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𝐓É 𝐘 𝐓𝐑𝐈𝐒𝐓𝐄𝐙𝐀
Una vez de vuelta en el laboratorio, Rick y Lia empezaron a separar las armas. Ambos pensaban igual: no entregarían todas a G, no eran idiotas. Ellos, al igual que el otro grupo, tenían personas a las cuales proteger, y todo serviría.
—Estas armas valen más que el oro. — Daryl, ansioso, daba vueltas por la habitación. — El oro no protegerá a tu familia ni te dará comida. ¿Darán todo por el chico?
Padre e hija decidieron ignorar a Dixon. Para ambos, Glenn era especial de alguna forma u otra.
—Si supiera que nos devolverán a Glenn, estaría de acuerdo. ¿Pero realmente creen que este tipo lo hará?
—¿Creen que G miente? — Miguel se metió en la conversación. Estaba sentado en el suelo.
—¿Eres parte de esto? — Daryl se acercó al chico. — ¿Quieres conservar tus dientes? — Le dio un golpe con la mano abierta en el rostro.
—La pregunta es, ¿confían en la palabra de este hombre? — Volvió a preguntar el moreno.
—No, la pregunta es: ¿qué apostarán? Podría ser más que armas o tal vez sus vidas. ¿Vale Glenn eso para ustedes?
—Si estoy vivo es gracias a Glenn. — Rick guardó su arma característica; Lia hizo lo mismo con la suya, además de haber separado las mejores armas para ellos, sabiendo cuáles eran gracias a su padre. — Yo no era nadie para él, solo un... idiota atrapado en un tanque. Podría haberse ido, pero no lo hizo. Y yo tampoco lo haré.
—Glenn es mi amigo. — Ahora era el turno de la castaña. — Salvó a mi padre, y estoy segura de que hubiera hecho lo mismo por ustedes, incluso por ti. — Se dirigió a Daryl. — Él es una buena persona, y este mundo necesita esa clase de gente. Gente que no dudaría en salvar a los demás sin conocerlos. No pienso dejarlo, no cuando me necesita.
—¿Entonces entregarán las armas?
—¿Nos crees tan tontos? — Preguntó Lia, lanzando una mirada desafiante. — Nosotros no vamos a cambiar de opinión; ustedes están a tiempo de irse si lo desean.
—Vuelvan al campamento.
—¿Y qué le diremos a su familia?
T-dog había decidido quedarse con eso dicho; ahora faltaba Daryl. Lia dirigió su mirada a él en busca de una respuesta, pero en lugar de recibir palabras, hubo un intercambio de miradas intensas. Un juego de voluntades silencioso, donde cada gesto y expresión hablaba más que las palabras.
Recibió un asentimiento de cabeza en respuesta. Lia lo miró con determinación, como si aceptara el desafío en el gesto del hombre. Le tendió un arma, sin romper la mirada desafiante de la chica.
La guerra de miradas terminó para Daryl y Lia cuando Rick se acercó a su hija. Sin decir una palabra, decidió colocar su sombrero sobre la cabeza de la castaña, como había hecho tantas veces antes del apocalipsis. Aquello era especial para ambos.
Dixon decidió poner una venda sobre la boca de Miguel para que no hable y los aturda en el camino. Cuando todo estuvo listo, decidieron que era momento de partir.
[•••]
Allí estaban ellos, frente a la gran puerta, rodeados por la tensión y algo de miedo, a decir verdad. Pensar que esa podría ser su última vez juntos; algo podría salir mal y terminarían muertos.
Malia no era de pensar cosas positivas cuando se trataba de una situación así. Ella solo imaginaba cómo podría morir. Aquello no la asustaba. Lo que sí la hacía temblar de miedo era que algo le sucediera a las personas que estaban con ella, especialmente a su padre.
La vieja puerta de madera se abrió rechinando. Los del otro grupo los dejaron pasar. Daryl empujó a Miguel para que fuera el primero, luego él y los demás.
—Veo mis armas, pero no están todas en la bolsa. — Fue lo primero que dijo Guillermo.
—Porque no son tuyas. Creo que ya te lo dije. — Rick fue quien habló.
—Matemos a estos tontos ahora mismo. — Uno de los secuaces de G fue quien lo dijo.
—¡Espera un momento! — Habló su líder. Ahora volvió a dirigirse al Grimes. — Creo que no entiendes bien la gravedad de la situación.
—No, lo tenemos bien claro. — La chica cortó la cuerda que ataba a Miguel y lo empujó hacia Guillermo. — Ya tienen al suyo. Ahora quiero al mío.
—Voy a cortar al muchacho, se lo daré de comer a los perros. — Se acercó a la castaña en un intento de intimidación, cosa que no movió un pelo en ella, pero sí puso alerta a los tres hombres presentes. — Son los perros come hombre más temibles que hayas conocido. Yo misma se los compré a Satán. — La fémina no pudo evitar soltar una carcajada sarcástica ante lo dicho. — Te dije cómo debía hacerse, ¿acaso eres sorda?
—Mis oídos están perfectos, Guillermo. Dijiste que vinieramos armados. — Cargaron las armas en forma de amenaza y los apuntaron, Rick fue directo al jefe. — Así que aquí estamos.
La tensión en el aire era palpable. Ambos grupos se apuntaban entre ellos. En cualquier momento la guerra daría inicio y Lia sabía que ellos no iban a sobrevivir, pero se llevaría un par con ella a la tumba. No caería sin dar pelea.
—¡Felipe! — Una voz se hizo presente entre todos. Una anciana se abrió paso entre los hombres. — ¡Felipe!
—¡Abuela, vuelve con los demás!
—Quiten a esa anciana del medio. — Se quejó Daryl.
—¡Abuela! Escucha a tu nieto, ¿sí? — Guillermo se metió, esperando a que la mujer mayor se fuera y no viera esa escena. — No tienes que estar aquí ahora.
—El señor Gilbert tiene problemas para respirar. Él necesita el remedio para el asma. Carlos no lo encontró. Necesita la medicina.
Lia fue bajando su arma con lentitud, seguida por su padre. No iba a pelear al frente de aquella mujer; podría salir herida.
—¡Felipe encárgate de esto! — Ordenó G. — ¡Llévate a tu abuela!
—Abuela, ven conmigo, por favor.
—¿Quiénes son estas personas? — La mujer mayor parecía desconcertada, sin saber que estaba pasando allí.
—Por favor, abuela. — Rogaba Felipe, intentando que le hiciera caso. — Ven conmigo.
La anciana no hizo caso, simplemente se acercó a padre e hija, alterada. Al parecer, al ver el uniforme de Rick y el sombrero de Lia, se había alterado.
—Por favor, no se lo lleven. — Le pidió, no, le imploró en realidad al Grimes mayor.
—¿Señora?
—Felipe es un buen muchacho. — Lo interrumpió. — Tuvo algunos problemas, pero él ya se recuperó. Lo necesitamos aquí.
—Señora... no vinimos a arrestar a su nieto. — Explicó el sheriff.
—Entonces, ¿para qué es que lo quieren?
—Él nos está ayudando. — La castaña encontró una excusa rápida, sin intención de preocupar a la mujer. — Nos está ayudando a buscar a un desaparecido, se llama Glenn.
—¿El chico asiático?
—Sí. — Lia sonrió mostrando sus bellos dientes. Él estaba bien. — ¿Sabe dónde está?
—Está con el señor Gilbert. — La anciana estaba feliz de saber que a su nieto no le pasaría nada. Parecía no saber el desastre que había afuera en las calles. — Vengan, vengan. Les mostraré. — La señora se abrió paso entre los demás hombres que anteriormente los estaban apuntando. — Necesita su medicina.
Lia se quedó quieta en su lugar, mirando a G esperando a que les dé la orden a sus muchachos.
—Déjenlos pasar. — Suspiró resignado.
Caminaron siguiendo los pasos de la mujer. Rick fue el primero, sin querer arriesgar a Malia por si todo resultaba ser una trampa. La segunda fue ella, dispuesta a repartir balas si alguno iba en contra de su grupo, seguida de Daryl y T-dog.
Salieron por la puerta trasera, caminando un par de metros se encontraron unas escaleras que debían subir. La castaña se ofreció su brazo a la anciana, en un grato gesto de agradecimiento por llevarlos con Glenn. La contraria aceptó gustosa, regalándole una cálida sonrisa a la menor.
—Pero qué chiquilla tan buena. — Sonaba feliz. — Me hubiera gustado tener una nieta para consentir. Una linda niña a la cuál peinar y vestir.
—Yo siempre quise una abuela que me cocinara galletas. — Ahora ella sonrió, recordando a la madre de Rick. Quizá no había sido ese tipo de abuela, pero el cariño nunca le faltó.
Siguieron hasta llegar a otro patio, ese lugar parecía un laberinto. Entraron a lo que parecía un geriátrico, el olor a viejo lo hacía notar. Había algunos ancianos esparcidos por el lugar.
Rick se detuvo un segundo y con él su hija. Una enfermera le estaba dando de beber algo a una mujer mayor. Un sentimiento se instaló en el pecho de ambos Grimes tan solo al saber que aún había personas con humanidad que se preocupaban por los demás.
Lia, por educación, se quitó el sombrero. Siguieron a Felipe y su abuela hasta llegar a lo que parecía un salón. Varias personas estaban rodeando a un hombre en silla de ruedas, entre ellos el asiático.
—¡Glenn! — La voz de la castaña salió por sí sola y su corazón se aceleró al verlo vivo. No dudó en tirarse a los brazos del mencionado, sintiendo una calidez en su pecho. Rhee la rodeó, levantándola un par de centímetros del suelo. — Estás bien. — Afirmó, en un pequeño susurro. — Carajo, estaba tan asustada.
—Estoy bien. — Sonrió, gustoso de sentir el calor amistoso de aquel abrazo.
Se separaron, pero la menor tomó la cara de su amigo entre sus manos, inspeccionando que no tuviera ningún rasguño.
—Si te hicieron algo, te juro que empezaré a repartir balas ahora mismo...
—Lia, estoy bien. — Volvió a afirmar, sabiendo que su amiga era capaz de hacer lo que dijo.
—¿Qué diablos es esto? — Rick interrumpió aquel momento, analizando el lugar con la mirada.
—Un ataque de asma. — Contestó el asiático. — De repente se quedó sin aire.
—Pensé que te estaban comiendo los perros, hombre. — T-dog parecía regañar a Glenn. Este último volteó su mirada, guiando a los demás a unos pequeños perros chihuahuas que estaban acostados.
Los ojos de la castaña brillaron. Era amante de los perros y agradecía que algunas personas se tomaran el tiempo de rescatarlos y cuidarlos. No confiaba en la gente a la que no le gustaban los animales.
—¿Puedo hablar contigo? — El Grimes se dirigió a G. Apenas se alejaron un poco, dijo: — Eres el sujeto más idiota que conocí. Llegamos aquí listos para matarlos a todos. — La menor se acercó a ambos, dispuesta a entrar en la conversación.
—¿Sabes el cargo de conciencia que tendríamos? Esto pudo terminar mal. — Siguió a su padre.
—Me alegra que no haya terminado así.
—Si hubiera sido así, hubiéramos sido los responsables. — El de ojos azules estaba preocupado, pues ese final hubiera sido diferente de no ser por la abuela de Guillermo.
—Y yo también. Habríamos respondido, no habría sido la primera vez. Protegemos la comida, los remedios, lo que queda. Está gente, los ancianos. Los empleados se fueron, los dejaron morir aquí. — Los Grimes recorrieron su mirada entre las personas que estaban allí. — Solo Felipe y yo nos quedamos.
—¿Qué son? ¿Médicos?
—Felipe es enfermero, de cuidados especiales. Yo soy un guardia.
—Son buenas personas. — Aquello fue un susurro de los labios de Lia, arrepentida de la idea con la que había llegado.
La abuela de Felipe llegó con ellos, tomando cariñosamente la mano de la joven. Aquello la sorprendió.
—Querida, quiero presentarte a mis amigas. — La amabilidad de aquella mujer hizo que su corazón se derritiera. Miró a su padre esperando su aprobación, y la tuvo. Rick asintió con la cabeza.
Se dejó guiar por el geriátrico. La señora saludaba a todos sus conocidos hasta llegar a una mesa lejana, donde dos mujeres de casi su edad la estaban esperando.
—¿Quieres té, dulzura? — Una de ellas le ofreció aquella infusión. Malia asintió, dispuesta a disfrutar el poco rato que tendrían ahí. — Qué bonita eres, me recuerdas a mi hija. Ella se fue y no volvió. — La melancolía se hacía notar en su voz. — Pero estoy segura de que vendrá a verme.
—Gracias. — Murmuró, con un hilo de voz. Tomó la taza de porcelana y la llevó hasta su boca; el vapor golpeó su rostro y bebió el contenido caliente. — Está delicioso.
—¿Vendrás seguido? — La abuela de Felipe preguntó, tomando asiento. Lia se quedó de pie, sin querer encariñarse mucho.
—No puedo. — Su garganta se secó. — Es difícil mi situación.
—Oh, querida. — Se lamentó la mujer.
—Grimes. — La voz de Dixon llamó su atención, haciendo que volteara. Daryl vio sus ojos, algo rojos por las ganas de llorar que tenía. — Ya nos vamos. — Fue lo único que pudo decir, quedándose quieto en su lugar esperándola.
—Nos vemos, querida. — Se despidieron las señoras, sonriendo de manera amable.
—Gracias por el té.
Se dio media vuelta para irse. Su corazón estaba acelerado y sentía mucha tristeza por la mujer cuya hija se fue y no volvió. Ella nunca podría hacer eso, abandonar a su madre a su suerte. Quizá tengan desacuerdos, pero amaba a Lori más de lo que imaginaba; daría su vida por ella si fuera necesario.
Sus pies caminaban deprisa, queriendo escapar de una vez. El ballestero iba detrás de ella, sin intención de decir algo para consolarla. No le importaba.
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Acá les dejo otro capítulo, no olviden comentar y votar para más 💞
Estamos cerca de terminar la primera temporada.
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