⸻ ⋆ 𝐝𝐨𝐜𝐞 ; ⋆ 𝐚𝐩𝐨𝐜𝐚𝐥𝐲𝐩𝐬𝐞 ⋆




















✦ 》(🌙)  Chapter 12; ⸻ ⋆   𝐚𝐩𝐨𝐜𝐚𝐥𝐲𝐩𝐬𝐞 ⋆

❝Eres aquella calma que estuve buscando toda mi vida. ❞









28 de agosto del 2022
📍Bruselas, Bélgica.


⸻ ⋆ Max's pov ⋆ ⸻

—A ver, espérate un tantito. — La voz del mexicano resonó con fuerza en mis oídos, arrancándome del caos de mis pensamientos y devolviéndome a la realidad por un instante. —Déjame ver si entendí. Estabas terminando de alistarte para la Qualy y, de la nada, como por obra y gracia del de arriba, un número desconocido te envía una foto donde Kelly se está besando con alguien más, ¿verdad?

Lo único que resonaba en mi cabeza era esa frase, golpeándome como un eco interminable: "Kelly besándose con alguien más". Yo, el actual campeón del mundo, resulté siendo un perfecto idiota, un cornudo de primera.

Se sentía como una bofetada. No voy a negarlo: me dolía. Pero lo extraño era que no dolía con la intensidad que habría esperado. Tal vez porque, en el fondo, ya lo sabía. Una parte de mí llevaba tiempo asumiendo que esto sería el desenlace inevitable, que nuestra relación estaba destinada a romperse desde que las grietas comenzaron a aparecer. Era como si, en silencio, hubiese estado esperando este momento, pero eso no hacía que fuera menos humillante ni desgarrador.

Mi rendimiento en la clasificación fue un desastre. Apenas logré un P6, y eso me sabía a derrota absoluta. Mi mente estaba nublada, atrapada en la imagen de aquella foto cada vez que tomaba una curva. Cada aceleración, cada frenada, se sentía torpe, como si una parte de mí ya no estuviera presente en el monoplaza.

Me sentía desganado, vacío. Todo el día había sido un desastre. Primero, el engaño. Después, la pésima Qualy. Y ahora, para colmo, había perdido la oportunidad de pedirle a Alessia que se quedara a mi lado por el resto del año.

Desde el principio sabía que esta apuesta era absurda. A pesar de ello, quería ganarle a Ally para convencerla de quedarse más tiempo conmigo. Pero sabía que no importaba cuánto lo intentara: en octubre se iría, y no habría nada que pudiera hacer para evitarlo. Me lo dejó claro desde el principio. Su vida estaba en Londres, no a mi lado.

—Creo que estoy agarrando señal igual que tú, Checo. — Charles interrumpió mis pensamientos, sentado junto a mi compañero de equipo. Bebió un sorbo de su termo mientras me observaba, su mirada cargada de lástima y comprensión. —Entonces... ¿esa fue la razón por la que no rendiste como querías, verdad?

Asentí sin decir una palabra. No tenía ánimos de hablar. Todo se sentía como una espiral de emociones negativas, y cualquier intento por explicarlo solo parecía empeorar las cosas.

—No mames... — murmuró Checo para sí mismo, cruzando los brazos con gesto pensativo. —Si te hace sentir mejor, yo siempre desconfié de ella. No es por nada, pero a mí en lo personal no me daba buenas vibras.

Solté una risa amarga, corta, casi forzada. Claro que lo sabía. Checo nunca había ocultado su disgusto por Kelly. Desde el principio me dejó claro que no confiaba en ella ni en su familia. Sin embargo, lo que me dolía más era darme cuenta de que, tal vez, él siempre tuvo razón.

—Entonces... ¿qué planeas hacer? — preguntó
Charles después de un rato, su tono cauteloso.

—¿Hacer...?

—Con todo esto.

Suspiré profundamente, buscando las palabras adecuadas. —Por ahora quiero hablar con Kelly en persona. Solo eso.

Checo, en un arrebato que no me esperaba, lanzó su gorra al suelo y se revolvió el cabello con frustración. Su reacción parecía más una pataleta que cualquier otra cosa. —¡Chinga tu madre, cabrón! No me jodas. Tienes la oportunidad frente a tus narices y no la tomas. ¿Qué clase de juego es este?

—¿De qué hablas?

—Y yo pensaba que tu hermana era bastante ciega a diferencia tuya... — murmuró Charles, pasándose una mano por la cara, visiblemente decepcionado.

—¡Señor Jesús! ¿Somos Charles y yo los únicos que no están ciegos? — continuó Checo, ahora con los brazos cruzados y un gesto de incredulidad—. La miradita que Alessia te dedica no es la de una amiga, Max. Es más, ninguno de ustedes dos tiene una mirada de 'buenos cuñados'. No nos vengas con esas mamadas.

Charles asintió, sumándose al ataque. —Eso es cierto, Max. Incluso yo me doy cuenta.

No respondí. Sabía que tenían razón en algunas cosas, pero no estaba dispuesto a admitirlo, al menos no en voz alta.

—¿Lo ves, Max? Hasta Charles, que es un distraído, lo sabe. — Checo bufó con molestia. —No entiendo por qué no lo intentas. Tienes la vía libre, pero prefieres que se te adelante el inglesito.

—¡Pero tú fuiste el que le metió esa idea a George! — protestó Charles. —En teoría, eres el culpable de que Max no tenga la vía libre por completo.

El mexicano rodó los ojos, claramente cansado de la discusión. —Me agradabas más cuando me dabas la razón, McQueen. — Luego se volvió hacia mí con una expresión más seria. —Mira, Max. Si no hubiera metido la pata con George, nunca te habrías dado cuenta de que lo tuyo con Kelly era mera costumbre. Y vaya sorpresa, llega Alessia, te desordena la cabeza en cuestión de días, y ahí tienes la prueba de que lo que decía era cierto.

No quería escuchar más. Mi cabeza era un torbellino de pensamientos y emociones, y mis amigos no estaban ayudando. Tenía mil preguntas que me carcomían por dentro: ¿Por qué Kelly me engañó? ¿Desde cuándo? ¿En realidad alguna vez me amó? ¿Qué significaba ella para mí?

—¿Se lo dirás? — preguntó Charles, aludiendo a Alessia.

Suspiré, intentando calmarme. —Por ahora no. Quiero hacer las cosas bien. Hablaré con Kelly primero y terminaré las cosas en persona. Además, Alessia está aquí por P., no por mí. No quiero arruinar lo que tiene con su hermana.

Esa verdad me dolía más de lo que quería admitir. Mi conexión con "P." era tan fuerte que el pensar en alejarme de ella me partía el alma. Y Alessia... bueno, era otro asunto que me tenía igual de confundido que pasaría con ella.




[...]



Después de un par de horas en el Paddock, finalmente me encuentro en el hotel. No me sentía del todo bien como para unirme al plan que Lando estaba organizando para salir a recorrer el lugar. Mi cuerpo estaba presente, pero mi mente no dejaba de retroceder una y otra vez a esa foto, a las palabras de Checo y Charles, y a todo el lío en el que estaba metido.

Al cerrar la puerta detrás de mí, solté un suspiro pesado. El silencio del cuarto me recibió con una calma extraña, pero incluso esa calma no lograba disipar el caos en mi cabeza. Dejé mi maleta sobre la mesa más cercana y me desplomé en la cama, sintiéndome agotado, no físicamente, sino emocionalmente.

No tenía ganas de comer, ni de ver una serie, ni siquiera de revisar las redes sociales. Mi mente estaba saturada, pero no podía detenerla. Me sentía una mierda, no había mejor expresión para describir cómo estaba. Era consciente de que, por más que intentara ignorar lo que sentía, tarde o temprano tendría que enfrentar todo esto.

El sonido de mis propios pensamientos era abrumador. Cerré los ojos, deseando que, al menos por un momento, pudiera apagar mi cabeza. Sin embargo, un ruido suave me sacó de mi trance. Me incorporé rápidamente, girándome hacia la puerta, y ahí estaba ella.

—¿Max? — La dulce voz de Alessia llenó el silencio, haciendo que mi corazón diera un vuelco inmediato. —¿Estás bien? No has hablado en todo el día. ¿Qué sucede?

Mi mirada recorrió cada detalle de su figura. Alessia siempre lograba verse radiante sin apenas intentarlo. El conjunto blanco que llevaba acentuaba su cintura, y su cabello caía en suaves ondas, enmarcando su rostro de una manera que la hacía lucir aún más hermosa. Pero no era solo su apariencia. Había algo en su presencia que me hacía sentir que, aunque todo estuviera en ruinas, con ella a mi lado podría encontrar algo de estabilidad.

Sin embargo, no podía decirle lo que estaba pasando. No quería cargarla con mis problemas, no era justo para ella. Opté por mi respuesta habitual, esa que siempre utilizaba para mantener a las personas a raya:

—No pasa nada.

Alessia frunció el ceño ligeramente, como si no creyera ni por un segundo en mis palabras. Se quedó allí, de pie, mirándome fijamente. Por unos instantes, pareció perderse en sus pensamientos, como si estuviera decidiendo qué decir o hacer. Finalmente, suspiró y avanzó unos pasos hacia mí, dejando su bolso sobre la mesa.

—Max... — murmuró con suavidad mientras se sentaba a mi lado en la cama.

Su voz, tan dulce y sincera, me desarmó por completo. ¿Cómo podía explicarle todo sin arrastrarla al caos? ¿Cómo podía hablarle de Kelly, de la foto, de lo destrozado que estaba, sin que eso la afectara también? Tragué saliva, sintiendo cómo un nudo comenzaba a formarse en mi garganta.

—De verdad, no pasa nada...— fue lo único que logré decir, bajando la mirada hacia mis manos.
Sentí el colchón moverse ligeramente cuando Alessia se acercó un poco más. Su mano buscó la mía, y entrelazó sus dedos con los míos en un gesto suave, casi reconfortante. El simple contacto hizo que mi pecho se tensara. Era como si, de alguna manera, ella entendiera exactamente lo que necesitaba en ese momento.

—No te creo, Max. Pero lo respeto. Entiendo que quieras pasar tu tiempo a solas, no te preocupes, lo respeto —murmuró dulcemente, con una calidez en su voz que hizo que algo dentro de mí se quebrara. Alessia siempre tenía esa habilidad: comprender lo que otros no lograban. A diferencia de tantas personas con las que me había cruzado, ella no insistía ni juzgaba. Su tono era tan sereno, tan genuino, que desarmaba cualquier barrera que pudiera haber levantado—. Estaré ahí para cuando te sientas listo para compartirlo o desahogarte.

No podía apartar la vista de ella. Era como si el mundo entero quedará en silencio cuando hablaba. Había algo en Alessia, algo en la forma en que encontraba las palabras justas, en cómo parecía leerme como un libro abierto, que me fascinaba. Era como si estuviera un paso adelante de mis propios pensamientos, conectada conmigo de una manera que nunca había experimentado con nadie más.

No sabía cómo decírselo. Había algo oscuro, pesado, que me asfixiaba desde dentro: el miedo a su reacción. ¿Y si Alessia se alejaba al saberlo? ¿Y si, como tantas otras personas, decidía que era demasiado complicado quedarse a mi lado? Su  hermana, la persona que siempre había jurado estar conmigo contra el mundo, me había traicionado de una forma que nunca creí posible. Era un golpe que aún no lograba asimilar a pesar que me lo sospechara con anterioridad. Y ahora, esa carga se volvía un muro infranqueable entre Alessia y yo. Quería contárselo, quería abrirme, pero el miedo de que todo cambiara —de que ella ya no me mirara igual o de que terminara alejándose— me paralizaba. ¿Cómo explicarle que no solo estaba lidiando con la traición, sino también con el temor de perderla a ella en el proceso porque no habría razón alguna para que se quedara a mi lado?

Había otra cosa. Algo que llevaba conmigo desde que tenía memoria. Toda mi vida había aprendido a cerrar mis sentimientos bajo llave. De niño, cuando buscaba consuelo, solo encontraba el rostro severo de mi padre, sus palabras duras como golpes, su incapacidad de comprender que yo solo era un niño buscando un poco de calidez. En lugar de abrazos o comprensión, recibía lecciones de "fortaleza", de cómo no debía llorar, de cómo los sentimientos eran una carga que no podías permitirte. A base de malos tratos y silencios incómodos, me había convencido de que era mejor guardar todo dentro, donde nadie pudiera verlo ni usarlo en mi contra.

Con Alessia, sin embargo, era diferente. Ella no me presionaba ni exigía explicaciones, pero su simple presencia me desarmaba. Me hacía querer abrirme, aunque no supiera cómo. Aun así, esa vieja voz en mi cabeza me decía que era peligroso, que el dolor era inevitable, que al final todos se irían. Y tal vez por eso, ahora que más la necesitaba, estaba tan lleno de dudas. ¿Y si se iba cuando supiera todo lo que estaba pasando? ¿Y si esa mirada cálida se transformaba en algo diferente, algo distante?

Pero, ¿a quién estaba engañando? No quería que se fuera.

—Creo que será mejor que yo... —comenzó a decir, pero antes de que pudiera terminar, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente.

Sin pensar, tomé su brazo. El contacto fue breve, un simple roce, pero suficiente para que ella detuviera su paso y me mirara sorprendida. No quería que se fuera. Maldije mi incapacidad para expresarme con claridad, esa parte de mí que siempre elegía el silencio por miedo a decir algo incorrecto. Sin embargo, en lugar de reprocharme o cuestionarme, Alessia me miró con esa dulzura que siempre lograba desarmarme.

Su mirada no tenía rastro de impaciencia ni de juicio, solo comprensión. Era diferente a todo lo que había conocido. Quizás por eso me costaba tanto abrirme con las demás personas. Siempre esperaba rechazo o incomodidad, pero con Alessia todo era distinto. Con ella no necesitaba protegerme; con ella, mi vulnerabilidad no se sentía como una debilidad, sino como algo natural.

Por unos minutos, el resto del mundo dejó de existir. Ni Kelly, ni el campeonato, ni los fantasmas que solían atormentarme lograban colarse en mi mente. Solo estábamos ella y yo. Alessia se sentó a mi lado, y con un gesto tan simple como lleno de significado, buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Su tacto era cálido, tranquilizador.

Bajé la mirada, intentando ocultar el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta. Desde niño había aprendido a reprimir mis emociones, a no dejar que nadie me viera vulnerable. Y ahora, a mis 25 años, esa costumbre seguía siendo una carga difícil de soltar. Pero Alessia no me dio tiempo de esconderme por completo.

Sin decir una palabra, me atrajo hacia ella, rodeándome con sus brazos en un abrazo cálido y seguro. Mi resistencia se derrumbó de inmediato. Me aferré a ella, apoyando la cabeza en su pecho como si ese gesto pudiera contener todo lo que llevaba dentro. Sus dedos acariciaron mi cabello con una ternura que nunca había sentido antes.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo, Max. — Su voz era un susurro, apenas audible, pero esas palabras resonaron en mi corazón con una fuerza abrumadora.

—No te vayas, por favor —susurré, mi voz apenas audible.

Alessia asintió sin dudarlo. No necesitó decir nada. Simplemente se quedó ahí, sosteniéndome, ofreciéndome su presencia sin condiciones, y en ese momento supe que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba solo.





[...]







—¿Ya me puedo quitar esto, Ally? Me siento... raro.

No puedo evitar reírme internamente al pensar cómo terminé de esta manera. De estar llorando entre sus brazos a ahora tener una mascarilla de arcilla cubriendo mi rostro y una banda azul en la cabeza, todo mientras ella, tan tranquila, se dedica a preparar las palomitas y los aperitivos para la película que íbamos a ver.

Alessia está igual que yo, con la mascarilla en su rostro, pero completamente concentrada en lo que está haciendo. La imagen de ella, tan natural y relajada, me saca una sonrisa involuntaria.

—Déjate de quejarte de todo, garoto fofo.

—¿Me acabas de decir "Niño bonito"?

—¿No que no entendías nada en portugués?

—Para mi suerte, algunas palabras sí, como esas. —Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro. —Ni lo pienses, sígueme diciendo así. No me molesta.

Alessia me miró con una expresión juguetona, pero enseguida se dedicó a seguir con lo suyo, cocinando las palomitas. No pude evitar observarla por un instante. Había algo en ella, algo en su manera de moverse, en la forma en que sonreía, que me hacía sentir una extraña mezcla de calma y nerviosismo. No lo quería admitir, pero era inevitable.

—¿Cuál vamos a ver?

—Coraline.

—¿Y de qué trata? ¿Es nueva?

—No puedo creer que nunca la hayas visto. ¡Eso es cultura general, Max! Es tan buena que, incluso cuando era niña, me daba miedo.— Alessia resopló divertida mientras servía las palomitas en un enorme bowl. Su tono mezclaba incredulidad y una ligera burla, como si no pudiera creer que alguien tan "informado" como yo no conociera un clásico como ese.

Me recosté en el sofá con las manos cruzadas detrás de la cabeza, intentando ignorar cómo la mascarilla comenzaba a secarse y a tirarme la piel.

—Lo que yo no puedo creer aún es cómo no me reconociste el día que nos conocimos. —Giré ligeramente la cabeza hacia ella con una sonrisa ladeada, disfrutando de su mirada confundida mientras se acomodaba en el sillón con el bowl de palomitas.

Alessia rueda los ojos y me observa mal.

—No me mires así, bonita. Tu padre es Nelson Piquet. Y, de lo que yo tengo entendido, sigue pendiente de lo que sucede en la F1.

—Que mi padre haya sido piloto no significa que yo tenga que estar metida en ese mundo. —Alessia enarcó una ceja. —La verdad, prefiero no estarlo. No me imagino lo pesado que habría sido si yo me hubiese interesado en ese mundo.

Me tomé unos segundos para observarla mientras hablaba, con esa tranquilidad que parecía surgir naturalmente en ella. Alessia tenía esa capacidad de hablar sin necesidad de elevar la voz, como si cada palabra estuviera calculada para llegar directamente a quien la escuchara.

—Tienes razón—dije, y parece que la mujer agradece que no ahonde en el tema frente a la situación de su familia—. Aunque bueno, lo que realmente sí es más pesado que eso es quedarse quieto y tener que lidiar con esto en la cara. —Señalé la mascarilla con una mueca, buscando hacerla reír.

Funcionó. Alessia soltó una carcajada cristalina, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—Eres un dramático, Max. Solo falta que digas que te sientes como un prisionero.

—Porque lo soy. —Me llevé una mano al pecho como si estuviera indignado, arrancándole otra risa.
Ella sacudió la cabeza, dejando el bowl de palomitas en la mesa frente al sofá antes de sentarse junto a mí.

—Ya, ya, garoto fofo. En cinco minutos te la quitas. Y después te aplico un poco de crema hidratante para que tu piel no se seque.

—Ah, perfecto, porque lo que necesito en mi vida es un skincare completo. —Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír cuando Alessia me dio un ligero golpe en el brazo.

—No te quejes. Te verás más guapo, lo prometo. —Sus ojos brillaban de diversión, y por un instante, todo el peso del día desapareció.

El silencio se instaló entre nosotros, pero era ese tipo de silencio cómodo, donde las palabras no eran necesarias porque la presencia del otro bastaba. Alessia estiró las piernas sobre el sofá, sus pies rozaron los míos, y no hice ningún intento por apartarme.

—Sabes... —dije tras unos minutos, mi voz más suave. —Creo que esto es lo más tranquilo que me he sentido en mucho tiempo.

Ella giró su cabeza hacia mí, sus ojos encontrándose con los míos.

—¿Me estás diciendo que el secreto de tu paz interior es una mascarilla de arcilla? —bromeó, pero había algo en su tono, una calidez que no pasó desapercibida.

—No, estoy diciendo que el secreto eres tú. —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y vi cómo un leve rubor se extendió por sus mejillas.

—Max... —murmuró, con una pequeña sonrisa que no pudo disimular.

No dije nada más. Solo me incliné hacia ella, apoyando mi cabeza en su hombro, y sentí cómo su mano buscaba la mía, entrelazando nuestros dedos nuevamente.

La película empezó y me acomodé más en el sofa, disfrutando de la comodidad del momento, aunque mi atención seguía siendo atraída por Alessia más que por la pantalla. Miraba cómo ella se concentraba en las escenas, sonriendo cuando algo le parecía gracioso o cuando algo la sorprendía. De vez en cuando me lanzaba una mirada cómplice.

Al principio, la trama me mantuvo algo cautivado, pero no tanto como la cercanía de Alessia. Aunque no estaba tan interesado en la película, me dejé llevar por su energía y por el ambiente tranquilo que estábamos creando.

Al final, la película terminó, pero algo en el aire cambió, como si el momento estuviera pidiendo un poco más de cercanía. Alessia, siempre atenta a los detalles, notó que yo seguía con la mascarilla en el rostro.

—¿Te la quito? —Me preguntó suavemente.

—Sí, por favor. Ya no aguanto este frío.

Con mucho cuidado, Alessia comenzó a retirar la mascarilla de arcilla de mi rostro. El gesto simple, pero lleno de ternura, me hizo sentir una calma que no había experimentado en todo el día. Luego, con la crema humectante en las manos, empezó a acariciar mi rostro, su toque suave y reconfortante.

—Ah... eso se siente bien. —Suspiré con alivio.
Alessia sonrió y continuó acariciando mi piel, con una expresión tranquila en el rostro. No dijo nada más, pero ese silencio entre nosotros hablaba más que cualquier palabra.

Al poco rato, Alessia se recostó sin querer sobre mi pecho y tomó el control remoto para elegir otra película. No me molestó para nada que se quedara, pero el cansancio ya me había alcanzado, y, sin saber cómo, me encontraba acurrucado a su lado.
Ya no prestaba atención a lo que se proyectaba en la pantalla. Estaba demasiado cómodo, demasiado tranquilo.

Finalmente, el cansancio me envolvió, y no pasó mucho tiempo antes de que me quedara dormido. Alessia, al parecer, hizo lo mismo. La película siguió sonando de fondo, pero todo a nuestro alrededor desapareció.

No estaba pensando en lo mal que me fue en la Qualy, ni en Kelly, ni en todo lo demás que me había estado consumiendo. Solo estábamos Alessia y yo, compartiendo un momento que parecía insignificante, pero que, para mí, lo era todo.












DISCLAIMER

✦ Hola! Este es el undécimo capítulo. ¿Qué tal les pareció? Espero que les haya gustado y sea de su agrado esta fanfic.

Soy consciente que Max en la Qualy de este GP quedó P1, pero necesitaba bajarlo un poquitito para esta escena y para la siguiente que se viene *grita de emoción*

Por otro lado, quiero mencionarles que de acuerdo a la encuesta que realice hace poco, haré la fanfic de Charles que estará conectada a Wanna be Yours (creería que sería ambientada desde el grito de Charles del 2022 como primera escena y luego ya se desarrollaría a comienzos de la temporada del 2024) Entonces probablemente salga uno que otro Spoiler.

Sin más, nos vemos después 🤍.

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