➛ ⌈08⌋ 'Notar lo obvio'

NOTAR LO
OBVIO

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  NARRADOR:

  Selena dejó descansar sus piernas sobre el salpicadero dentro del auto, mientras se acomodaba en el asiento que estaba ligeramente reclinado hacia atrás. Agitó sus pies al tiempo que balbuceaba la letra de la música que sonaba en la radio. Derek se pasó la palma de una de sus manos sobre su rostro cuando la escuchó sorber su refresco libre de azúcares por octava vez desde que estacionaron; y no había pasado demasiado tiempo.

  Parecía estar muy tranquila a pesar de todo el peligro al que podrían exponer Cora y Boyd, todavía sueltos por el pueblo.

  La tolerancia de Derek parecía pender de un hilo cuando también escuchó a Isaac sorber de su bebida. El chico estuvo encantado cuando Selena ofreció comprarle algo para tomar; después de haber corrido kilómetros para evitar más destrozos por parte de Boyd y Cora, casi pudo sentir su garganta rasposa por la falta de líquido.

  —¿Creen que funcione? —preguntó Isaac, observando a través del cristal a Scott siendo apuntado con un arma por Christopher Argent.

  —No —respondió Derek inmediatamente, recibiendo enseguida una mala mirada por parte de su novia.

  —Hay que esperar —dijo Selena intentando mantener la calma, aunque el solo hecho de ver a su hermano en peligro la inquietaba demasiado—. Creo que no es capaz de matarlo en el estacionamiento; hay demasiadas personas que podrían verlo.

  —Es de noche, no hay casi nadie y es un cazador —enumeró Derek con tranquilidad—; no creo que le importe demasiado.

  Selena alzó sus manos, provocando que casi tirara toda la bebida dentro del auto. Sintió la mirada de Derek encima suyo.

  —¡Estoy intentando no bajarme del auto y lanzarle el arma por la cabeza! —chilló enfurecida—. ¡¿Podrías no alterarme más, Derek?!

  Derek la miró de reojo totalmente perplejo; sin embargo, Isaac se encontraba viendo fascinado a la pareja, atento a la reacción del mayor. Grande fue su sorpresa cuando Derek solo apoyó los dedos cerca de su mentón y guardó silencio. No se lo esperaba en absoluto.

  Selena tomó otro trago de su bebida antes de acomodarse en su asiento nuevamente.

  Isaac asomó su cabeza entre los asientos y le dio una mirada a Derek por el rabillo del ojo. Se aclaró la garganta dispuesto a hablar.

  —¿Entonces, tu... tu hermana...? —Isaac dudó en seguir cuando notó de reojo que la pareja volteó a verlo lentamente. Selena lo miraba confundida mientras seguía sorbiendo de la pajilla, y Derek tenía una clara advertencia en sus ojos para que se detuviera ahí mismo. Isaac negó, regresando la vista a Scott al tiempo en que se aclaraba la garganta—. Lo siento, es un mal momento para preguntar. Te lo preguntaré después; lo entiendo.

  El silencio persistió, pero por alguna extraña razón, Isaac lo sintió más incómodo. Con duda y miedo, regresó la mirada a Derek y se dio cuenta de que este lo seguía observando con mayor intensidad; pese a la seriedad de su semblante. Selena no quiso seguir viendo la forma en la que su novio intimidaba a Isaac; así que volvió su atención a su hermano, quien parecía estar manteniendo una conversación más relajada con Argent.

  —O nunca. Sí, sí, jamás estaría mejor —le aseguró Isaac.

  Cuando Selena le dedicó una sonrisa al menor, este se sintió aliviado. Claro que no duró demasiado. Tan pronto como una enorme mano apareció frente a sus ojos y le arrebató la bebida con rapidez, todo rastro de tranquilidad abandonó su rostro. Abrió la boca enormemente ofendido cuando Derek lanzó el vaso que tenía por la ventanilla.

  —¡Oye!

  Derek alzó el dedo índice para que no emitiera otro sonido.

  —La próxima te lanzaré a ti —amenazó con total seguridad.

  Isaac asintió con la cabeza repetidas veces.

  —¿Sabes Derek? Tratas muy mal a tu beta —señaló Selena, pasándole su bebida al menor—. Tienes mi total apoyo si algún día decides revelarte contra él, Isaac.

  —Gracias, Lena —soltó él sin darse cuenta.

  Silencio; otra vez.

  Pero esa vez, un silencio completamente distinto.

  El cuerpo de Derek se tensó y le echó una mirada por el espejo retrovisor al menor. Selena escuchó un eco extraño dentro de su cabeza, pero le restó importancia mientras volvía a ver a su hermano. Isaac contuvo la respiración por unos segundos antes de abrir sus ojos con lentitud.

  No lo dijo, pero tuvo el deseo de disculparse con Derek en ese instante.
 
  [...]

  SELENA MCCALL:

  Apreté con poca fuerza la pierna de Derek cuando me incliné para besar sus labios; podía notar en su mirada la indecisión por dejarme en el hospital sin su supervisión, o la de al menos alguien que tuviera las habilidades para defenderme.

  Había sido Derek quien me había insistido en llamar a mi madre para poder quedarme con ella. Yo sabía que se encontraba en el hospital; me había avisado horas antes sobre su guardia nocturna. Cuando me informó sobre eso, no pude evitar sentirme un poco disgustada al respecto; si hubiese pasado más tiempo en casa, siquiera le habría ayudado con la limpieza, y con aquellos pensamientos alborotados, aún no lograba decidirme sobre si era buena idea proseguir con la propuesta de Derek de mudarme con él. Incluso si me entusiasmaba demasiado, solo podía pensar en que mi madre y mi hermano tendrían que arreglárselas solos..., y eso no me agradaba en lo absoluto. Principalmente por Scott.

  Cuando separé mis labios de los de Derek, él acarició suavemente mi mejilla izquierda.

  —Cualquier cosa, me llamas, Selena —pidió Derek.

  —Por supuesto que lo haré. —Le di otro beso fugaz—. Ve a buscar a Cora; estoy ansiosa por conocerla.

  El cuerpo de Derek se tensó momentáneamente ante mis caricias, pero se recompuso rápidamente.

  ¿Qué le pasaba últimamente?

  —Haré todo lo posible —aseguró.

  Después, bajé del auto para que Isaac ocupara mi lugar. Inclinándome, le besé la mejilla y él me devolvió una sonrisa, aliviándome luego de su silencio durante todo el viaje al hospital.

  —Nos vemos más tarde —me despedí, cerrando la puerta del copiloto.

  Una vez que el auto de Derek desapareció de mi vista, entré al hospital inmediatamente. Mientras veía a varios enfermeros caminar de prisa de un lado a otro y a un par de doctores llamando o conversando con algunos pacientes, de golpe, me sentí extremadamente mareada. ¿Qué me estaba sucediendo? No era la primera vez que me sentía tan vulnerable. Fui deteniendo mis pasos poco a poco, hasta que me vi forzada a detenerme abruptamente ante una marea de náuseas que ardió hasta mi garganta. Había alcanzado a llegar al mostrador, así que apoyé mi mano encima mientras agachaba la cabeza. Cada esfuerzo mínimo que hacía por respirar, parecía una injustificable tortura cuando intentaba detener mis ganas de vomitar.

  Entre quejidos, me pregunté si sería lo correcto llamar a Derek. Enseguida negué internamente. Él estaría ocupado y, para ser honesta conmigo misma, detener homicidios era más importante que solo un posible malestar estomacal.

  —¿Selena? —la voz confundida de mi madre me obligó a alzar la cabeza—. ¿Qué sucede? ¿Todo está bien?
 
   —Creo que me descompuse un poco —dije, luchando por enderezarme un poco—. Hace días que estoy sintiéndome de esta forma, ¿es normal?

  Mi madre arrugó el entrecejo y se acercó para ayudarme a caminar hasta algunos de los asientos cercanos. Se puso de cuclillas frente a mí y me sostuvo de ambas manos mientras me miraba con preocupación.

  —¿Has estado inyectándote la insulina? —inquirió, pasando una de sus manos por todo mi rostro—. Hija, tienes que estar atenta a esas cosas. Sabes que puede terminar muy mal.

  —Pero lo he estado haciendo, de verdad. —Intenté acomodarme en el asiento para quedar en una posición un poco más cómoda—. Además, sé lo que se siente cuando dejo de inyectarla, y esto no se parece en lo absoluto.

  Los ojos de mi madre me escanearon con atención todo el rostro, hasta que bajó la mirada y sostuvo mis manos con las suyas. Se relamió los labios y, cuando creí que diría algo que me espantaría, solo carraspeó.

  —Está bien. — Estiró sus labios para regalarme una diminuta sonrisa, aunque noté que se esforzaba por hacerla creíble—. Está bien. Te haré algunos exámenes para asegurarnos de que todo esté funcionando correctamente.

  Cuando quiso levantarse, la tomé del brazo con fuerza para detenerla. Le dirigí una mirada como si me hubiese dicho una barbaridad.

  —No —sentencié en cuanto volteó a verme.

  Mi madre alzó ambas cejas con una mezcla de asombro y confusión.

  —¿No? —repitió en forma de pregunta, sin entender a qué me estaba negando exactamente.

  —Es un gasto innecesario, ¿bien? El fin de semana entrante volveré a trabajar en Sinema, ya lo arreglé con Matthew, el dueño. Además, algunos días de la semana trabajo en la cafetería por lo que me darán el cheque el sábado, y estoy segura de que con eso podré pagarlo yo misma —le informé.

  Ella soltó una risa incrédula antes de darse cuenta de la honestidad en mis palabras. Enseguida, negó con la cabeza zafándose de mi agarra para terminar de enderezarse.

  —Selena, basta, lo digo en serio. —Me desconcertó escuchar la seriedad en su voz. Se llevó sus manos a la cintura y me señaló, mientras varias enfermeras pasaban por detrás de ella y nos echaban miradas—. Yo soy tu madre, no tú la mía. Entiendo que pasamos por momentos difíciles, momentos que tú tuviste que vivir aunque no fuera tu trabajo, y no tienes idea de cuánto lo siento por exponerte a eso. Pero ahora es momento de que disfrutes de lo tuyo sin que te sigas sintiendo atada a mis responsabilidades como madre, ¿estamos de acuerdo?

  —Yo no...

  —Okay, lo diré de otro modo: yo establezco una regla y tú la sigues como buena hija que eres. No me interesa si no estás de acuerdo, el dinero saldrá de mi bolsillo de todos modos —con eso dicho y sin esperar por mi respuesta u opinión, mi madre se dio media vuelta, se acercó al mostrador para tomar una planilla de ingreso y luego se perdió por uno de los pasillos.

   Me quedé atónita.

  De repente, tuve la impresión de que mi mundo se había desestabilizado por completo, y me pregunté por qué. Me fue demasiado difícil aceptar las palabras de mi madre, aunque ella creyera que hacía lo correcto al decírmelas. Incluso si su objetivo era tranquilizarme y persuadirme de aquella responsabilidad con sus razones, no era capaz de imaginarme en un mundo donde no pudiera ayudarla a ella o a Scott de cualquier modo.

  Si no podía aportarles en nada, entonces, ¿qué más podría mantenerme junto a ellos?

  [...]

  DEREK HALE:

  —¡Voy a morir y será tu culpa!

  —Lo bueno es que morirás y no podrás golpearme.

  —Las personas con asuntos pendientes quedan en un limbo entre la vida y la muerte, y  mi asunto ¡será golpearte! —gritó Selena, con una mezcla de enojo y miedo—. ¡Ay, Dios!  Siempre he sido una bendición para la humanidad, ¡sálvame!

  —Deja de quejarte, solo hemos subido al techo, Lena. —Cuando voltee mis ojos, ella apretó el agarre en mi mano logrando que me quejara—. ¡Ey! Te estoy cuidando para que no termines en el suelo y tú me maltratas de este modo, no es justo.

  Soltó un bufido mientras se soltaba del marco de mi cuarto por completo. Noté que tragó grueso cuando su mirada midió la altura en la que nos encontrábamos.

  —Déjame dudar un poco sobre tu "cuidado" hacia mí, ¿está bien? —dijo, con su voz temblorosa—. ¿Está fresquito, no? ¿Y si volvemos adentro?

  Cuando Lena amagó con darse la vuelta para entrar por la ventana nuevamente, la jalé de su mano para acercarla a mí. Gimoteó con terror antes de que su mejilla chocara contra mi pecho y yo pudiera rodearla entre mis brazos. Solía escalar los árboles o casas desde que tenía uso de la razón, así que sabía cómo mantener el equilibrio y la calma sin que pudiese causarme pavor. El cuerpo de ella temblaba notablemente, pero sabía que no era debido al aire fresco, sino al miedo por la altura, pese a que solo estábamos en el segundo piso.

  Acaricié su espalda con cuidado y una sonrisa adornó mi rostro cuando ella levantó su cabeza para verme.

  —Hay otras formas de ver un atardecer, ¿lo sabes, cierto?

  Solté una corta carcajada.

  —Lo sé, y créeme que esta es de las menos riesgosas —respondí—. Algún día lo veremos en la azotea de un edificio y, alguna otra vez, en la cima de una montaña. Te quejaras todo lo que quieras, pero lo haremos.

  Me acerqué a ella para unir nuestros labios en un tierno beso. La sostuve con más fuerza de la cintura y ella alzó sus brazos para rodearlos por encima de mis hombros. Sentí como sus labios se curvaban hacia arriba y tuve que separarme para observar su bella sonrisa. Ni siquiera podía imaginarme admirando la sonrisa de otra persona y que pudiera cautivarme de la misma manera. Selena se mordió el labio inferior y luego desvió la mirada hasta el suelo a unos metros de nosotros.

  —¿Y si nos caemos? —preguntó con cierta duda.

  —Caerás encima mío.

 

  Tomé mi teléfono y revisé el buzón de mensajes para asegurarme de que Selena no había enviado ninguno. Sentí la mirada pesada de Peter encima de mí, pero lo ignoré mientras seguía clavando un par de los emisores ultrasónicos que nos había entregado Argent. Aunque me fue más difícil de lo normal ignorar a Peter, ya que su reciente charla conmigo aún seguía repitiéndose en mi cabeza.

  Dejar morir a un par de personas inocentes para proteger a los míos. Y si, en su lugar, yo decidía terminar con los míos, le estaría dando a Deucalion justamente lo que quería de mí.

  Lo escuché suspirar exageradamente con el obvio de llamar mi atención, lo que hizo que me enderezara y me volteara a verlo.

  —¿Qué? —pregunté, resignado.

  Él se encogió de hombros, fingiendo no entender a lo que me estaba refiriendo.

  —Sé que quieres hablarme sobre algo.

  Inhaló profundamente mientras se apoyaba con los brazos cruzados en uno de los árboles. Me observó detenidamente cuando me acerqué algunos pasos hacia él. Parecía que estaba tratando de aparentar desinterés o calma, pero en sus ojos podía notar la obvia preocupación con respecto a algo.

  —Yo me di cuenta de inmediato —comentó con simpleza; luego chistó, alejándose del árbol otra vez para caminar hacia mí—. ¿Cómo es que tú ni siquiera lo notaste? ¿No pasó por tu cabeza aquella posibilidad?

  Resoplé, perdiendo los estribos.

  —¿De qué estás hablando? —pregunté.

  Peter se detuvo frente a mí, luego se llevó las manos a los bolsillos de su abrigo y negó lentamente con la cabeza.

  —Hablo de Selena —respondió.

  Lo miré incrédulo y sentí cómo todos mis músculos se tensaron ante la mención de su nombre. ¿A qué se refería exactamente? Ni siquiera podía hacerme una idea de lo que insinuaba, lo cual lograba provocarme inquietud en todo el cuerpo ante tal grado de ansiedad, y Peter sabía perfectamente que tenía ese efecto en mí. Podía darme cuenta del disfrute en su mirada.

  —¿Podrías decirme de una vez lo que sabes? —insistí con impaciencia.

  —Derek, Selena está embarazada.

  ¡Pero qué caraj...!
 

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