𝐈𝐕. 𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
ᴍɪʀᴇ́ ʟᴀ ʜᴏᴊᴀ ᴅᴇ ᴄᴜᴀᴅʀᴏs, ᴛᴏᴅᴀᴠɪ́ᴀ ᴄᴏɴ ᴇʟ ᴇᴊᴇʀᴄɪᴄɪᴏ sɪɴ ʀᴇsᴏʟᴠᴇʀ. Cogí la tapa del mi bolígrafo Bic y la puse en la cabeza de este. Ansiosa y algo frustrada, empecé a morder la tapa intentando que eso me calmara. Agitaba mi pierna derecha sin control, mostrando mi nerviosismo.
Susi profe hablaba a través de mi tablet. Siempre entiendo lo que explica, me ha salvado de muchas. Esta vez en cambio, por alguna razón, no estaba entendiendo nada. Mi mente estaba bloqueada y no asimilaba ninguna de las palabras que pronunciaba.
Apoyé los codos en la mesa y cogí mi cabeza cerrando los ojos, intentando mentalizarme. En ese momento me llegó una notificación al móvil. Era una publicidad, pero gracias a ello, la pantalla de mi teléfono se encendió haciendo que mostrara la hora que era.
Me levanté abruptamente de mi pequeño escritorio; Eran las seis menos cuarto.
—Me cago en la puta. —espeté corriendo hacia el armario.
Había quedado a las seis y cuarto con Pedro en una cafetería, que a decir verdad no estaba cerca de mi casa. No quise poner pegas, así que me conformé con el lugar.
Sin pensar mucho, abrí mi armario y saqué lo primero que vi: unos vaqueros y una sudadera. Era invierno y al estar en la parte del norte del país hacía aún más frío, así que tenía que ponerme ropa de abrigo.
Después de ponerme los zapatos salí corriendo. Me coloqué el chaquetón y antes de salir por la puerta me miré un poco en el espejo de la entrada, para ver cómo estaba. Al ver que estaba, dejémoslo en decente, crucé la puerta y bajé a trotes las escaleras del edificio.
La rasca de frío me recibió al salir a la calle y lo único que pude hacer fue abrazarme a mí misma para intentar reguardarme un poco del frígido.
Caminé por la calles de Barcelona hasta encontrar la primera parada de bus. Después de unos minutos de espera, el bus llegó y sin detenerme subí.
Le pagué lo debido al conductor y me senté en un lugar pegado a la ventana.
Me dediqué a mirar por el ventanal cuando el transporte se puso en marcha, viendo pasar las calles de la capital de Cataluña. Cinco minutos después el bus paró en su siguiente parada, en ese momento se subieron un crío y su madre, los dos se sentaron detrás mía.
La paz de apreciar el paisaje por la ventana no me duró mucho, ya que el niño atrás mío empezó a patear mi asiento como un verdadero frenético.
Cerré los ojos con fuerza, este crío llevaba dos minutos pataleando sin parar. Me preparé la mejor cara que tenía en ese momento y me giré en mi asiento.
—Hola, pequeño, ¿cómo te llamas? —le pregunté intentando ser amable.
Miré unos pocos de segundos a la madre; Estaba con el móvil, absorta en él.
—Hugo, y no soy pequeño, tengo siete años. —habló el castaño con el ceño fruncido.
—Vale... Eh... te quería pedir que dejaras de patear mi asiento, por favor. —le pedí casi suplicante.
Hugo me analizó durante unos segundos antes de hablar.
—Está bien, pero solo si respondes bien a mi pregunta. —condicionó con una sonrisa divertida.
—Bueno, está bien. —acepté asintiendo.
—¿Cristiano o Messi? —preguntó finalmente.
En ese momento me quise echar a reír, pero reprimí el sentimiento. Sonreí antes de hablar.
—Messi, supongo.
—Me parece una gran respuesta —habló sonriente apartando los pies de mi asiento —. Messi es el mejor, jugaba con mi primo en el Barça antes de irse al PSG. —habló animado por la conversación.
Fruncí el ceño mirándole. ¿Su primo juega en el Barça?
—Entonces tu primo juega en el Barça...
—Sí. Yo también juego en el Barça, pero en el infantil —dijo y se agachó a recoger algo a sus pies —. Mira.
Al incorporarse de nuevo vi que era una mochila del Barça, llevaba varias chapas de Messi. Sonreí con ternura; Al final me caía bien el niño y todo.
—Eso es genial, Hugo —afirmé sonriente. Él me sonrió de vuelta —. ¿Y quién es tu primo? —pregunté con curiosidad.
—Es... —empezó a hablar, pero las puertas del bus se abrieron dejándome ver que ya había llegado a mi destino.
—Ay, lo siento. Me tengo que ir, nos vemos, Hugo. —me despedí levantándome.
—¡Adiós! —logré escuchar su tierna voz antes de salir del autobús. En verdad me iba a dar pena no volverlo a ver.
Al bajar del bus pude apreciar de nuevo el mal tiempo que hacía. No solo por lo nublado que se encontraba el cielo, si no porque empezó a llover.
—Mierda. —murmuré caminando hacia la cafetería con rapidez, que gracias a Dios no estaba nada lejos de la parada. Me dejaba justo al lado.
Al llegar a la puerta de la cafetería, de repente, dejó de llover. Fruncí el ceño y miré hacia arriba: había un paraguas. Me giré hacia mí derecha y ahí encontré a la persona que la sostenía: Pedro.
Sonreí casi al instante y hablé.
—Hola, ¿llega tarde también? —le pregunté amablemente.
Él asintió con una sonrisa de labios cerrados.
—Vamos a entrar. —dijo abriéndome la puerta.
—Gracias. —agradecí mientras entraba a la cafetería. Él entró detrás de mí.
El lugar era algo rústico, acogedor. No había mucha gente; La cafetería era grande y solo había tres personas, una de ellas el camarero.
Nos sentamos en una mesa alejada, tanto de la poca gente que había como de las ventanas.
—Siendo tan reconocido no sé cómo se atreve a venir a estos lugares. —hablé al sentarnos.
—Bueno, supongo que no hay miedo al éxito —respondió relajadamente —. Ya sabes quién soy, por lo que veo.
Asentí encogiéndome de hombros.
—Mi mejor amiga es de familia culé. No me entero de las novedades o cosas así, así que puedo decir que vivo debajo de una roca. —expliqué mientras veía al camarero venir.
—Entiendo, ¿entonce no eres culé? —preguntó apoyando sus brazos en le mesa, mirándome.
En ese momento llegó el camarero interrumpiendo la conversación. Pedí un chocolate caliente y Pedro un café con leche, a la misma temperatura que el mío.
—No, supongo que no —respondí riéndo, siguiendo la conversación anterior —. No eres de Barcelona, ¿verdad? Tu acento me suena mucho de las Islas Canarias.
—Y así es, de las Islas Canarias soy. —dijo muy contento al responder.
Justamente el camarero llegó con nuestras bebidas y las puso en la mesa. Cogí la taza de mi chocolate caliente y la puse entre mis manos, palpando su calor en mí. Di un largo sorbo agustamente; Qué bien se sentía beberse algo deliciosamente caliente a estas temperaturas tan bajas.
—Bueno, ¿hablamos del contrato? —le dije encogiéndome en mi chaquetón.
—Sí, venga —acto seguido abrió su mochila (que me di cuenta en ese momento que la tenía) y sacó unos papeles de su interior —. Leelos tranquilamente. —dijo pasándomelos por la mesa.
Ya teniendo los papeles en frente empecé a leer. La verdad, era raro hacer un proceso de contratación en una rústica cafetería, pero supongo que había que mirarlo de manera creativa.
Leí los papeles sin dejarme nada atrás, hasta busqué las letras pequeñas. Era una maravillosa oportunidad; Podía ir a la universidad sin problemas; Me ofrecía un maravilloso techo; Iba a cobrar el mejor sueldo de mi vida. No la iba a desperdiciar, así que firme nada más terminar de leer.
—Aquí tienes. —hablé entregándole de nuevo los papeles.
—Perfecto. —pronunció mientras guardaba el contrato de nuevo en su mochila.
Miré la hora, con todo esto ya eran las siete y media. Tenía que acabar los ejercicios de matemáticas y seguir estudiando.
—¿Cuándo empiezo? —pregunté después de terminarme mi taza de chocolate caliente.
—Mañana te recojo para que puedas instalarte en mi casa. —respondió y después le dio otro sorbo a su café.
Asentí con una sonrisa.
—Ya hablamos —acordé —. Me tengo que ir, ha sido un gusto. —me despedí levantándome de mi asiento.
—Está bien, hasta mañana.
—Hasta mañana. —y sin más, crucé las puertas de la cafetería.
Me alivió el hecho de que hubiera dejado de llover cuando salí, ya que no había traído paraguas. También me alivió que había conseguido trabajo.
Rondándome por la cabeza mi nuevo hallazgo, era inevitable no sonreír mientras me encaminaba hacia la parada del bus. Sentía que las cosas iban a mejorar, ya lo estaban haciendo.
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¡Hola!, ¿qué les está pareciendo? Recuerden votar:)
Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ
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