⠀𝐗𝐈𝐈𝐈. SAVIORS

・ 。゚🩸⦙ 𝐏𝐀𝐈𝐍𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑 。˚🔪 ᵎ
013.┊ SALVADORES.
꒰# TEEN WOLF E6 T4 ; Huérfano.

CUANDO EL SOL SE PUSO, Y el día se convirtió en noche. Madison y Liam no habían hecho ningún progreso. El cielo nocturno iluminaba la parte superior del pozo, el agua cada vez más fría y el viento cada vez más fuerte.

La respiración de Liam se volvió agitada mientras Madison trataba de ayudarle a mantener la calma. Los dos estaban agotados, después de haber pasado horas intentando escalar el muro de piedra, antes de decidir que necesitaban un descanso.

Habían intentado gritar, pero sus voces se habían vuelto roncas a medida que el agotamiento y el veneno hacían más y más efecto.

—Liam —susurró Madison—. Voy a intentar escalar una vez más, ¿vale?

Liam miró a Madison y asintió. Ella se deslizó fuera del lugar donde estaba de pie y comenzó a trepar por el muro. Tenía ampollas en las manos y le dolían horrores los pies.

Casi llegó a lo más alto, pero su pie resbaló y salió despedida hacia abajo. Pudo soltar un grito, que con suerte alguien oiría, antes de volver a caer al agua, salpicando.

Jadeó y tosió un poco. Liam le dio unas palmaditas en la espalda y frunció el ceño.

—Voy a intentarlo otra vez —decidió Madison, pero antes de que pudiera hacerlo, Liam la detuvo.

—Espera, deja que lo intente yo. Me estoy quedando sin energía, así que será mejor que la use antes de que se acabe.

Madison miró a Liam. No quería que resultara herido, pero si ninguno de los dos conseguía salir, lo más probable era que se quedaran atrapados aquí hasta su muerte.

Asintió con la cabeza y él se apoyó en un par de rocas y comenzó a trepar. Vio cómo Liam casi llegaba a lo alto del pozo antes de que sus piernas empezaran a flaquear.

Sus deportivas luchaban por encontrar una zona donde descansar mientras sus dedos empezaban a perder agarre. Liam jadeó y retiró una mano de las piedras mientras miraba hacia abajo a Madison. Sus miradas se cruzaron y ella le hizo un gesto de ánimo con los pulgares arriba.

Liam gruñó y su mano resbaló de las rocas, lo que casi le hizo salir volando hacia abajo. Antes de que pudiera hacerlo, una mano se estiró hacia abajo y agarró la suya. Fue sacado del pozo mientras miraba hacia abajo.

Madison no podía oír lo que ocurría en la superficie, pero sentía que su corazón se aceleraba y que su cuerpo se agotaba. Pasaron unos minutos cuando Scott vino a sacarla.

—Ya estáis bien, chicos. Está bien —dijo Scott, sin pasar por alto cómo sus manos estaban entrelazadas mientras temblaban de miedo.

Madison sintió como si las siguientes horas se hubieran desdibujado. Le costaba descifrar cuándo habían vuelto exactamente sus poderes, pero, a pesar de todo, se sentía aliviada por haberlos recuperado.

Scott había llevado a la bruja y al beta a la oficina del Dr. Deaton, donde ella se encontraba actualmente.

Liam se agarró a su mano como apoyo, observando cómo Deaton le extraía el veneno. La joven Argent no pudo evitar estremecerse al ver cómo el acónito se evaporaba en un humo espeso y amarillo.

Él respiraba y sudaba copiosamente mientras Scott le secaba la frente. Tenía los ojos cerrados en lo que Madison sólo podía describir como agonía.

—No quiero seguir viendo a gente morir —habló Scott, rompiendo el silencio de la habitación previamente silenciosa.

Los ojos de Madison se posaron en él en un instante.

—No creo que tengas muchas opciones al respecto —respondió su padre.

—Puede que sí.

—Es una gran carga que llevar, Scott —aconsejó Deaton.

—No me importa —dijo él.

Sus ojos se encontraron con los de la joven bruja, que le asintió con un gesto de aprobación.

—Nadie más morirá. Todos esos objetivos, todos los de esa lista negra. No importa si son wendigos, u hombres lobo, o lo que sean, voy a salvarlos a todos.

—Scott, ¿estás seguro de esto? Quiero decir─ por favor, no quiero que salgas herido —dijo Madison, su voz apenas por encima de un susurro.

—Madi, podemos hacerlo juntos. La manada, nuestra manada, puede salvarlos a todos. Sólo tenemos que creer.

Madison dudó. Salvarlos a todos sonaba como un plan bastante fácil, pero sabía que no era posible. ¿Cómo podría serlo después de que ella hubiera perdido tanto?

Optó por guardar silencio. Sus dedos trazaron círculos en la palma de la mano de Liam mientras sus ojos permanecían fijos en el suelo.

El silencio había vuelto, sólo que esta vez resultaba mucho más incómodo. Madison no pudo evitar retorcerse mientras lo único que oía era la respiración de los demás y el ligero zumbido.

Scott y Deaton habían decidido dar por terminada la noche. Se fijaron en las pesadas ojeras de la muchacha y supieron que necesitaba descansar. Se habían marchado con Liam, dejando todo lo que quedaba de la familia Argent en la oscura habitación.

Una mano en la espalda de Madison la sobresaltó. Chris le había tocado el hombro mientras ella giraba la cabeza.

—Deberíamos irnos a casa, cariño. Isaac probablemente nos esté esperando en el apartamento. Puedo pedir algo de comida mexicana, si quieres —ofreció.

Madison se rió en voz baja mientras asentía. Una sonrisa cansada se dibujó en su rostro mientras se frotaba los ojos con las manos.

Hizo una leve mueca de dolor cuando se lanzó una chispa a sí misma con su magia y la piel del cuello se le amorató ligeramente. Su padre seguía caminando hacia el coche, mientras Madison se detenía apresuradamente para dejar que su pelo se moviera delante de la herida.

Si los demás sabían que su magia no estaba bajo control, no sabía lo que harían. Ahora, especialmente, sería un momento aún peor para contarlo todo, con la lista negra y otros factores estresantes que ocurrían durante ese tiempo.

Madison se apoyó contra el respaldo de la cama al volver a casa. Todavía tenía la ropa incómodamente húmeda, así que se la quitó y la puso en el cesto de la ropa sucia. Se lavó el día en una reconfortante ducha y, cuando terminó, se recostó contra sus mullidas almohadas.

Madison podía oír la lluvia golpeando su ventana, y le recordó el loft de Derek. Recordó las innumerables noches en las que ella y Derek observaban las nubes, haciendo apuestas infantiles sobre qué gota de lluvia llegaría primero al alféizar de la ventana.

Madison echaba de menos a Derek, lo echaba todo de menos. Lo que daría por volver al pasado, un año atrás, cuando las cosas no eran tan complicadas. Sus ojos se cerraron y apenas sintió que se quedaba dormida.

Cuando llamaron a su puerta, Madison se levantó de un salto y abrió. Cierto rubio de pelo ondulado entró en la habitación, y sus ojos se posaron en la bruja.

—Mira, no importa cuántas duchas de vainilla y lavanda te des, eso no va a quitarte el pestazo a ansiedad. Y tu habitación apesta a eso, por cierto —informó el chico Lahey arrugando la nariz. Entró en su habitación y se quedó junto a la puerta, esperando una invitación para entrar oficialmente.

Madison puso los ojos en blanco y no dudó ni un segundo en empujar al hombre lobo fuera de la puerta. Él extendió los brazos para que parara, Madison apartó las manos y cruzó los brazos contra su pecho.

Ella se acercó a su cama, los mullidos pantalones que llevaba hundiéndose en el edredón mientras le miraba mal.

Isaac se arrastró hacia ella, tumbándose en el colchón al lado de ella. La diferencia de altura entre Isaac y Madison era bastante cómica, las piernas del beta eran demasiado largas para caber en su cama así que las cruzó.

Madison miró hacia él mientras apoyaba la cabeza en el respaldo de la cama.

—¿Qué? —susurró bruscamente, con las manos jugueteando con los hilos de su manta.

—Mira, sé que dices que no te molesta nada, pero sé que es mentira. No hace falta que me lo cuentes, pero espero que lo hagas. Eres como mi hermana pequeña, Madi, y los hermanos mayores cuidan de sus hermanas —dijo Isaac en voz baja, con sus ojos azules fijos en los de ella.

Madison miró hacia otro lado, temerosa de ceder y contárselo. No necesitaba ni quería su compasión, ya tenía suficiente con la suya propia.

Una mano en su espalda hizo que Madison tomara aire. Su respiración era agitada, su voz quería hablar, pero se sentía tan poco escuchada.

No con Isaac, él era diferente. De todos, ella lo tenía a él. Sabía que él despejaría su agenda para ella si se lo pedía, así que sabía que le debía esto. La verdad.

—Es sólo que... —comenzó Madison, su voz vacilante mientras sentía sus uñas arañando su piel—. Es todo, Isaac.

Se detuvo un momento y tragó con fuerza. Miró a Isaac, que parecía preocupado, haciéndole un ademán para que continuara.

—La forma en que todo ha estado cambiando, creo que ha estado interfiriendo con mis poderes. Ya no puedo controlarlos. No tengo un ancla. No tengo... —Madison se calló, sintiendo que los ojos empezaban a escocerle. Se mordió el labio con fuerza, como si eso fuera a contener las lágrimas.

Cerró los ojos muy fuerte, negándose a dejar caer una lágrima. Le dolía el corazón sin siquiera pronunciar un nombre, su cuerpo reaccionaba con sólo pensar a quién había perdido.

—Allison —susurró Isaac mientras su mano rozaba la coronilla de Madison. Todo lo que ella pudo hacer fue asentir, el nudo en la garganta intensificándose mientras intentaba que desapareciera.

—Todo iba tan bien antes de que ella se fuera. Yo tenía mi magia bajo control, éramos muy felices─ sólo que aprendiendo a vivir sin mi madre. Pero así es la vida, supongo. Sólo me recuerdo a mí misma que tengo que aguantarme.

Isaac suspiró mientras miraba a Madison. Había tantas cosas que quería decir, pero sabía que no podía. No era justo que ella fuera tan joven y hubiera experimentado tanta pérdida. Quería pedirle ayuda, tal vez preguntarle a Deaton si conocía a alguna bruja dispuesta a ayudar.

Pero no lo haría. No sin su permiso. Pero esa era una conversación para otro día. En lugar de eso, Isaac rodeó a Madison con sus brazos, los dos sentados en un silencio reconfortante mientras la lluvia caía contra la ventana.

—Vamos a superar esto juntos. Cualquier cosa que necesites, estoy aquí —susurró Isaac. Aunque no obtuvo respuesta, cuando sintió que Madison enterraba aún más la cabeza en su pecho, supo que estaba de acuerdo.

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