ੈ✗↪Capítulo 13.
自由➤ Lo sé! ‹ ⋆
Ya era otro día por la mañana, una mañana tranquila que se presentía que nada malo podría pasar pero era mejor guardar esos presentimientos, ya que nadie sabe lo que puede pasar aunque sea un día perfecto.
La pelinegra se levantó de la cama para asomándose por la ventana, miro con tristeza a su hija irse con Sanzu y Kakucho. Dió un suspiro mientras se alejaba de la ventana y trataba de tranquilizar la tristeza que sentía en su corazón.
Se sentó sobre la cama nuevamente mientras jugaba con sus dedos sin saber cómo irse.
Hoy debía verse con Melina para entregar datos.
— Alaska. — la puerta se abrió dejando ver al peliblanco. — Vamos, debemos hacer unas cosas.
— ¿Que cosas?. — pregunto intrigada. — ¿Nuestra hija dónde está?.
— Me insistió en ir con Sanzu y Kakucho, fueron al centro comercial. — hizo una pausa sentandose alado de su mujer. — Y nosotros debemos ir a arreglar algunas cosas.
— Me da miedo saber que es..
— Tranquila, solo iremos a comprar algunas cosas para el bebé.
Ella dió un suspiro de alivió, pensó que irían otra ves a una ejecución de sus "traidores". No aguantaba el hecho de ver sangre por todos lados además de escuchar sus gritos, era suficiente con escucharse así misma, además siempre sentía pena por esas personas.
Quizás ellos también querían una vida mejor, como ella.
Alaska se vistió con prendas nuevas al igual que Manjiro. Bajaron a la planta baja dónde los esperaba un lujoso vehículo estacionado frente a la puerta principal. Uno de los mayordomos abrió la puerta trasera del carro dejando pasar a la femenina, para luego subir su jefe.
En todo el viaje la pareja estuvo en silencio sin tener la necesidad de hablar, no era porque no querían, era porque ninguno sabía de qué hablar. Estuvieron haci hasta que el chófer estacionó el auto para luego bajar del vehículo y abrirle la puerta a Manjiro, y luego a Alaska.
La pareja camino hasta el centro comercial más lujoso de la ciudad, ambos agarrados de la mano pasearon por todas las tiendas buscando ropa de bebé perfectas y adecuadas para el futuro Sano.
En todo momento era Mikey quién elegía la ropa del bebé, no quería que Alaska se ponga indecisa o algo por el estilo.
Aunque la muchacha se mantuvo neutra en todo el recorrido.
— Este me gusta. — agarró un babero con un patito en medio. — ¿Y a tí?.
Ella dejo de ver por la ventana y presto atención a la prenda que llevaba Manjiro en sus manos.
— Es lindo, me gusta. — soltó sin más mostrando una pequeña sonrisa.
Llevaron bastantes bolsas de ropa, pero por suerte Mikey llamo a sus guardespaldas ordenandoles llevar las bolsas.
Ambos estaban en un restaurante descansando las piernas y comiendo tranquilamente hasta que el celular de Manjiro sonó.
Ente de mala gana saco el celular, la pantalla mostraba que entraba una llamada.
— Voy a contestar, no tardo. — se levantó de su asciento alejándose de la pelinegra.
Ella simplemente lo vio irse, apoyo sus brazos en la mesa para luego reposar su cabeza encima de ellos, así se quedó un buen rato hasta que al fin el peliblanco regreso.
— Escuchá, me llamaron porque tengo una reunión importante dé Bonten. — Alaska solo permanecia en silencio clavando sus ojos en él. — Te llevaré a casa y luego me iré.
Sintió una gran oportunidad ante tus ojos, y sonrió en su mente.
— ¿Puedo quedarme un rato más?.
— ¿Estás loca? No te dejare sola.
— Te prometo que no me pasará nada, quiero estar aquí un rato más... Por favor. — insistió con dulzura.
El corazón de Manjiro comenzó a latir a mil por hora, era increíble como Alaska era la única podía acelerar su corazón, además de Selina.
Dió un suspiro cansado viendo nuevamente a la pelinegra.
— Me llamás.
Ella asintió con una pequeña sonrisa y sus ojos cerrados.
Acompaño a Mikey fuera del centro comercial donde lo esperaba uno de sus choferes. El entro en el asciento trasero para luego bajar la ventanilla y ver a su futura esposa.
— Si necesitas que te busquen solo llámame y te enviaré uno de los choferes. — ella solo asintió. — Adiós Alaska.
La pelinegra saludo con su mano mientras veía el vehículo desaparecer de su vista, la sonrisa que tenía se desvanecido y posó sus ojos en la entrada del centro comercial.
Era hora.
Se adentro nuevamente a paso apresurado, sostuvo su cartera con una mano mientras que con la otra se sostenía el vientre para poder correr con cuidado. Miraba a todas las direcciones en busca de la oficial pero no la encontraba, y eso se le hacía extraño.
Siguió caminando por todo el lugar, hasta que vio a lo lejos una figura femenina sentada en una cafetería. Era Melina.
Alaska se apresuró hasta poder llegar a su destino donde se acercó a la muchacha lentamente.
— Ali, al fin llegas. — se dió vuelta sonriendo viendo a la femenina.
— Perdón por la demora. — Alaska le devolvió la sonrisa.
La pelinegra se sentó frente a la castaña quien se retiró las gafas que llevaba puesta. Entrelazó sus dedos buscando palabras para iniciar la conversación con la víctima.
— Bien cómo dije, te voy ayudar pero necesito información valiosa. — Alaska asintió con la cabeza sacando una carpeta de su bolso.
Ella se lo entrego a Melina quien lo agarro con cuidado comenzando a leerlo hoja por hoja. Al terminar cerró la carpeta dejándola a un lado, para posar su vista en ella.
— Cuéntame, ¿Cómo te está llendo con el últimamente?.
— Por el momento, no eh estado siendo maltratada. — esto sorprendió a la contraria. — Pero creo que se debe a mi embarazo.
— ¿Crees que el no te golpea por qué llevas a su bebé?. — Alaska sintió con la cabeza. — Bien pero por eso no debemos despreocuparnos. Hay que estar alertas siempre.
Melina saco de si bolso una tarjeta blanca y se lo entrego a Alaska. Está lo agarro con cuidado observando lo que decía, eran números.
— Si puedes mándame mensajes por ese número, así podemos tener más contacto sin nesecidad de vernos y no correrás riesgos de que el te haga algo.
— Muchas gracias Melina.
— No agradezcas linda, entre mujeres nos ayudamos, y gracias a tu información podré ayudarte a salir de ese lugar.
Ella estrecho su mano lo cual Alaska la agarro formando un apretón.
— ¿Puedo?. — pregunto Melina queriendo ver el brazo de Alaska.
Ella sintió con su cabeza. Melina agarró la manga de la chaqueta de Alaska y con cuidado la fue subiendo lo suficiente para poder tener vista de las heridas en su brazo.
— Están cicatrizando. — paso su mano con delicadeza por el brazo de la muchacha.
— Si, es mejor.
— Lamento mucho el infierno que tienes que vivir. — sonó suave.
Su tono de voz fue suficiente para que a la pelinegra se le llenasen sus ojos de lágrimas.
— No te preocupes, ya estoy acostumbrada. — sonrió con los ojos cerrados dejando que sus lágrimas bajen.
Melina paso su pulgar por la mejilla de Alaska limpiando esas lágrimas de dolor que siempre cubrían a la víctima.
— Tranquila, pronto dejaras de sufrir.. lo prometo. — fue segura de sus palabras.
Alaska confiaba plenamente en ella, se mantenía firme para que su libertad y la de su hija fuera concedida. Ya se imaginaba en el campo sentada en una colina con su hija, viendo el atardecer mientras los pájaros vuelan por el cielo azul y los grillos cantando anunciando la llegada de la noche.
Era perfecto para ella.
[...]
Nada de lo que escuchaba sonaba bueno, sentía su sangre hervir dentro de sus venas. Apretó los puños con fiereza mientras unas cuantas venas se marcaban en su frente y en sus puños.
— Repite lo que dijiste. — ordeno Manjiro.
El muchacho frente a ellos no sabía que hacer, pero con temblor en su cuerpo hablo.
— E-estan pasando información de nosotros a las a-autoridades.
Mikey se levantó azotando sus puños contra la mesa, se dió vuelta pateando la silla estampandola contra la pared, está se hizo pedazos con solo el impacto.
— Busquen quien es el traidor... Voy asesinarlo. — hablo entre dientes.
Todos afirmaron al uni solo, se podía sentir la mala vibra que emanaba Mikey.
A pasos sigilosos debes correr, recuerda que el lobo tiene buen oído, que no te escuche o será tu fin... Debes volver a casa.
En el próximo capítulo "Rostros siniestros, maldiciones crecientes".
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