𝙘𝙝𝙖𝙥𝙩𝙚𝙧 𝙛𝙞𝙫𝙚



" — You're the truck of my life. "

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SE RECARGÓ ABRUMADA en la
puerta de su habitación después del
largo sermón de sus padres por la
travesura que hizo. Estúpido policía
delator ¿no tenía algo más importante?
creía saber que había más de cinco
chicos a dos cuadras vendiendo drogas.

« Pero claro, "vayamos por los
niños que robaron helado" » pensó
molesta mientras seguía oyendo
los gritos de Lois, lo único que la
reconfortaba es que era muy
probable que a Reese le estuviera
yendo peor que a ella.

Minutos después escuchó un portazo
en la habitación de la casa siguiente
amortiguando los gritos de la
mujer mayor ahora haciendo que
se escuchen en un volumen más bajo.

Cuando ambos adolescentes chocaron
miradas, Robin lo miró molesta y con
el ceño más que fruncido mientras que
Reese se cruzó de brazos simple, no
es como si no estuviera acostumbrado
a ser castigado.

Más la guerra de miradas duró poco,
ya que la pelirroja se acercó a grandes
zancadas a la ventana dispuesta a
confrontarlo.

— Es tu culpa, — Escupió furiosa
— sino me hubieras arrastrado en
todo esto sería una persona libre.

Él rodó los ojos.

— Da igual, ya obtuve mi venganza.

Robin achino sus ojos viéndolo incrédula.

— Me utilizaste.— Lo señaló acusadora.

Claro que no le importo nunca su
contribución, solo buscaba una
forma de hacer miserable al heladero
—por alguna razón aún desconocida para
ella—, con un tonto como acompañante
para repartir la culpa, en este caso, ella.

— ¿Ahora a quien llamaras
tonto, cabeza de menstruación?

Abrió la boca indignada y molesta
consigo misma por haber caído en
la manipulación del chico con
cerebro de cacahuate.

— Me repugnas. — Dijo seria.

— ¿Hay una razón lógica por la cuál
te parezca repugnante?— Preguntó
ofendido pero a la vez satisfecho.

— ¿Hablas de una sola razón a pesar
de todas las razones qué hay?

Ambos ladearon sus cabezas mirándose
desafiantes hasta que ambos terminaron
por hartarse y cerrar ambas ventanas
al mismo tiempo con molestia.







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┏                                   ┓
PUNISHED
┗                                    ┛



        BOTÓ POR VIGÉSIMA cuarta vez la pelota igual que los últimos diez minutos totalmente aburrida, más esta vez su puntería le falló de tal manera que aquella bola roja rebotara hacia otro extremo alejándola de su alcance.

Miro aburrida la pelota que quedó debajo de uno de los sillones — muy lejos del rincón en donde estaba sentada — para después soltar una fuerte exclamación de exasperación y simplemente dejarse caer de lado en el suelo viendo más detalladamente el polvoriento suelo que la hizo levantarse rápidamente con una mueca de asco.

— ¿¡Puedo limpiar!? — preguntó en tono molesto en voz alta a sabiendas de que alguno de sus padres la escucharía.

Y no se equivocó, pues a los pocos segundos apareció Chris con semblante relajado junto a su usual taza de café y periódico en mano, chistando negativamente.

— Aún falta una semana y media. — Expresó igual que un lavado villano haciéndola suspirar con fuerza.

— ¡Ya te dije que yo no tuve la culpa!

— Lo se, y te creo. — Siguió con ese tono calmo que estresaba mas a la pelirroja — Pero esto te enseñara a qué no tienes que seguir niños problemáticos.

— ¡Pero-! — Hizo un puchero — Yo nunca me porto mal. — hablo sin más argumentos — Te prometo que no volverá a pasar, ¡él, hasta me cae mal!

Su padre negó lentamente.

— Y por eso me extraña lo que hiciste. — Se cruzó de brazos — Yo se que no eres así, Robin. ¿Qué te pasó?

— Y-Yo... — dudo sin saber que responder realmente — No lo sé, solo lo hice. — Admitió con culpa encogiéndose de hombros.

— Pues, como haya sido, seguirás castigada. — Robin asintió rendida.

Su papá le dio una última mirada sensible antes de marcharse. Era la primera vez que su hija, la ama del orden se metía en problemas. Es decir, tuvo varios roces con profesores por distintas discusiones pero nada parecido a una travesura, y ese suceso con el heladero lo hizo pensar seriamente si fue lo mejor para ella ese radical cambio de aire.

Cuando el mayor se marchó completamente, Robin suspiró pesadamente deslizándose hasta caer de trasero al suelo continuando con su espalda hasta terminar en una posición donde tenía el cuello torcido y el resto de su cuerpo tirado en el piso.

Ahora más que nunca odiaba a Reese, quería tomar su cabeza y golpearla hasta dejarlo más tonto, si es que eso era posible. Rodó los ojos mientras el recuerdo de cómo la castigaron volvía a su mente.


FLASHBACK

Los nervios le habían jugado una mala pasada que el sudor frío ya recorría la mayoría de su frente e incluso lagrimas querían asomarse por sus ojos a la vez que sentía la mano de la ley duramente en su hombro, ya tenía un pie en la cárcel. No entendía como es que el espécimen a su lado estaba tan tranquilo con el asunto.

Finalmente, luego de largos segundos de espera después de haber tocado el timbre, la puerta de abrió mostrando a un moreno con una radiante sonrisa que se borró al instante al ver a su hija adoptiva siendo sujetada a un policía.

— ¿Son suyos estas bestias? — Preguntó con voz dura el oficial de lentes oscuros.

Robert carraspeo nervioso.

— No.

— ¡Papá! — Reclamó la pelirroja dejándolo en evidencia, lo cual lo hizo hacer una mueca de resignación.

— Solo ella, — La señaló — Él es de los vecinos. — Miro mal al muchacho de abrigo beige que se encogió en su lugar por la intimidante figura. — ¿Qué ocurrió? — Un ligero tono de molestia comenzaba a asomarse.

— Robaron un camión entero de helados. — Mostró la mercancía robada en una bolsa haciendo que Robert abriera los ojos asombrando intercalando su vista hacia la ojiazul y hacía el helado sucesivamente. — El heladero aceptó no presentar cargos, pero si hay una próxima vez no se volverá a tentar el corazón con ellos.

— ¡¿Qué?! ¡Robin!

— ¡Técnicamente no robamos! — Intentó explicar desesperada — Pagamos por lo que nos llevamos.

El moreno frunció el ceño y miró al uniformado interrogante.

— Asaltaron el camión y dejaron quince dólares. — Dijo obvio.

Reese quiso soltar una risa pero la contuvo mientras que Robert veía furioso a su hijastra.

— Él me obligo, — Robin señaló al pelinegro de la entrada acusadoramente haciéndolo fruncir en ceño indignado — soy una víctima de su maldad.

— ¡Oye! — Reclamó.

— Ve a tu habitación. — Ordenó duró.

— Pero-

— Que entres.

Robin con mucha culpa encima asintió y a pasos largos y pesados se dirigió a su alcoba.

— Lamentó todos los inconvenientes. — Habló apenado hacía el policía — ¿Cuánto dinero hace falta?

— Veinticinco dólares. — Robert con pesar los entrego para después lanzarle una de sus miradas matadoras al adolescente que también era retenido por el de lentes oscuros.

— No te quiero volver a ver cerca de mi hija.

Reese no queriendo alargar su lista de problemas por ese día asintió frenético.


FIN DEL FLASHBACK

















Fue directo a la puerta con el solo propósito de salir de su casa pero antes de tomar el pomo de la puerta se detuvo repentinamente al notar la extraña escena en su sala.

Reese estaba parado en el rincón con la mirada hacia la pared con su madre comiendo un bote de helado mientras miraba su telenovela latina.

— No puedo creer que Don Armando trate así a Betty, ella lo ama. — Renegó el pelinegro pareciendo entretenido con lo que escuchaba de la televisora haciendo que su madres lo vea cansada al ver que estaba disfrutando su castigo.

Malcom frunció el ceño extrañado por ese lado de su hermano cuando noto que su mamá bajaba el volumen de la tele para hablar con él. Debía ser pareja en sus lecciones.

— Les dije a los dos que no quería problemas con los nuevos vecinos. — Malcolm levanto una de sus cejas interrogante — No están contentos, y yo tampoco. — Reese rodó los ojos sin ser visto — No quiero que algo así vuelva a pasar, les dije que no los quería cerca de esa niña.

— ¿Y si ella es la que me habla? — Lois solo lo miro seria.

— La advertencia también es para ti. — Dijo por último volviendo a subir el volumen de Betty la Fea.

— Como sea, como si se fuera a fijar en mi de cualquier modo. — Habló harto con la insistencia con el tema.

— Ah, ¿Acaso lo dudas? — Soltó una risa seca — Son niños con hormonas alborotadas. Cualquiera a esta edad les parecerá atractivo.

— No es como piensas. — Aseguró — Ya lo verás.

Para esto, el mayor que estaba atento a la charla frunció el ceño. En sus adentros podía asegurar que Malcolm sentía cosas por Robin pero ahora aquellas palabras lo hacían dudar de aquella idea.

— ¿Ah, si? — Preguntó sarcástica — ¿Y, adónde vas? — Malcolm la miró molesto y refunfuñó algo inn-audible para después salir por una buena vez de su casa.

Con la nueva información dada por su madre, supo que ir a tocar la puerta de la casa de la pelirroja y llegar como si nada no sería la mejor opción gracias a Reese, entonces, por ello, optó por escabullirse por los laterales de la casa hasta dar con la ventana de Robin, que estaba justo frente a la suya, notando que la pelirroja no estaba en su habitación. Frunció ligeramente el ceño y siguió recorriendo las ventanas del hogar hasta dar con la de la sala, en donde por fin pudo visualizar a la pecosa sentada en una de las esquinas con cara de pocos amigos.

Ni siquiera se detuvo a pensar en lo irónico que era que Reese estaba casi en la misma situación.

Revisando los alrededores esperando que ninguno de sus padres estuviera cerca tocó la ventana lo suficientemente fuerte para que ella escuchara pero no tanto como para hacer un alboroto.

Robin al escuchar los pequeños toques, miró expectante la ventana algo confundida hasta que segundos después noto los inconfundibles ojos de Malcolm tratando de asomarse pero también de pasar desapercibido.

Sonrió levemente aliviando un poco su mal humor por su castigo y se puso de pie cruzando la habitación para después abrir la ventana esperando que no chillara como siempre.

Ante el éxito, alargó un poco su sonrisa mirando al chico de cuclillas fuera de su casa.

— ¿Puedes salir? — Preguntó en un susurro.

— No, estoy castigada. — Malcolm supo inmediatamente que fue culpa de Reese — No puedo limpiar, ni hacer nada. — Se cruzó de brazos molesta para luego verlo interrogante — ¿Qué pasó?

— Eh... ¿Ya terminaste de usar los apuntes que te preste?

— Oh, si — La chica revisó su alrededor y al verificar que no había nadie rondando, fue rápido a su habitación para recoger el cuaderno de Malcolm y lo que llevaba de investigación sobre las enzimas, para después regresar en un dos por tres con el chico al cuál le dio su libreta junto con un cuadernillo que miró curioso — No podré ir a tu casa por un tiempo a ayudarlos con el proyecto, — Bramó con pesar referente a su castigo, pues sus padres ya no querían que tuviera nada que ver con los Wilkerson — pero aquí esta la parte teórica junto con la hipótesis, léela y me dices qué tal, o si necesita alguna corrección y yo lo hago. Ustedes empiecen con el experimento.

— Oh, muy bien, — Habló hojeándolo — esto nos ayudará mucho, gracias.

— Es lo que me toca. — Se encogió simple de hombros — Ah, y dile de mi parte a Reese que lo odio.

El chico la observo comprensivo.

— Se lo haré saber. — Asintió — Y respecto al proyecto, lo pospondré un poco ya que Stevie y yo daremos tutorías. — Robin lo vio curiosa recargándose en la ventana.

— ¿Por qué la iniciativa? — El ojiazul suspiro antes de relatar y volver a tomar aire.

— Tuvimos mala nota en la clase de deportes y esto lo compensará. — Se encogió de hombros — Y si tengo suerte, tal vez me toque con Allison. — Mencionó emocionado y Robin levanto por leves instantes ambas cejas pero al instante asintió conforme, pero aquello no era la reacción que él esperaba — Me parece bonita y quisiera pasar tiempo con ella... — Miró de reojo la reacción de la pelirroja pero esta seguía inclinando la cabeza como si nada, lo cual, al final lo hizo rodar los ojos — Como sea, por eso estaré ocupado ahora que vienen los exámenes y no podré ayudarte.

Con un último asentimiento el chico se alejó definitivamente dejando a una confundida Robin mirarlo desde su ventana, su comportamiento y palabras fueron extrañas, se sintió como si quisiera dejarle algo en claro ademas de alejarla, pero al final creyó qué tal vez eran ideas suyas. Intento hacer memoria de esa tal Allison pero no la ubicaba de ningún lado y no le dio mas vueltas al asunto, pensó en el baile de primavera que se avecinaba y qué tal vez Malcolm quería sumar puntos para invitarla. Ella aún no tenía pareja aunque lo más probable es que fuera con George.

Mientras la pecosa aún lo seguía con la vista Malcolm repetía una y otra vez en su mente que su madre no tendría razón.












El chico se balanceaba ansioso sobre su propio peso esperando el nombre de la persona que se le fue asignada para darle tutorías para las siguientes pruebas académicas.

Estaba ansioso ya que de verdad quería que le tocara con la rubia que estaba cerca de su casillero y que hasta ahora no había tenido oportunidad y valentía de hablarle, por ello, veía esto como una buena chance.

Pues no mintió cuando le lanzó aquella bomba a Robin el día anterior en su hogar. Él gustaba de Allison y esperaba que la indirecta hubiera sido bien recibida, aunque la pelirroja estuvo algo seria y alejada de él supo que hizo lo correcto pese a su aburrimiento en clase de biología sin las contantes — pero molestas — interrupciones de la ojiazul.

Movió sus dedos ansioso cuando su antiguo maestro le entregó el nombre de la persona a que acompañaría en los exámenes, más cuando leyó el nombre todos los colores que lo hacían lucir como un ser viviente se fueron se su rostro.

« Tiene que ser una broma »

Miró mal a Herkabe el cual tenía una sonrisa malvada en su rostro. Sabía que lo odiaba.

Suspiró pesadamente viendo al chico frente a él, al que le daría asesorías mirándolo de forma poco amigable.












Caminaba por la acerca a paso tranquilo con los ojos levemente achinados por el sol y por las barbaridades que salían de la boca de su hermano. Él moreno finalmente terminó con su relato y Robin lo observo de forma extraña para terminar rodando los ojos.

— Eso fue una idea muy estúpida. — Se sinceró mientras que él puso una mueca indignada.

— ¡Pudo funcionar! — Lo miró obvia con ambas cejas alzadas — Si la gravedad no existiera... — Murmuró por lo bajo.

— Bueno, al menos fue solo por ese momento y no aplicaste la misma lógica cuando te bañas. — Ambos se encogieron de hombros. Entonces fue cuando volvió a recaer en la presencia de los hermanos Wilkerson detrás de ellos tan solo a unos cuantos pasos de distancia — Porqué ¡¿Sabes?! — Habló en un tono alto y chillón — Ser un idiota las veinticuatro horas del día es peor que serlo sólo medio turno.

Malcolm y George le dedicaron una mirada confusa, más no fue hasta que el mayor de los cuatro bufó rodando los ojos sabiendo que aquel insulto fue dirigido para él.

— ¿Puedo oírte, sabes?

— Si, por eso lo dije. — Respondió rápido en un tono tajante.

Y así fue como cada uno volvió a sus asuntos por el resto del camino hasta sus respectivos hogares. Robin no podía evitar sentir enojo y frustración cada que veía a Reese, ya que por su culpa estaba sufriendo de un castigo en su propia casa y tenía la costumbre de al equivocarse, señalar y culpar a los demás menos a ella, porque aún era más molesto aceptar que también tenía parte de la culpa.

Cuando ingresaron en el acogedor lugar Robin lanzó su mochila molesta pero al verla desacomodada fue por ella hasta colgara en el perchero y así después dejarse caer en el sofá con los brazos cruzados haciendo un puchero.

— Genial. — Habló el moreno con sarcasmo imitando su acción con la mochila — ¿Por qué no ser feliz cuando puedes estar amargada por el vecino? — Se sentó junto a ella — Tu castigo termina el viernes, no falta casi nada.

Robin lo miró mal.

— Es lunes.

— Si sigues con ese ánimo parece que si. — Habló en un tono desanimado mientras que Robin rodó los ojos.

— Claro, patéame por caerme. — Se sumergió aún más en el sillón cuando volvió a recordar todo volviendo a explotar — ¡¿Sabes qué es lo peor de todo?! — George la miro cansado de escucharla renegar por lo mismo — ¡Reese Wilkerson está arruinando mi vida!

— Lo odio, igual que tú, pero... Él no puso una pistola en tu cabeza para robar el camión. — Robin abrió sus ojos de más sintiendo la traición al no ponerse de su lado — Que, a propósito, las paletas de choco nuez que tomaste estaban acarameladas de más.

— ¡Eso no importa! — Lo regañó ante su último comentario para después suspirar — ¿Qué voy a hacer?

El chico a su lado la miró pensativo hasta que segundos después exclamó:

— Te pondré un acertijo; si estás en la calle y un trailer se te viene encima, ¿Qué es lo qué haces?

— ¡La monstruación! — George retrocedió ante la loca mirada de su hermanastra.

Tal vez si la tenía algo traumada.

— ¿Qué? — Preguntó perplejo en un susurro.

— Nada. — Se tranquilizó — ¿Qué se hace?

— Te haces a un lado, te quitas del camino, porqué si eres tú contra el trailer, tú pierdes y Reese, es el trailer de tu vida. — Robin pudo sentir sus palabras de peso haciendo eco por su cabeza — Lo mejor es ignorarlo, tarde o temprano se hartara.

La chica asintió poco convencida pero decidida a aplicar el consejo.










Sacaba el libro y materiales necesarios de su locker para su siguiente clase cuando un estruendo en los casilleros junto a ella la hizo dar un pequeño brinco sorprendida.

Casi de inmediato miró al causante con molestia, pero él, acostumbrado a dichas caras por parte de la pelirroja siguió con esa pose relajada creyendo que su coraje con el asunto del heladero ya había pasado.

— Ayer vi pasar al heladero y aceleró... — Soltó una rosa malvada por su propia fechoría — Para mí, no fue inútil después de todo.

Robin simplemente se paro frente a él y torció sus labios.

Eres el trailer de mi vida.

Dicho esto, se marchó dejando a un estupefacto chico en medio del pasillo.

Reese estaba extrañado con la actitud de Robin, normalmente le respondería con algo ofensivo y ambos crearían una guerra sin fin de insultos que aunque fuera tedioso, también en cierta forma le resultaba... Divertido. Era extraño y no podría explicarlo, no le agradaba aquella chica y disfrutaba de molestarla, era frustrante que le respondiera y fuera altanera pero no lo tenía reacio.

Y el que lo dejara pasar de largo como si nada lo hizo sentir desesperado. Por ello, tenía trabajo que hacer.

En un intercambio de clases, tiempo después de su primer encuentro en la mañana, Reese había intentado llamar su atención con alguna que otra broma sobre ella pero esta seguía ignorándolo por lo que en ese momento, en el que ella cruzaba el pasillo tratando de poner toda su atención en su libro el chico de puntas amarillas picaba su hombro con insistencia esperando al menos una mirada.










A la hora del almuerzo Robin trataba de disfrutar su emparedado de ensalada de atún y jugo de manzana con tranquilidad mientras construía una casita con palitos de madera con todas las paletas heladas de George, Chris y Robert habían comido en la semana cuando de repente, sin sentido alguno alguien llegó y quito el pilar que sostenía toda la casa dejándola pasmada en su lugar sin saber realmente qué hacer mientras que Reese seguía todos sus movimientos buscando incomodarla, cosa que si logró, pero no se lo dejaría ver. Por lo que muy a su pesar, continuó comiendo haciendo que Reese se desespere hasta que finalmente tomó su almuerzo y se fue derrotado y molesto.

Al verlo lo suficientemente lejos, Robin sonrío y ahora con todo gusto disfruto de su pan con atún gustosa.








Poco antes de que se terminaran las clases. Reese se planteó una idea que no podía fallar, usaría su debilidad en su contra y eso no podría evitar que le gritara.

Observó al grupo de krelboynes charlando entre ellos mientras que él, igual que un tiburón acechando a su presa estuvo rondando por el lugar esperando el momento indicado. Este, no tardo mucho en aparecer pues, Loyd soltó una absurda broma de química que solo los cerebritos comprendieron, y el pelinegro escupió el agua que había estado guardando en su boca con una carcajada fingida.

Siguió riendo de forma falsa aludiendo al pelinegro por su broma y este solo se hacía pequeño en su lugar creyendo que pronto sería golpeado.

Reese ya cantaba victoria cuando esta, hizo un ademán de girar en su dirección pero antes de eso dio una respiración profunda para después seguir fingiendo que el no existía.

— Oh, no. Me manché.— Bramó con una risa falsa que solo demostraba furia contendía — Creo que iré a limpiarme.

Cinthya asintió desacuerdo y la siguió para ayudarla no sin antes mirar mal a Reese.

Él chico dejó caer sus brazos a sus costados sin saber que más hacer.








— ¡Ya no aguantó! — Gritó la pelirroja estirando su cara con desespero — ¡Te lo juro, voy a darme un tiro o tirarme a la carretera, lo que sea!

George respiro hondo escuchando las quejas de su hermana sobre el mayor de los Wilkerson igual que toda la semana.

— Quiero tomar su... ¡cabezota de charal y...! — Tomó un cojín comenzando a golpearlo imaginando que era el rostro de su rival — Me estoy volviendo loca. Está bien ser idiota. — Dijo irónica — Pero ¿Por qué llegar al abuso? ¡¿Por que ese afán de romper record?!

El moreno frente a ella suspiró a sabiendas que aquel episodio sería largo.

Mientras tanto, en la casa de a lado, Reese leía un cómic de Archie pensando en que Torombolo debería asesinarlo y adueñarse de la revista cuando prontamente llega Malcolm con una cara de pocos amigos dejando su mochila en su cama para llamar su atención.

— Deja en paz a Robin. — Dijo molesto.

— ¿A ti qué mosco te pico? — Se irguió dejando el libro de dibujos a un lado.

— Habló en serio, oíste lo que dijo mamá. — Habló en un tono más calmado pero igual de advertencia — Si seguimos haciendo que los vecinos se molesten, nos irá mal.

— No, si no se entera. — Hizo su típica sonrisa llena de maldad.

— Vamos, Reese. — rodó los ojos — ¿Por qué quieres molestarla? Ni siquiera te presta atención.

— Ahora no.

— ¿A qué te refieres? Solo peleaban.

— Me gustaba pelear con ella, — Admitió en un tono bajo confundiendo a Malcolm — era divertido insultarnos y ahora finge que no existo. ¡Es frustrante!

— Pues, deberías disculparte. — Exclamó sin saber realmente si era un buen consejo.

— ¡Ni loco! — Saltó — Debo hacer algo peor para llamar su atención, ¡porqué la cabeza de menstruación no me va a ignorar!

— Eres un tonto, te pondrá una orden de restricción — Sin algo más que decir se marcho igual molesto mientras que él mayor rodaba los ojos y volvía a recostarse mirando el techo pensativo hasta que cayó en cuenta de la otra presencia en el cuarto.

Miró mal al rubio menor.

— ¿Y tú que miras? — preguntó tajante. En cambio Dewey lamió lentamente uno de los helados que se le fueron confiscados al chico.











Finalmente mañana era viernes y por fin su castigo sería removido, su buen humor no podía ser mejor. Incluso los intentos de Reese por ya no ser ignorado habían sido pasados de largo sin mucho esfuerzo.

Pero lamentablemente su felicidad duró poco ya que ahora la causa de su molestia estaba escrita en una caligrafía descuidada, en aquel examen. Releyó sus resultados una y otra vez hasta que se mareó y finalmente azotó la hoja en contra de su pupitre mientras sobaba su barbilla con duda e incertidumbre para luego darle una mirada de reojo a la psicóloga que seguía alargando su discurso sobre qué no importaba lo que hayan obtenido, sino en mejorar como persona.

— Hey... — Cinthya llamó su atención — ¿Qué sacaste en el examen de actitud? — preguntó con una sonrisa que Robin no estaba de ánimos para devolver.

Simplemente giró la hoja en su dirección mostrando sus resultados haciendo que en pocos instantes los labios curveados de la de trenzas fueran hacia abajo.

« Autoritario, Mandón,
Predominante, Nervioso, Ansioso. »

— ¿Crees que sea una neurótica controladora? — Habló sin una pizca de gracia mientras que la castaña se tardó varios instantes en responder haciendo que Robin la mirara con el ceño fruncido.

— Es lo que te da personalidad. — Respondió vacilante.









Caminaba por el pasillo pérdida en su mente cuando reconoció a dos de sus amigos cerca de los casilleros, siendo un castaño el que capturó su atención al verse nervioso hablando con una linda rubia.

Frunció levemente los labios algo desorientada hasta que recordó la otra tarde donde Malcolm le confesó que tenía cierto interés en una chica llamada Allison, tal vez era ella. Había algo raro en la situación, no conocía a la chica — tampoco tenía interés en hacerlo — y ya parecía no agradarle, no sabía porque solo era cierto rechazo.

Largos minutos de aburrimiento escuchando una extraña conversación que no llegaba a ningún lado ya que esa chica no parecía ser muy lista, por fin se alejó y Robin lo tomo como señal para acercarse justo cuando escuchó el lamento de Malcolm.

— ¿¡Qué está mal conmigo!? — Preguntó a su amigo en silla de ruedas.

Más la pecosa aprovechó esto para poder integrarse a la platica.

— Creí que ya hablabas normal con ella. — Ladeó un poco su cabeza.

— Si, bueno, la situación es algo... difícil. — Titubeó y ella lo miró raro para posteriormente sacudir levemente su cabeza.

— Como sea, — Le restó importancia — ¿Qué sacaron en la prueba psicometríca?

Malcolm volteo los ojos al recordar aquello y Robin supo que no fue la única a la que calificaron mal.

— La consejera dice que soy muy chico para ser tan pesimista y que debería disfrutar más mi vida. — Dijo consternado — Como si no supiera lo que es vivir rodeado de Homo-Sapiens que no entienden nada de lo que digo y de lo que si entienden, se burlan. — En ese momento, Robin lo vio preocupada ya que con eso confirmo lo que decía su examen y que probablemente no se equivocaba tampoco con ella.

Desesperada busco ayuda en el de lentes.

— ¿Y tú, Stevie?

— Ninguna... Queja... — Ambos adolescentes lo miraron mal.

— Presumido.

— ¿Saben qué? — El ojiazul se mostró hartó — Es solo un estupido examen.

— Concuerdo contigo. — Lo señaló la chica recibiendo una mirada fruncida por el par.

— ¿Tu, qué sacaste?

— No es de tu incumbencia. — Bramó rápido ocultando su hoja. Suspiró queriendo cambiar de tema — ¿Y qué ocurrió con las tutorías que darás?

Ante la pregunta, escucho claramente cómo Stevie contenía una carcajada.

— Todo mal, todo pésimo. — Se lamentó, igual que siempre — ¡La vida no quiere que sea feliz!

— ¿Ahora qué pasó? — Preguntó tediosa pero a la vez curiosa mientras se recargaba en los lockers para oírlo.

— Tendré que soportar a Kieran y su iq de tres por ciento las tardes hasta los siguientes exámenes.

Robin abrió los ojos impresionada con la bomba que le lanzó. Parecía muy seguro de que le tocaría con Allison.

— Vaya, pues... — No supo que decir — Ojalá y se hagan amigos.

— Si, como no. — Habló resentido — Como si no tuviera suficiente en mi miserable vida para que los maestros quieran hacerme sufrir más... — Al ver las miradas burlonas de sus amigos aclaró: — ¡Y no! ¡Está boba hoja de papel no tiene razón!

Malcolm señaló eufórico su examen — ya arrufado por el ajetreo — en tanto Robin le dio más vueltas al asunto notando como la actitud del castaño en esos pocos minutos reafirmó lo que su examen decía y al sentir una mirada sobre ella giró a ver al moreno que la observaba con una sonrisa socarrona sabiendo exactamente lo que pensaba.

— Estúpido examen... — Refunfuñó para si misma dejando al par extrañados por su actitud.

Molesta, seguía dándole vueltas al asunto hasta que a lo lejos visualizo a George cerca de la salida despidiéndose de varios chicos que no reconocía.

— ¿Ya nos vamos? — Mencionó este al verla.

— ¿Qué sacaste en el test de actitud? — Cuestionó ignorándolo.

— Que soy algo distraído, lo conteste al azar. — Se encogió de hombros simple.

— ¡Y aún así te reflejo bien! — Tocó su frente ansiosa.

— ¿Por qué te importa tanto?

— ¿Crees que soy una loca neurótica? — Respondió con otra pregunta que lo dejó mudo, igual que Cinthya.

En seguida, Robin lo miró irritada y seguidamente se tapó sus oídos.

— ¡La la la, si no lo oigo no es verdad, si no lo oigo no es verdad, si no lo oigo no es verdad!

— ¡No dije nada! — Alzó sus brazos al aire y ella lo señaló acusadoramente.

— ¡Lo pensaste!

Consiguientemente, ambos adolescentes iniciaron una discusión que duró todo el camino hasta su hogar donde Robin le arrebató las llaves a George ora ella ser la primera en entrar.

— ¿Creen que soy poco tolerante? — Fue lo primero que dijo al abrir de golpe la puerta con un candado chico detrás de ella.

— Si. — Respondió su papá biológico.

— No. — Habló casi al mismo tiempo Robert, el cual, vio de mala manera a Chris — Lo que quiere decir es que, a veces te exaltas un poco y... no le das oportunidad a las personas.

Termino con su tono relajado de siempre esperando que fuera lo que la chica necesitaba oír pero sus palabras sólo alteraron más sus nervios

— ¡Claro que no! ¡No soy así! — Se exaltó insegura — ¡Yo siempre trato de ver el lado bueno y soy amable!

Los tres hombres se dedicaron una mirada que le dijo que a ese tipo de situaciones la colocaban como ese tipo de persona.

Bufó dejando su mochila en el mismo lugar de siempre.

— Es que ahg, todavía entendía lo que dijo sobre controladora pero no soy excesiva. — Mordió sus uñas esperanzadas en que alguno de sus familiares se lo confirmaran pero nuevamente el silencio reino.

— ¿De qué habla? — Preguntó finalmente Chris, en dirección a George

— Nos hicieron un test psicométrico. — Explicó rápido y la pareja asintió entendiendo la situación pero sin darle más importancia cad sino se puso de pie dispuestos a ir poniendo la mesa, en tanto, ante esta acción, la ojiazul los observó ofendida.

— ¡¿Qué?! ¡¿Ninguno dirá nada?!

Se siguieron viendo entre ellos en silencio sin querer afirmarlo pero tampoco negarlo. La chica apretó los labios enfurecida.

— Ya no tengo hambre. — Dijo brusca dirigiéndose a la puerta pero al abrirla al instante su padre gritó:

— No puedes salir, estas castigada.

La pelirroja soltó un pequeño grito frustrado cerrando de un portazo y yendo hacia su cuarto.










Casi no pudo dormir y estuvo dándole más vueltas de las necesarias al asunto de su examen. Ella respondió honesta y creía estar en lo correcto pero la esa mujer con título de psicología le parecía tener a una obsesiva controladora.

Estaba molesta ya que incrustó aquella espina sobre su pecho ¿Y si las demás personas también la percibían así? ¿Sus amigos de verdad la apreciaban? O ¿Solo estaban con ella porque era la hermana de George y prima de Stevie?

Ya no sabía que creer o pensar pero definitivamente no quería lucir de esa forma frente a los demás hast que terminaran hartándose de ella y simplemente dejaran de hablarle, por lo que, esa noche no abrió su libreta donde tenía el orden de su día y se relajó sin saber que le esperaría el mañana pero tenía la seguridad de que tendría una actitud nueva y tolerable.

Esa mañana despertó a la misma hora de siempre con la misma banda sonora de fondo, solo que esta vez decidió cambiar su rutina y cambiar de espacios, orden y ciertas cosas que al final volvió a acomodar en su lugar al sentir aquella incomodidad tan fuerte.

Suspiró pesadamente antes de salir de su cuarto. Seguiría intentándolo, Roma no se construyó en un día, tal vez algún día logre superar su TOC.

Trataba de cambiar cosas pequeñas a su rutina de viaje, procurando no prestar atención en los detalles imperfectos y en cierto modo lo logró pero se sentía extraña, era igual al sentimiento de cuando sales de tu casa creyendo que olvidas algo pero no logras recordar que era hasta quien sabe cuántas horas después que lo llegas a necesitar.

Pero aún así portaba con una sonrisa amable y linda saludando a quien se le pusiera en frente mostrándose radiante repitiéndose a sí misma que lo lograría y podría ser tolerante.

Fue entonces que casi llegando a su casillero observó al pelinegro de sus pesadillas jugando en los bebederos y riendo sin parar al ver como el agua salía cuando apretaba el botón a un costado.

Hizo una mueca, iba tan bien. Pero nuevamente intento respirar profundo.

— No... no quiero saber, tengo muchas dudas pero no quieren ser saciadas. — Se convenció y siguió su trayecto en calma.

No fue hasta minutos después de todo su plan y paz se fue al diablo cuando se percató de que el tan conocido chico con chequera de cuero molestaba a otro mucho más bajo.

Se acercó molesta a grandes zancadas dispuesta a detenerlo.

— ¡Repite lo que tienes que hacer la próxima vez! — Gritó molesto estrellándolo contra los lockers.

— Decirte salud. — Murmuró temeroso el pequeño rubio de anteojos.

— Gracias ñoño y la próxima vez no seré tan amable. — Amenazó.

— ¡Cometí un error!

— ¡No, tus padres cometieron un error al no comprar un condon hace quince años! — Su insulto pudo haber continuado de no ser porque sintió un fuerte jalón en su oreja que lo hizo soltar al pequeño Hunter y alejarse hacia donde lo jalaban — ¡Ahh, duele, duele, duele! — Se quejo hasta que fue liberado — Agh ¿Qué te pasa? — Se masajeo su oído.

— ¿Qué te pasa a ti? — Lo señaló molesta — ¿Qué rayos haces?

— Enseñándole modales. — Contestó como si nada — Y consiguiendo dinero para el almuerzo, ¿Quieres algo? Creo que el tonto con suéter ridículo por allá trae veinte dólares.

Robin solo atinó a suspirar cerrando sus ojos. Sería un día muy largo.








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