𝑰𝑰 ━ prefects & spells
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Capítulo II
Prefectos & hechizos
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—Hogwarts—
1993
Laia esa mañana tenía muchas cosas en la cabeza, más de lo normal. Era viernes, quería salir de sus deberes antes del fin de semana, tenía algunos deberes atrasados debido a que se la había pasado toda la semana practicando los hechizos que el pequeño profesor Flitwick le indicó que serían mostrados en su clase. El profesor se alegró mucho cuando Rachel le dijo que su hermana quería ofrecerse como voluntaria para su clase y tomar su lugar. Laia, quien había sido obligada por su hermana para ir con ella al salón, sólo pudo esbozar una sonrisa forzada y obligarse a asentir enfrente de él, eso fue suficiente para que el viejo profesor lanzara un chillido alegre ya que era la primera vez que Laia se ofrecía algo en su clase y no desconocía su potencial en la materia.
Colocó la pluma en sobre el arco de su oreja mientras acomodaba todos los pergaminos con el ensayo del libro El Arte de la lectura de Runas.
Esa mañana parecía un huracán, la lluvia caía con fuerza y estaba tan oscuro que las antorchas se tuvieron que encender. Se había levantado muy temprano para poder terminar sus primeras traducciones de Runas que les había solicitado la profesora Bathsheda Babbling. Laia le estaba encontrando el gusto a la nueva asignatura que ya veía posibilidades en donde utilizarlas.
Se apartó su largo cabello azulado que caía sobre pergamino mientras le daba sus últimos toques a su mapa de Astronomía y siendo de las primeras en hallarse en el Gran Comedor tomando su desayuno; un grupo de estudiantes de Slytherin llegaron teniendo conversaciones repartidas, entre ellos se encontraban Polaris y Cepheus. La castaña al verla se aproximó con pasos rápidos hasta Laia seguida por Cepheus.
—¿Por qué no me dijiste que te levantarías temprano para hacer los deberes? —dijo sentándose a su lado. —Yo no he hecho la que nos dejó Snape para la clase de Defensa.
—¿Les dejó? —preguntó Cepheus sentándose al otro extremo. —A nosotros no nos dejó nada.
—Nos dejó porque Malfoy y Pansy empezaron a quejarse de que el profesor Lupin no es buen maestro. —comentó Laia mientras metía un bocado de su empanada de calabaza. —Eso le encantó y comenzó a decir que tendría compasión de nosotros por ser víctimas de una educación mediocre. Sólo nos dejó un pergamino como mucho sobre los hombres lobo.
—Ya lo hemos estudiado y son muy marginados, pero si me preguntan, para mí lo peor es ser un squib —dijo Cepheus mientras llenaba su plato con comida.
—No tengo ganas de hacerla... —dijo Polaris con ánimos hasta al suelo. —¿Ya la hiciste, Laia? Porque podríamos hacerla juntas.
—¡Qué va! —dijo la chica mientras sacaba más pergaminos de su mochila y le daba uno a Polaris con una sonrisa. —Yo hago la primera parte, tú la segunda y nos pasamos copia. La que termine primero, la otra tendrá que invitarla a un bollo.
—Me encanta como maquinea tu cerebro, Park. —dijo Polaris tomando uno de los pergaminos con rapidez.
—Yo hablaré con Derrick mientras trabajan. —dijo Cepheus con la boca llena girándose a su otro costado donde se encontraba el chico de su curso.
—Ustedes me deben una. —dijo Draco aproximándose a la mesa sentándose enfrente de ellas seguido de Pansy, Crabbe y Goyle. —El profesor Snape debería darnos la clase de Defensa y no ese vagabundo de Lupin.
—Escuché que los de Gryffindor también recibirán la clase con Snape, el profesor no les hará la vida fácil. —comentó Pansy muy feliz con las noticias.
—Vaya que estás informada... —masculló Polaris mientras tomaba una empanada.
—No eres la única con gente a tu alrededor, Lestrange. —replicó Pansy dándose aires agitando el cabello negro que le llegaba al cuello. Polaris sólo se encogió de hombros.
—Además, Snape nos regaló diez puntos. —dijo Draco con satisfacción a estallar mientras acomodaba su brazo vendado.
—No tienes que repetirlo, Malfoy. Estuvimos ahí. —dijo Laia mientras tomaba de su jugo.
—¿Por qué no se unieron a decir algo al respecto? —replicó. —Es decir ¿Estamos todos de acuerdo que ese Lupin no hace las clases mejores?
—A mí me costa que Dumbledore no le queda muchas opciones. —dijo Cepheus uniéndose. —La asignatura está maldita.
—Maldita o no, personas como Lupin no deberían ser profesores. —masculló Malfoy —Con ese aspecto, puaj.
Laia con discreción tomó una de las empanadas, la tanteó un poco y en cuanto encontró el momento la lanzó contra la cara de Draco cayendo una parte en su boca y el resto en la cara.
—Oops, Un tic. —dijo mientras volvía su pergamino.
Pansy se levantó indignada y le dedicó una mirada de muerte, mientras Cepheus se partía de la risa. Ella no encontraba la forma de quitarle las migajas de la túnica de Draco.
—¡¿Qué pretendes?! —exclamó roja de ira.
—Se le veía hambriento... —dijo Laia mientras tomaba otro bocado de su comida. —Si no le dabas de comer alguien debía hacerlo ¿no?
Draco muy confundido, enfadado y con la boca llena de empanada intentó tragársela mientras bebía un poco de su jugo. Luego se pasó una servilleta para limpiarse el relleno de calabaza de la cara.
—Tan temprano y ya estás secándote la boca a lo bruto. —le dijo Polaris sin dejar de escribir en su pergamino y pasando su vista del libro a la hoja. Cuando finalmente tenía su boca despejada, no tardó en decir:
—¡¿Qué fue eso?! ¡Me ensuciaste la cara, Park! —exclamó indignado.
—Era eso o lanzarte el jugo. —dijo Laia sin siquiera verlo mientras escribía. —Es que no te callas.
Iba a decir algo al respecto, pero vio cómo un grupo de Gryffindor que ya había terminado de desayunar salía del Gran Comedor. Una sonrisa malvada se formó en su rostro.
—¡Hey, Flint! —exclamó hacia el grupo de donde se encontraba Marcus Flint. Señaló en dirección al grupo de chicos. Parecía como si se entendieran con las miradas pues Flint no tardó en colocarse de pie junto con Malfoy y el resto del equipo de Quidditch.
Cepheus vio que el capitán del equipo lo llamaba.
—Creo que también debo ir. —comentó mientras se levantaba y le dijo algo a Flint en voz muy baja. Laia no tardó en lanzarle una mirada fulminante. —¿Qué? Tengo que ir a clases. Nos vemos.
—¡Sólo tres líneas más! —exclamó Polaris con gran furor. Laia pudo escuchar a lo lejos la voz de Malfoy decir:
—¡Ah, si mi brazo estuviera bien! —suspiraba sin esconder su tono burlón seguido con las carcajadas de sus compañeros de equipo.
—¡GANÉ! —gritó con victoria su amiga. —Algo me dice que me debes un bollo. —se volvió a ver el pergamino de Laia que aún le faltaban unas cinco líneas. —Naturalmente.
—Bien, te debo un bollo. —dijo Laia retomando su escritura en el pedazo de papel. Un trueno resonó en todo el Gran Comedor con furia relampagueando sin delicadeza, eso le erizó la piel. —¿Nos toca Pociones ahora?
—Sí, pero tú no tienes que ir. —dijo Polaris con una risita. —Vas con Flitwick.
—Sólo espero pronunciar bien los encantamientos... —dijo terminando de escribir en el pergamino y cerrando el libro.
—Yo más bien diría que no te emociones y tengas compasión con los niños. —dijo la castaña con una sonrisa juguetona —No vayas a lastimar a uno.
Eso provocó que Laia se sonrojara ligeramente.
—Que bueno que te invito a un bollo porque así tú podrás terminar mi tarea de Defensa con tu parte. —le entregó su pergamino con una sonrisa burlona. —Así valdrá la pena ese bollo.
—¿Qué clase de chantaje ese éste? —exclamó Polaris indignada tomando el pedazo de pergamino. —¡Exijo dos bollos ahora!
Se levantó de su asiento y tomó su mochila.
—Es por la que me debías por comerte mi bollo.
—¡Laia! —exclamó con un leve tono enfadado pero fue amortiguado por su risa. —¡Suerte con Flitwick!
Ella le lanzó un corazón con los dedos al aire y emprendió camino directo al salón de Encantamientos.
Durante su trayecto, en un pasillo pudo divisar a la figura atlética de Oliver Wood caminando deprisa al lado del chico Harry Potter hablándole confidencialmente. El menor parecía estar muy estresado.
Al llegar al salón de Encantamientos, observó que algunos de los alumnos de primer curso ya estaban allí. Era una clase compartida entre Gryffindor y Hufflepuff. No tardaron las miradas curiosas y murmullos hacia su persona e hizo un esfuerzo en hacer oídos sordos. Se acercó al escritorio del profesor, no lo vio en su habitual silla, pero unos segundos apareció por detrás de él.
—¡Señorita Park! —exclamó con una amplia sonrisa. —¿Lista para la clase de hoy?
—Eso creo. —dijo dejando su mochila al lado del escritorio. —Repasé los hechizos que me dijo, pero también unos que aprendí por mi cuenta.
—¡Excelente! Sólo recuerde que son chicos de primero y no hay que enseñarles encantamientos que puedan usar para el mal ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —respondió mientras veía algunos chicos hablando asombrados observándola y al profesor. En ese momento dudó de lo que podría mostrarles y fue tan notorio que el profesor Flitwick no tardó en decir:
—No se preocupe. —dijo con amabilidad. —Pueda que no sepa aún todos los hechizos que probablemente su brillante hermana sepa, pero estoy seguro de que usted podría enseñarles lo necesario. Por esa razón está aquí, es de mis alumnas más brillantes, pero menos participativas... —su sonrisa desapareció quedándose un momento pensativo. —Todo lo que está ocurriendo en el castillo... Sé que en Defensa contra las Artes Oscuras pueden aprender esto, pero quiero dar mi granito de arena y usted será de mucha ayuda.
Había olvidado completamente sobre qué aún se encontraban vigilados por las figuras horripilantes de los dementores que seguían en busca de Sirius Black. Ahora tenía más sentido que Flitwick diera una clase especial en la que tendría que haber participado su hermana. Aún por las palabras del profesor, seguía esperando poder ser de ayuda porque no sabía si los hechizos que conocía serían suficientes para enfrentarse a un dementor o si se encontrasen con el mismísimo Black.
Aguardaron a que sonara la campana para iniciar la clase, los últimos alumnos que faltaban entraron a toda prisa colocándose en sus asientos. Laia estaba sentada al extremo de los asientos de los alumnos que quedaba al lado del escritorio del profesor. Aún alejada del grupo de alumnos, se podía oír sus voces chillonas decir: «¿Quién es ella?», «¿Es de un curso mayor?», «Qué lindo cabello tiene», «No parece amigable...», «¿Qué hace una Slytherin acá?». Se retiró su capa del uniforme y la dobló colocándola en su regazo. La clase dio inicio.
—Muy buenos días. —les saludó el pequeño profesor Flitwick sobre su habitual asiento con una cálida sonrisa. —Hoy tendremos una clase que les será de mucha utilidad. Como saben, el colegio se encuentra amenazado por un fugitivo de Azkaban. Como profesor debo velar por su seguridad, pero si en dado caso no estoy cerca o algún otro maestro o prefecto para cuidar de ustedes tendrán que intentar defenderse. Por eso el día hoy traje a una de mis alumnas que me ayudará a demostrarles algunos hechizos de defensa. —se volvió hacia ella. —Señorita Park, ¿podría venir al frente?
Laia se levantó de su asiento y bajó al frente del escritorio del profesor. Todos la veía con ojos atentos y curiosos.
—¿Podría explícanos algunos hechizos defensores?
Ella asintió y se aclaró la garganta.
—Supongo que lo que llevamos del curso ustedes apenas aprendieron Lumos y Wingardium Leviosa. —dijo Laia intentando sonar lo más confiada y relajada. —Pues no les servirá para enfrentarse un peligro. —se giró al profesor Flitwick. —Profesor ¿Puede llamar a uno de ellos al frente? Por favor.
El profesor asintió sin vacilar y llamó a un chico de Hufflepuff de apellido Bougainvillea quien se acercó temeroso ante Laia.
—Les mostraré tres hechizos que considero que les servirá. Éste es uno: Expelliarmus, muy sencillo pero muy útil. —se volvió al chico —¿Puedes levantar tu varita arriba de tu cabeza? Te aseguro que no te pasará nada. —Bougainvillea hizo lo que le pidió dubitativo, pero no se encorvó en ningún momento. —Cuando pronuncie «Expelliarmus» verán lo que hace. —Laia le preguntó al chico si estaba listo y el chico asintió algo preocupado pero mantuvo su postura. —¡Expelliarmus!
En ese instante, en un rayo escarlata la varita del chico voló lejos de su mano y Laia estiró el brazo para tomarla.
—Si alguna vez alguien intenta hacerles daño, este encantamiento es una buena manera de desarmar alguien y poder huir mientras puedan. —añadió. Toda la clase se encontraba sorprendida y muy emocionada ante el nuevo encantamiento. El chico se alegró al ver que no le había pasado nada. Avergonzado tomó su varita nuevamente cuando la chica se la entregó. El profesor Flitwick aplaudía orgullosamente hacia Laia.
—Ahora inténtenlo entre ustedes y después veremos si pueden con Protego e Immobulus.
Ella observaba atentamente a cada uno de los chicos de primer curso. Algunos no lograban decirlo correctamente, otros tenían mala postura. Unos tenían miedo pero no dejaban de intentarlo y otros más les iba muy bien.
Mientras practicaban el encantamiento inmovilizador, Laia y el profesor ayudaban a los alumnos a salir de ese estado inmóvil con el contrahechizo. Algunos murmuraban no querer sentir eso otra vez. A la clase le había encantado realizar Protego; Laia les había realizado una demostración donde hizo aparecer un escudo lo bastante grande para cubrirla de pies a cabeza. A muchos no le salió a la primera y otros lograban realizar un pequeño escudo, pero a pesar de todo iba marchando bien. Laia se había percatado que uno de los alumnos de Gryffindor no había querido participar. En toda la clase, el chico se había quedado en su lugar mirando a todos, sin siquiera levantar su varita. Ella reconoció su carita en cuanto notó que también se había rehusado a no practicar nuevamente Expelliarmus; ese mismo rostro afligido y triste, era el chico del pasillo que molestaba Silas Atreides constantemente.
Se la había pasado dudando si debía confrontarlo o no, pero no pudo contenerse al ver que no había ni un intento por unirse a la clase. Se aproximó a él con paso decidido; él se encontraba garabateando en un pergamino terriblemente manchando por líneas que no formaban más que un enjambre de círculos y figuras irregulares.
—¿No piensas intentarlo? —le preguntó. El chico dio un respingo ante la voz inesperada de Laia. —Al menos para salvar tu pellejo.
Él movió la boca intentando decir algo, pero no salió nada. Finalmente, había logrado que algo saliera de su boca.
—No... n-no puedo. —replicó lacónicamente en voz débil y temerosa. —Mi varita está fallando...
Laia divisó la varita del chico al lado del pergamino. Ágilmente se acercó y le arrebató la varita antes de que él pudiera esconderla.
Extendió el brazo hacia su capa que aún aguardaba doblada en su asiento. Pronunció "Accio" y obedientemente su capa llegó hasta ella como un rayo.
—A mí me parece muy bien. —dijo echándole un último vistazo antes de dársela a su dueño nuevamente. —No se te dan las mentiras.
El chico abrió los ojos como platos, evidentemente desconcertado y casi en pánico. Su cara morena palideció y sus rizos tupidos parecieron como si se hubieran erizado aún más. Rápidamente guardó su pergamino garabateado y su pluma en su mochila.
—Si pretendes hacer como si no estoy enfrente de ti no te está funcionando. —le dijo Laia cruzándose de brazos. —Te ayudaré si quieres.
En ese momento, la campana sonó finalizando la clase. El chico ya se había levantado con sus cosas fuera de los asientos caminando con paso apresurado hacia la salida. Laia no iba a dejar que se fuera así, fue tras él pisándole los talones.
—¡Hey! ¡Vuelve aquí! —corrió hasta él hasta la puerta pero se detuvo en seco cuando surgió una chica rubia de ojos verdes de Hufflepuff, reconoció de inmediato que estaba en su mismo curso recordándola que juntas recibían justamente Encantamientos, ella había recibido al chico en la puerta.
—Vamos, Leto. Te acompañaré al comedor. —le dijo mientras dio un vistazo a Laia con recelo y lo enrolló en sus brazos llevándolo hacia el Gran Comedor.
Luego de darse un pequeño pestañazo en la clase del profesor Binns, Laia y Polaris se dirigían a la sala común de Slytherin. En el vestíbulo, nuevamente vieron a Oliver Wood juntarse afanado con Harry Potter quien lucía más estresado que antes. Oliver no se molestaba en hablar bajo, estaba tan ocupado en indicarle al chico cómo vencerían a Hufflepuff y a Cedric Diggory en el partido del día siguiente que no se daba cuenta que podrían estarlo oyendo. En cuanto Harry se echó a correr por el pasillo el mayor le grito:
—¡Diggory tiene un regate muy rápido, Harry! Tendrás que hacerle una vaselina...
Al desaparecer de la vista de Oliver, él también se echó a correr murmurando algo en tono preocupado y estresado.
—Vaya... —dijo Polaris retomando el paso con Laia por el vestíbulo. —Oliver sí que está muy desesperado por ganar.
—Lo contrario de ellos. Parecen relajados. —dijo Laia mientras doblaban una esquina y observaron a un pequeño grupo de Hufflepuff quienes lucían bastante alegres y tranquilos a pesar a estar a un día de su encuentro contra Gryffindor y Cedric Diggory no era la excepción. Hablaba animadamente con sus compañeros; él y los demás cargaban sus túnicas de quidditch. A pesar de lucir algo agotado —probablemente tras haber estado en una práctica con el equipo—, su apariencia seguía siendo impecable. Ernie Macmillan y Beatrice Haywood se unieron a la alegre reunión de sus compañeros.
Laia y Polaris pasaron a su lado. Beatrice quien era la próxima a ella, esbozó una sonrisa al verla y ella intentó devolverle el gesto.
Dio un vistazo rápido a Cedric; estaba segura de que había crecido más, si ella era más alta que Polaris y Beatrice, él lo era aún mucho más. Se le vía más maduro, pero había rastros de su cara de niño como lo había conocido hace unos años, eso hizo que tuviera fugaces recuerdos de su vieja amistad.
Desde que había llegado al colegio, jamás se dirigieron la palabra, él tenía sus propios asuntos y ella también. A veces creía que debía hablarle, pero su ego se lo impedía. Dejó de imaginarse maneras de acercarse a él nuevamente después de varios meses de cruzarse en los pasillos y lucir como totales extraños, como esa ocasión que ni notó que pasaba a su lado.
Se enderezó y siguió su camino con Polaris, quien había notado su cambio de humor inmediato.
—Prefectos... ¿huh? yo no te imagino siendo una, sueñas mucho despierta. —dijo cuando empezaban a bajar por las escaleras de mármol en dirección a las mazmorras. —Mucho menos a mí. A duras penas te soporto a ti, no soportaré a los mocosos de nuestra casa.
Laia no pudo evitar reír ante eso.
—Si yo sueño mucho, tú eres demasiado ruidosa para mi gusto.
—Si tu encanto son tus ojos raros, el mío es mi boca. —replicó con una sonrisa traviesa. —Mátame esa.
Laia dio un bufido y continuaron con su descenso a las mazmorras.
—Laia, en serio ¿Por qué no le hablas y ya?
—¿A quién? —preguntó hundiendo ligeramente las cejas.
—A Cedric Diggory. —dijo con un tono obvio. —Fuiste muy evidente que aún te molesta que no te dirija la palabra desde que llegaste acá.
—No digas ridiculeces. —masculló manteniendo la vista fija hacia el frente. —Era mi amigo, pero ya no y no me molesta en lo absoluto.
—¡Eso es como decir que odias la cerveza de mantequilla, pero nadie puede odiarla por es lo más delicioso! —escupió. —Es mentira.
—¿Ya se te olvidó que no la he probado aún? —preguntó soltando una risa que fue ahogada por el enojo que le causó al recordar que por estar castigada no pudo ir a Hogsmeade.
—Te quería traerte una, pero no me resistí a tomarme la que era tuya... —dijo avergonzada y luego calló en cuenta. —¡No me cambies de tema!
—Sólo camina, Polaris. —le dijo dándole un empujón amistoso. —Tengo que darle de comer a Sugar Quill antes de irme a la sala de trofeos.
—¡Yo también tengo hambre! —exclamó. —Vayamos por algo de comer antes de que te vayas.
De repente, delante de ellas, apareció un hombrecito volando en dirección a ellas con una sonrisa malévola de oreja a oreja. Se traba de Peeves, el poltergeist, que saltaba de muro a muro molestando a los alumnos que pasaban por el pasillo lanzándoles bellotas.
—¡BOO! —gritó al estar delante de las dos chicas y dándoles con algunas de sus bellotas. —¡La señorita Lestrange ya no está en el baño de niñas! ¡Vaya sorpresa! El espejo no hará que te veas más bonita, señorita Lestrange. Muy tontita, tontita.
—¡Déjame en paz, Peeves! —vociferó Polaris más roja que nunca de pena y enojo colocándose detrás del hombro de Laia. —¡Vete a rebotar por otro lado!
—Uh, tan chiquilla y tanto mal genio. —chasqueó la lengua mientras se ponía de cabeza con la misma sonrisa y esos ojos llenos de perversidad volviéndose a Laia. —¡Ah! ¡La señorita Park! O debo decirte «La chica mamba» que mal augurio, vaya que sí.
—Tan mal augurio que haré que te petrifiques. —replicó encarándolo. —O ¿prefieres al Barón Sanguinario?
—Señorita, Park, la violencia nunca resuelve nada. —dijo con voz santurrona. —Cuidadito, cuidadito, los chismes vuelan, pero no mejor que yo.
Tomó dos mechones de cabello de ambas y les dio un fuerte tirón antes de irse rebotando por las paredes en carcajadas burlonas. Laia sabía que eso no significaba nada bueno.
—Maldita sea...
—¿La chica mamba? —preguntó Polaris volviéndose a ella mientras sobaba su cuero cabelludo. —¿A qué se refería Peeves?
Esperó fervientemente que nadie hubiera escuchado eso. Acercó su dedo a su labio y tomó a su amiga del brazo.
—No hables alto. —masculló —Hay algo que no te conté, pero te lo diré cuando estemos solas.
—¿El bosque prohibido? ¿Qué hacías en el bosque prohibido? —susurró Polaris impresionada. Se hallaban en la cama adoselada de Laia, las colgaduras se hallaban corridas cubriendo a ambas por completo para mayor privacidad. No había nadie aún en la recamara de las niñas, pero tenían que darse prisa por si empezaba a llegar gente.
—No estuve en el bosque prohibido. —aclaró mientras sostenía a Sugar Quill que ronroneaba por cada acaricia luego de haber sido alimentado con una buena taza de leche. —Rachel y yo caminábamos por los terrenos del castillo y ese reptil apareció.
« Al inicio del curso, Rachel quería hablar conmigo sobre las razones por las que debí haber escogido Aritmancia en vez de Cuidado de Criaturas Mágicas. Ella cree que es más lucrativo; sabiendo que Hagrid sería el nuevo profesor y que no lo hacía mejor que Kettleburn, cree que ambos son un peligro. Bueno, como decía: durante la caminata pasamos cerca del bosque, apareció una larga cosa negra arrastrándose, nos sorprendimos por su tamaño y color tan oscuro. Rachel se apresuró a sacar su varita y me ordenó que lo hiciera también, pero de repente, la víbora sacó de su boca negra una lengua tan oscura y comenzó a silbar algo que no entendimos al inicio, pero luego de verle esos ojos entendí algo: "Las tinieblas están por levantarse, advierta a quien le concierna porque la muerte está por colarse. No habrá noche más oscura que ésa, que nadie reproche porque todos temerán a su terrible figura luego de medianoche." —sacó un pedazo arrugado de pergamino de la gaveta de la mesa de noche entregándoselo a Polaris. —Lo apunté para no olvidarlo. Después de decir eso, dijo algo más pero ya no logré entender nada y desapareció en el bosque. »
Laia también le contó sobre lo que había pasado en la biblioteca con Beatrice. Polaris escuchaba con atención y asombro que casi parecía algo emocionada con temor mezclado.
—Pero ¿Eso quiere decir que hablas pársel? —preguntó Polaris haciendo un gran esfuerzo por no levantar la voz tapándose la boca con ambas manos. —O al menos entenderlo.
—No lo sé. —dijo con frustración. —Espero que no, ninguna persona de mi familia lo habla. Ni siquiera sé si mi hermana entendió lo que dijo la serpiente.
—¡¿No le preguntaste?! Laia, debiste preguntarle. —reprochó la castaña. Luego, guardó un momento en silencio. —No tiene sentido, tendrías que haberlo manifestado antes.
Polaris observó su rostro y no tardó en iluminarse ante la respuesta que halló en ella, pero la chica de ojo zarco sabía lo que diría.
—Lo había olvidado... tu boggart. —dijo analizando sus propias palabras.
Gracias a la clase de Defensa contra las Artes Oscura eso ya no era un secreto entre su casa y, para ser de Slytherin, era el colmo que su boggart se hubiera presentado como una gigantesca serpiente, siendo el escudo de su casa y que la sala estaba repleta de artefactos en forma de serpiente, pero su terror era más a las vivas que a las esculturas. Se le erizaba la piel cuando veía a un reptil arrastrándose por ahí y no era constante que las viera, eso lo hacía más horrible. Sin embargo, una serpiente en su zapato era lo que menos temía realmente, su boggart sólo se transformó en el reciente susto que se llevó al inicio del curso, o eso creía, pero aún así no le daba una explicación del porqué pudo entender ese mensaje.
—Dudo que sea descendiente de Salazar Slytherin. —dijo finalmente recostándose contra la cabecera de la cama. —Ni siquiera un poco. Mi padre me lo hubiera dicho seguro. Además, sólo logré entender una vez y en la biblioteca cuando escuché los susurros otra vez de la serpiente no entendí nada.
—Yo también lo dudo. —replicó Polaris acomodando sus piernas entrelazadas. —Es decir; ni siquiera los Malfoy o mi familia pueden hablar pársel. Te aseguro que Lucius hubiera querido hacerlo en su tiempo.
—¿Crees... crees que de verdad mi padre halla sido parte de su círculo más cercano de Quién-tú-sabes?
Laia de verdad le dolió pensar y dudar sobre la inocencia de su familia ¿si su padre era realmente un Mortífago que podía hablar pársel y todo este tiempo lo había escondido? Lo veía imposible, lo conocía perfectamente, pero también era imposible no dudar.
—Laia, eres mi amiga y te contaría si lo supiera, —replicó, con tono apagado —pero jamás he escuchado a los adultos hablar de él o mencionarlo.
—Bueno, creo que me da un poco de paz conocer que sólo pude entenderle una vez...
—Es muy raro saber de alguien que habla pársel, son muy pocos. —dijo la castaña. —Los más famosos que hemos conocido son Quién-tú-sabes y extrañamente Harry Potter. —tomó el pedazo de pergamino nuevamente para verlo. —No sería mala idea preguntarle a Potter sobre eso.
—Preferiría que no. —masculló Laia. —Olvidémoslo y vayamos a cenar. No quiero ir a la sala de trofeos con el estómago vacío.
—Por las medias de Merlín, sí. Ya huelo el estofado de pollo. —exclamó Polaris descorriendo las cortinas. —Será mejor que nos vayamos preparando para los rumores porque secreto que hay, secreto que se sabe masivamente.
Y Polaris no estaba equivocada. Luego de una gratificante pero poco cómoda comida debido a algunos ojos expectantes de parte de sus compañeros de casa y uno que otro de las demás, los rumores se empezaban a extender. Algunos ya empezaban a llamarle tal como lo habían hecho Peeves y Nereida "La chica mamba", como Cepheus. Odiaba en ese instante ser la hermana de Rachel, no entendía cuál había sido la necesidad de ella por contar ese asunto que era entre ellas a una tipa chismosa como Nereida y, quizás esa era su venganza por su comentario de aquel día sobre su despecho.
—Míralo por el lado bueno: —dijo Cepheus a Laia mientras salían del Gran Comedor. —Ahora te respetarán más y quedará en el olvido tu miedo por las serpientes.
—Deberías dar charlas motivadoras. —replicó Laia con evidente sarcasmo.
—¿Crees que impartimos respeto? —preguntó Polaris volviéndose a Cepheus con incredulidad.
—Por supuesto. —dijo elevando el pecho con orgullo. —Sólo observa nuestra familia.
—Todo queda en familia, supongo... —replicó Polaris.
—Claro, sólo pregúntale a la tía Bella.
—¡La chica mambaaaaa! —exclamó Blaise Zabini con una gran sonrisa pícara uniéndose con Theodore Nott; un chico solitario de su curso que se la pasaba en un rincón escribiendo y dibujando distintas cosas que él sólo conocía, Laia tuvo curiosidad que es lo que se pasaba haciendo, pero siempre tenía una cara de no querer ser molestado, pero era un buen compañero en pociones. —Imagíname como una serpiente y háblame en pársel. Anda, anda.
—Zzz-zzz. —silbó Laia malhumorada. —Significa: vete a ser de estorbo a otro lado.
—¿Eso era de verdad? —preguntó Blaise con incredulidad hundiendo un poco las cejas. Nott no tardó en abrir los ojos como platos.
—No, idiota.
—Bueno, creo que Cepheus tiene razón. —comentó Theodore con voz suave —Me parece genial que tengas un apodo que hace honor a la casa...
—Te lo regalo si quieres. —dijo la ojizarca.
—Yo lo tomo si no lo quieres. —dijo Blaise poniéndose delante de ellos. —Yo que tú usaría eso a mi favor y asustar a los sangre sucia.
—¡Exactamente! —bramó Cepheus con una amplía sonrisa.
Justamente en ese instante pasaron unos de Gryffindor que le regalaron miradas nada amigables hacia Blaise quien los observaba con ojos impregnados de desprecio y superioridad.
Laia dio un brinco al recordar lo que tenía que hacer luego de la cena.
Se volvió a Blaise que miraba a Polaris algo embelesado. Notó que tenía un reloj de muñeca.
—¿Qué hora tienes? —apretó su brazo para llamar su atención.
—Eh... las siete y media ¿por qué?
—¡Gárgola galopantes! —exclamó echando a correr. —¡Los veo luego!
Corrió por los pasillos subiendo las escaleras a zancadas procurando detener el paso si veía algún profesor, o a Filch rondando por los pasillos con la señora Norris y finalmente hasta llegar al tercer piso. Al llegar a la sala de trofeos notó que la puerta estaba cerrada con llave. Observó a ambos costados del pasillo para asegurarse de que no hubiera nadie viendo u oyendo. Pronunció: «Alohomora» y la puerta se abrió, entró con cautela y cerró la puerta nuevamente diciendo: «Fermaportus».
—¿Jae? —llamó Laia. Detrás de los vitrales de unos trofeos surgió un joven de piel cetrina, cabello oscuro, alto y esbelto. Vestía una túnica formal que bajo la luz de la luna lucía ser de color negro.
—Treinta minutos tarde. —dijo mientras caminaba hacia ella con semblante serio. A pesar de la luz tenue, podía ver su rostro agotado.
—Lo siento... me distraje con tontos de mi curso. —dijo Laia tomando aliento. —La cena no estuvo mejor, pero perdona.
—¿Qué pasó en la cena? —preguntó el joven observando a Laia detenidamente.
—Si te digo qué pasó en la cena te tendré que contar todo lo que ha pasado durante estas semanas. —respondió mientras buscaba entre su túnica las dos cartas. —No te ves con humor para oír una larga lista de problemas.
El joven se restregó el cuello con pesadez y dejó salir un suspiro seguido de una sonrisa amigable.
—No vengo a esconderme en la sala de trofeos sólo para que me des cartas, Laia. —dijo con voz suave. —Hace un par de semanas terminé mi entrenamiento y acabo de salir del Ministerio, así que, tienes mucho que contarme. Tenemos tiempo antes del toque de queda, no es seguro que andes sola por los pasillos sabiendo que Black anda por ahí.
—Estoy siendo precavida, no te preocupes. —dijo dejando las cartas sobre una vitrina bajita. —Espera ¿Eso quiere decir que...?
El mayor metió su mano dentro de su capa y sacó del bolsillo una pequeña placa plateada. Se la entregó a Laia y ella tuvo que ahogar un grito con su mano por la emoción que sintió.
Era una placa de plata reluciente con un escudo de tres varitas cruzadas formando una M por encima de ellas y tenía escrito en letras relucientes: Auror.
—Me la dieron justamente antes de venir acá. —dijo con una sonrisa de oreja a oreja. —Oficialmente soy un Auror. Casi fallé en Ocultamiento y Disfraz.
—¡Es grandioso, Jae! —exclamó Laia con una reluciente sonrisa. Tuvo un impulso de querer abrazarlo pero se contuvo al no saber cómo empezar —Tu familia debe estar muy orgullosa de ti.
—De hecho, eres la primera en saberlo. —Dijo tomando de vuelta la placa y guardándola en su bolsillo. —Siéntete especial. —se arrancó un pequeño parche que tenía en la capa y la observó —Por fin me puedo quitar esta cosa.
Se trataba de un parche con el escudo del Ministerio de Magia y tenía bordado "Auror en entrenamiento". Estiró su brazo para entregarle el parche.
—Consérvalo. —dijo sin dejar de sonreír. —Es un buen inicio hasta llegues a conseguirlo.
—Vaya, gracias... —dijo tomando el parche sintiéndose como sus mejillas se ponían coloradas. Lo pegó sobre su pecho e intentando esconder lo emocionada que se sentía al saber que Jae lo había logrado y él ahora la motivaba aún más.
—Debes se sentirte muy feliz porque yo sí.
—Lo estoy. —dijo dejando escapar una risa con un tono extrañamente nostálgico. —Me pregunto qué dirían mis viejos amigos del colegio al saber que ahora sigo las normas. Charlie no podría creerlo. Tulip y Tonks se reirían de mí seguramente.
Laia supuso que esos eran los nombres de sus amigos. Aunque el nombre de Charlie le sonaba familiar.
—Mañana empiezo con el nuevo puesto. —comentó.
—¿Estás estresado por eso?
—Cornelius Fudge me colocó en una parte del caso de Black. Espera que venga a vigilar constantemente el colegio para ver si los dementores siguen a raya. —se quitó la capa negra y se acomodó los pantalones grises que le quedaban a la medida de sus piernas delgadas y se dejó caer en el suelo recostándose contra una vitrina. —Estaré viniendo casi a menudo mientras esto dure y haciendo asqueroso y aburrido papeleo en la oficina.
—Mi padre... —comenzó a decir pero Jae se apresuró a interrumpirla.
—Tu padre no estará sólo, seguiré visitándolo. Te lo prometo. —dijo firmemente. Como un hermano mayor a su hermanita prometiéndole que no la soltaría al andar en escoba. —Me aseguraré de que siga estando bien.
Laia asintió sintiéndose una tonta. Tomó las cartas y se las entregó al mayor.
—Y... ¿cómo lo encontraste la última vez que lo viste? —preguntó. Siempre que preguntaba eso recibía la misma respuesta, él no se molestaba cada vez que la escuchaba, pero Laia sabía que por mucho que preguntara, el cambio no sería demasiado estando encerrado. Jae guardó las cartas en un bolsillo de su ropa.
—Cuerdo aún, pero su físico... bueno, ya sabes. —soltó un suspiro volviéndose a ella —No puedo hacer mucho al respecto, aunque lo quisiera.
—Lo sé... pero lo agradezco.
Cuando su padre había sido encerrado en aquella cárcel, un Auror fue el único que creyó en él y le ofreció su ayuda mientras estuviera en Azkaban. Jae era el hijo de ese auror y habiéndose retirado, Jae tomó su lugar y seguir ayudando a Dante y a su familia. Él era quien llevaba y traía las cartas para asegurarse que no fuera interceptadas. Jae hace un tiempo se había encargado de mantener un ojo sobre Rachel y Laia estableciendo una amistad con ambas, pero Laia era la que más apegada y quien sentía cierta admiración hacia Jae. Siempre le asombraba su valentía y lealtad a pesar de poner en peligro su propia carrera y vida. Sin embargo, era la persona indicada para hablar un rato y pedirle consejos.
—Y bien... ¿piensas contarme lo que te ha sucedido? O esperas que te obligue a decírmelo con mocomurciélagos. —dijo mientras palmeaba el piso para que sentara a su lado. —No querrás mocos en tu capa.
—No si puedo ponerte de cabeza primero. —dijo mientras se sentaba a su lado.
—¿Cómo conoces ese hechizo? —preguntó frunciendo el entrecejo. Laia vaciló un poco antes de responder.
—Yo... lo escuché en la sala común... —dijo. Jae no tardó en reprenderla. No sabía porqué le daba conflicto que supiera ese hechizo, pero prefirió no discutir más y contarle lo que habían visto con Rachel en los terrenos del colegio, el hipogrifo que atacó a Draco Malfoy (esto le pareció bastante gracioso porque no dejó de reírse por un rato), sus castigos que impidieron que fuera a Hogsmeade, su participación en la clase del profesor Flitwick, el partido de Quidditch del día siguiente y su nuevo apodo. Cuando escuchó sobre la serpiente y que ella había podido entenderla no dijo mucho al respecto, pero se mostró bastante desconcertado y preocupado, dijo que investigaría al respecto. Luego le pidió que intentará no ocasionar más problemas en clases para que la dejaran ir a Hogsmeade. Más que una sugerencia era casi una obligación a que fuera a Zonko; comentó que no había mejor lugar para conseguir artículos novedosos para bromas.
Se mostró bastante orgulloso al saber que le había ido muy bien en la clase de Encantamientos con los de primero; dijo que en sus días de estudio era una materia que él disfrutaba, pero con suerte lograba sacar un "Aceptable". Después de eso, no dejó de alardear sobre Quidditch y que, sin duda, Gryffindor era un gran equipo, sobretodo cuando mencionó que su amigo Charlie —quien, para sorpresa de Laia, resultó ser uno de los Weasley— era el mejor Buscador y Capitán en aquellos años, pero Jae se quedó sin argumentos cuando Laia dijo que Slytherin había ganado consecutivamente la Copa de las Casas.
—¿Tú no estuviste en el equipo? —le preguntó Laia alzando una ceja. Ya había pasado una hora desde que estaba hablando con Jae, pero no le importó tardarse un poco más. Él aún no se había dado cuenta y no quiso decirle.
—Eh... no. Nunca tuve buen físico para siquiera ser Buscador. Lo mío eran las ventas. —comentó con notable vergüenza. —Pero Gryffindor ha sido el mejor equipo desde hace muchos años.
—Claro... ya lo veremos. —comentó sin tomarlo en serio. —Slytherin tiene una ventaja esta temporada, ya lo verás.
—¿Así? No es por ofenderte, niñita —dijo con tono presumido, pero juguetón —pero Slytherin las tiene de perder. Su equipo nunca ha sido... inteligente realmente.
—¡¿Niñita?! —exclamó —¿Quieres apostar?
—Perderán, ya verás... —recalcó con una sonrisa burlona.
Laia abrió la boca para reprochar esa terrible ofensa, pero Jae vio en su reloj la hora y de un brinco se levantó del suelo.
—Laia, es mejor que regreses a tu sala común. —le dijo mientras le extendía su mano para ayudarla a levantarse. —Te acompañaré hasta la entrada de las mazmorras.
—No tienes porqué venir conmigo, en serio.
—No reniegues y salgamos de aquí. Vamos.
Apuntó con su varita hacia la puerta tras pronunciar Alohomora y ambos salieron al pasillo. Los corredores estaban solitarios y no había otro sonido que sus propios pasos. En su descenso hasta las mazmorras, a Laia se le ocurrió una idea donde podría probarle que si había posibilidad que ganaran y de paso él pudiera hacer su trabajo.
—Bien, ya que no me quieres creer que Slytherin puede ganar esta temporada ¿Por qué no haces un espacio y vienes a ver el partido de tu antigua casa contra Hufflepuff?
Jae no respondió al instante, lo meditó un momento.
—Hace siglos que no veo un partido entre casas... —susurró. —Tengo que preparar el papeleo antes empezar acá, pero, veré si puedo llegar a tiempo para el partido. No creo que Dumbledore le importe.
—¡Estupendo! Entonces, nos vemos mañana. —dijo mientras caminaban por el vestíbulo llegando a las mazmorras.
—Hasta entonces. —dijo despidiéndose con una sonrisa.
🫐 Nota de autora 🫐
¡Segundo capítulo publicado!
Me tomó un tiempo terminarlo, pero finalmente está aquí y soy feliz ah.
¿entendieron las referencias hacia los personajes de Hogwarts Mystery? Sé que no es del todo canon, pero no pude resistirme a poner ciertas referencias. (perdonen si hay palabras que se repiten mucho o errores ortográficos, prometo arreglarlos luego)
No olviden dejar su voto y más de algún comentario, me ayuda a seguir con la historia. ♥️
Espero que les haya gustado, nos seguimos leyendo. <3
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