1


Eleanor

Sentir a alguien del pasado parado frente a tu puerta puede ser escalofriante. Todos esos recuerdos y momentos regresan a tu mente sin previo aviso, ocupando cada espacio de tu cerebro de manera tosca.

Te dejan sin aliento, con los pensamientos corriendo a mil por hora.

Las fechas, las primeras miradas, las palabras que iniciaron todo y destellos de momentos que en algún punto fueron lo más preciado para ti. O quizás, lo seguían siendo. Y por supuesto, la dolorosa despedida que dejó un vacío agonizante en tu pecho.

Todo eso me invadió cuando lo vi ahí, parado fuera de mi apartamento. Ninguno de los dos dijo una palabra, solo nos mirábamos como si no nos reconociéramos. Habían pasado unos 10 años y él seguía casi igual, aunque había cambiado un poco su vestimenta. Antes era un nerd con un estilo peculiar; ya no usaba sus lentes y ahora lucía como un hombre totalmente diferente, vestido de manera más convencional con jeans simples, un suéter negro y sus inolvidables Converse.

Y claro, ahora era famoso.

Sabía que se había convertido en actor y que era excepcionalmente bueno. Había visto muchas de sus actuaciones, que lo catapultaron al estrellato. Y para ser sincera, me alegraba por él porque estaba cumpliendo su sueño, haciendo lo que amaba, y eso era lo único que importaba. Ni siquiera el dolor que sentí cuando se fue importaba, ya que nunca tuve el valor de confesar mis sentimientos hacia él.

Ahora, al tenerlo parado en mi puerta, me hizo pensar que tal vez tenía la oportunidad de decírselo, 10 años después. No es muy tarde, ¿verdad?

Por Dios, ¿qué estoy pensando?

Claro que era demasiado tarde.

Cuando finalmente salí de mi trance, lo vi observándome de manera tierna, como si ya se hubiera dado cuenta de que estaba en shock.

—Leah... —susurró.

Ese "Leah" en sus labios sonaba tan bien. Me encantaba que dijera mi nombre, aunque en realidad era un apodo. Mi nombre es Eleanor.

—Hola, Evan. —dije, tratando de sonar tranquila, como si por dentro no estuviera muriendo por abrazarlo. Y noté que él esperaba otra recepción por la leve expresión de decepción en su rostro. Tal vez esperaba que le dijera "Peters", ya que solo lo llamaba por su nombre cuando estaba enojada.

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro. Pasa.

Es increíble que esto fuera nuestro reencuentro después de 10 años, como si nada hubiese pasado. Aunque debía admitir que estaba un poco enojada con él.

Me hice a un lado para que pudiera pasar y, una vez adentro, cerré la puerta y lo guié a la sala. Él observaba todo con atención: las fotos que tenía en la pared con mi mamá y abuela, algunas fotos que yo había tomado y una foto que aún no me había atrevido a quitar.

—¿Aún tienes esa foto de los dos? —rió suavemente mientras tomaba la foto de la pared y la observaba con un extraño brillo en sus ojos, como si quisiera volver a ese tiempo en que éramos dos adolescentes que soñaban con ser un gran actor y una gran escritora. —Yo no tengo esta foto, ¿podría llevármela y hacerle una copia? Te la devolveré.

—Con tal de que me la devuelvas, está bien. —le sonreí sin mostrar mis dientes y él sacó la foto del marco y la guardó en un bolsillo de su chaqueta.

—Y... ¿qué te trae por aquí después de una década de ignorarme? ¿Cómo supiste dónde vivo? —me senté en el sofá que estaba al lado de la ventana y él hizo lo mismo.

—Fui a verte a la casa de tu madre pero me dijo que te habías mudado así que me dio la dirección y aquí estoy.

Grandioso.

Sabía que mi mamá amaba a Evan como a otro hijo. Crecimos juntos, vivíamos al lado, y claro , a ella siempre le agradó la idea de que yo sintiera algo más que amistad por él. Así que buscaba cualquier manera de que estuviéramos siempre juntos. Hoy es un claro ejemplo de eso.

Reí y dije:

—Claro, mi madre, como siempre haciendo de las suyas.

Pero él no rió, solo me miró antes de tomar mi mano con delicadeza y acariciarla suavemente. Era la mejor sensación que había tenido en mucho tiempo, sus manos eran tan finas que me recordaban a la piel de un bebé.

—Yo quiero que estemos juntos de nuevo, Leah.

¿Cómo?

—¿Qué?

—Sé que no nos hemos visto en 10 años y tú no me hablabas...

—¿Que no te hablaba? Maldita sea, Evan, tú fuiste el que dejó de responder mis mensajes, tú solo hiciste como si yo no existiera. —fruncí el ceño, tratando de no enojarme.

—Está bien, está bien. Te dejé de hablar pero todo tiene una explicación y te lo contaré todo, lo prometo. Pero el punto es que te quiero de nuevo en mi vida, Leah, han sido unos 10 años difíciles y te necesito a ti, a mi mejor amiga.

Mejor amiga.

Auch.

¿Algún día saldré de ese puesto?

—¿Para qué me necesitas exactamente? ¿Para desahogarte conmigo y luego irte para que pasen otros diez años más? —lo miré fijamente mientras decía esas palabras de manera tosca.
La verdad, se sintió bien decirlo, pero segundos después quise haberme retractado al ver sus ojos llenos de arrepentimiento.

Sabía que le había dolido, pero él no fue el único que tuvo una década difícil.

Evan dejó de mirarme y solo se quedó en silencio, observando por la ventana. El viento golpeaba su rostro, moviendo sus rizos y metiéndole algunos cabellos en los ojos.

Era tierno verlo tratando de acomodarse el cabello con su mano, peinándose hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, pero sin éxito. Se veía tan despeinado que casi se me escapa una risita, pero traté de disimularla con un carraspeo.

Parecía un niño luchando con su melena rebelde. Definitivamente, una de las cosas más graciosamente lindas era ver a Evan intentando peinarse.

Pero tenía que ser fuerte frente a sus encantos.

No sabía qué hacer: ¿dejar de hacerme la difícil y permitirle de nuevo acceso a mi vida para así recuperar nuestros años de amistad, pero siendo algo miserable en el fondo de mi corazón porque tal vez nunca podría decirle lo mucho que lo amaba como algo más que "el chico con el que crecí"?

O simplemente echarlo a patadas de mi casa.

Muy sencillo. Sabía la respuesta.

Era algo ¿masoquista? Probablemente, pero estaba segura de que preferiría ser un tanto miserable en lo profundo de mi ser que no tener a Evan en mi vida.

Así que sí, dejaré que Evan vuelva a mi vida, pero no se lo pondré tan sencillo.

10 años son mucho.

—Está bien. —dije después de unos minutos para romper el silencio.

—¿De verdad, Leah? —me miró y pude notar sus ojos casi negros llenos de alegría, iluminados.

—Sí, Evan. —le sonreí, y no pude evitarlo, también estaba feliz.

Él, sin dudar, se sentó un poco más cerca y me abrazó. Sus fuertes brazos rodearon mi cintura y su mentón descansaba sobre mi cabeza. Me tomó por sorpresa y en los primeros segundos no supe cómo reaccionar, pero al sentir su suave respiración en mi cabello, me relajé.

Lo abracé también, y su familiar aroma llegó a mi nariz.

Era tan cómodo estar así, abrazados sin que nada más importara, solo él y yo. Podría estar toda la vida con él, pero sabía que eso no sucedería, al menos no de la manera que yo quería. Había escuchado que tenía novia, pero no sabía más que eso. A veces los medios pueden ser mentirosos, ¿cierto?

O eso quería creer. Mi corazón quería aferrarse a esa idea aunque mi cerebro pensara lo contrario.

—Tu cabello sigue oliendo igual, Leah. —dijo él mientras se separaba un poco para observarme.

—¿Y cuál es ese olor? —alcé una ceja, esperando que no dijera alguna tontería.

—A que no te has bañado. —soltó una risa que inmediatamente marcó su hoyuelo y produjo un cosquilleo en mi estómago.

Diablos, se veía tan lindo.

Por supuesto que me había bañado, no soy como él. A él no le gustaba bañarse cuando era adolescente.

—Claro que me bañé, idiota. —sin pensarlo le pegué en el brazo de manera suave, y él actuó como si el brazo se le estuviera cayendo.

No pude evitar soltar una risa, se veía demasiado gracioso haciendo el dramático.

Cuando paramos de reírnos, él decidió hablar.

—¿Puedo volver mañana temprano para que pasemos el día juntos como antes? Y claro, también para hablar. Necesitamos hablar.

—Definitivamente puedes venir mañana temprano. Prepararé el desayuno para ambos y luego podemos ir a pasear.

Él sonrió contento y asintió, luego se paró para dirigirse a la salida. Lo seguí y le abrí la puerta.

—Gracias por dejarme entrar de nuevo en tu vida, Leah. Y créeme que esta vez todo será diferente. —se acercó para abrazarme y darme un beso en la mejilla.

Dios, qué tierno es.

—Espero que de verdad así sea, Evan. —le devolví el abrazo— Nos vemos mañana.

—Adiós, Leah.

Cuando desapareció de mi vista, cerré la puerta y me quedé mirando el pasillo, simplemente pensando.

Ojalá pueda resistir todo esto, el tener que fingir que no siento algo más, porque no quisiera llegar al punto en donde no me aguante más y se lo diga para terminar probablemente rechazada.

No quería dejarlo ir.

No de nuevo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top