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Primera impresión
Ha pasado algunos meses en "cautiverio" como así denominaba al sitio donde se mantenía resguardado, en los amplios pasillos de aquel complejo y lujoso lugar ha divisado que tras las paredes y ventanales de las mismas un paraíso se dibuja con ostentosos colores, tan cálidos como podría serlo el verano y tan fríos como era la relación que tenía con quien lo victimo.
Un cruce de miradas y nada más, por más que quisiera empezar una conversación su antipatía mataba aquella intención, ¿como mantener una conversación con alguien que parece odiar el contacto humano? ¿Tan siquiera estaba vivo o era una programación de la Organización que lo mantiene cautivo y que le hace "campañia"?, eran las preguntas que surgían en su mente cada vez que lo veía, aquellos atardeceres en los que lo observaba en silencio y en secreto, observando si tras aquel semblante que maneja había un corazón en lugar de una roca tallada con esa forma. No había nada, nada más que un vacío que nada podía llenar, una soledad que nadie era capaz de terminar, era alguien perdido... Alguien que moría lentamente y por el cual no era capaz de hacer nada.
Encogiendose de hombros camino hasta la gran puerta, esperando como habitualmente lo hacía la llegada de la Organización a quien instigaria hasta el cansancio poder salir al menos una vez al exterior siendo la respuesta de aquella entidad la misma, una rotunda negativa. Miro ansioso aquel reloj Digital de la pared, contaba ansioso los segundos para volver a verlo mientras el tricolor lo observa a lo lejos, le llamaba tanto la atención aquella insistencia y perseverancia, lástima que la respuesta fuese siempre la misma. Ya se había rendido y esperaba que el también lo hiciera, que Abdel desistiera de la idea de salir al exterior.
La manija da un leve giro y las puertas se abren de par en par, la seguridad de la Organización retiene con fuerza a aquel que pretendía escapar conforme aquellos hombres uniformados se ponían en fila, una mala idea.
—Quitense de encima!.—exclamaba con tal esfuerzo que hasta incluso se le hacía tedioso respirar, no median su fuerza, ejercían tal presión que hasta serían capaces de abrir aquellas heridas que tardaron en cicatrizar.
Sirian observa a lo lejos, sin la mínima intensión de intervenir. Abdel suplica con la mirada ayuda al joven tricolor quien parece estar entretenido con algo más importante que su agonía.
Fue puesto de rodillas por orden de la Organización, tras el mismo dos entidades semejantes e iguales entre sí se hacían presentes con tan solo una mínima diferencia sexual, dos jóvenes igual que él, dos entidades con las que convivir y dejar de vagar solo por los amplios pasillos de la mansión.
Sirian poco a poco empezaba a acercarse, no por que así lo quisiera más por el mero formalismo que la llegada de nuevas visitas/integrantes significaban para él, tan sólo mostraba los modales con los cuales se había criado a diferencia de Abdel que era alguien rebelde y muy revoltoso.
Abdel los comparó a los tres, Sirian era más alto que el joven tricolor que vestía una sudadera gris y un pantalón de mezclilla azul, la joven mujer era unos centímetros más baja que el muchacho y muchos más que Sirian, vestía un hermoso vestido estampado amarillo, ambos con heterocromia muy notable, sus ojos eran lo más llamativo para él a comparación de sus actitudes y el pequeño detalle distintivo en sus rostros.
A primera vista el muchacho parecía tener la misma actitud antipática que Sirian y la muchacha una muy creída, los juicios previos siempre juegan una mala pasada, no son verdades absolutas...son perspectivas erradas.
—Ellos son Egipel y Egisra.—presentó la Organización, señalando primero al tricolor y luego a la tricolor que lo acompañaban.—de ahora en adelante convivirán con ustedes, espero se lleven bien.
La sonrisa gentil de la Organización era algo nuevo para todos pero no para aquellos muchachos, ya habían visto rostros serios mostrar calidez y humanidad en sus vidas, no era algo nuevo pero la sensación que transmitían cada una si lo eran, sensaciones totalmente diferentes.
—Descuide, crearemos un ambiente de hermandad entre todos.—dijo alegre Egisra abrazando fuertemente a su hermano quien hacia todo lo posible por alejarla de él aún cuando en el fondo disfrutaba aquella exagerada nuestra de cariño.
La Organización se marchó y dejó a todos los muchachos en aquel amplio pasillo frente a la gran puerta, una vez cerrada la misma Abdel fue libre de las manos de la seguridad de la Organización y solo así fue capaz de acercarse a los nuevos miembros para ver sus verdaderos rostros, olvidándose por un momento de su prioridad.
—Estamos solos al fin, dejen de fingir aquella actitud tan hipócrita que tuvieron con él.—dijo con simpleza acercándose a aquel duo que lo miraban con extrañeza y cierto enfado.
—No somos hipócritas, te pido respeto si hemos de convivir pacíficamente entre ambos o habrá serias consecuencias después de esta charla.—amenazó Egipel a Abdel quien lo miraba con cierto miedo, el rostro de aquel "tricolor" manifiesta una emoción muy potente, el verdadero rostro de un asesino.
—Cálmate un poco, solo lo decía por decir. Me resulta nuevo ver a alguien con una actitud natural diferente a la habitual, aquella que todos conocemos.—mostraba una sonrisa nerviosa en su pavoroso rostro, una en la cual su mirada se desviaba constantemente hacia la presencia femenina.
—Egisra, deja de estar rondandolo, pareciera que lo estuvieras inspeccionando para luego comertelo. Tiene el aspecto de un faisán pero dudo que su carne sepa a la de uno.—dijo burlón sacando una que otra risa al bicolor quien copiaba los movimientos y gestos de la ya mencionada.
Egisra estaba maravillada por su aspecto, nunca en su vida había visto un hombre esbelto y con hermosas alas blancas de puntas rojas que simulaban la apariencia de dagas ensangrentadas. Quería saber cómo es que volaba, que sentía al hacerlo, como movía aquellas extremidades y si las mismas controlaba a consciencia o por instinto.
—¿Qué se siente volar?.—le preguntó curiosa observando que el rostro ajeno dejaba de lado el gesto de pavor y daba la bienvenida a uno más alegre y vivaz.
—Solo una palabra puede definir aquella sensación: ¡libertad!.—estaba eufórico, se abrazaba a si mismo y daba pequeñas vueltas en su sitio, se sentía reconfortado...recordaba nuevamente las veces en que fue feliz hasta este momento.
Todos lo miran con extrañeza, como si se tratase del bicho raro del grupo, Egipel lo hace, Sirian lo hace pero Egisra no, aquel simbolismo de libertad inunda su ser de extraña satisfacción, cierta pizca de curiosidad, cierto auge de euforia que le recuerda la sensación que solo la adrenalina en momentos críticos es capaz de liberar en su ser. Sabe cómo se siente ello, al menos en parte.
—¿Podrias mostrarme tus alas? Quisiera ver que tan grandes son.—sugirió suplicante a lo cual el bicolor accedió con mucho gusto.
Abdel extendió sus alas, estas se veían majestuosas tras su delgada espalda, con un pequeño halo de luz tras el tendría el aspecto de un ser celestial ante la perspectiva de todos, un Ángel. Fue en ese momento en que se regodeaba de su aspecto especial que vio algo de emoción y vida en el rostro del tricolor, en el rostro de Sirian. Sintió que debía acercarse más a aquel individuo para conocerlo más a fondo, quizás estaba equivocado con su pensar actual de él, con aquel juicio previo e imagen que tiene e hizo de él en su mente.
Después de todo se había equivocado al juzgar de antemano a los nuevos integrantes de su pequeño grupo, no eran ni un poco a lo que se había imaginado en tan escaso tiempo, quizá Sirian también era diferente al modelo de persona que tiene en su mente, quizá había humanidad después de todo en su corazón.
Al menos tendría un corazón y no así una piedra tallada con semejante forma en su lugar.
¡Que vergüenza!.
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