba mucho tiempo.

—Luke tenía muchos humos y una cabeza muy dura —dije—. Pero al menos aquella cabeza era suya.

—Una lástima tener que matarte ya —murmuró pensativo—, antes de desarrollar todo el plan. Me habría encantado ver tu expresión de horror cuando entendieras cómo voy a destruir el Olimpo.

—Nunca conseguirás llevar este barco a Manhattan. —Me palpitaba el brazo y manchas negras revoloteaban en mi campo visual.

—¿Y eso por qué, según tú? —Sus ojos dorados destellaron. Su rostro parecía una máscara inhumana iluminada desde atrás por un poder maligno—. ¿Tal vez estás pensando en tu amigo y en los explosivos? —Bajó la vista a la piscina—. ¡Nakamura! —llamó.

Un adolescente con armadura griega completa se abrió paso entre la multitud. Un parche negro le cubría el ojo izquierdo. Lo conocía, desde luego. Era Ethan Nakamura, el hijo de Némesis. El pasado verano yo le había salvado la vida en el laberinto y, a cambio, el muy sinvergüenza había contribuido a devolverle la vida a Cronos.

—¡Un éxito completo, mi señor! —declaró Ethan—Lo hemos encontrado tal como nos indicó.

Dio una palmada y un par de gigantes se adelantaron pesadamente arrastrando a Beckendorf. Alessandra venía con ellos, aburrida y empuñando la hoja de su espada contra la espalda de Beckendorf.

Casi se me paró el corazón. Mi compañero tenía un ojo morado y la cara y los brazos llenos de cortes. Ya no llevaba armadura y la camisa le había quedado hecha jirones.

—¡No! —aullé.

Beckendorf me miró a los ojos y luego se echó un vistazo a la mano, como si intentara decirme algo. Su reloj. No se lo habían quitado. No sabían que era el detonador.

¿Sería posible que los explosivos ya estuvieran instalados? No, no podía ser. Seguramente los monstruos los habían desactivado en el acto.

—Lo hemos encontrado cuando pretendía colarse en la sala de máquinas —dijo uno de los gigantes—. ¿Ya podemos devorarlo?

—Un momento. —Cronos miró a Ethan, frunciendo el entrecejo—. ¿Seguro que no ha colocado los explosivos?

—Iba hacia la sala de máquinas, mi señor.

—¿Cómo lo sabes?

—Hum... —Ethan se removió incómodo.

—Yo lo atrapé, mi señor —dijo Alessandra—. Lo encontré intentando abrir la puerta, tiene la bolsa llena de explosivos todavía.

Empecé a deducir lo ocurrido. Beckendorf los había engañado. Al comprender que iban a capturarlo, había dado media vuelta para despistarlos. Así los había convencido de que no había llegado aún a la sala de máquinas. ¡El fuego griego seguía activado! Pero eso no nos serviría de nada si no conseguíamos salir del barco y detonarlo.

Cronos vaciló.

«Ojalá se lo crea», rogué.

El dolor en el brazo era tan terrible que apenas podía soportarlo.

—Abran su bolsa —ordenó el titán.

Uno de los gigantes le arrancó a Beckendorf la bolsa que llevaba al hombro. Atisbó en su interior y le dio la vuelta. Los monstruos que había alrededor retrocedieron, presas del pánico.

La tensión en el aire era palpable mientras los monstruos se agolpaban alrededor de la bolsa de Beckendorf. Cronos y sus secuaces miraban con expectación, esperando confirmar si los explosivos aún estaban activos. Mi corazón latía desbocado, y el dolor en mi brazo se intensificaba con cada latido. Sabía que el destino de todos dependía de lo que sucediera a continuación.

Mientras el gigante examinaba el contenido de la bolsa, una sensación de pavor se apoderó de mí. Los monstruos a nuestro alrededor retrocedieron, presintiendo la inminente explosión. Algunos lanzaron gruñidos de miedo, mientras que otros huían desesperadamente en busca de seguridad.

El gigante, con una mezcla de curiosidad y temor en su rostro, estaba por darle la vuelta a la bolsa sin ningún cuidado.

—¡Idiota! —gritó Cronos con enojo, respiraba agitadamente, tratando de dominar su cólera—. Si haces eso vamos a volar todos.

Alessandra rodó los ojos, avanzó hacia el gigante y le quitó la bolsa de las manos. Sin perder un segundo, ella se acercó al borde del barco, alzando una de las latas de explosivos con determinación, lanzó la lata al mar con todas sus fuerzas. Un segundo después, una explosión ensordecedora sacudió el barco, enviando una columna de fuego y escombros hacia el cielo nocturno.

El pánico se apoderó de los monstruos y de los secuaces de Cronos. La onda expansiva de la explosión los lanzó por los aires y los hizo retroceder en un frenesí de confusión y terror.

Mientras intentaba recuperarme del impacto, observé cómo Alessandra se erguía triunfante en el borde del barco, su cabello revoloteando al viento y su rostro iluminado por el fuego que aún ardía en la cubierta. Esa chica podría ser actriz de películas de acción.

Cronos, aunque visiblemente molesto por el giro inesperado de los eventos, no podía negar el éxito de la explosión. Una sonrisa malévola se curvó en sus labios y, entre los gritos y el desorden, alzó la voz para hacerse oír.

—Muy bien hecho, Lessa querida —dijo con tono complacido—. Nunca me decepcionas.

Alessandra se volvió hacia Cronos, manteniendo la cabeza en alto y su mirada, aunque agotada, seguía siendo feroz.

—Gracias, mi señor —respondió—. No permitiré que nuestro enemigo se salga con la suya. Estoy dispuesta a darlo todo por la causa.

Mientras Cronos elogiaba a Alessandra, Ethan se mantenía a un lado, observando con odio en sus ojos. Su armadura griega relucía a la luz de las llamas, pero su expresión era sombría y llena de resentimiento. Era evidente que Ethan veía a Alessandra como una amenaza.

No entendía nada, pensé que esa bolsa no debería haber tenido fuego griego, las bombas deberían haber estado puestas. A no ser que....

Crucé una mirada con Beckendorf y le pregunté mentalmente, con la esperanza de que me entendiera:

"¿De cuánto disponemos?".

Juntó el índice y el pulgar, formando un círculo.

"Cero".

La bolsa que Alessandra había traído era un señuelo, con ellas nos habíamos ganado tiempo haciendo que Cronos de verdad pensara que en la sala de máquinas no había nada porque ellos tenían los explosivos.

Pero el detonador no tenía programada ninguna cuenta atrás. Si conseguíamos apretar el botón, el barco explotaría en el acto. Era imposible.

No podríamos alejarnos lo suficiente antes de activarlo. Los monstruos acabarían con nosotros primero, o desmontarían los explosivos, o ambas cosas.

Cronos se volvió hacia mí con una sonrisa torcida.

—Como ves, Percy Jackson, la adquisición de la bella Lessa ha sido un activo importante para mi ejército. Ella y Klaus eran el eslabón faltante, han sido muy útiles. Sabíamos que ibas a venir desde hace semanas.

Extendió la mano y sacudió una pequeña pulsera plateada con un amuleto en forma de guadaña: el símbolo del señor de los titanes.

Sabía lo que era. Era el mismo que tenía Silena.

—Un dispositivo de transmisión...un espía en el campamento.

Cronos sofocó una carcajada.

—No puedes fiarte de los amigos. Siempre acaban decepcionándote. Luke lo aprendió de la peor manera posible. Tira tu espada y ríndete, o tu amigo morirá.

Tragué saliva. Uno de los gigantes había agarrado del cuello a Beckendorf.

No estaba en condiciones de rescatarlo y, aunque lo intentara, lo matarían antes de que lograse llegar a su lado. Nos matarían a ambos.

Beckendorf articuló una palabra con los labios: "Huye".

Meneé la cabeza. Aunque habíamos hablado de esto, me sentía impotente de tener que dejarlo, no quería hacerlo.

El segundo gigante, el que casi había tirado al sueño las latas, lentamente dirigió su mano hacia el reloj que llevaba en la derecha.

Quise gritar "¡¡¡Noooo!!!".

Y entonces, una de las dracaenae que estaba abajo, junto a la piscina, dijo con su voz sibilante:

—¿Qué essstá haciendo? ¿Qué esss esa cosssa de sssu muñeca?

Beckendorf cerró los párpados y se llevó la mano al reloj.

También cerré los ojos, no me quedaba otra alternativa.

Le arrojé a Cronos mi espada como si fuera una jabalina. La hoja rebotó en su pecho sin hacerle un rasguño, pero el golpe lo sobresaltó y aproveché su desconcierto para abrirme paso entre la horda de monstruos y saltar por la borda hacia el agua, treinta metros más abajo.

Los monstruos chillaban y me maldecían asomados a la barandilla. Una lanza pasó rozándome la oreja y una flecha me desgarró el muslo, pero apenas tuve tiempo de sentir el dolor.

Me sumergí en el mar y ordené a las corrientes que me arrastraran lejos. Incluso a esa distancia, la explosión pareció sacudir el mundo entero. Noté una oleada de calor que me abrasó la nuca, mientras el Princesa Andrómeda estallaba y se convertía en una descomunal bola de fuego, una llamarada verde que se enroscaba en el cielo oscuro, consumiéndolo todo.

«Beckendorf», pensé.

Luego perdí el conocimiento y me hundí hacia el fondo del mar como un áncora.

Doble capitulo porque es muy literal del libro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top