-Lɪʙʀᴏ ᴅᴇ ᴘᴏᴄɪᴏɴᴇs

—Weasley y Granger.—repitió los nombres de las dos chicas, —¿Tú no eras la hija de los Croppor?

—Ah, si, soy su hija pero al morir los Weasley me adoptaron y cambió mi apellido.—respondió.

—Oh, okey.—ahora miró a Hermione, —¿Granger? ¿Tienes algún parentesco con Héctor Dagworth-Granger, fundador de la Rimbombante Sociedad de Amigos de las Pociones?

—No, me parece que no, señor. Yo soy hija de muggles.

Ginny vio cómo Draco se inclinaba hacia Nott para decirle algo al oído y ambos reían por lo bajo, al darse cuenta que la castaña-rojiza lo miraba mal, se reincorporó aún con una sonrisa divertida. Slughorn sonrió radiante y miró a Harry, sentado al lado de Ginny y Hermione.

—¡Ajá! ¡«Una de mis mejores amigas es hija de muggles y junto con mi otra mejor amiga son las mejores alumnas de mi curso»! Deduzco que ésta es la amiga de que me hablaste, y la señorita Weasley es la otra ¿No, Harry?

—Sí, señor.

—Vaya, vaya. Veinte bien merecidos puntos para Gryffindor, señoritas Weasley y Granger.— concedió afablemente Slughorn. Malfoy puso la misma cara que la vez que Ginny le pegó un puñetazo en la cara en tercer año.

Hermione miró a Harry con expresión radiante y le susurró: —¿De verdad le dijiste que somos las mejores del curso? ¡Oh, Harry!

—¿Y qué tiene eso de raro?—repuso en voz baja Ron, que por algún motivo parecía contrariado, —¡Son las mejores del curso! ¡Yo también se lo habría dicho si me lo hubiera preguntado!

Ginny sonrió y se llevó un dedo índice a los labios, pidiendo silencio para escuchar al profesor. Ron arrugó la frente.

—Por supuesto, la Amortentia no crea amor. Es imposible crear o imitar el amor. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Probablemente sea la poción más peligrosa y poderosa de todas las que hay en esta sala. Sí, ya lo creo.—cerró el caldero y al instante, Katie, Lavander, Romilda y Pansy parecieron haber salido de un trance, habían avanzado hacia la poción de amor, —Cuando hayan vivido tanto como yo, no subestimarán el poder del amor obsesivo... Bien, y ahora ha llegado el momento de ponerse a trabajar.

—Señor, todavía no nos ha dicho qué hay en ése.—dijo Ernie Macmillan señalando el pequeño caldero negro que había en la mesa de Slughorn.

La poción que contenía salpicaba alegremente; tenía el color del oro fundido y unas gruesas gotas saltaban como peces dorados por encima de la superficie, aunque no se había derramado ni una partícula.

—¡Ajá! —asintió Slughorn. Ginny intuyó que al profesor no se le había olvidado esa poción, sino que había esperado a que algún alumno le preguntara para lograr un efecto más impactante—. Sí. Ésa. Bueno, ésa, damas y caballeros, es una poción muy curiosa llamada Felix Felicis. No tengo ninguna duda, señoritas Weasley y Granger —añadió dándose la vuelta, risueño, y mirando a Ginny y Hermione,—De que saben qué efecto produce el Felix Felicis.

—¡Es suerte líquida! —respondió Hermione con emoción

—Te hace afortunado con tan solo un poco de ella.—contestó la otra chica.

La clase entera se enderezó un poco en los asientos.

—Muy bien. Otros diez puntos para Gryffindor. Sí, el Felix Felicis es una poción muy interesante. —prosiguió el profesor, —Dificilísima de preparar y de desastrosos efectos si no se hace bien. Sin embargo, si se elabora de manera correcta, como es el caso de ésta, el que la beba coronará con éxito todos sus empeños, al menos mientras duren los efectos de la poción.

En ese momento, Ginny sintió que Draco levantaba la mirada, vio que se posaba en ella y luego en la poción, el iba a quererla.

—¿Por qué no la bebe todo el mundo siempre, señor?—preguntó Terry Boot.

—Porque su consumo excesivo produce atolondramiento, temeridad y un peligroso exceso de confianza. Ya sabes, todos los excesos son malos...consumida en grandes cantidades resulta altamente tóxica, pero ingerida con moderación y sólo de forma ocasionar...

—¿Usted la ha probado alguna vez, señor?—preguntó Michael Corner.

—Dos veces en la vida.—reconoció Slughorn, —Una vez cuando tenía veinticuatro años, y otra a los cincuenta y siete. Dos cucharadas grandes con el desayuno. Dos días perfectos.—se quedó con la mirada perdida, con aire soñador. Harry pensó que tanto si hacía teatro como si no, estaba logrando la reacción que buscaba, —Y eso.—dijo tras regresar a la tierra, —Es lo que les ofreceré como premio al finalizar la clase de hoy.

Todos guardaron silencio, y durante unos instantes el sonido de cada burbuja y cada salpicadura de las pociones bullentes se multiplicó por diez.

—Una botellita de Felix Felicis.—añadió Slughorn, y se sacó del bolsillo una minúscula botella de cristal con tapón de corcho que enseñó a sus alumnos, — Suficiente para disfrutar de doce horas de buena suerte. Desde el amanecer hasta el ocaso, tendréis éxito en cualquier cosa que se propongan. Ahora bien, debo advertirles que el Felix Felicis es una sustancia prohibida en las competiciones organizadas, como por ejemplo eventos deportivos, exámenes o elecciones. De modo que el ganador sólo podrá utilizarla un día normal. ¡Pero verá cómo éste se convierteen un día extraordinario!

»Veamos.—continuó Slughorn, adoptando un tono más enérgico, —¿Cómo pueden ganar mi fabuloso premio? Pues bien, abriendo el libro Elaboración de pocionesavanzadas por la página diez. Nos queda poco más de una hora, tiempo suficiente para que obtengan una muestra decente del Filtro de Muertos en Vida. Ya sé que hasta ahora nunca habían preparado nada tan complicado, y desde luego no espero resultados perfectos, pero el que lo haga mejor se llevará al pequeño Felix. ¡Adelante!

Se oyeron chirridos y golpes metálicos cuando los alumnos arrastraron suscalderos y empezaron a añadir pesas a las balanzas, pero no intercambiaron ni una palabra. La concentración que reinaba en el aula era casi tangible. Ginny vio a Malfoy hojear febrilmente su ejemplar de Elaboración de pociones avanzadas; era evidenteque se había propuesto conseguir ese día de suerte. Ginny se apresuró a abrir el libro.

Cada alumno echaba vistazos alrededor para ver qué hacía el resto de la clase; esoera la gran ventaja y el gran inconveniente de las clases de Pociones: resultaba difícilque unos no espiaran el trabajo de los otros. Al cabo de diez minutos, el aula se había llenado de un vapor azulado.

—¿Cómo lo hiciste?—preguntó la castaña-rojiza viendo cuánto jugo había hecho salir el azabache, la castaña se interesó también.

—Aplástenlo, no lo corten.—les indicó extrayendo más jugo, ambas amigas miraron sus libros.

—No. Las instrucciones especifican que cortes.—paró Hermione.

—No. En serio.

Pese a las dificultades, como siempre, Ginny y Hermione llevaban la delantera. Su poción ya se había convertido en «un líquido homogéneo de color grosella negra»,como el libro describía la etapa intermedia ideal. Pero sus cabellos se habían desordenado, en el caso de Hermione fue peor, parecía una melena de león.

—¡Tiempo!—anunció Slughorn, —¡Paren de remover, por favor!

A continuación se paseó despacio entre las mesas mirando en el interior de loscalderos. No hacía ningún comentario, pero de vez en cuando agitaba un poco algunapoción, o la olfateaba. Al fin llegó a la mesa de Harry, Ron, Ginny, Hermione y Ernie. Sonrió con indulgencia al ver la sustancia parecida al alquitrán que había obtenido Ron, pasó por alto el brebaje azul marino de Ernie y al ver la poción de Ginny y Hermione asintió en señal de aprobación. Entonces vio la de Harry, y una expresión de júbilo le iluminó elrostro.

—Por la barba de Merlín.—exclamó, —Es perfecto, tanto ¡Que una gota nos mataría a todos! ¡He aquí el ganador, sin duda!—el chico le levantó una ceja e hizo una mueca de triunfo hacia la castaña-rojiza, quién estaba vacilando viendo su poción, —¡Excelente, Harry, excelente! ¡Caramba, es evidente que has heredado el talento de tumadre! Lily tenía muy buena mano para las pociones. Así pues, aquí tienes: unabotella de Felix Felicis, ¡Y empléala bien!

Harry se guardó la botellita de líquido dorado en el bolsillo interior de la túnica;  los alumnos deSlytherin lo miraban con rabia y el se sentía satisfacción al ver eso, pero tenía la sensación de culpa ante la visible decepción de Ginny y Hermione. Ron estaba sencillamenteatónito.

—¿Cómo lo has hecho?—le preguntó Hermione cuando salieron de la mazmorra.

—Supongo que he tenido suerte —contestó Harry porque Malfoy estaba cerca y podía oírlos.

Pero a la hora de comer, una vez instalados en la mesa de Gryffindor, Harry sesintió lo bastante a salvo de indiscreciones para contarles la verdad a sus amigos. La mirada de Hermione se iba endureciendo a cada palabra que pronunciaba Harry, la de Ginny se volvía una de decepción.

—Supongo que no pensarán que he hecho trampas.—concluyó el muchacho,exasperado por la cara con que lo miraba su amiga y la otra chica.

—Hombre, tampoco puede decirse que hayas hecho el trabajo tú solo.—repuso la castaña con frialdad.

—Lo único que hizo fue seguir unas instrucciones distintas de las que seguiste tú.—razonó Ron, —El resultado habría podido ser catastrófico ¿No? Pero Harry se arriesgó y le salió bien.—exhaló un suspiro, —Slughorn habría podido darme a mí ese libro, pero no, a mí me dio uno sin ninguna anotación. Eso sí, creo que alguien le vomitó encima en la página cincuenta y dos...

—Un momento.—dijo la voz suave de la castaña-rojiza cerca del oído de Harry, y el muchacho percibió una vaharada del perfume floral que había olido en la mazmorra de Slughorn, —¿Osea que has seguido las instrucciones anotadas por alguien en un libro, Harry?

Ginny parecía enfadada y alarmada. Harry enseguida supo en qué estaba pensando y se apresuró a borrar esas ideas de su mente.

—Descuida.—la tranquilizó, bajando la voz, —No tiene nada que ver con...el diario de Ryddle. Sólo se trata de un viejo libro de texto en el que alguien hizo unos garabatos.

—Pero tú has hecho lo que ponía el libro ¿No?

—Sólo probé algunos consejos anotados en los márgenes. En serio, princesa, no hay nada de raro en...

—Ginn tiene razón.—coincidió Hermione volviendo a animarse, —Tenemos que comprobar que no sea nada raro. Quién sabe, esas extrañas instrucciones...

—¡Eh!—protestó Harry al ver que la chica que le gustaba le sacaba el viejo ejemplar de Elaboración de pociones avanzadas de la mochila y dejara que Hermione levantara la varita.

¡Specialis revelio!—exclamó la castaña, y golpeó la cubierta del libro con lapunta de la varita.

No pasó nada. El libro siguió allí, igual de viejo, sucio y sobado que antes, sinalterarse lo más mínimo.

—¿Has terminado?—dijo Harry, molesto, —¿O quieren esperar por si se pone adar volteretas?

—Parece normal.—admitió Hermione, pero siguió observándolo con recelo.

—Es decir, parece...un libro de texto normal y corriente.—siguió Ginny tratando de descifrarlo.

—Estupendo. Entonces me lo llevo.—repuso él, agarrándolo, pero el libro se le escurrió y fue a parar abierto al suelo.

—Hola.—saludó Dean en el sillón de la sala común.

—Hola.—respondió Ginny sentándose a su lado con una sonrisa, el chico la besó y ella le correspondió.

—¿Dónde estabas?—le pregunto sobando su brazo.

—Con Harry, Ron y Hermione. Resolvíamos un problema privado.—le respondió jugando con una de las manos del chico.

—De acuerdo, de acuerdo. Sí capté esa indirecta.—alzó los brazos haciendo reír a la chica.

Y ella esperaba que así se quedara la cosa, tranquila y feliz, sin tener que llegar a las discusiones continuas que se habían generado.

—No era una indirecta, es solo que era un tema privado.—lo miró, —Y el primer día, cuando casi todos ya se habían ido del Gran Comedor y me quedé con Harry, Hagrid nos interceptó.—contó sonriendo, —Nos dijo que le encantaría tenernos a los cuatro en su clase. Pero Harry y yo sabíamos que ninguno iba a tomar Cuidado de Criaturas Mágicas, así que nos imaginamos lo decepcionado que estaría el semi-gigante al enterarse que sus cuatro alumnos favoritos habían rechazado estar en su clase.—jugó con sus pulseras sin quitar su sonrisa, —Después de eso con Harry volvimos a...¿Qué ocurre?

—¿Tienes que hablar siempre de él?—se quejó el moreno quitando su brazo rodeado en el hombro de la chica, —¿Por qué siempre metes a Harry en todas nuestras conversaciones?

—Oye, no es mi culpa que siempre esté con él, es mi mejor amigo.—se excusó reincorporándose.

—Ese es el problema, Ginny.—recalcó, levantándose, —Siempre estás con él.

—Creí que habíamos acordado no pelear por Harry.—se levantó de igual forma.

—Pero tú.—la apuntó, —Lo mencionas a cada momento.

La chica se indignó, —Pues lo siento, Dean, pero no vas a evitar que me junte y hable de mi mejor amigo ¿Sabes? No quiero discutir, nos vemos mañana. Adiós.

—Uy. Muffliato.—pronunció Hermione dejando su libro a un lado, cuando Ginny entró y cerró las cortinas que unían sus camas, —¿Problemas en el paraíso?

—Siempre discutimos por lo mismo.—lamentó, agarró un cojín y se aferró a el, al frente de su mejor amiga.

—Por Harry.—entendió ella, le agarró la mano y se la sobó, —Tranquila, Ginn, no pasa nada. Tú estás enamorada, no de Dean, pero estás enamorada de otra persona y tengo la sospecha de que él lo sabe, pero en el fondo quiere creer que el te gusta.

—Es que no es así.—quiso llorar, —Lo quiero, mucho, nos conocemos desde segundo año, pero, no me gusta, y aunque suene muy hipócrito, no quiero romper con él.

—Vas a tener que hacerlo en algún momento.—le recordó, —No van a durar mucho si uno no colabora.

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