⚜ 12 ⚜

[ Yoongi ]

Aquella semana, Minnie sólo trabajaría lunes y martes.

Se había tomado el resto de la semana libre para ayudar a Tae Hyung.

Antes de marcharse de mi casa el domingo, hicimos planes para comer juntos el martes.

Me llamó el martes por la mañana.

Dos de las bibliotecarias habían llamado para decir que estaban enfermas, iban a llegar tres clases de estudiantes de secundaria para la hora del cuento y el ordenador de la biblioteca estaba imprimiendo fechas de devolución de libros de varios años atrás.

Se sentía fatal, pero era imposible que pudiera escaparse una hora para comer.

Así que a las once y media llamé a su restaurante italiano favorito y al mediodía le llevé la comida a la biblioteca.

— Yoongi —dijo, levantando la vista desde el mostrador principal, donde estaba sentado junto a Martha.

— No tenías por qué traerme la comida.

— Y en caso de que no lo hubiera hecho, ¿cuándo y qué hubieras comido? —le pregunté.

Él salió de detrás del mostrador.

— Me habría comido una barrita rica en proteínas un poco pasada hace dos horas —me abrazó— Gracias.

— No hay de qué —contesté, disfrutando al sentir sus brazos rodeándome.

— ¿Te puedes quedar a almorzar conmigo? —me preguntó— Me puedo tomar treinta minutos, siempre que no te importe comer en la sala de descanso.

— Me encantaría. En realidad, contaba con ello. He traído comida para dos —metí la mano en la bolsa— También he traído esto para ti, Martha. Una pequeña muestra de agradecimiento.

Le di a la sorprendida bibliotecaria una rosa de color amarillo pálido.

— Vaya, muchas gracias, señor Min —dijo la mujer, tomando la rosa— Ya no me acuerdo de la última vez que un hombre me regaló una flor.

[ ⚜ ]

— Ha sido un detalle por tu parte —comentó Minnie, mientras salíamos de la sala principal de la biblioteca y nos alejábamos de Martha, que se quedó en su sitio oliendo su rosa.

— Estará alterada durante el resto del día.

— Era lo mínimo que podía hacer. Ya te dije que jamás te habría dejado aquella rosa si ella no me hubiera sorprendido. Y hablando de eso... —volví a meter la mano en la bolsa— Creo que ésta es para ti.

Saqué otra rosa, ésta de color crema con un suave rubor en la punta de los pétalos, y se la di.

Su boca dibujó una «O» absolutamente adorable antes de esbozar una traviesa sonrisa.

— ¡Vaya, gracias, amable señor! —exclamó, recogiendo la flor— Pero creo que le acabas de ofrecer la misma muestra de afecto a mi supervisora.

— Yo no he hecho eso —repliqué con fingido desaire— La suya era amarilla, la tuya tiene mucho más significado.

Me palpé el bolsillo para asegurarme de que la caja seguía allí.

— Además, es posible que tenga alguna cosa más para ti.

Él arqueó una ceja.

— Después de comer —apunté.

Minnie abrió la puerta de la sala de descanso.

— Tendremos que comer aquí. Hoy hay un estudiante de posgrado en la colección de libros raros trabajando en su tesis.

Lo seguí al interior de la sala.

— Supongo que deberíamos dejarlo trabajar.

— Lo echaría a patadas si pudiera —comentó él.

— Falta mucho para la noche del sábado. No me tientes.

Saqué los entrantes y le di un tenedor.

— ¿Cómo está Tae Hyung?

Minnie se sentó.

— Enfadado conmigo.

Levanté la vista del plato.

— ¿Por qué?

— Está enfadado porque he pasado el fin de semana en Daegu.

— ¿De verdad?

Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.

— Él es así. Creo que todas los novios pasan por eso. Tampoco sé cómo podría haberle ayudado durante el fin de semana. Ha estado todo el tiempo con JungKook.

Pinché una aceituna.

— Siento que nuestra escapada de fin de semana haya causado problemas entre ustedes.

— No lo sientas. Ya te he dicho que últimamente se pone así por cualquier cosa.

— ¿Qué planes tienes para el resto de la semana?

— Mañana tengo almuerzo de damas de honor —explicó— Papá llega el jueves. SeokJin y yo vamos a llevar a Tae Hyung a un spa el viernes, antes del ensayo —cuando me miró le brillaban los ojos— ¿Y tú?

— El viernes NamJoon y yo nos llevaremos a JungKook por ahí.

Era una venganza por lo que Koo le hizo a NamJoon cuando se casó con SeokJin.

— No lo llevarán a un club de striptease, ¿no?

Yo arqueé las cejas.

— ¿Y si fuera así?

Él posó los ojos sobre el plato con despreocupación.

— Pues tendría que expresar mi respetuosa protesta.

— ¿Una respetuosa protesta? ¿Nada de firmes reprimendas?

— Si protesto, no habrá nada firme.

Me rozó la parte superior del muslo con la mano por debajo de la mesa y fue deslizándola hacia arriba.

— Será mejor que quites la mano de ahí. A menos que quieras que te levante de la silla, te cargue sobre mi hombro e irrumpa en la colección de libros raros para darle a ese pobre estudiante de posgrado el mayor susto de su vida.

Su mano trepó un centímetro más y me rozó la base de la polla.

— No te atreverías.

— Minnie —le advertí con el tono de voz que reservaba para los fines de semana.

Él me miró un momento, quizá tratando de decidir si estaba bromeando o no.

No bromeaba.

Empecé a contar mentalmente.

Le daba de margen hasta llegar a tres.

«Uno... Dos...»

Apartó la mano.

— Estúpido estudiante de posgrado —murmuró entre dientes.

Hablamos un rato sobre la boda, los planes que teníamos para el fin de semana y en cómo estaban decorando la casa de NamJoon y SeokJin para celebrar la ceremonia y el banquete.

Pensé que quizá estuviéramos tan ocupados que el tiempo pasaría muy rápido y enseguida podríamos volver a estar juntos.

Le rocé la mano por encima de aquella minúscula mesa y tuve la sensación de que la caja que llevaba en el bolsillo entraba en combustión.

Me cambié de postura en la silla.

[ ⚜ ]

Cuando acabamos de comer y recogimos la mesa, Minnie se levantó.

— Será mejor que vuelva al trabajo. Gracias otra vez por la comida.

— Antes de que te vayas... Tengo una cosa para ti.

— Es verdad —dijo, tomando la rosa— Algo para compensar que le hayas regalado a mi jefa la misma flor que a mí.

Me saqué la caja de color azul pálido del bolsillo.

Él abrió mucho los ojos y dejó la rosa sobre la mesa.

— Yoongi.

— Sólo es algo que encontré y que quiero que te quedes tú.

— ¿De marca?

— Ábrelo —dije, dándole la caja.

Él la recogió con dedos vacilantes.

— Se me ha estropeado un poco el lazo por llevarla en el bolsillo —comenté.

Minnie soltó el lazo y levantó la tapa con cautela.

Al ver lo que contenía se quedó sin aliento:

Dos pendientes de diamantes.

Largos e inmaculados.

Mi padre tenía un gusto excepcional.

Su expresión pasó de la sorpresa al asombro.

— Esto es... Son...

Se llevó una mano a la garganta.

— Eran de mi madre —le expliqué— Quiero que te los quedes.

— ¿De tu madre?

Asentí a pesar de que él no me estaba mirando.

Resiguió una de las piedras con la yema del dedo.

El domingo por la noche me acordé de aquellos pendientes, eran una de las muchas joyas que conservaba de mi madre.

Los recordé en aquella caja cerrada que contenía los anillos de boda de mis padres.

En cuanto me acordé de ellos, supe que quería que los tuviera Minnie.

Quería que él tuviera otro pedacito de mí, una parte del pasado que me había convertido en lo que era.

— No debería —empezó a decir— Es demasiado... Son de tu madre.

— Por favor —le tomé las manos entre las mías, con la caja en medio— ¿Lo harás por mí?

Él me miró con los ojos llenos de lágrimas.

Le sequé una con el pulgar.

— He pensado que podrías ponértelos el día de la boda. Siempre que Tae Hyung no te haya elegido otras joyas.

— No —contestó y yo tuve miedo de que estuviera rechazando mi regalo— Me ha dicho que no le importa.

La sala se quedó momentáneamente en silencio y yo contuve el aliento mientras esperaba que dijera algo más.

— Gracias —murmuró por fin— Me encantan. Me siento... Muy honrado.

— Mi madre querría que te los quedaras tú —afirmé, completamente seguro de ello— Me habría gustado mucho que te hubiera conocido. Le habrías encantado.

Minnie me sonrió.

Esbozó aquella fabulosa sonrisa que iluminaba mis días, como sólo él era capaz de hacerlo.

— Amí también me habría gustado conocerla.

Le abracé sin decir nada y él me posó las manos en los hombros con la caja aún en la mano.

— Te quiero —le susurré, besándole la oreja— Si pudiera, te daría el mundo, pero me conformo con ofrecerte pequeñas astillas de mí mismo.

— Me encanta cuando me ofreces astillas de ti mismo —reconoció— Además, yo no quiero el mundo, te quiero a ti.

Me retiré un poco para poder darle un beso.

Largo, lento y profundo.

Minnie tiró de mí, pasándome la mano que tenía libre por el pelo, sin despegar los labios de los míos.

Entonces alguien carraspeó en la puerta y él se separó sin dejar de rodearme con los brazos.

— ¿Sí? —le preguntó a la adolescente que había abierto la puerta sin que nos diéramos cuenta.

— Siento interrumpir, Joven Minnie, pero me han pedido que le diga que el ordenador ha dejado de imprimir fechas de entrega de 2007.

— Buenas noticias —contestó él— Pero, ¿por qué te han pedido que me lo digas?

— Porque ahora está imprimiéndolas del año 1807.

— Ahora voy —dijo suspirando.

La joven se marchó.

— Disculpen de nuevo —se excusó al hacerlo.

Minnie apoyó la cabeza en mi pecho.

— ¿Joven Minnie ? —pregunté extrañado.

— No preguntes.

Le di un beso en la frente.

— Será mejor que me vaya. Te dejo que te enfrentes con el siglo diecinueve.

Él se puso de puntillas para besarme.

— Créeme, el siglo diecinueve no tiene nada que ver conmigo.

— Llámame esta noche, ¿vale?

— Claro —contestó, apartándome un mechón de pelo de los ojos con suavidad— Te quiero.

[ ⚜ ]

Cuando sonó el timbre a las seis y media del jueves, sonreí.

Sólo Minnie llamaría al timbre de mi casa, cuando quedaban menos de dos semanas para que se viniera a vivir conmigo.

Ya sabía que le había dado la noticia a su padre, pero mentiría si dijera que no me ponía nervioso pensar que lo iba a conocer.

Apolo corrió hacia la puerta.

Sabía que Minnie estaba al otro lado.

— Tranquilízate —le dije, imaginando lo rápido que se acostumbraría a tenerlo por allí de forma permanente.

Abrí la puerta y decidí que en cambio yo nunca me acostumbraría a que viviera conmigo.

Que viniera a cenar a mi casa ya me parecía demasiado bueno para ser verdad.

Le tomé las manos y le di un beso en la mejilla, advirtiendo enseguida que llevaba puestos los pendientes que le había regalado.

— No tienes por qué llamar al timbre. No me importa que utilices tu llave.

Él me estrechó la mano y me devolvió el beso.

— Es la costumbre —dió un paso atrás y me presentó a su acompañante— Éste es mi padre.

Era un hombre fuerte y robusto.

Minnie ya me había dicho que llevaba más de veinte años trabajando como contratista.

Le estreché la mano.

— Señor Park —dije— bienvenido a Seúl.

— No me llames señor Park —respondió, esbozando una leve sonrisa— Y gracias.

Abrí un poco más la puerta.

— Por favor, pase. Disculpe a Apolo. Siempre se muestra un poco tímido con los desconocidos.

El perro se había quedado pegado a mí y sólo se movía para acariciar a Minnie con el hocico cuando pasaba junto a él.

Sonreí al recordar cómo reaccionó cuando lo vió por primera vez.

La reacción que tuvo al conocer a su padre fue mucho más normal.

Miré a Minnie a los ojos e hice un gesto con la cabeza en dirección al perro.

«¿Lo ves? —le dije con los ojos— No te mentía cuando te dije que no le gustan los desconocidos»

Él me miró poniendo los ojos en blanco y acarició la cabeza de Apolo.

— ¿Te puedo ayudar en la cocina?

— Tengo el solomillo Wellington y las patatas en el horno —dije.

Minnie me había dicho que a su padre le gustaba mucho la carne con patatas y planifiqué la cena según sus preferencias.

— ¿Has preparado solomillo Wellington? —repitió, arqueando una ceja— ¿Crees que debería ir a echarle un vistazo?

— Tu padre y yo te esperaremos en el salón.

Lo mejor era acabar con aquello cuanto antes.

Nos sentamos, yo en el sofá y él en el confidente.

Observó la habitación con aire apreciativo.

Me pareció que era un hombre callado, más o menos como su hijo.

Carraspeé.

— Minnie me ha dicho que el sábado llevará a Tae Hyung al altar.

— Tae siempre ha sido como un segundo hijo para mí. Ha pasado por algunas dificultades y me alegro de que por fin haya encontrado a alguien.

— JungKook está completamente enamorado de él. Nunca lo he visto tan feliz.

Sonrió y en sus ojos vi el reflejo de su amabilidad y su calidez; entonces supe que su hijo había heredado algo más de él que su naturaleza callada.

— Por lo que me ha dicho Minnie, Tae y JungKook no son los únicos que están enamorados —dijo.

Vale.

No me esperaba que fuera tan franco.

Minnie no había heredado eso.

Mi mente empezó a girar con frenesí e intenté pensar desesperadamente qué debía responder.

«¿Mis intenciones con su hijo son completamente honorables?»

No estaba seguro de que eso fuera del todo cierto, teniendo en cuenta lo que le había dicho a Minnie que le iba a hacer la próxima vez que le tuviera en mi cuarto de juegos.

«Joder. El padre de Minnie está en mi casa»

Estaba sentado justo debajo del cuarto de juegos donde yo provocaba y atormentaba a su hijo.

¿Cómo le explicaría aquella puerta cerrada si me pedía que le enseñara la casa?

«No lo hagas —me dije— Deja de pensar en eso»

¿De verdad creía que el hombre se detendría delante de aquella puerta cerrada y me preguntaría qué había allí dentro?

No.

Pero, aun así, era algo que podía suceder.

— Si no lo he entendido mal, Minnie se va a venir a vivir contigo el próximo fin de semana —planteó.

Yo me puse más derecho y me esforcé por ignorar el hilillo de sudor que me resbalaba por la espalda.

Aquello era peor que el baile de graduación.

¿Y si le prohibía a él que lo hiciera? 

¿Sería capaz aquel hombre de hacer algo así?

¿Qué haría si me convertía en causa de conflicto entre Minnie y su padre?

Las palabras escaparon de mis labios:

— Mis intenciones con su hijo son completamente honorables, señor.

Me encogí.

«Idiota»

Él hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.

— Ya sé que eres un hombre con éxito, Yoongi, y sé que Minnie tiene una cabeza muy bien amueblada sobre los hombros. No voy a decir que esté muy contento de lo rápido que va todo esto o que me guste lo de que se vayan a vivir juntos —me lanzó una mirada penetrante y me pregunté cuánto sabría de mi pasado con Minnie— Pero recuerdo muy bien las alegrías de compartir la vida con alguien.

Minnie me había dicho que llevaba mucho tiempo solo.

— Así que, aunque no esté muy contento —prosiguió— lo pasaré por alto. Por Minnie. Si tú lo haces feliz, bueno, lo único que yo siempre he querido es que sea feliz.

— Gracias, señor —dije, sintiéndome extrañamente aliviado— Yo también quiero que sea feliz.

— Dios —exclamó— No me llames señor. Me hace sentir como un anciano. Háblame de tu primo. ¿Hay algo de lo que deba advertir a Tae?

Me reí y la conversación derivó hacia el mundo del fútbol.

[ ⚜ ]

Cenamos en el salón.

Yo quería que lo hiciésemos en la cocina, pero Minnie creía que el salón era más apropiado y después de pensarlo mejor, accedí.

Además de servir a su propósito de los fines de semana, aquella pieza también formaba parte de la casa y debía usarse como tal.

Además, cuando él le pidió a su padre que se sentara, me di cuenta de que yo estaba disfrutando mucho viéndolo hacer de anfitrión en mi casa.

Hasta entonces, nunca había celebrado muchas cenas, pero decidí que Minnie y yo cambiaríamos eso cuando él se trasladara.

Me ofrecí a ayudarla a servir, pero se negó rotundamente y me pidió que me sentara a hacerle compañía a su padre.

Tomé asiento en mi sitio, a la cabecera de la mesa.

El padre de Minnie se sentó a mi derecha y él, a mi izquierda.

Yo ya había puesto la mesa antes de que llegaran, lo único que faltaba era la comida.

Minnie entró en el salón y se quedó de pie junto a mí.

Mi polla reaccionó al recordar cómo me servía allí durante los fines de semana.

Me puse la servilleta sobre el regazo.

Aún no había llegado el fin de semana.

Aun así, mi cuerpo recordaba...

Y también estaba aquella electricidad que zumbaba entre nosotros siempre que estábamos juntos.

Dejó el solomillo Wellington delante de mí y me rozó el hombro con los dedos.

«Yo también lo noto —me decía su caricia— Sé exactamente lo que estás pensando» 

Me miró a los ojos cuando se sentó y yo le sonreí.

«No del todo —le respondí con la mirada— Espera a que te vuelva a tener para mí solo» 

— ¿Lo has cocinado tú? —preguntó su padre, interrumpiendo nuestra silenciosa conversación.

Me volví hacia él sintiéndome un poco avergonzado por estar teniendo pensamientos inapropiados sobre su hijo mientras él estaba sentado a mi mesa.

— Sí —respondí.

Esperaba que no fuera de esa clase de persona que piensa que cocinar no es cosa de hombres.

— A Minnie también le gusta mucho cocinar —aseveró— Lo deben de pasar muy bien en la cocina.

— Así es —contesté y mi mente regresó a un día de nieve, una cocina llena de vapor y una comida a base de risotto frío.

— Hace algunas semanas asistimos a unas clases para aprender a hacer sushi —informó Minnie, dándome una patada por debajo de la mesa.

Esbozó media sonrisa y yo la miré.

«¿Qué?» , le pregunté con los ojos.

Quizá hubiera perdido mi capacidad de poner cara de póquer.

— ¿Le gusta el béisbol? —le pregunté a su padre.

— Oh, sí —respondió— El béisbol. El fútbol.

— Tengo un palco en el estadio de Seúl —dije— Quizá pueda volver este verano y venir a ver algunos partidos.
A Minnie y a mí nos encantaría tenerlo por aquí unos días.

Intenté subrayar que yo no únicamente veía aquella casa como mía, sino también como de Minnie.

Y que siempre sería bienvenido en ella.

«Nuestra casa»

Noté un sorprendente vuelco en el estómago y me di cuenta de que aquello, justo aquello, era la felicidad.

¿Qué era lo que había dicho él?

«La alegría de compartir la vida con alguien»

Volví a mirar a Minnie y sí, él también lo sentía.

Alargué el brazo en busca de su mano y se la estreché con suavidad.

Pero no se trataba sólo de compartir la vida con alguien, sino de compartirla con aquel alguien en concreto.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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