-Lᴀ ᴍᴀᴅʀɪɢᴜᴇʀᴀ
En la mañana de navidad, Fleur levantó a Ginny con una gran sonrisa en rostro.
—¡Ginny te han llegado gegalos!—dijo sacudiéndola.
La chica se levantó a puras penas, recibiendo los regalos que Zahra le había dejado y que la rubia veía con fascinación.
—Son de Gaia, Edén y Kreacher.—sonrió la castaña-rojiza al ver regalos de los elfos.
Gaia le había regalado una hermosa peineta, tenía una carta que al parecer había escrito con tinta mágica.
Señorita Ginny,
¿Qué tal? Espero que se encuentre muy bien, Gaia está muy bien, y muy feliz. Gaia sabe que la señorita ha de estar feliz con su nueva familia, pero Gaia la extraña mucho y espera que pronto pueda verla.
Gaia escogió esta peineta como regalo para la señorita, piensa que le va a encantar, las sirenas ayudaron a crear la peineta que Gaia le regala a Ginny.
También, Edén le pidió a Gaia poner una pequeña descripción de su regalo, es un set de escobas para quidditch, los padres de la señorita se lo compraron cuando usted tenía doce, antes de que el trágico accidente pasara, Gaia ayudó a la señora Freya a envolver el regalo. Gaia y Edén pensaron que ya era tiempo de que lo tenga.
Que lo disfrute, señorita, la atesoran,
Gaia y Edén.
—Que linda.—se enterneció Fleur.
—Muy linda.—sonrió la chica. Vio el set de escobas para quidditch que sus padres le iban a regalar y la dejó en su escritorio como un tesoro.
Abrió el regalo de Kreacher con una nota que decía:
Para la preciosa, sangre pura, señorita Croppor. De Kreacher.
Era un anillo celestial de piedra de luna. Tenía una pequeña piedra lunar con una luna que tenía un pequeño diamante en una de sus puntas, un anillo de plata.
—Son muy bonitos.—sonrió Fleur.
—Muy bonitos.—le dio la razón, —Ya hay que bajar, vamos.
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A la hora de comer, cuando se sentaron a la mesa, todos llevaban jerséis nuevos; todos excepto Fleur (por lo visto, la señora Weasley no se había dignado tejerle uno) y la propia señora Weasley, que lucía un sombrero de bruja azul marino nuevecito, con diminutos diamantes que formaban relucientes estrellas, y un vistoso collar de oro.
—¡Regalos de Fred y George! ¿Verdad que son preciosos?
—Es que desde que nos lavamos nosotros los calcetines te valoramos más, mamá.—comentó George con un ademán indolente, —¿Chirivías, Remus?
—Tienes un gusano en el pelo, James —observó Ginny, riendo, y se inclinó sobre la mesa para quitárselo. A Harry se le erizó el vello de la nuca, pero esa reacción no tenía nada que ver con el gusano.
—¡Qué hogog!—exclamó Fleur fingiendo un escalofrío.
—Sí, ¿verdad?—corroboró Ron, —¿Quieres salsa, Fleur?
En su afán de ayudarla, a Ron se le cayó de las manos la salsera de jugo de carne; Bill agitó la varita y la salsa se elevó y regresó dócilmente a la salsera.
—Egues peog que esa Tonks.—le dijo Fleur a Ron después de besar a Bill para darle las gracias, —Siempge lo tiga todo...
Sin querer oír cosas malas de Tonks, Ginny se alejó con la bandeja de galletas con jalea de fresa y se sentó al lado de Harry sin decir palabra.
Ambos le dieron una mirada a Arthur, quien pareció captar la indirecta, jugó con el cojín y se fue desapareciendo del lugar y dejando solos a los adolescentes.
—¿Te doy una?—ofreció levantando una de las galletas, Harry soltó una pequeña risa, —¿No confías en mi?
—Si, siempre.—le dijo, entonces la chica volvió a levantar una de las galletas, Harry la agarró y la partió en dos, ofreciéndole una, —Solo si tú comes.
La castaña-rojiza sonrió y aceptó, el azabache entrelazó sus brazos y ambos comieron de la galleta del otro, sonriendo.
Pero la sonrisa se les cambió a una mueca cuando Ron llegó con una bandeja de pastelillos y abrió espacio entre los dos chicos.
—Déjenme, sentarme.—pidió cuando ya lo había hecho, el pelirrojo miró a cada uno, ahora ya no sonreían ni hablaban, le ofreció un pastelillo a Harry, —¿Quieres?
—No, gracias, no...—negó el chico.
Ron le ofreció a su hermana, —¿Y tú, pelirroja?
—No, gracias.
Y acto seguido, empezó a comer solo, en un ambiente tenso, incómodo y silencioso que el mismo había formado.
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Ginny subió las escaleras en camino a su habitación, pero casi dio un salto al ver que había alguien más por ahí. Harry se levantó rápidamente al verla llegar.
—¿Ron se fue a dormir?—preguntó sin saber como entablar una conversación con un chico que conocía desde los doce.
—Am.—dudó mirando arriba y luego a la chica, —Aún no, no.
—Tu cordón.—avisó señalando el cordón desamarrado de Harry, como no se movía alzó una ceja, —No esperarás a que te lo amarre ¿O si?
El chico soltó una risa, —No.—y se agachó para amarrárselos solo.
Cuando se levantó, pareció haber dado unos pasos de más, haciendo que queden a menos de un pie de distancia. La respiración de ambos se aceleró al darse cuenta.
—Feliz navidad, rayito.
—Feliz navidad, princesa.
Y cuando se acercaron, a punto de dar un beso que ambos habían estado esperando por mucho tiempo, los dos giraron la mirada hacia afuera.
Parecía fuego, llegar como un meteorito, al impactar en el pasto, el camino que recorría hacía incrementar las llamas, rodeando la casa de los Weasley. Vieron a Bellatrix aparecer.
El primero en reaccionar fue Harry, corriendo hacia abajo, Ginny le siguió el paso escaleras abajo.
—No, Harry.
—No, Harry ¡No!
Gritaron los señores Weasley cuando el chico pasó por en medio de ellos, Remus y Tonks.
—¡Remus!—gritó Tonks cuando el hombre lobo persiguió a Harry.
Pero el chico ya había atravesado las llamas, el castaño no pudo seguirlo porque cuando el trató de pasar, el fuego incrementaba, impidiéndole el paso.
—¡Ginny, no!
—¡Ginny!
Gritaron de nuevo cuando la chica pasó corriendo, no le importó el poder quemarse con las llamas, Harry había desaparecido por ellas sin saber con quienes podría encontrarse, y ella no iba a perderlo. Caminaría por el fuego para encontrarlo.
Y las llamas se abrieron un poco cuando la chica pasó, pero seguía sin abrirse para Remus y Tonks, quienes batallaban con el fuego sin control.
Ahora Ginny corría por la hierba alta, con varita en mano, aunque no podía ver casi nada más que la verde hierba, al llegar al centro, no encontró a Harry, ni a nadie más ahí, estaba desierto, el pequeño lago del centro también estaba vacío. Sintió a alguien más, avanzar suavemente por la hierba.
Algo no la dejaba retroceder en ese momento, levantar la varita ni pensar en hechizos de defensa, parecía haber entrado en un trance consumido por el miedo absoluto, vio a un mortífago salir de la hierba. Vio a Fenrir Greyback salir con una sonrisa maliciosa. El es un hombre lobo conocido por su ferocidad y su preferencia por atacar a niños.
Haciendo probablemente el esfuerzo más grande de su vida hasta ese momento, dio algunos pasos para atrás, aún sin poder levantar su varita, tragaba saliva sin parar y sentía que se podía desmayar ahí mismo.
—¡Desmaius!—oyó a alguien correr hasta llegar y ponerse delante de ella.
Harry había llegado al ver la cabellera mojada de la chica desorientada, lo que aumentó las ganas de correr a ella fue que vio al hombre lobo sonreírle, a punto de abalanzarse sobre Ginny, y la castaña-rojiza no mostraba señales de reaccionar.
Greyback reaccionó rápidamente y usó el hechizo protego, la presencia del azabache hizo reaccionar a la chica, haciendo que se reincorpore y pueda estar en posición de defensa, aún con Harry frente a ella.
El hombre lobo había desaparecido con el humo negro característico de los mortífagos, pero ambos adolescentes sentían que los observaban.
—¡Harry! ¡Ginny!—gritó Lupin.
Harry y Ginny empezaron a usar el hechizo protego por los ataques que recibían. Los dos se pusieron espalda con espalda, sin tener rastro de Remus.
—¡Ginny!—oyeron a Arthur gritar.
En poco tiempo tuvieron a Remus y Tonks con ellos, los cuatro estaban espalda con espalda, Harry trataba de agarrar el brazo izquierdo de Ginny para tenerla cerca y no perderla.
Arthur ya había llegado y quiso empezar a defenderse, pero los hechizos pararon en ese instante. Dos humos, uno primero que otro, salieron directos a la casa Weasley, traspasándola, prendiendo fuego en el camino.
—Molly.
—No.
Dijeron Arthur y Ginny, luego salieron corriendo hacia la casa que ardía en fuego. Felizmente todos los Weasley que estaban adentro habían salido y solo veían la casa incendiarse con pena.
La chica soltó un pequeño grito ahogado y se llevó la mano a la boca, se apoyó en Harry negando, viendo su hogar quemándose, el chico dejó que la chica de espaldas se recostara en él, agarrando una de sus manos en gesto de consolación.
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Harry, Ron y Ginny, llegaron a Hogwarts mediante polvos flus, los tres salieron del despacho dela profesora McGonagall rumbo a la torre de Gryffindor. Mientras recorrían los pasillos, Ginny miraba por las ventanas; el sol ya se estaba poniendo detrás de los jardines, recubiertos de una capa de nieve aún más gruesa que la del jardín de La Madriguera. A lo lejos vio a Hagrid dando de comer a Buckbeak delante de su cabaña.
—«¡Baratija!» —dijo Ron cuando llegaron al cuadro de la Señora Gorda, que estaba más pálida de lo habitual e hizo una mueca de dolor al oír la fuerte voz del muchacho.
—No.—contestó.
—¿Cómo que no?
—Hay contraseña nueva.—aclaró la Señora Gorda, —Y no grites, por favor.
—Pero si hemos estado fuera ¿Cómo quiere que sepamos...?
—¡Harry! ¡Ginny!
Hermione corría hacia ellos; tenía las mejillas sonrosadas y llevaba puestos la capa, el sombrero y los guantes.
—He llegado hace un par de horas. Vengo de visitar a Hagrid y Buck... quiero decir Witherwings.—dijo casi sin aliento, —¿Han pasado unas buenas vacaciones?
—De hecho, no...—quiso empezar Ron.
—Tengo una cosa para ti, Harry.—añadió Hermione sin mirar a Ron ni dar señales de haberlo oído, —¡Ah, espera, la contraseña! «¡Abstinencia!»
—Correcto.—dijo la Señora Gorda con un hilo de voz, y el retrato se apartó revelando el hueco.
—¿Qué le pasa?—preguntó Harry.
—Serán los excesos navideños.—respondió Hermione, poniendo los ojos en blanco, y entró en la abarrotada sala común, —Su amiga Violeta y ella se bebieron todo el vino de ese cuadro de monjes borrachos que hay en el pasillo del aula de Encantamientos. En fin...—rebuscó en su bolsillo y extrajo un rollo de pergamino con la letra de Dumbledore.
—¡Perfecto!—exclamó Harry, y se apresuró a desenrollarlo. Ponía que su próxima clase con el director del colegio sería la noche siguiente, —Tengo muchas cosas que contarle, y a ustedes también. Vamos a sentarnos...
Pero en ese momento se oyó un fuerte «¡Ron-Ron!», y Lavender Brown salió a toda velocidad de no se supo dónde y se arrojó a los brazos de Ron. Algunos curiosos se rieron por lo bajo; Hermione soltó una risita cantarina y dijo:
—Allí hay una mesa.
Dejaron a Ron y Lavender enzarzados en una especie de lucha grecorromana y Harry condujo a las dos mejores amigas hasta una mesa libre.
—¿Qué tal has pasado las Navidades?—preguntó la castaña-rojiza
—Bien.—contestó ella encogiéndose de hombros, —No han sido nada del otro mundo ¿Y qué tal ustedes en casa de Ron-Ron?
—Ahora te lo contamos. Pero primero... Oigan, chicas ¿No podrían...?
—No, no podemos. Así que no te molestes en pedírnoslo.—dijo Ginny.
—Creía que a lo mejor, ya saben, durante las Navidades...
—La que se bebió una cuba de vino de hace quinientos años fue la Señora Gorda, Harry, no yo.—paró Hermione, —¿Qué es esa noticia tan importante que querías contarme?
Hermione parecía demasiado furiosa para discutir con ella, y Ginny no parecía interesada en discutir en ese momento, de modo que Harry renunció a hacerlas razonar acerca de Ron y le explicó lo que había oído decir a Malfoy y Snape. Cuando terminó, Hermione reflexionó un momento y luego dijo:
—¿No crees que..?
—¿...fingía prestarle su ayuda para que Malfoy le contara qué es eso que está tramando?
—Sí, más o menos.
—Eso mismo creen el señor Weasley y Lupin.—refunfuñó Harry, —Pero esto demuestra a las claras que Malfoy está planeando algo, no pueden negarlo.
—No, claro.
—Y que actúa obedeciendo las órdenes de Voldemort, como yo sospechaba.
—Hum...¿Mencionó alguno de ellos a Voldemort?—preguntó Ginny.
—No estoy seguro.—respondió Harry e intentó hacer memoria, —Snape dijo «tu amo», de eso sí me acuerdo ¿Y quién va a ser su amo si no Voldemort?
—No lo sé.—dijo Hermione mordiéndose el labio
—¿Su padre?—y Ginny se quedó un momento con la mirada perdida, como absorta en sus pensamientos, Hermione estaba igual, y ella ni siquiera vio a Lavender haciéndole cosquillas a Ron.
—¿Cómo está Lupin?—preguntó Hermione al cabo.
—No muy bien.—respondió Harry, y le contó lo de la misión del ex profesor entre los hombres lobo y las dificultades a que se enfrentaba, —¿Has oído hablar de Fenrir Greyback?
—¡Pues claro!—dijo Hermione con un sobresalto, —¡Y tú también!
—¿Cuándo? ¿En Historia de la Magia? Saben muy bien que jamás he escuchado...
—No, no. En Historia de la Magia no.—negó la castaña-rojiza, —Malfoy amenazó a Borgin con enviarle a ese individuo. En el callejón Knockturn ¿No te acuerdas? Le dijo que Greyback era un viejo amigo de su familia y que iría a ver qué progresos hacía.
Harry las miró boquiabierto, —¡No me acordaba! Pues eso demuestra que Malfoy es un mortífago, porque si no ¿Cómo iba a estar en contacto con Greyback y darle órdenes?
Ginny y Hermione compartieron una rápida mirada, intentando saber que decirle.
—Da que sospechar.—admitió Hermione en voz baja, —A menos que...
—¡Vamos, Hermione!—la urgió Harry, exasperado, —¡Esta vez ambas tendrán que reconocerlo!
—Bueno, cabe la posibilidad de que fuera un farol, una falsa amenaza...—terció Ginny.
—Son increíbles, de verdad —dijo Harry meneando la cabeza, —Ya veremos quién tiene razón. Tendrás que tragarte lo que has dicho, Hermione, igual que el ministerio ¡Ah, sí! Y también tuve una discusión con Rufus Scrimgeour....
Pasaron el resto de la velada sin pelearse, criticando al ministro de Magia, pues Ginny y Hermione, como Ron, opinaban que después de todo lo que el ministerio le había hecho pasar a Harry el año anterior, era una desfachatez que fueran a pedirle ayuda.
—Tienes suerte de que no te hayan matado.—dijo Hermione leyendo el periódico.
—Debes entender quién eres, Harry.—apoyó Ginny mirando al lado derecho.
—Yo sé quién soy, Ginny ¿Si?—la miró, luego de que la chica lo viera con los ojos algo abiertos se apresuró, —Lo siento.
—Lo voy a usar.—oyeron a Ron, sentado con un collar que decía Amor mío, un reglo que Lavender le estaba colocando.
—Ese es mi Ron-Ron.—dijo con ternura, sobándole el cabello y apretando su cara contra el brazo del pelirrojo.
—Disculpa, tengo que ir a vomitar.—se excusó Hermione retrocediendo.
—Si, yo igual.—asintió Ginny con una mueca de asco.
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