2. ℍ𝕚𝕞𝕒𝕨𝕒𝕣𝕚
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ヒマワリーカワヒ
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Se sumergió por completo. El agua la cubría de pies a cabeza.
Cinco minutos soportando la respiración fueron suficientes. Limpio el exceso de agua, sobre todo en sus ojos.
Sus mejillas sonrosadas y su mirada aún perdida eran una buena característica que reflejaba que la resaca aún estaba presente.
Su mente sufría de memoria. Recordaba escasos sucesos de la noche posterior.
La mayoría de ellos no eran relevantes. Solo quería recordar a aquel chico.
- Himawari, Hima...
Su voz era lo único que podía recordar sobre él. También tenía presente, con cierta duda, la estructura de su cuerpo.
Más alto que ella, tenía una percepción casi exacta de la diferencia de tamaño.
Pero nada más que eso. Quería tomar su cabello y jalarlo de la desesperación. Realmente deseaba recordarlo por completo.
Cada vez que su nombre se repetía. Con aquella voz áspera y varonil que él tenía. Sentía como su estómago se apretaba, su garganta se cerraba y su corazón se hacía pequeño.
Sentía las típicas "mariposas".
Nunca se había sentido así. Ni con su único novio, Inojin. Con quien duró tres años en una relación y con quien terminó hace más de un año atrás.
¿Razones de ello? Inojin nunca supo como tratar de ella. Una relación tóxica que iba y venía.
Se cansó de ello. Simplemente, quiso salir a buscar todo aquello de lo que se había perdido en esos tres años, aferrada a una persona que no valía la pena.
Y lo conoció a él. Quien con solo un saludo la hizo estremecer. Aún estando ebria.
- Himawari, ya sal de ahí - tocaron con fuerza a la puerta del baño - Quiero tomar una ducha antes de irme.
Himawari vivía sola, desde que ingresó a la universidad. Tenía una beca que cubría los gastos mayores de la colegiatura y sus padres la ayudaban con la mitad de la renta. Por lo que trabajaba medio tiempo en una tienda de antigüedades que era bien pagada.
Aquella noche, su mejor amiga, Sarada, se había quedado la noche a dormir.
Ambas habían ido al club nocturno. Así se acompañaban la una a la otra.
La de cabellos azulinos tomó una toalla y se cubrió el cuerpo con ella. Sus cabellos cortos escurrían agua que caía sobre sus hombros. Tomo otra toalla y comenzó a frotarlos.
- Preparé té - le comentó la azabache - Te hará bien.
- Gracias - sonrió.
Tomó algo cómodo y calentito de su armario. Sentía los escalofríos recorrerle por todos sus huesos, de pies a cabeza.
En la cocina se sirvió el té. Encendió el televisor y se sentó sobre el cómodo sofá.
Sorbo tras sorbo es como bebía su té. Mientras pasaba canales, buscando la programación adecuada.
- ¡Que loca estuvo la noche! - su amiga salió, como diría, renovada - ¡La pasamos genial!.
Himawari sonrió, estaba de acuerdo con su amiga.
- Y, ¿Si le pediste el número al chico?.
Ella volvió a sonreír. Tomo su celular de la mesa y comenzó a buscar de entre sus contactos.
Paso una y otra, y otra vez la lista de todos sus contactos. No había ninguno nuevo. Si el rastro de algún otro número nuevo.
- Que raro, no está - se sentía decepcionada, realmente esperaba que estuviera ahí.
- ¿Por qué no lo buscas con su nombre?.
- Pues, verás... - responde con algo de ironía - No lo recuerdo...
Sarada lo sintió como un balde de agua fría.
- ¡¿Cómo que no lo recuerdas?! - espetó. No sabia si era molestia, miedo o frustración.
- Creo que estaba más ebria de lo que creía.
La azabache suspiro. Su celular emitió un sonido y ella lo revisó.
- Me gustaría quedarme ya que sé que vas a indagar para dar con él, pero mamá me esta esperando. Quedé que iba a almorzar con ella.
- Claro. Saluda a la señora Sakura de mi parte.
- ¡Lo haré! - se dirigió a la puerta - ¡Cuídate!.
- ¡También tú!.
Tras quedar solo en el departamento, tomo de nuevo su celular y ahora, abrió la galería de fotos.
Las más recientes estaban como novedad. Habían algunos vídeos de ella, Sarada y Chōchō bebiendo y bailando. También fotografías de ellas tres juntas.
Había más vídeos y fotografías, pero no lograban verse bien debido a la oscuridad del club y al gran movimiento que hacía al moverse.
Él aparecía en muchas de ellas. A pesar de apenas notarse con su sudadera negra, su lados laterales de su cabello en tonalidad rubia si que se notaban; al igual que sus cabellos azabaches rebeldes.
Su estómago rugía. No había comido nada desde anoche. Así que se preparó un sándwich y junto con el té, lo disfrutó.
Estaba por dormirse cuando sintió la vibración. Era un simple mensaje de su amiga Akemichi.
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Chōchō.
¿Ya hablaste con el chico sexy de anoche?
Yo.
No, me di cuenta de que no anoté el número.
Que tonto de mi parte.
Chōchō.
Al menos recuerdas su nombre, es una gran ventaja.
Yo.
Si lo recordará, ¿crees que estaría aquí sentada, perdiendo mi tiempo?.
Chōchō.
¡No me digas que de verdad lo olvidaste!.
¡Nisiquiera estabas tan ebria!.
Como sea. Debes buscarlo.
Yo.
Sé lo que debo hacer. No me presiones.
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Se levantó del sofá de un solo brinco. No estaba muy segura de lo que debía hacer o como haría para encontrar a aquel chico. Pero debía hacerlo, a eso se había comprometido.
Y no solo por que sus amigas se lo ordenaran, también lo hacía por ella. Siguiendo, por primera vez, a su corazón.
Se fue de nuevo a su habitación y sacó de su armario un vestido justo y juvenil. También sacó sus medias negras y un suéter, ya que estaban en épocas de otoño, el viento fresco arrasaba por las calles.
Peinó un poco su cabello y se colocó una gorra, así no se verían sus cabellos rebeldes que quedaron tras bañarse.
Decidió poner la ropa sucia en la lavadora y la secadora, así estaba lista mientras ella estaba fuera.
Con el cepillo dental en la boca, tomo la ropa y comenzó a hurgar en las bolsas, por si olvidaba algo dentro.
Fue extraño sentir algo en el bolsillo derecho de el suéter que llevo al club. Al revisarlo, se sorprendió aún más al sacar un reloj; un reloj de hombre.
Su mente le dio más recuerdos en ese momento: el mismo chico, tomándola de las caderas con su mano derecha y con la mano izquierda, acariciando su mejilla.
Ahí lo vio, ese mismo reloj. Sonando con la llegada de la media noche.
Lo supo de inmediato. Sabia por donde empezar a buscar. Aunque no era seguro encontrarlo o saber de él en ese lugar. Rogaba por que sí.
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ヒマワリーカワヒマ
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Suspiró al estar frente al local. Sentía como una oleada de emociones y sensaciones llegaban a ella como un golpe imprevisto.
Apretó el reloj dentro de su bolsa. Sus manos temblaban un poco pero tomó algo de valor y abrió la puerta.
A diferencia de como se encontraba en la noche, con las luces apagadas y los reflectores de colores que lo hacían llamativo, el club nocturno era un simple restaurante de comida rápida durante el día.
Claro, vendían también bebidas con alcohol. Pero no para ebrios que buscan fiestas y resacas.
Se veía bastante claro. Música de fondo y televisores transmitiendo el canal de deportes. El olor de la comida te daba ganas de pedir todo lo que se encontraba en el menú.
Y estaba claro, no solo iría a buscar a aquel chico; también iría por algo que comer.
Aunque anduviera en la calle, estaba más que agotada.
Tomó la carta de menú, se dirigió a la barra y ahí, junto a otro hombre, aparentemente de su edad, tomó asiento.
– ¿Esta lista para ordenar? – preguntó una camarera después de unos minutos.
– Una hamburguesa especial, unas papas fritas y un refresco sabor cola, por favor.
– Claro, en un momento traemos su orden.
Siguió observando el menú. A pesar de frecuentar aquel lugar como club nocturno, casi no había venido a lo que era antes de las ocho de la noche.
Las personas de ahí la conocían. A ella y a Sarada. El coctelero era quien más las conocía, pues desde que terminó con el Yamanaka, ambas se la pasan en la barra, bebiendo.
Normalmente, dicho coctelero se une a su conversación y las apoya emocionalmente; además de que se muestra amable y sumamente carismático. Le tiene cierto aprecio por eso.
El chico a su lado bufó. Comenzaba a sentirse incómoda en aquel lugar pero, si cambiaba de lugar, sería una falta de respeto —le das a entender a las personas que no te encuentras cómoda en dicho lugar— así que optó por quedarse ahí mismo.
No le había prestado atención al chico, ya que no le importaba mucho, solo quería estar en el asiento que siempre toma cuando está ahí.
Su pedido llegó minutos después. Lucía apetitoso y grasoso, además de que olía delicioso.
Moría de hambre, así que comió sin reparo.
– Sinceramente, nunca imaginaría a una chica como tú comiendo este tipo de cosas en este tipo de lugares – habló el chico a su lado.
Sintió un escalofrío. No esperaba que le hablara. Mucho menos, nunca pensó que comenzaría con una frase tan arrogante como esa.
– ¿A qué te refieres con "una chica como tú"?.
Estaba por voltear a verlo, encararlo.
– ¡Hima!, ¡qué milagro verte por aquí a estas horas! – apareció de pronto, del otro lado de la barra, un chico alto y castaño.
– Iwabe-senpai – el prefijo del nombre era por que, a pesar de que tenía un buen trabajo y era muy solicitado, solo era tres años mayor que ella – ¿Ya comienza tu horario laboral?.
– Sí, y se me hizo extraño verte aquí. Sola – hablaba mientras limpiaba con una franela los vasos de vidrio – ¿Acaso sucedió algo?.
– De echo sí – contestó, busco el reloj en su bolso, estaba casi enseguida – Quiero preguntarte algo, senpai.
El castaño se puso atento.
– ¿Recuerdas al chico con el que estuve anoche?.
Su contrario quedó algo pensativo, tratando de recordarlo.
– Recuerdo que se acercó a ti pero en ese momento yo estaba atendiendo a otras personas – comentó – Cuando quise volver contigo, ya te habías ido a bailar con él.
– ¿No recuerdas algo de él? — volvió a cuestionar – ¿o no lo conocías ya? Hay muchos clientes frecuentes aquí, pudo ser uno de ellos.
Iwabe negó.
– Recuerdo que venía con su amigo, pero eran nuevos en este lugar. Nunca los había visto.
– Ya veo.
Himawari sacó de su bolso el reloj.
– ¿Podría pedirte un favor? – su contrario accedió, ella mostró el reloj – Él olvidó esto, estaba en mi bolsillo. ¿Podrías dárselo si viene a buscarlo?.
– Claro, lo dejaremos en las cosas perdidas.
Tal vez Iwabe pudo notar su expresión de decepción en su rostro.
– ¿Quieres que le deje tu contacto también? ¿Que le diga que estás buscándolo?.
Había cierto brillo en sus ojos.
– ¡Si, por favor!.
Himawari salió algo contenta del establecimiento. Al menos, dejar el reloj acompañado de su número le daba una pequeña pizca de esperanza para encontrarlo.
Un cruce peatonal no estaba muy lejos de ahí. Tenía que ir nuevamente a casa.
Se cercioro sobre el señalamiento del semáforo peatonal, justo había cambiado a rojo.
Se quedó esperando, aún tratando de recordar al menos.
Hasta que, recordó lo que pasó hace algunos minutos, que ignoró por completo: al chico a su lado.
"– Sinceramente, nunca imaginaría a una chica como tú comiendo este tipo de cosas en este tipo de lugares."
Aunque el color del semáforo cambió a verde, no cruzó la calle.
"– Nunca imaginé que una chica como tú viniera a este tipo de club."
Ese recuerdo llegó como otro golpe. Ambas frases eran similares entre sí y, en cierto modo, las voces eran prácticamente iguales.
Dio la vuelta y se encaminó de nuevo al local. Su corazón palpitaba rápido y su respiración estaba agitada. Tenía miedo. Miedo de que sus sentidos se equivocaron. Pero también tenía miedo de que tuvieran la razón.
Alguien salió del club, ella lo observó de lejos, mientras se aproximaba al lugar.
Él caminó en sentido contrario al de ella. Aquella apariencia, aquel porte, eran iguales a los que ella recordaba.
Pero solo podía estar segura cuando escuchara su voz. Solamente así.
Los ojos grises de él se encontraron con ellos de ella. Sintió un choque de electricidad recorrerle de pies a cabeza. Se detuvo casi enseguida.
– ¿No lo recuerdas? – mencionó de pronto él – Hima...
Y ahí estaba. Ese tono de voz, llamándola. Era él, estaba segura.
– Gracias por guardar mi reloj, es preciado para mi – agradeció él.
Debía voltear, verlo de frente.
Lo hizo enseguida.
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"¿Cómo encontrarte?
Si mi corazón y mente
Siempre juegan
En mi contra.
Me quieren impedir
Ser feliz,
Contigo.
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★彡Chyio67🌻
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